El Hombre, el Cosmos, la Ciencia y el Bien. Los soportes éticos de la ciencia soviética
Antonio Fernández Ortiz - junio de 2001
publicado en ÁBACO (Revista de Cultura y Ciencias Sociales)
texto extraído de web archive - se puede acceder desde: https://web.archive.org/web/20070629142902/http://gaiaxxi.iespana.es/rep-sovietcosmos.htm
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El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Primera parte
I
El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Esta característica, con ser particular de la cultura rusa, no es sin embargo exclusiva de ella. Está presente en la mayoría de las culturas no europeas que han sabido, o han tenido, la posibilidad de asumir valores específicos de la cultura europea occidental sin abandonar los suyos propios. Así, sin ir más lejos, chinos o japoneses mantienen esta capacidad, compaginando en sus estructuras de pensamiento los valores de la ciencia contemporánea, hija de la revolución científica europea, con sus valores tradicionales más significativos, pudiendo explicar la Naturaleza con las leyes de la física al tiempo que como manifestación de la voluntad de dioses y espíritus.
Este comportamiento se aleja del modelo representado por Europa occidental, la cual, en el proceso de reelaboración de sus propias bases culturales, ocurrido en la Modernidad, ha desplazado primero, y destruido después, sus estructuras tradicionales de pensamiento y sus medios de explicar y aprehender el mundo circundante, la existencia del propio hombre y la historia de la humanidad. Para el hombre europeo sólo existe una forma de entender y explicar el mundo: la que se deriva del racionalismo científico por él mismo elaborado; todo lo demás ha sido condenado como superchería y brujería.(1)
Esta doble racionalidad estuvo especialmente presente en el proyecto soviético. La historia del bolchevismo, de todo el proyecto soviético (y por extensión la historia de los partidos comunistas en general), nos habla de la existencia en su seno, de forma prácticamente permanente, de dos proyectos, dos modelos diferentes de comunismo, a veces no conscientes, incluso podríamos decir que intuitivos, que tienen su origen en niveles diferentes al ideológico, en la misma concepción de la vida y del papel que el hombre ejerce en la naturaleza y en la sociedad.
Hubo en el bolchevismo un comunismo cuyo soporte cultural fue una solidaridad que podemos llamar tradicional, popular, campesina. Este comunismo tuvo y tiene una concepción orgánica y totalizadora, holística, de la sociedad y de la historia. El pueblo, el Estado, la sociedad y el hombre son percibidos como sujetos naturales totales, únicos; son la síntesis de los aspectos objetivos y subjetivos, de los materiales y espirituales que los conforman. En este modelo de comunismo el hombre está vinculado, solidarizado, con toda la sociedad y con la naturaleza. Su solidaridad transciende el ámbito de lo social y se prolonga en la propia naturaleza con la que mantiene vínculos específicos. En la Unión Soviética, las bases de este comunismo fueron, y siguen siendo, las tradiciones solidarias de origen campesino mantenidas de un lado por las tradiciones culturales religiosas, especialmente por el cristianismo ortodoxo oriental (en el caso de Europa, por el catolicismo popular de los países católicos de la Europa meridional), y de otro por la pervivencia de determinadas estructuras sociales y formas de vida que, aún a pesar de la expansión de la sociedad industrial, bien en forma de capitalismo o de socialismo, se mantuvieron vigentes en algunas zonas de Europa hasta bien avanzado el siglo XX y en la URSS hasta nuestros días. Incluso cuando éstas fueron desarticuladas, como en el caso de Europa, la clase obrera emergente, en su aplastante mayoría de origen campesino, conservó estas tradiciones y con ellas sus formas de comprensión y aprehensión del mundo circundante. Durante varias generaciones los obreros industriales continuaron siendo psicológica y sociológicamente campesinos. Un ejemplo importante lo tenemos en el milenarismo que impregnó el movimiento obrero europeo y el bolchevismo, expresión de la herencia cultural de la solidaridad tradicional.(2)
El otro proyecto de comunismo presente en el bolchevismo tiene un origen urbano, racionalista. Es heredero de los valores de la Ilustración y de la Revolución francesa.
Asume el modelo atomizado de hombre y con él el individualismo; condena el mundo tradicional campesino, el mundo popular, como un residuo del feudalismo; asume todos los tópicos de la historiografía europea posterior a la Revolución francesa sobre el mundo campesino y el supuesto Antiguo Régimen. El comunismo ha de ser creado sobre la base de individuos libres unidos por sus intereses de clase o por su conciencia de clase. La ausencia de conciencia de clase entre los campesinos los convierte en pequeñoburgueses, en "un saco de patatas". Se trata de un proyecto de comunismo que ha terminado aceptando los principios básicos sobre los que se asienta la sociedad capitalista. Acepta el papel regulador del mercado (eufemismo tras el que se esconde la aceptación de la economía de mercado y la propiedad privada), la sociedad civil basada en la concepción del hombre como átomo y la democracia parlamentaria como sistema político.
En este proyecto de comunismo, llamémoslo racionalista, cada individuo tiene su propio valor específico: la posesión de su propio cuerpo (su verdadera propiedad y mercancía) y sus cualidades intelectuales y físicas (su fuerza de trabajo). Como individuo tiene sus "derechos individuales" intransgredibles y un espacio de actuación legítimo, es decir, marcado por las leyes, independiente de cualquier otro individuo. Es la sociedad atomizada, fruto de la Reforma Protestante, de la Revolución científica y de la cultura del industrialismo moderno. Los valores comunitarios tradicionales, la solidaridad tradicional, basada en el modelo de "hombre común" indivisible (una parte de mí está en todos los hombres y en mí se encuentra una parte de todos los hombres), son considerados como reductos del pasado de la existencia humana condenados a su desaparición, estorbo y lastre para el progreso.
