Me ha perecido interesante este texto publicado en Bitácora de un nicaragüense, relacionado con lo que aquí se ha estado tratando:
El Neo-Socialismo Cristiano
Extracto - publicado en septiembre de 2013
Existe una evidente contradicción entre socialismo y cristianismo, sencillamente se trata de dos comprensiones filosóficas de la realidad completamente enfrentadas. Pero no solo tiene esa significancia, sino que es la vuelta al socialismo premarxista, a los conceptos que fueron combatidos por Marx y la I Internacional. En ese compendio de disparates, confusiones y contradicciones teóricas, incluso se impulsa la idea de que el primer socialista de la historia fue un personaje mítico judeocristiano –Jesús–; con lo que se da otro salto en la negación del materialismo dialéctico e histórico, pues de haber existido ese personaje –está por demostrar su existencia histórica–, jamás podría haber sido socialista, pues el socialismo es fruto del desarrollo histórico, de condiciones históricas concretas, que solo se dieron con el desarrollo de las fuerzas productivas y con la aparición del proletariado que estuvo precedida de las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII, un ejemplo de lo que decimos:
«Nosotros somos revolucionarios, Jesucristo fue el primer socialista del mundo que ha dado su vida por los demás». (Evo Morales; en un Acto Público en la Paz)
Con ello, se abre un abanico de ideas que pretenden incorporar, incluso equiparar al idealismo metafísico cristiano y de otras religiones, con el materialismo dialéctico «científico» del marxismo-leninismo. El idealismo religioso no sólo forma parte de la práctica de sus acciones, sino que orgullosamente se incluye en la teoría de su doctrina, por ejemplo:
«Seguramente tenemos concepciones distintas de la Justicia. Pero, la Justicia desde la Mística, la Filosofía, y ese Camino Práctico que une a Nicaragua, es el Cristianismo, y, agregamos nosotros, el Socialismo y la Solidaridad. (…) Fortalecer el Espíritu y las Prácticas Comunitarias; Apoyar y ser parte de nuestro Pueblo en sus expresiones de Fe, Católica y/o Cristiana/Evangélica. Acompañar a Pastores, Sacerdotes y Religiosos en sus Prédicas, Propuestas y Prácticas». (Rosario Murillo, Consejo de Comunicación y Ciudadanía, Estrategia de trabajo y comunicación, 2013)
Pero desde el nacimiento del marxismo, sus ideólogos han sido claro respecto al papel de la religión «en el mundo terrenal» y sus consecuencias directas en el obrero:
«La religión es la teoría universal de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica popularizada, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento de solemnidad, la razón general que la consuela y justifica. Es la realización fantástica del ser humano, puesto que el ser humano carece de verdadera realidad. Por tanto, la lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual. La miseria religiosa es a un tiempo expresión de la miseria real y protesta contra la miseria real. La religión es la queja de la criatura en pena, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo. La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la exigencia de que éste sea realmente feliz. La exigencia de que el pueblo se deje de ilusiones es la exigencia de que abandone un estado de cosas que las necesita. La crítica de la religión es ya, por tanto, implícitamente la crítica del valle de lágrimas, santificado por la religión». (Karl Marx, Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, 1844)
Dejemos clara la polémica con otro fragmento de Lenin:
«Todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera. (…) El marxismo es materialismo. En calidad de tal, es implacable enemigo de la religión». (Lenin, Actitud del partido obrero hacia la religión, 1908)
De hecho se ha reacuñado la vieja paradoja que expresa que: «existen marxista-leninistas cristianos», que el ser profundamente religioso no altera para nada la visión materialista y dialéctica del sujeto, ¡su visión científica!, que se debe hacer una excepción en la lucha contra este campo contrarrevolucionario a fin de «respetar» costumbres «ya arraigadas en la sociedad», no es de extrañar ver entre las ideas en estos nuevos ideólogos, la defensa de un «socialismo» que se debe esforzar en comprender los dogmas anticientíficos religiosos para no causar pánico entre las masas en lo concerniente al llamado «Socialismo del Siglo XXI». Esta actividad de conciliación fue descubierta, denunciada y combatida hace décadas por el marxismo-leninismo:
«La socialdemocracia actual, no solamente ha caído desde hace tiempo en las posiciones del idealismo filosófico, y ha asumido la defensa del idealismo, sino que se esfuerza por encontrar apoyo, e incluso por fundirse con su forma más extrema, la religión. Así por ejemplo, en los programas de la socialdemocracia alemana, austriaca, suiza, etc., se subraya que el «socialismo democrático» tiene sus raíces en la ética y la doctrina cristiana, que socialismo y religión, lejos de excluirse concuerdan perfectamente». (Enver Hoxha, Los revisionistas modernos en el camino de la degeneración socialdemócrata y la fusión con la socialdemocracia, 1964)
Vale aclarar que la teología de la liberación [15], que aunque bebió del marxismo-leninismo no logró transformar la esencia del mismo, no logró penetrarlo, pero ha de ser considerado el punto de partida de estas deformaciones hoy en desarrollo.
