Desde hace ya bastante tiempo hemos observado proclamas, manifestaciones y agitaciones varias en las que aclaman por una defensa de lo público. Desde “partidos comunistas” (PCE, PCTE…) hasta Podemos/IU pasando por la izquierda castellanista, anarquistas y conglomerados de asociaciones.
El objetivo de este texto no es otro que comenzar un debate entre la militancia comunera en Castilla en torno a la estrategia que siguen este tipo de proclamas. Un debate en el que podamos salir reforzados, y mejorar nuestra formación, posicionamiento y con ello nuestra estrategia política. Abrimos la mano y los oídos entonces a aportaciones que puedan complementar o rebatir nuestra postura.
Aclarado esto, este texto se posiciona desde posiciones Comunistas que buscamos la construcción del socialismo en nuestra tierra, Castilla. Y no podemos mostrar más que el rechazo y remarcar la vía reformista de estas proclamas.
Sirviéndonos de ejemplo para comenzar nuestra exposición, aunque la lista podría ser interminable, ponemos de ejemplo la manifestación del próximo día 30 bajo el lema “Nos están matando: En defensa del Sistema Sanitario Público, En defensa de los Servicios Públicos, En defensa del tejido productivo, En defensa de la hostelería, En defensa de Madrid” Un lema algo largo del que me centraré en dos de los temas: La sanidad pública y la educación pública (a la que entiendo que está incluida en la defensa de los servicios públicos): Sobre las otros lemas o bien ya han escrito compañeros sobre ello (Como Pegujalero contra la pequeña burguesía y la hostelería) o son temas que necesitarían otro artículo aparte como es el de “En defensa del tejido productivo”. También comentar que ante el panfleto que han sacado bajo el hashtag #NosEstanMatando30E en el que aseguran que el lema viene por un análisis severo y riguroso de la realidad (que son incapaces de demostrar), ellos mismos resumen a que todo tiene una explicación, que la raíz de los problemas es el régimen sustentado por la monarquía. Parece que la única línea de actuación y la más importante actualmente es derrocar a una monarquía o al menos así lo hacen ver, ya que sus últimas manifestaciones repiten temática y lemas.
Pero entremos en el quid de la cuestión.
Se ha generalizado en toda la izquierda una defensa a ultranza de la sanidad pública. Gran parte de esto viene por la falsa creencia de que gozábamos de una de las mejores sanidades del mundo y que el gobierno del PP desmanteló. Si bien es cierto que los recortes del PP precarizaron la sanidad en plena crisis, estos no responden a cuestiones exclusivamente partidistas, sino que son la consecuencia lógica de las dinámicas del capital.
La sanidad pública, vendida como adalid del progresismo, no está exenta de funcionar en unas lógicas capitalistas, de hecho, cumple una función fundamental en el mantenimiento de la fuerza de trabajo y en el pacto de las clases medias por la pacificación de la lucha de clases. Porque efectivamente, el pedir una sanidad pública no significa más que un gran conglomerado sea organizado por el gobierno burgués de turno, significa dejar nuestra salud en manos de PSOE/Unidas Podemos o de PP/VOX. Ambas opciones con un mismo resultado para la clase obrera, que no es otro que el de recambio del trabajador. Porque en una sociedad capitalista, por mucho que se pinte de público algo, no deja de caer en unas lógicas mercantiles y en un modo de producción. La sanidad pública actúa como un mero organismo que trata de apañar a los trabajadores para que estos sigan su tarea productiva, un “taller de boxes” como en Fórmula 1 en el que el tiempo apremia, y muchos trabajadores son dados de alta precipitadamente para que no supongan perdidas para su empresa. Por mucho que defendamos una Sanidad Pública esta no dejara de ser una pieza fundamental en el mecanismo capitalista, sirviendo de engrasante para que todas las piezas funcionen y las que no lo hacen sean cambiadas y abandonadas a su suerte.
Podemos llegar a entender que esta defensa de la sanidad pública venga dada a una exigencia de un mayor gasto en esta sanidad para que así sea más accesible para todos. Pero es completamente falso que una mayor inversión en Sanidad solucione el colapso al que está sometido. Esto es una política de abaratamiento y empeoramiento de la sanidad para dar mayor cobertura, rapidez en las listas de espera con un gasto algo mayor. Que este gasto sea mayor no significa que sea proporcional.