Toda la experiencia práctica del socialismo durante el siglo XX ha estado condicionada por la presencia, en mayor o menor medida según los casos concretos, de los dos "proyectos de comunismo" anteriormente mencionados. El bolchevismo fue quizá el caso más explícito. En él estaban presentes las dos formas de comunismo, o si se prefiere, las dos formas de solidaridad. Las tradiciones solidarias populares rusas y del conjunto de pueblos y etnias que conformaban el Imperio ruso habían sido elaboradas por la filosofía, la literatura y la ciencia rusa durante todo el siglo XIX, pero, aún a pesar de dicha elaboración teórica, no habían podido convertirse en protagonistas del proceso modernizador e industrializador que Rusia estaba demandando y buscando. El marxismo clásico, casi académico, de los socialdemócratas rusos, no pasó de lo anecdótico durante décadas y aún a pesar de su relativa fuerza e importancia en los años previos y durante la propia Revolución rusa, no pudo convertirse en el protagonista de los cambios. El bolchevismo fue la síntesis entre las tradiciones socialistas y solidarias nacionales -vernáculas como las llama Shanin-(3) y el marxismo.
Dicha síntesis asumió el protagonismo de la Revolución y del cambio social y condujo a Rusia, ya en forma de URSS, a la época industrial.
El bolchevismo, y todo el proyecto soviético hasta en sus más recónditas manifestaciones, estuvo condicionado por esa doble naturaleza racionalista y tradicional.Como consecuencia de su componente tradicional, el bolchevismo estuvo imbuido de los conceptos del bien y del mal de la cultura tradicional rusa. En su percepción ideológica, el proyecto soviético fue algo más que un instrumento para "hacer el bien". En su seno el bien y el mal eran parte consustancial del mismo. Pero, mientras el mal se percibía y se manifestaba como anecdótico, el bien se establecía como dominante.(4) La idea principal del proyecto soviético, en su componente tradicional (milenarista y mesiánica), fue la de construcción del "Reino de Dios" en la tierra. El proyecto soviético estuvo imbuido desde el principio por un mesianismo científico. La ciencia era el medio fundamental del que habría de valerse el poder soviético para la consecución del comunismo (del Reino de Dios en la Tierra). Incluso Bulgakov, en su Maestro y Margarita realizó una irónica crítica de aquella visión idealizada de la ciencia.(5) La ciencia soviética también participó de la existencia en su seno de las dos formas de racionalidad de que hablábamos anteriormente con respecto del bolchevismo, heredando las categorías éticas y morales, y con ellas las categorías del bien y del mal de la sociedad tradicional rusa. Veamos, aunque sea de forma resumida, el desarrollo de este proceso.
II.
Una corriente importante del pensamiento solidario ruso está representada por el cosmismo (6) ruso. En Rusia están todavía muy arraigadas en su conciencia colectiva las concepciones cósmicas del mundo (del tiempo, del espacio, de la historia, etc.), que ha venido manifestándose de formas diversas en las tradiciones, el folklore, las crónicas, y después en la literatura, la filosofía y la ciencia. El cosmismo ruso puede ser considerado como una nueva tendencia filosófica, consolidada a finales del siglo XIX, que pretendió dar una nueva explicación del fenómeno de la vida sobre la tierra y de la actuación y misión del hombre como manifestación perfeccionada de la misma.(7) Fue, en definitiva, la eclosión de un proceso de maduración de ideas y creencias que con el paso de los siglos fueron consolidándose e incorporándose al patrimonio cultural ruso. Sus fuentes se encuentran en las creencias, usos y tradiciones de la antigua Rus y de los antiguos eslavos, enriquecidas por las aportaciones de otros pueblos y etnias que con el paso del tiempo conformaron, junto con los eslavos, la entidad política y cultural conocida como Rusia, así como por las aportaciones del cristianismo. En este último caso fueron siempre significativas las reflexiones de los padres de la Iglesia ortodoxa en general, y rusa en particular, sobre las relaciones entre el Creador y la Creación.
Uno de los conceptos claves del cosmismo es el de Bogochelovechestvo (Teohumanidad),(8.) elaborado por la filosofía religiosa rusa y especialmente desarrollado durante finales del siglo XIX y principios del XX por autores como Solovev, Berdiaev, Trubetskoi, Karsavin, etc. Enlaza con el estudio cristiano de la unidad de lo divino y lo humano en la naturaleza de Jesucristo. Cristo es interpretado como la Unidad, síntesis de lo divino y lo humano en la Tierra. Esta idea está relacionada con el concepto de Vseedinstva (Unidad Total) (9) que puede ser entendido como conocimiento total, global, o concepción única del mundo. Sobre la idea de Vseedinstva escribieron diversos autores, entre ellos Solovev, Bulgakov, Karsavin, Florenski, Zenkovskii, Kiriievski, Jomiakov, etc. Es importante significar aquí que estos autores pertenecían a diferentes tendencias ideológicas del pensamiento ruso y que sin embargo el concepto de Unidad Total se encuentra presente en todos ellos como parte del núcleo o fundamento cultural (¿genotipo cultural?).
En el concepto Vseedinstva (Unidad Total) el hombre es considerado como la unión de la manifestación de lo divino con la naturaleza material, con lo terrenal. La Creación, como obra de Dios, está revestida de divinidad. El hombre como parte de la Creación es a la vez creación divina e intermediario entre Dios y la Naturaleza, entre Dios y la historia terrenal, de la que forma parte. El hombre en sí no es nada, sólo llega a ser persona, a considerarse a sí mismo persona, hombre, en la medida que toma conciencia de su pertenencia a una personalidad cósmica. En esta personalidad cósmica el hombre tiene una naturaleza colectiva por pertenecer a la comunidad de los hombres, y divina por saberse incorporado al orden divino, a la Creación.
