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    Los hilos de la cruzada antisoviética acaban siempre en los grandes monopolistas internacionales

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    Mensaje por Demofilo Vie Sep 24, 2010 7:35 pm

    Los hilos de la cruzada antisoviética acababan en canallas de la calaña de Henri Deterding, un holandés nacionalizado inglés en 1915 y ennoblecido por el Imperio británico en 1920. Era el dueño de la Royal Dutch Shell, el gran consorcio anglo-holandés del petróleo.Deterding en persona y la petrolera Shell financiaron a Hitler y al partido nazi desde su mismo nacimiento. Esto se supo muy pronto porque lo contó Glyn Roberts en 1938, el primer biógrafo de Deterding, a quien calificó como el hombre más poderoso del mundo (The most powerful man in the world, Nueva York, 1938). Según Roberts, Deterding ya había fijado su atención en Hitler en una fecha tan temprana como 1921. Por medio de George Bell, agente de enlace de Deterding con el partido nazi, y del banco londinense “Samuel&Samuel”, en 1922 Deterding entregó a Hitler 4 millones de marcos, otros 50 millones entre los años 1929 y 1933 y en 1937 otros 10 millones más.
    En sus viajes a Londres, el dirigente nazi Alfred Rosenberg siempre visitaba a Deterding. Lo hizo en octubre, poco antes de que Hitler llegara a la cancillería, y lo volvió a hacer después, en mayo de 1933. Rosenberg fue recibido como huésped en la posesión campestre del magnate petrolero, situada en Buckhurst Park, cerca del castillo de Windsor. Ya existía un grupo muy poderoso y cada vez mayor de pro-nazis entre los conservadores británicos, partidarios de la cruzada antibolchevique.

    Deterding también fue el responsable directo en 1924 de la falsificación de la supuesta carta de Zinoviev, que hizo llegar al Foreing Office inglés y subsiguientemente al Daily Mail. Pero, como hacen los grandes capitalistas, no lo hizo directamente sino a través de George Bell.
    En aquel momento la falsa carta de Zinoviev fue un acontecimiento que atrajo la atención de los medios británicos durante semanas.
    ¿De qué iba todo aquello?
    A finales de octubre de 1924, pocos días antes de las elecciones generales inglesas, unos grandes titulares del Daily Mail, futuro periódico de los fascistas ingleses, anunciaron que Scotland Yard había descubierto un complot soviético contra Inglaterra. Como prueba documental de la trama, el Daily Mail publicaba una supuesta carta de Zinoviev, entonces conocido como dirigente de la Internacional Comunista, que contenía las instrucciones enviadas a los comunistas ingleses sobre la forma de combatir a los conservadores en las próximas elecciones.
    Era la cortina de humo del imperialismo británico y produjo su efecto: los conservadores ganaron las elecciones a base de un agresivo programa antisoviético.
    Aunque el contraespionaje inglés no lo reconoció oficialmente hasta 1999, siempre se supo que aquella carta era un montaje. Por ejemplo, Windham Childs, de Scotland Yard, declaró que en realidad nunca había habido tal carta. Pero la rectificacíon del MI5, que atribuye la falsedad a los zaristas, no lo dice todo: la carta procedía de la oficina que mantenía en Berlín el coronel Walther Nicolai, jefe del Servicio de Inteligencia militar de la Alemania imperial, que ya entonces trabajaba en estrecha conexión con los nazis. En Berlín como en todas partes, los zaristas no eran más que la mano ejecutora de los gobiernos imperialistas.
    Bajo la dirección de Nicolai, un guardia blanco del Báltico, el barón, Uexkuell, que después dirigió un servicio de prensa nazi, había establecido en la capital alemana una oficina especial para falsificar documentos antisoviéticos y hacer que estas falsificaciones recibiesen la mayor difusión y la más efectiva publicidad posible en los medios.
    Georg Bell, el agente de Deterding con el partido nazi, también realizaba funciones de enlace con los fascistas ucranianos, a los que financiaba sus actividades antisoviéticas en París.