Otro problema de esa sanidad pública es que realmente nunca ha sido pública, ¡ni en los mejores tiempos (como braman algunos) lo ha sido!. Es decir, hospitales construidos por empresas privadas(con sobrecostes), en los que tanto el personal de limpieza, de cocina, de lavandería son empresas privadas subcontratadas, en el que, en las consultas, habitaciones, quirófanos equipados con maquinaria fabricada por empresas privadas, se suministran medicamentos producidos en grandes cantidades, según dicte el mercado, por unos sanitarios, ahora sí, públicos ¿a esto se refieren como sanidad pública?. ¿Acaso una mayor inversión en esta sanidad “pública” no supondrá unas ganancias mayores a las subcontratas, las farmacéuticas y demás empresas privadas que lo controlan?
Y si acaso lo fuese, ¿qué la gestión de la sanidad, en lugar de en empresas privadas, cayese en el Estado Burgués sería algo de lo que enorgullecernos? ¿Esto la haría más deseable para el proletariado? ¿Por qué debería de suponer una mejora concreta de nuestra calidad de vida el hecho de que la gestión de las estructuras sanitarias recayese únicamente en un Estado cuyo fin último no es otro que defender los intereses de la burguesía?
Tras desmontar que la sanidad en el estado español ha sido una fuente de bienestar para el proletariado alguna vez, la pasaremos a llamar sanidad estatal burguesa. En este marco capitalista nada se escapa de las lógicas que esta implica. Los sanitarios, médicos enfermeras, enfermeras auxiliares, no son más que trabajadores asalariados, que realizar una tarea y su correspondiente plus valor, a cambio de un salario. Salario nada ajustado pues, un doctor cobra más por la cantidad de títulos que de trabajo, ya que las más precarizadas son las auxiliares de enfermería, y digo “las” pues la lógica patriarcal tampoco se escapa y separa entre doctores y enfermeras, son las que mayor trabajo realizan y menor salario obtienen. Tampoco queda descolgada la tecnología, pues es la demanda quien marca la agenda de la producción y distribución de equipamiento médico. Si no hay ganancia con la fabricación de equipamiento médico, este se deja de producir porque no es rentable, da igual si sigue siendo necesario para gente con ciertas patologías, no se saca beneficio, no sirve. De igual manera pasa con los fármacos.
En un sistema en el que la acumulación de mercancías es la fuente de la riqueza, la sanidad nunca será fuente de bienestar completo. Y pedirlo es como pedir a un pulpo que vuele o “que se derribe el papado y continuar con el catolicismo”.
Dicho esto, por supuesto hemos de saber diferenciar la lucha de las reformas del reformismo. Y tener claro que la lucha por las reformas ha de cumplir una serie de características para diferenciarse del reformismo: servir para acumulación de fuerzas, mejorar las condiciones de vida concretas del proletariado y aspirar a demostrar la ineficacia de estas reformas y la necesidad de creación de una estructura proletaria de masas que consiga defender de manera efectiva los intereses del proletariado.
Dentro de ello quizás, el primero de los puntos pueda cumplirse (aunque es más que cuestionable, dada la frustración que generan este tipo de movilizaciones por su ineficacia). El segundo es obvio que, con proclamas tan amplias e imposibles de conseguir no aspira ni siquiera a realizarse (o parten de una ignorancia e ingenuidad que asusta). El tercero sobra decir que no solo no se cumple sino que es directamente contrario.
Pero dejando a un lado la sanidad estatal burguesa, ahora pasaremos a hablar de la educación pública, otro de los baluartes de la defensa de lo público.
La educación es uno de los pilares fundamentales de la sociedad y entre la actual división entre educación pública y privada, da igual cuál elijamos. Evidentemente la clase obrera ira siempre a la pública ante no poder pagar una privada, pero en ambas el resultado es igual. La guía docente es la misma, y viene escrita por el capitalismo. Da igual que alguien estudie en un colegio público que privado, en ambas se reparten las mismas asignaturas, la misma mentalidad emprendedora, la misma mentalidad individualista. ¿Acaso supone algún cambio la nueva Ley Celaá que sustituye a la Ley Wert? No.