Se considera a Nikolai Fiodorovich Fiodorov (1829-1903) como el fundador de la filosofía cosmista rusa. Durante mucho tiempo fue bibliotecario en el museo Rumiantsevskii, la actual Biblioteca Lenin. Sus ideas filosóficas, aunque influyeron de forma significativa en Tolstoi, Solovev, Tsiolkovskii y Dostoyevski, etc., eran apenas conocidas por un número reducido de amistades y alumnos, manteniéndose desconocidas para el público en general. Sólo después de su muerte sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes y publicados por primera vez en 1906 bajo el título de Filosofiia Obshego Dela (Filosofía del Hacer Común, del Asunto Común o de la Causa Común)(10). La singularidad de las ideas filosóficas de Fiodorov reside en la forma inusual de acercarse a los problemas habituales de la filosofía rusa y a sus originales propuestas de resolución, creando un sistema filosófico globalizador en el que el hombre, la Tierra y el cosmos, son interpretados como un todo interrelacionado e interdependiente. El sistema filosófico desarrollado por Fiodorov incide especialmente en la colaboración de la energía del hombre, del trabajo del hombre, del "Hacer" del hombre, con la voluntad divina de liberar al mundo del mal, de la destrucción y de la muerte, y en la creación del Reino de Dios (¿en la Tierra?).(11)
Para Fiodorov, el principal problema con el que se enfrenta la humanidad es el de la violencia, la cual alcanza sus formas más elevadas en el aniquilamiento de unos pueblos por otros en el curso de la historia. Esta situación es a su vez consecuencia de la situación de dependencia total del hombre con respecto a la Naturaleza, que lo somete a las leyes de la muerte y del "final" konechnosti (finitud). En esa situación cada persona, cada comunidad, cada pueblo, se plantea el problema de la supervivencia de una manera aislada con respecto a los demás, toda vez que condicionado por esa situación de dependencia, el hombre debe preocuparse antes de nada por su propia conservación y perpetuación, lo que genera una tendencia egoísta e individualista hacia el aislamiento.
Para que la humanidad pueda superar esta tendencia, debe tomar conciencia de su situación de dependencia con respecto a las fuerzas de la naturaleza y unirse para su superación. El hombre, con su capacidad para el razonamiento, debe conocer los secretos de las fuerzas de la naturaleza y vencerlos, regularlos en beneficio de la humanidad. El conocimiento de las fuerzas de la naturaleza y su regulación llevará incluso al hombre a dominar la muerte. "Tres cuestiones fundamentales; la regulación de los fenómenos atmosféricos, el control del movimiento de la Tierra y la conquista de " nuevas tierras", se concentran en una sola cuestión general, [a saber] ... el restablecimiento de la vida a los antepasados."(12) La muerte, según Fiodorov, es un fenómeno temporal, causado por la falta de conocimiento de la naturaleza y de autoconocimiento del propio hombre.
También según Fiodorov, la humanidad en general, y el hombre en particular, han perdido su propia unidad. Por un lado la humanidad se ha dividido en clases y todo tipo de divisiones sociales, por otro el propio hombre se ha separado de su propio ser. Ha separado el pensamiento del cuerpo, la razón de la voluntad, el conocimiento de la moral, la razón práctica de la razón teórica. Por este motivo, la llamada época de la "razón" y del "progreso" que ha consumado esa división y la ha llevado hasta extremos críticos, tiene para Fiodorov un carácter negativo. A lo único a que ha dado lugar es a la realización de insignificantes mejoras, que dan la sensación ilusoria de un mejoramiento, pero en realidad tienen una acción destructora sobre la naturaleza y sobre el propio hombre, toda vez que refuerza la individualización del hombre e impide su unión para la realización de la "Causa Común": el dominio de las fuerzas de la Naturaleza, el control de la muerte y el gran acto de suprema solidaridad, la resurrección de los antepasados.
"No es difícil constatar cuando el pueblo se encontraba en un nivel intelectual superior ... cuando creó la literatura épica, la epopeya religiosa, que abrazaba al mundo entero como una totalidad única ... o cuando la vida en las fábricas lo arrancó del campo desviándolo de la cuestión global, universal: la muerte; lo dirigió hacia las minucias insignificantes de la civilización. ... Qué vacías y lamentables suenan todas estas cuestiones sobre las garantías de una parte del pueblo contra el otro, todas estas declarations des droits (en francés en el original, A.F.), es decir la declaración de la guerra total. La verdadera educación tiene como objetivo desviar la atención del hombre de todas estas disputas ... y dirigirlo hacia el trabajo común, porque sólo entonces se habrá educado el hombre ... entonces ... el pueblo, en todas sus capas, percibirá la Unidad." (13)
El hombre está llamado a dominar la naturaleza, a dirigirla, y con ello procurar el bien a la humanidad. Es el hombre el encargado de llevar a cabo la labor de poner la naturaleza al servicio del bien. Pero el hombre no actúa únicamente por su propia voluntad, como entidad independiente, sino que, como parte de la naturaleza, como parte divina de la creación, Dios, completa a través de él el acto mismo de la Creación y permite al hombre convertirse en coprotagonista de la Creación. La Creación adquiere así un carácter continuo, no acabado. Dios a través del trabajo del hombre continúa la obra de la Creación. El hombre se convierte en protagonista activo de la Creación como manifestación de la divinidad. La Creación debe ser conducida a su culminación, que implicará el dominio de la naturaleza, de sus fuerzas, el dominio de la Tierra, para ponerlo al servicio de la humanidad, al servicio del bien como manifestación de la voluntad de Dios.