Esta intoxicación religiosa explica en parte el asistencialismo con tintes caritativos desarrollada en el marco económico de los países bajo la influencia del «Socialismo del Siglo XXI», que si bien alivian en parte la carga que han de soportar las clases que venden su fuerza de trabajo, no cambia el régimen capitalista, sólo lo disfraza bajo el manto de la caridad, similar función puede realizar el «Estado del bienestar» en cuanto a la repartición de migajas y la no resolución de los problemas desde la raíz. Nunca se debe dejar de denunciar que Partidos que defienden los fundamentos teóricos del «Socialismo del Siglo XXI» apuesten por la unión y fusión ideológica con la religión, es conocido desde tiempos ya lejanos la perorata liberal sobre la libertad de conciencia, intentando con ello negar al Partido su deber inquebrantable en este campo ideológico: luchar contra la reacción religiosa desde la educación de las masas.
Para el marxismo-leninismo la libertad es conciencia de la realidad objetiva, sus necesidades, sus posibilidades. Al contrario que el idealismo que considera que la libertad es inherente a la condición humana; el materialismo dialéctico entiende que la libertad no es innata, sino que se ha de desarrollar en la medida de que se va interactuando con el momento histórico concreto, en la medida en que se va adquiriendo conciencia de las necesidad; es decir, la libertad no puede existir si el sujeto, o los sujetos, no tienen conciencia de la necesidad como producto del desarrollo histórico. Sin la conciencia de la necesidad la libertad se convierte en una actividad meramente subjetiva. Marx luchó toda su vida contra el liberalismo, contra la libertad de conciencia en este caso en el tema religioso que quiere establecer una paz duradera contra el oscurantismo:
«¡Libertad de conciencia!» Si, en estos tiempos de lucha cultural se quería recordar al liberalismo sus viejas consignas, sólo podía hacerse, naturalmente, de este modo: todo el mundo tiene derecho a satisfacer sus necesidades físicas, sin que la policía tenga que meter las narices en ello. Pero el Partido Obrero, aprovechando la ocasión, tenía que haber expresado aquí su convicción de que «la libertad de conciencia» burguesa se limita a tolerar cualquier género de libertad de conciencia religiosa, mientras que él aspira, por el contrario, a liberar la conciencia de todo fantasma religioso». (Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha, 1875)
Y como nos recuerda el albanés Enver Hoxha refiriéndose a Engels, la religión es parte de las «constituciones establecidas por las clases vencedoras», eso debe de ser recordado sobre todo en el ámbito que desarrolla el «Socialismo del Siglo XXI», un continente donde –como muchos otros– se impuso el cristianismo a sangre y fuego –en un silenciado genocidio–. Del mismo modo se hace referencia a la influencia de la religión en el orden socio-económico existente, esto es profundamente anticientífico, más de uno sabrá que Roma se encauzo más y más en el cristianismo por la «epifanía» sufrida antes de una batalla del emperador romano Constantino I, con todas las consecuencias que eso engendraría al imperio romano y sucesores de este bajo tutela cristiana:
«Engels nos aclara que, en último análisis, el factor más importante, el factor decisivo en la historia es la «producción y la reproducción» de la vida real. Esto debe ser bien entendido, nos enseña, es decir, la economía es la base, pero no el único factor determinante, ya que existen asimismo otros elementos, como son las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones establecidas por las clases vencedoras, las formas jurídicas, las concepciones religiosas, las diversas teorías políticas, etc. Todo esto influencia con su acción y naturalmente deja huellas. Hay, pues —dice Engels—, acción y reacción de todos estos factores, pero entre ellos resalta, se destaca e influye el factor económico». (Enver Hoxha, Estudiemos la teoría marxista-leninista en estrecho enlace con la práctica revolucionaria, 1970)
La religión no es más que un cumulo de ideas, dogmas, creencias, leyendas y cuentos populares que se condensan en un todo mítico cuyos orígenes se remontan a la prehistoria. La realidad la deposita en lo abstracto en donde la verdad, toda la verdad, es revelada por un ente incognoscible, en ellas el «poder pastoral» es el instrumento de dominación final de la sociedad, y se ejerce a través de la manipulación de los sentimientos –amarillismo– razón por la que es útil al poder. Digamos que en esencia son un intento de comprensión del entorno surgidos en el seno de sociedades esclavistas de la edad de piedra, incluso anteriores a ella, que se caracteriza por una alta endogamia –plagio de ideas entre ellas– mutabilidad y adaptación a las transformaciones ocurridas en las sociedades humanas, una derivación de la intoxicación de los valores culturales sociales y el «sentido común» que le es inherente, muy pronunciado desde el desarrollo del pensamiento científico basado en la objetividad. Las religiones paralizan el pensamiento crítico, y lo someten a la voluntad de lo «sagrado».