Que el centro escolar sea de gestión pública o no, que la plantilla docente sea pública o contratada poco o nada importa si el eje central, la educación, sigue vertiendo en las cabezas de niños y jóvenes un ideario capitalista marcado por el gobierno burgués de turno.
Un mayor gasto público en educación no va a suponer una mejora cuantitativa y cualitativa de esta. Una mejor educación no se da porque los alumnos tengan acceso ahora a material tecnológico más moderno y nuevo. Una mejor educación se da cuando los valores humanistas se pongan como eje central. Cuando se deje de “producir” al futuro obrero y se le clasifique según categorías clasistas. El menos válido intelectualmente a grado medio, pero será el más productivo. El más válido intelectualmente a la universidad. Pues tenemos una educación estatal burguesa que no es más que una fábrica de trabajadores, para los menos cualificados según su deficiente sistema de evaluación, pero para los mejores es una fábrica de futuros emprendedores que con una idea conseguirán cambiar el mundo. Pero el mundo no cambiará. Al fin y al cabo, el sistema educativo responde a una lógica de producción de capital, ya que su objetivo es la formación y producción de fuerza de trabajo, servir a los engranajes del capital. La educación pública, es y será siempre un mecanismo para la reproducción de las relaciones social-capitalista.
Porque creo que todos estaremos de acuerdo en lo deficiente que es el sistema de calificación. Se valora más el vomitar frases aprendidas al detalle, que la comprensión de temarios. Un sistema en el que si no eres capaz de adaptarte a esta forma de “aprender” serás abandonado por las instituciones y en la mayoría de casos tachado de “gamberro” o “inadaptado”, porque la gran mayoría de estudiantes con bajas notas han sido tachados de ello o echado la culpa a la educación familiar. Que incongruencia, que el sistema educativo, el responsable de educar a niños y jóvenes, cuando no alcanzan las metas propuestas culpabilizan al entorno familiar y no a la raíz del problema, el sistema.
Frente a “lo público”, socialismo. Cuando hablamos de socializar los medios de producción, hablamos de socializar todos, no solo las fábricas. La sanidad y la educación, que siguen siendo medios de producción de capital, pero en forma de personas, son el eje de esta socialización. Debemos socializar todos los aspectos de nuestra vida. Solo con una sanidad socialista que realmente se interese por nuestra salud, incluso cuando ya no somos productivos, y una educación que nos eduque en unos valores colectivos y no como meros instrumentos para el futuro.
Estas deben de ser nuestras proclamas si no caemos simple y llanamente en el reformismo. La revolución queda lejos, necesitamos tareas previas, pero mientras acumulamos fuerzas, y creamos las estructuras de masas del proletariado, no podemos caer en reclamaciones reformistas. Reclamaremos siempre las medidas más comunistas, más socialistas para nuestra sanidad y educación. Y en la lucha por estas medidas, la menor concesión del Estado frente a ellas, servirá como ejemplo a las masas para ver que realmente ni se preocupan por su salud ni por su educación y que solo la revolución les podrá arrebatar ese yugo. Cuando hablo de concesiones por parte del Estado me refiero a que, al exigir medidas socializadoras, no nos las van a dar porque no están en su agenda burguesa, y tras fuertes movilizaciones (con lemas revolucionarios), nos darán una pequeña concesión, para aparentemente apaciguarnos. Esto sirve para que las masas vean que el Estado realmente no se preocupa por ellas, que el aparato Estatal está limitado por la burguesía y que solo la revolución traerá los verdaderos cambios a sanidad, educación y otros muchos aspectos de nuestra vida.
En la lucha por esta sanidad y educación socialista puede haber ciertas concesiones por parte del Estado como evitar que desaparezcan médicos concretos de la sanidad rural, que no se cierre un ambulatorio de barrio o, por poner otro ejemplo, las luchas contra las terapias de electroshock en psiquiatría pueden tener sentido y cumplir con una estrategia. Y son en ellas, siempre que se cumplan los supuestos antes mencionados, en las que la Juventud Comuneras debería invertir sus fuerzas.