"Dios educa al hombre con su propia experiencia; Él es el Zar que hace todo, no sólo para el hombre, sino y a través del hombre; por algo no hay racionalidad en la naturaleza, porque debe ser el hombre quien la introduzca, y precisamente en esto reside la racionalidad superior. El Creador vuelve a crear el mundo a través de nosotros ... Nosotros no podremos saber con seguridad con qué fuerza se mueve nuestra Tierra mientras no dirijamos su marcha".(14)
Pero la humanidad no debe limitarse solamente a conseguir el control de la naturaleza terrestre, sino que, al ser la tierra parte del cosmos, el hombre debe aprender a controlar el sistema solar y todo el cosmos. Esta es también parte de la voluntad divina manifestada a través del hombre. El cosmos, a través de la actividad creadora del hombre, y ésta como manifestación de la voluntad de Dios, también debe ser puesto al servicio de la humanidad, al servicio del bien. "La actividad humana no debe limitarse a los límites del planeta tierra"(15) La salida al cosmos es una necesidad del hombre, presente en su memoria colectiva a lo largo de la historia de la humanidad: "En todos los periodos de la historia es evidente una aspiración que muestra que la humanidad no puede conformarse con los estrechos límites de la tierra".(16)
La salida del hombre al cosmos vendrá a satisfacer el interés general, el interés común: "ante el rostro de las fuerzas cósmicas cesan todos los demás intereses: personales, de clase, nacionales; sólo un interés no se olvida: el interés general de todas las gentes, es decir, de todos los mortales". (17)Si el hombre renuncia a salir al cosmos, renuncia con ello a la solución de los problemas de la humanidad, especialmente los problemas económicos, y con ellos a la posibilidad de una existencia digna del hombre. Renuncia, en definitiva, a la supervivencia del hombre sobre la Tierra.
"El carácter fantástico de la posibilidad de un tránsito real de un mundo a otro es sólo aparente; el carácter imprescindible de tal tránsito es indudable ante una directa y sobria mirada al asunto ... Si nos negamos al dominio de los espacios celestes, deberemos renunciar a la resolución de los problemas económicos formulados por Malthus, y en general de la existencia moral de la humanidad" (18)
Precisamente Rusia, el Estado ruso, es considerado por Fiodorov como la entidad llamada a la consecución del objetivo común (la "Causa Común") de la humanidad, toda vez que en ella se concretan los elementos que pueden servirle de fundamento, tanto materiales como sociales y psicológicos. La Rusia no contaminada por el individualismo de Occidente puede y debe llevar a cabo la "Causa Común". Fiodorov manifiesta así el mesianismo del que participan sus ideas, el cual es a su vez expresión del mesianismo ruso. Piotr Chaadaev, casi más de medio siglo antes que Fiodorov, expresó por primera vez en un lenguaje laico y con un contenido social el mesianismo ruso que hasta entonces sólo se había expresado en su sentido religioso. Chaadaev consideraba que Rusia estaba llamada a solucionar incluso los problemas sociales que la humanidad todavía no había llegado a plantearse.(19)
Fiodorov llamó a su filosofía Supramoralizm (Supramoralismo), por el cual entendía:
"La síntesis de dos razones (teórica y práctica) y tres materias del conocimiento y de la praxis (Dios, el hombre y la naturaleza, de los cuales el hombre es el instrumento de la razón divina y él mismo se convierte en la Razón del universo)... Supramoralismo es la deuda con nuestros padres/antepasados, la resurrección como la más alta e incondicional moralidad general, moralidad natural para los seres racionales y sensibles, del cumplimiento de la cual, es decir, del deber de la resurrección, depende el destino de la especie humana".(20)
A primera vista los escritos e ideas de Fiodorov (pensemos sólo en una de sus ideas principales: la resurrección de los muertos) se nos presentan como un cúmulo de ideas absurdas, barbaridades y herejías del cristianismo;(21) aspiraciones irrealizables, utópicas, de construcción de un mundo feliz, del Reino de Dios en la Tierra. Sin embargo, estas ideas absurdas y en muchos casos incoherentes dieron frutos realmente sorprendentes. Con su influencia sobre filósofos y científicos, las ideas de Fiodorov impulsaron el desarrollo de la filosofía y el desarrollo teórico y práctico de ramas concretas de la investigación científica soviética, como fue el caso del Programa Cósmico soviético, al tiempo que sus teorías se convirtieron en parte de los soportes éticos de la ciencia soviética. Pero no sólo eso, las ideas cosmistas de Fiodorov fueron parte fundamental del bolchevismo. El rastro de este componente cosmista en el bolchevismo no es difícil de seguir y lo podemos observar en multitud de manifestaciones. En la literatura, por ejemplo, Andrei Platonov (22) mostró en sus obras las imágenes más importantes del cosmismo bolchevique (el "bolchevismo tecnológico").
Otro ejemplo lo tenemos en el debate ideológico y político que se produjo en el seno del movimiento euroasiatista.(23) En 1928, en plena crisis de este movimiento en su exilio europeo, una parte importante del mismo vio en el bolchevismo precisamente la expresión de las ideas de Fiodorov, lo que sirvió a muchos para argumentar su vuelta a la URSS.(24)
Hay un sentido oculto en el discurso filosófico, histórico y político, del cosmismo ruso que hunde sus raíces en el inconsciente colectivo de la cultura rusa. De manera aislada aparece en las concepciones de uno u otro filósofo, escritor o científico y se manifiesta entonces de manera incoherente e incomprensible. Sin embargo, visto en su conjunto, uniendo en un único discurso estas ideas, este sentido oculto parece manifestarse con mayor claridad. Y decimos parece porque no siempre queda evidente y manifiesto. Una parte importante del bolchevismo vino a ser una manifestación del sentido oculto del cosmismo ruso.
