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    La mujer como icono. La figura heroica y la belleza radiante.

    Nestor Estebenz Nogal
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    Mensaje por Nestor Estebenz Nogal Vie Sep 24, 2010 11:26 am

    La mujer como icono. La figura heroica y la belleza radiante.Walkiria Sumionda
    En Feminalia,la casa de las mujeres, sus protagonistas demostraron ante el mundo un planning racionalizado en cuanto a su reproducción limitada a un diez por ciento de su número global;, priorizando en su mayor parte la tenencia de hijas. No ocultaban su causalismo a favor de las mujeres a las que creían ser una especie superior a la de los hombres,. Eso sucedida en un tiempo en que la sociedad hipervaloraba las iniciativas de las mujeres: ciclos de cines de mujeres, congresos de mujeres, subvenciones para mujeres...pero las feminitas empezaron su idea y vivieron de espaldas a todo eso. En realidad, se constituyeron en un punto y aparte del feminismo tanto el igualitarista el que pedía siempre igualdad de condiciones con los hombres como el de la diferenciación el cual caía en un narcisismo enfermizo. Los grupos de mujeres que se reunían para objetar a los hombres a sus espaldas se había convertido en una tradición patológica. Las feminitas no caían en esa clase de gags, Vivian por y para ellas sin necesitar a los hombres, a los que en realidad ignoraban y cuya minúscula representación en su seno se debía a razones biológico-reproductivas. Preguntado el varón seminálico no es que se sintiera marginado en modo alguno ni inferior a ninguna de sus compañeras aunque admitía que el holismo femenino superaba el especialismo masculino, sobradamente. Las feminitas construyeron su propia realidad para vivir al margen de la realidad dominante, No se engañaban con respecto a que se trataba de su alternativa de vida no de la alternativa de vida para todo el mundo. Opinaban que la historia de la humanidad había sido básicamente la historia de los hombres, en la que las mujeres habían quedado relegadas casi siempre a un segundo plano. Opinaban también que no estaban dispuestas a perder sus energías en dedicarse al proselitismo para convencer a los demás si no que tenían suficiente con vivir sus vidas, lo más longevas y satisfactorias posible. Les sobraba dejar testimonio documental de su estilo de vida y que sí era posible la famosa tesis de otro mundo era posible lo cual demostraban hacer a su escala. Quien lo quisiera que lo construyera en su latitud.
    Puesto que verdaderamente no constituían un peligro político para el poder ya que lo tomaban como una curiosidad antropológica y como una anécdota puntual en la mirada turística, la tolerancia fue permitiendo su desarrollo. Unas cuantas comunas en el mundo inspiradas en su modelo y coordinadas como lo pudiera hacer cualquier orden monacal, tampoco significaba construir una internacional insurreccionalista. De hecho ahí donde estaban esas casas femeninas un sector amplio de la ciudad las refería con un cierto orgullo ya que hacía de indicador de su progresismo social y urbano. Esa entente entre una ciudad capitalista y una comuna de amor libre y sin propiedad privada en su seno era posible porque de una parte la instalación sí era una zona privatizada para los de fuera y cada uno de sus negocios pagaba una considerable cantidad de impuestos al fisco y a las autoridades municipales. Alguna de las sedes comunitas era de hecho del que más dinero se recaudaba en alguna zona periurbana de negocios pequeños y mini industrias.
    Todas sabían que el grado de tolerancia recibido guardaba una relación muy directa con su éxito económico. Todo lo que ofrecían conectaba con demandas expresas o latentes (desde sus iniciativas culturales a sus servicios sexuales, desde sus plataformas informativas a sus espacios de acogida para iniciar a nuevas tandas de buscadoras a sus nuevas etapas biográficas).Los conflictos vecinales en sus zonas que se prologaban por décadas coexistían con el reconocimiento en privado de sus hazañas aunque oficialmente el sistema siguiera combatiendo la tesis del paraíso lúdico. A las comunistas se la traía floja la incomprensión de los demás sobre su modo de vivir, les bastaba con vivirlo sin interferencias dañinas. Una comunitas era por definición una mujer físicamente perfecta o casi no dejaba de reír o sonreír por duras que fueran las adversidades con las que se encontraba. No por sumar años a su andadura, con bastantes sexagenarias en sus grupos, dejaron de reír; sabían tal como dijera Balzac que dejar de reír sí hacia envejecer.
    Las reyertas por las que les había tocado pasar para defender su concepción de la vida y sus espacios donde ubicarla no les hizo perder nunca su buen talante. Todos sus enemigos coincidieron en expresar que se sentían extraños en actitudes acusatorias como si fueran saboteadores de piezas maestras en museos suntuosos. Las comunitas seguían el consejo de Publio Sirio: un rostro agradable es una silenciosa recomendación, y las suyas eran las caras más bonitas de la especie, que habían escapado a las arrugas y a los rictus tensionadas por el estrés y por las iras, algo muy comúnmente extendido en la psicología de los humanos. Al contrario, ellas eran conscientes del papel reservado para la mujer en una cultura masculina del que no se substraían en parte pero que excedían en otros ángulos. No participaban de los concursos de belleza ni promocionaban artificios de la industria cosmética salvo los suyos preparados con elementos naturales. Sus métodos gimnásticos para