Aquí radica la diferencia entre las posiciones reformistas y las revolucionarias. Dos caminos muy distintos. Uno, el reformista que busca reformas aquí y ahora, para volver a un status quo anterior o mejorarle aparentemente, que no es más que un generador de conciencia pequeño burguesa. El reformismo centra su acción práctica en luchas parciales, sin un eje teórico aparente, más que el de mejora del estado de bienestar actual. Basan su programa en conseguir una serie de medidas que reforme al estado burgués. Esto no es más que es una fuente generadora de conciencia pequeño – burguesa. Tal y como hacen Podemos/ IU, dan unas esperanzas al proletario que con unas reformas al estado burgués la clase obrera podrá vivir cómodamente, generando así esa conciencia reformista. Pues el reformismo pretende crear una situación en que el sistema capitalista aparentemente funcione, haciendo que la mayoría de la clase trabajadora lo tolere, que no es otra que la repetición del pensamiento de Kautsky.
La otra posición, la revolucionaria, es la que hemos aprendido históricamente que es la que realmente ha dado la independencia de clase a los obreros y obreras. Una línea teórica –el socialismo como guía no como dogma– que aúne fuerzas en el camino a la consecución de la revolución y el socialismo. En definitiva, los marxistas siempre iremos más allá de la consecución de ciertas reformas, sin renunciar a nuestro papel revolucionario.
En el proceso actual que vivimos es importante elegir un camino de los dos sin miramientos. Castilla en la actualidad necesita crear una serie de estructuras que superen a las anteriores. Si realmente queremos la consecución del socialismo en nuestra tierra, no queda otra que elegir el camino revolucionario, de la otra manera seguiremos como hasta ahora, siendo un movimiento marginal. Y para esto ver a gran parte del castellanismo supuestamente revolucionario, organizando manifestaciones cada X tiempo con lemas simplones, centrando el objetivo en luchas parciales es poner piedras en nuestro propio camino. Por el socialismo en Castilla, por el Comunismo: ¡Elijamos el camino revolucionario!
Extraído de: no me deja referencia la web original
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El objetivo de este texto no es otro que comenzar un debate entre la militancia comunera en Castilla en torno a la estrategia que siguen este tipo de proclamas. Un debate en el que podamos salir reforzados, y mejorar nuestra formación, posicionamiento y con ello nuestra estrategia política. Abrimos la mano y los oídos entonces a aportaciones que puedan complementar o rebatir nuestra postura.
Aclarado esto, este texto se posiciona desde posiciones Comunistas que buscamos la construcción del socialismo en nuestra tierra, Castilla. Y no podemos mostrar más que el rechazo y remarcar la vía reformista de estas proclamas.
Sirviéndonos de ejemplo para comenzar nuestra exposición, aunque la lista podría ser interminable, ponemos de ejemplo la manifestación del próximo día 30 bajo el lema “Nos están matando: En defensa del Sistema Sanitario Público, En defensa de los Servicios Públicos, En defensa del tejido productivo, En defensa de la hostelería, En defensa de Madrid” Un lema algo largo del que me centraré en dos de los temas: La sanidad pública y la educación pública (a la que entiendo que está incluida en la defensa de los servicios públicos): Sobre las otros lemas o bien ya han escrito compañeros sobre ello (Como Pegujalero contra la pequeña burguesía y la hostelería) o son temas que necesitarían otro artículo aparte como es el de “En defensa del tejido productivo”. También comentar que ante el panfleto que han sacado bajo el hashtag #NosEstanMatando30E en el que aseguran que el lema viene por un análisis severo y riguroso de la realidad (que son incapaces de demostrar), ellos mismos resumen a que todo tiene una explicación, que la raíz de los problemas es el régimen sustentado por la monarquía. Parece que la única línea de actuación y la más importante actualmente es derrocar a una monarquía o al menos así lo hacen ver, ya que sus últimas manifestaciones repiten temática y lemas.
Pero entremos en el quid de la cuestión.