Antonio Fernández Ortiz - junio de 2001
publicado en ÁBACO (Revista de Cultura y Ciencias Sociales)
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—7 mensajes—
El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Primera parte
I
El racionalismo científico de la Ilustración y el pensamiento científico contemporáneo han convivido y conviven en la actualidad en el hombre ruso/soviético con sus formas tradicionales o pre-modernas de pensamiento. Esta particularidad ha dado lugar a una de las características más representativas del pensamiento ruso: la existencia de dos planos de pensamiento, dos formas de racionalidad que no se excluyen una a la otra y a las que, tanto el hombre de ciencia como el hombre medio ruso, recurre según sus propias necesidades.
Esta característica, con ser particular de la cultura rusa, no es sin embargo exclusiva de ella. Está presente en la mayoría de las culturas no europeas que han sabido, o han tenido, la posibilidad de asumir valores específicos de la cultura europea occidental sin abandonar los suyos propios. Así, sin ir más lejos, chinos o japoneses mantienen esta capacidad, compaginando en sus estructuras de pensamiento los valores de la ciencia contemporánea, hija de la revolución científica europea, con sus valores tradicionales más significativos, pudiendo explicar la Naturaleza con las leyes de la física al tiempo que como manifestación de la voluntad de dioses y espíritus.
Este comportamiento se aleja del modelo representado por Europa occidental, la cual, en el proceso de reelaboración de sus propias bases culturales, ocurrido en la Modernidad, ha desplazado primero, y destruido después, sus estructuras tradicionales de pensamiento y sus medios de explicar y aprehender el mundo circundante, la existencia del propio hombre y la historia de la humanidad. Para el hombre europeo sólo existe una forma de entender y explicar el mundo: la que se deriva del racionalismo científico por él mismo elaborado; todo lo demás ha sido condenado como superchería y brujería.(1)
Esta doble racionalidad estuvo especialmente presente en el proyecto soviético. La historia del bolchevismo, de todo el proyecto soviético (y por extensión la historia de los partidos comunistas en general), nos habla de la existencia en su seno, de forma prácticamente permanente, de dos proyectos, dos modelos diferentes de comunismo, a veces no conscientes, incluso podríamos decir que intuitivos, que tienen su origen en niveles diferentes al ideológico, en la misma concepción de la vida y del papel que el hombre ejerce en la naturaleza y en la sociedad.
Hubo en el bolchevismo un comunismo cuyo soporte cultural fue una solidaridad que podemos llamar tradicional, popular, campesina. Este comunismo tuvo y tiene una concepción orgánica y totalizadora, holística, de la sociedad y de la historia. El pueblo, el Estado, la sociedad y el hombre son percibidos como sujetos naturales totales, únicos; son la síntesis de los aspectos objetivos y subjetivos, de los materiales y espirituales que los conforman. En este modelo de comunismo el hombre está vinculado, solidarizado, con toda la sociedad y con la naturaleza. Su solidaridad transciende el ámbito de lo social y se prolonga en la propia naturaleza con la que mantiene vínculos específicos. En la Unión Soviética, las bases de este comunismo fueron, y siguen siendo, las tradiciones solidarias de origen campesino mantenidas de un lado por las tradiciones culturales religiosas, especialmente por el cristianismo ortodoxo oriental (en el caso de Europa, por el catolicismo popular de los países católicos de la Europa meridional), y de otro por la pervivencia de determinadas estructuras sociales y formas de vida que, aún a pesar de la expansión de la sociedad industrial, bien en forma de capitalismo o de socialismo, se mantuvieron vigentes en algunas zonas de Europa hasta bien avanzado el siglo XX y en la URSS hasta nuestros días. Incluso cuando éstas fueron desarticuladas, como en el caso de Europa, la clase obrera emergente, en su aplastante mayoría de origen campesino, conservó estas tradiciones y con ellas sus formas de comprensión y aprehensión del mundo circundante. Durante varias generaciones los obreros industriales continuaron siendo psicológica y sociológicamente campesinos. Un ejemplo importante lo tenemos en el milenarismo que impregnó el movimiento obrero europeo y el bolchevismo, expresión de la herencia cultural de la solidaridad tradicional.(2)
El otro proyecto de comunismo presente en el bolchevismo tiene un origen urbano, racionalista. Es heredero de los valores de la Ilustración y de la Revolución francesa.
Asume el modelo atomizado de hombre y con él el individualismo; condena el mundo tradicional campesino, el mundo popular, como un residuo del feudalismo; asume todos los tópicos de la historiografía europea posterior a la Revolución francesa sobre el mundo campesino y el supuesto Antiguo Régimen. El comunismo ha de ser creado sobre la base de individuos libres unidos por sus intereses de clase o por su conciencia de clase. La ausencia de conciencia de clase entre los campesinos los convierte en pequeñoburgueses, en "un saco de patatas". Se trata de un proyecto de comunismo que ha terminado aceptando los principios básicos sobre los que se asienta la sociedad capitalista. Acepta el papel regulador del mercado (eufemismo tras el que se esconde la aceptación de la economía de mercado y la propiedad privada), la sociedad civil basada en la concepción del hombre como átomo y la democracia parlamentaria como sistema político.
En este proyecto de comunismo, llamémoslo racionalista, cada individuo tiene su propio valor específico: la posesión de su propio cuerpo (su verdadera propiedad y mercancía) y sus cualidades intelectuales y físicas (su fuerza de trabajo). Como individuo tiene sus "derechos individuales" intransgredibles y un espacio de actuación legítimo, es decir, marcado por las leyes, independiente de cualquier otro individuo. Es la sociedad atomizada, fruto de la Reforma Protestante, de la Revolución científica y de la cultura del industrialismo moderno. Los valores comunitarios tradicionales, la solidaridad tradicional, basada en el modelo de "hombre común" indivisible (una parte de mí está en todos los hombres y en mí se encuentra una parte de todos los hombres), son considerados como reductos del pasado de la existencia humana condenados a su desaparición, estorbo y lastre para el progreso.
