Las teorías conspiranoicas sobre el COVID-19
Equipo de Bitácora (M-L) - enero de 2021
•Reelaboración, ampliación y reedición del artículo publicado en marzo de 2020 bajo el título: Algunas consideraciones sobre el COVID-19 [Coronavirus]
«La negación de la presencia de un grano de verdad absoluta en las leyes de la ciencia por parte de la filosofía burguesa moderna tiene como objetivo reemplazar la verdad científica con lo «irracional», la fe, incluso la «fe animal» –instinto–, etc. (...) Todo esto es necesario para que la reacción imperialista pase de contrabando el oscurantismo y el misticismo a la ciencia y convierta la ciencia en un instrumento para la esclavitud espiritual de las masas trabajadoras». (V.P. Tugarinov; Sobre las leyes del mundo objetivo y las leyes de la ciencia, 1952)
Tras nuestra lectura de los informes, discursos y otros documentos hechos públicos de diversas organizaciones respecto a la pandemia del COVID-19 [coronavirus], observamos, una vez más, que gran parte de los políticos, artistas y filósofos, lejos de alejarse de las corrientes pseudocientíficas, secundan y emiten declaraciones que terminan por reproducir y dar por buenas una serie de hipótesis «conspiranoicas» de lo más ridículas, las cuales no solo no aportan claridad al respecto, sino que acaban sembrando más confusión entre el público, si cabe.
El desconfiado y el charlatán comparten su conformismo agnóstico, les basta con afirmar que «esto» o «aquello» no debe ser discutido por su plausibilidad, porque «el ser humano es suficientemente retorcido» como para hacer esto otro. Bien, el hombre de ciencia, en lugar de arrojarse a la especulación enajenada, en lugar de sumarse a la turba de «expertos» que se dedican a la «opinología», comprobará qué hechos sostienen una teoría –o si estos existen en absoluto–. Lo contrario es embarcarse en la cavilación estéril que, tras días de quebraderos de cabeza, culmina en conclusiones carentes de valor que deben ser arrojadas al contenedor de la especulación.
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«La negación de la presencia de un grano de verdad absoluta en las leyes de la ciencia por parte de la filosofía burguesa moderna tiene como objetivo reemplazar la verdad científica con lo «irracional», la fe, incluso la «fe animal» –instinto–, etc. (...) Todo esto es necesario para que la reacción imperialista pase de contrabando el oscurantismo y el misticismo a la ciencia y convierta la ciencia en un instrumento para la esclavitud espiritual de las masas trabajadoras». (V.P. Tugarinov; Sobre las leyes del mundo objetivo y las leyes de la ciencia, 1952)
Tras nuestra lectura de los informes, discursos y otros documentos hechos públicos de diversas organizaciones respecto a la pandemia del COVID-19 [coronavirus], observamos, una vez más, que gran parte de los políticos, artistas y filósofos, lejos de alejarse de las corrientes pseudocientíficas, secundan y emiten declaraciones que terminan por reproducir y dar por buenas una serie de hipótesis «conspiranoicas» de lo más ridículas, las cuales no solo no aportan claridad al respecto, sino que acaban sembrando más confusión entre el público, si cabe.
El desconfiado y el charlatán comparten su conformismo agnóstico, les basta con afirmar que «esto» o «aquello» no debe ser discutido por su plausibilidad, porque «el ser humano es suficientemente retorcido» como para hacer esto otro. Bien, el hombre de ciencia, en lugar de arrojarse a la especulación enajenada, en lugar de sumarse a la turba de «expertos» que se dedican a la «opinología», comprobará qué hechos sostienen una teoría –o si estos existen en absoluto–. Lo contrario es embarcarse en la cavilación estéril que, tras días de quebraderos de cabeza, culmina en conclusiones carentes de valor que deben ser arrojadas al contenedor de la especulación.
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