Se ha generalizado en toda la izquierda una defensa a ultranza de la sanidad pública. Gran parte de esto viene por la falsa creencia de que gozábamos de una de las mejores sanidades del mundo y que el gobierno del PP desmanteló. Si bien es cierto que los recortes del PP precarizaron la sanidad en plena crisis, estos no responden a cuestiones exclusivamente partidistas, sino que son la consecuencia lógica de las dinámicas del capital.
La sanidad pública, vendida como adalid del progresismo, no está exenta de funcionar en unas lógicas capitalistas, de hecho, cumple una función fundamental en el mantenimiento de la fuerza de trabajo y en el pacto de las clases medias por la pacificación de la lucha de clases. Porque efectivamente, el pedir una sanidad pública no significa más que un gran conglomerado sea organizado por el gobierno burgués de turno, significa dejar nuestra salud en manos de PSOE/Unidas Podemos o de PP/VOX. Ambas opciones con un mismo resultado para la clase obrera, que no es otro que el de recambio del trabajador. Porque en una sociedad capitalista, por mucho que se pinte de público algo, no deja de caer en unas lógicas mercantiles y en un modo de producción. La sanidad pública actúa como un mero organismo que trata de apañar a los trabajadores para que estos sigan su tarea productiva, un “taller de boxes” como en Fórmula 1 en el que el tiempo apremia, y muchos trabajadores son dados de alta precipitadamente para que no supongan perdidas para su empresa. Por mucho que defendamos una Sanidad Pública esta no dejara de ser una pieza fundamental en el mecanismo capitalista, sirviendo de engrasante para que todas las piezas funcionen y las que no lo hacen sean cambiadas y abandonadas a su suerte.
Podemos llegar a entender que esta defensa de la sanidad pública venga dada a una exigencia de un mayor gasto en esta sanidad para que así sea más accesible para todos. Pero es completamente falso que una mayor inversión en Sanidad solucione el colapso al que está sometido. Esto es una política de abaratamiento y empeoramiento de la sanidad para dar mayor cobertura, rapidez en las listas de espera con un gasto algo mayor. Que este gasto sea mayor no significa que sea proporcional.
Otro problema de esa sanidad pública es que realmente nunca ha sido pública, ¡ni en los mejores tiempos (como braman algunos) lo ha sido!. Es decir, hospitales construidos por empresas privadas(con sobrecostes), en los que tanto el personal de limpieza, de cocina, de lavandería son empresas privadas subcontratadas, en el que, en las consultas, habitaciones, quirófanos equipados con maquinaria fabricada por empresas privadas, se suministran medicamentos producidos en grandes cantidades, según dicte el mercado, por unos sanitarios, ahora sí, públicos ¿a esto se refieren como sanidad pública?. ¿Acaso una mayor inversión en esta sanidad “pública” no supondrá unas ganancias mayores a las subcontratas, las farmacéuticas y demás empresas privadas que lo controlan?
Y si acaso lo fuese, ¿qué la gestión de la sanidad, en lugar de en empresas privadas, cayese en el Estado Burgués sería algo de lo que enorgullecernos? ¿Esto la haría más deseable para el proletariado? ¿Por qué debería de suponer una mejora concreta de nuestra calidad de vida el hecho de que la gestión de las estructuras sanitarias recayese únicamente en un Estado cuyo fin último no es otro que defender los intereses de la burguesía?
Tras desmontar que la sanidad en el estado español ha sido una fuente de bienestar para el proletariado alguna vez, la pasaremos a llamar sanidad estatal burguesa. En este marco capitalista nada se escapa de las lógicas que esta implica. Los sanitarios, médicos enfermeras, enfermeras auxiliares, no son más que trabajadores asalariados, que realizar una tarea y su correspondiente plus valor, a cambio de un salario. Salario nada ajustado pues, un doctor cobra más por la cantidad de títulos que de trabajo, ya que las más precarizadas son las auxiliares de enfermería, y digo “las” pues la lógica patriarcal tampoco se escapa y separa entre doctores y enfermeras, son las que mayor trabajo realizan y menor salario obtienen. Tampoco queda descolgada la tecnología, pues es la demanda quien marca la agenda de la producción y distribución de equipamiento médico. Si no hay ganancia con la fabricación de equipamiento médico, este se deja de producir porque no es rentable, da igual si sigue siendo necesario para gente con ciertas patologías, no se saca beneficio, no sirve. De igual manera pasa con los fármacos.