Toda la experiencia práctica del socialismo durante el siglo XX ha estado condicionada por la presencia, en mayor o menor medida según los casos concretos, de los dos "proyectos de comunismo" anteriormente mencionados. El bolchevismo fue quizá el caso más explícito. En él estaban presentes las dos formas de comunismo, o si se prefiere, las dos formas de solidaridad. Las tradiciones solidarias populares rusas y del conjunto de pueblos y etnias que conformaban el Imperio ruso habían sido elaboradas por la filosofía, la literatura y la ciencia rusa durante todo el siglo XIX, pero, aún a pesar de dicha elaboración teórica, no habían podido convertirse en protagonistas del proceso modernizador e industrializador que Rusia estaba demandando y buscando. El marxismo clásico, casi académico, de los socialdemócratas rusos, no pasó de lo anecdótico durante décadas y aún a pesar de su relativa fuerza e importancia en los años previos y durante la propia Revolución rusa, no pudo convertirse en el protagonista de los cambios. El bolchevismo fue la síntesis entre las tradiciones socialistas y solidarias nacionales -vernáculas como las llama Shanin-(3) y el marxismo.
Dicha síntesis asumió el protagonismo de la Revolución y del cambio social y condujo a Rusia, ya en forma de URSS, a la época industrial.
El bolchevismo, y todo el proyecto soviético hasta en sus más recónditas manifestaciones, estuvo condicionado por esa doble naturaleza racionalista y tradicional.Como consecuencia de su componente tradicional, el bolchevismo estuvo imbuido de los conceptos del bien y del mal de la cultura tradicional rusa. En su percepción ideológica, el proyecto soviético fue algo más que un instrumento para "hacer el bien". En su seno el bien y el mal eran parte consustancial del mismo. Pero, mientras el mal se percibía y se manifestaba como anecdótico, el bien se establecía como dominante.(4) La idea principal del proyecto soviético, en su componente tradicional (milenarista y mesiánica), fue la de construcción del "Reino de Dios" en la tierra. El proyecto soviético estuvo imbuido desde el principio por un mesianismo científico. La ciencia era el medio fundamental del que habría de valerse el poder soviético para la consecución del comunismo (del Reino de Dios en la Tierra). Incluso Bulgakov, en su Maestro y Margarita realizó una irónica crítica de aquella visión idealizada de la ciencia.(5) La ciencia soviética también participó de la existencia en su seno de las dos formas de racionalidad de que hablábamos anteriormente con respecto del bolchevismo, heredando las categorías éticas y morales, y con ellas las categorías del bien y del mal de la sociedad tradicional rusa. Veamos, aunque sea de forma resumida, el desarrollo de este proceso.
II.
Una corriente importante del pensamiento solidario ruso está representada por el cosmismo (6) ruso. En Rusia están todavía muy arraigadas en su conciencia colectiva las concepciones cósmicas del mundo (del tiempo, del espacio, de la historia, etc.), que ha venido manifestándose de formas diversas en las tradiciones, el folklore, las crónicas, y después en la literatura, la filosofía y la ciencia. El cosmismo ruso puede ser considerado como una nueva tendencia filosófica, consolidada a finales del siglo XIX, que pretendió dar una nueva explicación del fenómeno de la vida sobre la tierra y de la actuación y misión del hombre como manifestación perfeccionada de la misma.(7) Fue, en definitiva, la eclosión de un proceso de maduración de ideas y creencias que con el paso de los siglos fueron consolidándose e incorporándose al patrimonio cultural ruso. Sus fuentes se encuentran en las creencias, usos y tradiciones de la antigua Rus y de los antiguos eslavos, enriquecidas por las aportaciones de otros pueblos y etnias que con el paso del tiempo conformaron, junto con los eslavos, la entidad política y cultural conocida como Rusia, así como por las aportaciones del cristianismo. En este último caso fueron siempre significativas las reflexiones de los padres de la Iglesia ortodoxa en general, y rusa en particular, sobre las relaciones entre el Creador y la Creación.
Uno de los conceptos claves del cosmismo es el de Bogochelovechestvo (Teohumanidad),(8.) elaborado por la filosofía religiosa rusa y especialmente desarrollado durante finales del siglo XIX y principios del XX por autores como Solovev, Berdiaev, Trubetskoi, Karsavin, etc. Enlaza con el estudio cristiano de la unidad de lo divino y lo humano en la naturaleza de Jesucristo. Cristo es interpretado como la Unidad, síntesis de lo divino y lo humano en la Tierra. Esta idea está relacionada con el concepto de Vseedinstva (Unidad Total) (9) que puede ser entendido como conocimiento total, global, o concepción única del mundo. Sobre la idea de Vseedinstva escribieron diversos autores, entre ellos Solovev, Bulgakov, Karsavin, Florenski, Zenkovskii, Kiriievski, Jomiakov, etc. Es importante significar aquí que estos autores pertenecían a diferentes tendencias ideológicas del pensamiento ruso y que sin embargo el concepto de Unidad Total se encuentra presente en todos ellos como parte del núcleo o fundamento cultural (¿genotipo cultural?).
En el concepto Vseedinstva (Unidad Total) el hombre es considerado como la unión de la manifestación de lo divino con la naturaleza material, con lo terrenal. La Creación, como obra de Dios, está revestida de divinidad. El hombre como parte de la Creación es a la vez creación divina e intermediario entre Dios y la Naturaleza, entre Dios y la historia terrenal, de la que forma parte. El hombre en sí no es nada, sólo llega a ser persona, a considerarse a sí mismo persona, hombre, en la medida que toma conciencia de su pertenencia a una personalidad cósmica. En esta personalidad cósmica el hombre tiene una naturaleza colectiva por pertenecer a la comunidad de los hombres, y divina por saberse incorporado al orden divino, a la Creación.