mantener un cuerpo flexible y bien contorneado combatiendo el paso de la edad y la disminución del volumen de los tejidos fue internacionalmente conocido. La publicación de sus diarios de intimidad (cada comunita además de sus actividades corporales y manuales tenia responsabilidades intelectuales y comunicativas) propiciaron bastantes títulos novelados de la intimidad femenina. Una comunita de Feminália tenía las puertas abiertas en innumerables sitios del orbe internacional ya que era sinónimo de triunfadora en un régimen de vida para la que la mayoría del movimiento progresista seguía demorando para un futuro sin fecha después de no se sabía que revolución general. El problema de las revoluciones conocidas es que reproducían a cortísimo plazo esquemas de dominio sociales inspirados en el antiguo régimen que se había derrocado y el problema de las nuevas tentativas de reorganización social es que obligaban a los trabajadores a hacer lo que no deseaban o querían. Ellas con sus fórmulas de vida comunitaria demostraron 1ro que era posible ser más feliz sin tener nada propio en cuanto a objetos materiales. La única propiedad individual reconocida era la de las propias ideas y los soportes de los textos que las recogían, todo lo demás no.
    En los cursos de iniciación a sexo compartido que lesbianas o mujeres para ser iniciadas en el lesbianismo se acogían seguían una técnica desde el primer día que ilustra perfectamente su sentido de relación con las cosas en condición de usuarias y posesionarias pero no de propietarias. El lugar donde dormir en el pabellón de camas era rotatorio, las camas eran de 3 plazas. La ropa, toda la ropa, se guardaba en un armario común de tal modo que cada una podía elegir cualquier prenda que hubiera sin tener que buscar la suya propia. La única exigencia era el respeto formal a cada cosa y dejar de usar el mío-tuyo-suyo. Alcanzar esta nueva dinámica de trato con los objetos costaba más que los juegos sexuales de grupo. Las cursillistas estaban avisadas de que llegarían con unos objetos y regresarían con otros distintos, lo cual simbolizaba en lo material su capacidad de prescindencia de las cosas y/o de sustituibilidad.
    Su suerte para vivir tan bien, las comunitas dependían de su resolución. Ellas tenían interiorizado que eran responsables de sus actos aunque no lo fueran del mundo en el que habían aterrizado. Por lo que hacía a sus aspectos cada una era responsable de la cara que ponía aunque no lo fuera de la que tuviera por origen y razones de herencia.
    Ante la sociedad icónica que tenia a la mujer como figura de placer visual y táctil a lo cual las mujeres se prestaban para no ser excluidas, las feminitas eran heroicas a su manera esculpiendo sus cuerpos día a día con sus dedicaciones físico-gimnásticas y regulando severamente sus dietas minimizando el consumo alimentario. Su adopción de la dieta vegetariana contribuía a su magnífica salud. Raramente alguna tenía que acudir a la medicina hospitalaria, ellas resolvían sus propias dificultades. Estadísticamente demostraron que otros núcleos vecinales de un grupo de cientos de personas como ellas producían más gastos al sistema y mas necesidad de consulta por todo (desde la médica a la burocrática) que ellas en su modo de vivir. Haber simplificado tanto sus cuestiones materiales les proporcionaba un umbral de tiempo mayor para dedicarse a las cosas que más les gustaban: la conversación, los paseos, las acciones creativas y el sexo apasionado.
    Siempre se dijo que la belleza radiante de las comunitas les proporcionó todo lo que deseaban y más. La verdad es que no les faltaron pretendientes ricos a casi todos pero ni sus placeres iban por ese lado ni su ética le permitía aprovecharse de pobres diablos que estaban dispuestos a pagar lo que fuera por un amor en exclusiva para ellos. Lo más que ofrecían era el sexo de pago pero eso no incluía amor sino simulacros bien estudiados de noticias. Estas mujeres tratadas como las bellezas más extraordinarias, como las heroínas más inteligente de su género y a veces como las putas mas guarras y atrevidas, reunieron un potencial descomunal para ser una referencia internacional de la vida alternativa desde criterios de socialización. Sobre su experiencia pesaba el estigma de que su experiencia no podría ser transpolada a la sociedad a escala general. Lo cierto es que salvo unas minorías exiguas ningún grupo de poder se atrevió a tal implementación. Además, una parte considerable de sus ingresos venia dada por un tipo de mercado determinado por déficits muy graves de los humanos (el sexual que les llevaba a clientear el sexo de pago y el del aislamiento comunicativo que les llevaba a pasar veladas a los espacios de reunión y flirts). Las comunitas tenían muy claro que mientras la sociedad no decidiera evolucionar hacia formas relacionales mas lúdicas y menos expoliadoras, ellas no dejarían de vivir de acuerdo con sus ideas comunitarias y cubriendo la exigencia de sus cuotas de placeres.
    Mientras se dieron casas de las mujeres lésbicas siguiendo el modelo de la primera Feminália, no pasó lo mismo ni con grupos de gays (que no pasaron de tentativas loables pero exiguas) ni mucho menos con grupos heteros. Estos terminaban con rivalidades de pareja. Las comunitas sabían que el principal enemigo del amor colectivo es el amor de dueto que tiende a sabotear la extensividad de aquel. Eso los hombres y las mujeres emparejadas no lo habían aprendido, por eso sus tentativas de colectivos fracasaban una y otra vez.

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