En un sistema en el que la acumulación de mercancías es la fuente de la riqueza, la sanidad nunca será fuente de bienestar completo. Y pedirlo es como pedir a un pulpo que vuele o “que se derribe el papado y continuar con el catolicismo”.
Dicho esto, por supuesto hemos de saber diferenciar la lucha de las reformas del reformismo. Y tener claro que la lucha por las reformas ha de cumplir una serie de características para diferenciarse del reformismo: servir para acumulación de fuerzas, mejorar las condiciones de vida concretas del proletariado y aspirar a demostrar la ineficacia de estas reformas y la necesidad de creación de una estructura proletaria de masas que consiga defender de manera efectiva los intereses del proletariado.
Dentro de ello quizás, el primero de los puntos pueda cumplirse (aunque es más que cuestionable, dada la frustración que generan este tipo de movilizaciones por su ineficacia). El segundo es obvio que, con proclamas tan amplias e imposibles de conseguir no aspira ni siquiera a realizarse (o parten de una ignorancia e ingenuidad que asusta). El tercero sobra decir que no solo no se cumple sino que es directamente contrario.
Pero dejando a un lado la sanidad estatal burguesa, ahora pasaremos a hablar de la educación pública, otro de los baluartes de la defensa de lo público.
La educación es uno de los pilares fundamentales de la sociedad y entre la actual división entre educación pública y privada, da igual cuál elijamos. Evidentemente la clase obrera ira siempre a la pública ante no poder pagar una privada, pero en ambas el resultado es igual. La guía docente es la misma, y viene escrita por el capitalismo. Da igual que alguien estudie en un colegio público que privado, en ambas se reparten las mismas asignaturas, la misma mentalidad emprendedora, la misma mentalidad individualista. ¿Acaso supone algún cambio la nueva Ley Celaá que sustituye a la Ley Wert? No.
Que el centro escolar sea de gestión pública o no, que la plantilla docente sea pública o contratada poco o nada importa si el eje central, la educación, sigue vertiendo en las cabezas de niños y jóvenes un ideario capitalista marcado por el gobierno burgués de turno.
Un mayor gasto público en educación no va a suponer una mejora cuantitativa y cualitativa de esta. Una mejor educación no se da porque los alumnos tengan acceso ahora a material tecnológico más moderno y nuevo. Una mejor educación se da cuando los valores humanistas se pongan como eje central. Cuando se deje de “producir” al futuro obrero y se le clasifique según categorías clasistas. El menos válido intelectualmente a grado medio, pero será el más productivo. El más válido intelectualmente a la universidad. Pues tenemos una educación estatal burguesa que no es más que una fábrica de trabajadores, para los menos cualificados según su deficiente sistema de evaluación, pero para los mejores es una fábrica de futuros emprendedores que con una idea conseguirán cambiar el mundo. Pero el mundo no cambiará. Al fin y al cabo, el sistema educativo responde a una lógica de producción de capital, ya que su objetivo es la formación y producción de fuerza de trabajo, servir a los engranajes del capital. La educación pública, es y será siempre un mecanismo para la reproducción de las relaciones social-capitalista.
Porque creo que todos estaremos de acuerdo en lo deficiente que es el sistema de calificación. Se valora más el vomitar frases aprendidas al detalle, que la comprensión de temarios. Un sistema en el que si no eres capaz de adaptarte a esta forma de “aprender” serás abandonado por las instituciones y en la mayoría de casos tachado de “gamberro” o “inadaptado”, porque la gran mayoría de estudiantes con bajas notas han sido tachados de ello o echado la culpa a la educación familiar. Que incongruencia, que el sistema educativo, el responsable de educar a niños y jóvenes, cuando no alcanzan las metas propuestas culpabilizan al entorno familiar y no a la raíz del problema, el sistema.