Se considera a Nikolai Fiodorovich Fiodorov (1829-1903) como el fundador de la filosofía cosmista rusa. Durante mucho tiempo fue bibliotecario en el museo Rumiantsevskii, la actual Biblioteca Lenin. Sus ideas filosóficas, aunque influyeron de forma significativa en Tolstoi, Solovev, Tsiolkovskii y Dostoyevski, etc., eran apenas conocidas por un número reducido de amistades y alumnos, manteniéndose desconocidas para el público en general. Sólo después de su muerte sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes y publicados por primera vez en 1906 bajo el título de Filosofiia Obshego Dela (Filosofía del Hacer Común, del Asunto Común o de la Causa Común)(10). La singularidad de las ideas filosóficas de Fiodorov reside en la forma inusual de acercarse a los problemas habituales de la filosofía rusa y a sus originales propuestas de resolución, creando un sistema filosófico globalizador en el que el hombre, la Tierra y el cosmos, son interpretados como un todo interrelacionado e interdependiente. El sistema filosófico desarrollado por Fiodorov incide especialmente en la colaboración de la energía del hombre, del trabajo del hombre, del "Hacer" del hombre, con la voluntad divina de liberar al mundo del mal, de la destrucción y de la muerte, y en la creación del Reino de Dios (¿en la Tierra?).(11)
Para Fiodorov, el principal problema con el que se enfrenta la humanidad es el de la violencia, la cual alcanza sus formas más elevadas en el aniquilamiento de unos pueblos por otros en el curso de la historia. Esta situación es a su vez consecuencia de la situación de dependencia total del hombre con respecto a la Naturaleza, que lo somete a las leyes de la muerte y del "final" konechnosti (finitud). En esa situación cada persona, cada comunidad, cada pueblo, se plantea el problema de la supervivencia de una manera aislada con respecto a los demás, toda vez que condicionado por esa situación de dependencia, el hombre debe preocuparse antes de nada por su propia conservación y perpetuación, lo que genera una tendencia egoísta e individualista hacia el aislamiento.
Para que la humanidad pueda superar esta tendencia, debe tomar conciencia de su situación de dependencia con respecto a las fuerzas de la naturaleza y unirse para su superación. El hombre, con su capacidad para el razonamiento, debe conocer los secretos de las fuerzas de la naturaleza y vencerlos, regularlos en beneficio de la humanidad. El conocimiento de las fuerzas de la naturaleza y su regulación llevará incluso al hombre a dominar la muerte. "Tres cuestiones fundamentales; la regulación de los fenómenos atmosféricos, el control del movimiento de la Tierra y la conquista de " nuevas tierras", se concentran en una sola cuestión general, [a saber] ... el restablecimiento de la vida a los antepasados."(12) La muerte, según Fiodorov, es un fenómeno temporal, causado por la falta de conocimiento de la naturaleza y de autoconocimiento del propio hombre.
También según Fiodorov, la humanidad en general, y el hombre en particular, han perdido su propia unidad. Por un lado la humanidad se ha dividido en clases y todo tipo de divisiones sociales, por otro el propio hombre se ha separado de su propio ser. Ha separado el pensamiento del cuerpo, la razón de la voluntad, el conocimiento de la moral, la razón práctica de la razón teórica. Por este motivo, la llamada época de la "razón" y del "progreso" que ha consumado esa división y la ha llevado hasta extremos críticos, tiene para Fiodorov un carácter negativo. A lo único a que ha dado lugar es a la realización de insignificantes mejoras, que dan la sensación ilusoria de un mejoramiento, pero en realidad tienen una acción destructora sobre la naturaleza y sobre el propio hombre, toda vez que refuerza la individualización del hombre e impide su unión para la realización de la "Causa Común": el dominio de las fuerzas de la Naturaleza, el control de la muerte y el gran acto de suprema solidaridad, la resurrección de los antepasados.
"No es difícil constatar cuando el pueblo se encontraba en un nivel intelectual superior ... cuando creó la literatura épica, la epopeya religiosa, que abrazaba al mundo entero como una totalidad única ... o cuando la vida en las fábricas lo arrancó del campo desviándolo de la cuestión global, universal: la muerte; lo dirigió hacia las minucias insignificantes de la civilización. ... Qué vacías y lamentables suenan todas estas cuestiones sobre las garantías de una parte del pueblo contra el otro, todas estas declarations des droits (en francés en el original, A.F.), es decir la declaración de la guerra total. La verdadera educación tiene como objetivo desviar la atención del hombre de todas estas disputas ... y dirigirlo hacia el trabajo común, porque sólo entonces se habrá educado el hombre ... entonces ... el pueblo, en todas sus capas, percibirá la Unidad." (13)
El hombre está llamado a dominar la naturaleza, a dirigirla, y con ello procurar el bien a la humanidad. Es el hombre el encargado de llevar a cabo la labor de poner la naturaleza al servicio del bien. Pero el hombre no actúa únicamente por su propia voluntad, como entidad independiente, sino que, como parte de la naturaleza, como parte divina de la creación, Dios, completa a través de él el acto mismo de la Creación y permite al hombre convertirse en coprotagonista de la Creación. La Creación adquiere así un carácter continuo, no acabado. Dios a través del trabajo del hombre continúa la obra de la Creación. El hombre se convierte en protagonista activo de la Creación como manifestación de la divinidad. La Creación debe ser conducida a su culminación, que implicará el dominio de la naturaleza, de sus fuerzas, el dominio de la Tierra, para ponerlo al servicio de la humanidad, al servicio del bien como manifestación de la voluntad de Dios.
"Dios educa al hombre con su propia experiencia; Él es el Zar que hace todo, no sólo para el hombre, sino y a través del hombre; por algo no hay racionalidad en la naturaleza, porque debe ser el hombre quien la introduzca, y precisamente en esto reside la racionalidad superior. El Creador vuelve a crear el mundo a través de nosotros ... Nosotros no podremos saber con seguridad con qué fuerza se mueve nuestra Tierra mientras no dirijamos su marcha".(14)
Pero la humanidad no debe limitarse solamente a conseguir el control de la naturaleza terrestre, sino que, al ser la tierra parte del cosmos, el hombre debe aprender a controlar el sistema solar y todo el cosmos. Esta es también parte de la voluntad divina manifestada a través del hombre. El cosmos, a través de la actividad creadora del hombre, y ésta como manifestación de la voluntad de Dios, también debe ser puesto al servicio de la humanidad, al servicio del bien. "La actividad humana no debe limitarse a los límites del planeta tierra"(15) La salida al cosmos es una necesidad del hombre, presente en su memoria colectiva a lo largo de la historia de la humanidad: "En todos los periodos de la historia es evidente una aspiración que muestra que la humanidad no puede conformarse con los estrechos límites de la tierra".(16)
La salida del hombre al cosmos vendrá a satisfacer el interés general, el interés común: "ante el rostro de las fuerzas cósmicas cesan todos los demás intereses: personales, de clase, nacionales; sólo un interés no se olvida: el interés general de todas las gentes, es decir, de todos los mortales". (17)Si el hombre renuncia a salir al cosmos, renuncia con ello a la solución de los problemas de la humanidad, especialmente los problemas económicos, y con ellos a la posibilidad de una existencia digna del hombre. Renuncia, en definitiva, a la supervivencia del hombre sobre la Tierra.
"El carácter fantástico de la posibilidad de un tránsito real de un mundo a otro es sólo aparente; el carácter imprescindible de tal tránsito es indudable ante una directa y sobria mirada al asunto ... Si nos negamos al dominio de los espacios celestes, deberemos renunciar a la resolución de los problemas económicos formulados por Malthus, y en general de la existencia moral de la humanidad" (18)
Precisamente Rusia, el Estado ruso, es considerado por Fiodorov como la entidad llamada a la consecución del objetivo común (la "Causa Común") de la humanidad, toda vez que en ella se concretan los elementos que pueden servirle de fundamento, tanto materiales como sociales y psicológicos. La Rusia no contaminada por el individualismo de Occidente puede y debe llevar a cabo la "Causa Común". Fiodorov manifiesta así el mesianismo del que participan sus ideas, el cual es a su vez expresión del mesianismo ruso. Piotr Chaadaev, casi más de medio siglo antes que Fiodorov, expresó por primera vez en un lenguaje laico y con un contenido social el mesianismo ruso que hasta entonces sólo se había expresado en su sentido religioso. Chaadaev consideraba que Rusia estaba llamada a solucionar incluso los problemas sociales que la humanidad todavía no había llegado a plantearse.(19)
Fiodorov llamó a su filosofía Supramoralizm (Supramoralismo), por el cual entendía:
"La síntesis de dos razones (teórica y práctica) y tres materias del conocimiento y de la praxis (Dios, el hombre y la naturaleza, de los cuales el hombre es el instrumento de la razón divina y él mismo se convierte en la Razón del universo)... Supramoralismo es la deuda con nuestros padres/antepasados, la resurrección como la más alta e incondicional moralidad general, moralidad natural para los seres racionales y sensibles, del cumplimiento de la cual, es decir, del deber de la resurrección, depende el destino de la especie humana".(20)
A primera vista los escritos e ideas de Fiodorov (pensemos sólo en una de sus ideas principales: la resurrección de los muertos) se nos presentan como un cúmulo de ideas absurdas, barbaridades y herejías del cristianismo;(21) aspiraciones irrealizables, utópicas, de construcción de un mundo feliz, del Reino de Dios en la Tierra. Sin embargo, estas ideas absurdas y en muchos casos incoherentes dieron frutos realmente sorprendentes. Con su influencia sobre filósofos y científicos, las ideas de Fiodorov impulsaron el desarrollo de la filosofía y el desarrollo teórico y práctico de ramas concretas de la investigación científica soviética, como fue el caso del Programa Cósmico soviético, al tiempo que sus teorías se convirtieron en parte de los soportes éticos de la ciencia soviética. Pero no sólo eso, las ideas cosmistas de Fiodorov fueron parte fundamental del bolchevismo. El rastro de este componente cosmista en el bolchevismo no es difícil de seguir y lo podemos observar en multitud de manifestaciones. En la literatura, por ejemplo, Andrei Platonov (22) mostró en sus obras las imágenes más importantes del cosmismo bolchevique (el "bolchevismo tecnológico").
Otro ejemplo lo tenemos en el debate ideológico y político que se produjo en el seno del movimiento euroasiatista.(23) En 1928, en plena crisis de este movimiento en su exilio europeo, una parte importante del mismo vio en el bolchevismo precisamente la expresión de las ideas de Fiodorov, lo que sirvió a muchos para argumentar su vuelta a la URSS.(24)
Hay un sentido oculto en el discurso filosófico, histórico y político, del cosmismo ruso que hunde sus raíces en el inconsciente colectivo de la cultura rusa. De manera aislada aparece en las concepciones de uno u otro filósofo, escritor o científico y se manifiesta entonces de manera incoherente e incomprensible. Sin embargo, visto en su conjunto, uniendo en un único discurso estas ideas, este sentido oculto parece manifestarse con mayor claridad. Y decimos parece porque no siempre queda evidente y manifiesto. Una parte importante del bolchevismo vino a ser una manifestación del sentido oculto del cosmismo ruso.
Última edición por lolagallego el Jue Ene 07, 2021 10:11 pm, editado 1 vez