Frente a “lo público”, socialismo. Cuando hablamos de socializar los medios de producción, hablamos de socializar todos, no solo las fábricas. La sanidad y la educación, que siguen siendo medios de producción de capital, pero en forma de personas, son el eje de esta socialización. Debemos socializar todos los aspectos de nuestra vida. Solo con una sanidad socialista que realmente se interese por nuestra salud, incluso cuando ya no somos productivos, y una educación que nos eduque en unos valores colectivos y no como meros instrumentos para el futuro.
Estas deben de ser nuestras proclamas si no caemos simple y llanamente en el reformismo. La revolución queda lejos, necesitamos tareas previas, pero mientras acumulamos fuerzas, y creamos las estructuras de masas del proletariado, no podemos caer en reclamaciones reformistas. Reclamaremos siempre las medidas más comunistas, más socialistas para nuestra sanidad y educación. Y en la lucha por estas medidas, la menor concesión del Estado frente a ellas, servirá como ejemplo a las masas para ver que realmente ni se preocupan por su salud ni por su educación y que solo la revolución les podrá arrebatar ese yugo. Cuando hablo de concesiones por parte del Estado me refiero a que, al exigir medidas socializadoras, no nos las van a dar porque no están en su agenda burguesa, y tras fuertes movilizaciones (con lemas revolucionarios), nos darán una pequeña concesión, para aparentemente apaciguarnos. Esto sirve para que las masas vean que el Estado realmente no se preocupa por ellas, que el aparato Estatal está limitado por la burguesía y que solo la revolución traerá los verdaderos cambios a sanidad, educación y otros muchos aspectos de nuestra vida.
En la lucha por esta sanidad y educación socialista puede haber ciertas concesiones por parte del Estado como evitar que desaparezcan médicos concretos de la sanidad rural, que no se cierre un ambulatorio de barrio o, por poner otro ejemplo, las luchas contra las terapias de electroshock en psiquiatría pueden tener sentido y cumplir con una estrategia. Y son en ellas, siempre que se cumplan los supuestos antes mencionados, en las que la Juventud Comuneras debería invertir sus fuerzas.
Aquí radica la diferencia entre las posiciones reformistas y las revolucionarias. Dos caminos muy distintos. Uno, el reformista que busca reformas aquí y ahora, para volver a un status quo anterior o mejorarle aparentemente, que no es más que un generador de conciencia pequeño burguesa. El reformismo centra su acción práctica en luchas parciales, sin un eje teórico aparente, más que el de mejora del estado de bienestar actual. Basan su programa en conseguir una serie de medidas que reforme al estado burgués. Esto no es más que es una fuente generadora de conciencia pequeño – burguesa. Tal y como hacen Podemos/ IU, dan unas esperanzas al proletario que con unas reformas al estado burgués la clase obrera podrá vivir cómodamente, generando así esa conciencia reformista. Pues el reformismo pretende crear una situación en que el sistema capitalista aparentemente funcione, haciendo que la mayoría de la clase trabajadora lo tolere, que no es otra que la repetición del pensamiento de Kautsky.
La otra posición, la revolucionaria, es la que hemos aprendido históricamente que es la que realmente ha dado la independencia de clase a los obreros y obreras. Una línea teórica –el socialismo como guía no como dogma– que aúne fuerzas en el camino a la consecución de la revolución y el socialismo. En definitiva, los marxistas siempre iremos más allá de la consecución de ciertas reformas, sin renunciar a nuestro papel revolucionario.
En el proceso actual que vivimos es importante elegir un camino de los dos sin miramientos. Castilla en la actualidad necesita crear una serie de estructuras que superen a las anteriores. Si realmente queremos la consecución del socialismo en nuestra tierra, no queda otra que elegir el camino revolucionario, de la otra manera seguiremos como hasta ahora, siendo un movimiento marginal. Y para esto ver a gran parte del castellanismo supuestamente revolucionario, organizando manifestaciones cada X tiempo con lemas simplones, centrando el objetivo en luchas parciales es poner piedras en nuestro propio camino. Por el socialismo en Castilla, por el Comunismo: ¡Elijamos el camino revolucionario!
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