    Deterding fue uno de los monopolistas más importantes incorporados en aquel tiempo a la campaña antisoviética, el primer defensor y portavoz de la causa antibolchevique en el mundo entero, dentro de la esfera de las altas finanzas y los negocios internacionales.
    Su incorporación a la contrarrevolución antisoviética fue un éxito personal del espía inglés Sidney Reilly, que lo afilió al Torgprom, la organización de los millonarios emigrados zaristas.
    El dinero abundante de Deterding dió nuevo ímpetu y alcance a la campaña de Sidney Reilly. El espía inglés trazó un plan concreto de ataque a la URSS y lo sometió a los miembros de los Estados Mayores europeos interesados en el asunto. Este plan comprendía la acción política y militar a la vez y se articuló sobre dos componentes: Savinkov, por un lado, y los mencheviques georgianos, por el otro.
    Según el plan de Reilly, los gobiernos de Londres y París denunciarían solemnemente al gobierno soviético y reconocerían a Savinkov como legítimo gobernador de Rusia. Los ejércitos blancos estacionados en Yugoeslavia y Rumanía cruzarían la frontera soviética. Polonia marcharía sobre Kiev y Finlandia bloquearía Leningrado. Simultáneamente estallaría en el Cáucaso una rebelión armada, dirigida por los seguidores de Noé Jordania, un conocido menchevique georgiano.

    ¿Era nazi Deterding? ¿Financiaba a los nazis a fondo perdido? ¿Era una cuestión ideológica? La respuesta es: no. Se trataba de un negocio: apoderarse de las explotaciones petrolíferas del Cáucaso. De manos de Lianazov y Mantashev en París, y de otros conspiradores que residían en otras capitales de Europa, Deterding compró los derechos de explotación de los más importantes pozos petrolíferos del Cáucaso. A principios de 1924, después de haber fracasado en el intento de apoderarse del petróleo soviético por medio de la presión diplomática, Deterding se declaró "propietario" del petróleo caucásico y acusó al régimen soviético de ser ilegal y de haberse situado fuera de la civilización.
    Según el plan de Reilly el Cáucaso sería separado del resto de Rusia y se establecería una Federación transcaucásica "independiente", los pozos de petróleo y los oleoductos volverían a poder de sus antiguos, propietarios y, naturalmente, de sus socios extranjeros.
    El plan de Reilly obtuvo la aprobación y el apoyo de los jefes antibolcheviques de los Estados Mayores de Francia, Polonia, Finlandia y Rumanía. El Foreign Office inglés estaba positivamente interesado en el plan de separar al Cáucaso de Rusia.
    Aunque Savinkov fue apresado y esa parte del plan fracasó desde el principio, la otra siguió adelante: el 28 de agosto de 1924 estalló en el Cáucaso el proyectado levantamiento menchevique. Destacamentos armados formados por los hombres de Noé Jordania atacaron la ciudad de Tschiatury, en Georgia, asesinaron a los funcionarios soviéticos locales y tomaron posesión de la ciudad. En todo el territorio del Cáucaso bombardearon los barrios obreros, causando gran cantidad de muertos. También hubo intentos de apoderarse de los campos petrolíferos. El 13 de septiembre de 1924 el New York Times informaba que el levantamiento del Cáucasó estaba "financiado y dirigido desde París por poderosos financieros y antiguos propietarios de los pozos petrolíferos de Bakú".
    Pero los montañeses, con quienes la contrarrevolución contaba como aliados, se alzaron en defensa del régimen soviético. Junto con los obreros petroleros, defendieron los ferrocarriles, los oleoductos y los campos de petróleo hasta la llegada del Ejército Rojo. La lucha se prolongó de varias semanas, pero desde el principio se vió claro que el gobierno soviético dominaba la situación. Pocos días después, los restos del ejército contrarrevolucionario de Jordania eran cercados y capturados por el Ejército Rojo.
    Los fracasos políticos y militares conducen a los fracasos económicos: tras la derrota de la insurrección georgiana, en 1928 la URSS expropió todas las empresas de Shell en Bakú sin ninguna indemnización.

    El 28 de noviembre de 1933 el periódico de los fascistas ingleses, Daily Mail, enunciaba los principios básicos de la política imperialista inglesa: "Los vigorosos jóvenes nazis de Alemania son los guardianes de Europa contra el peligro comunista... Alemania debe contar con espacio suficiente. La desviación de las reservas de energía y de capacidad organizadora de Alemania hacia la Rusia bolchevique ayudaría a devolver al pueblo ruso a la existencia civilizada, y quizás a reorientar la corriente del comercio mundial hacia cauces de prosperidad".
    Bajo la jefatura nazi, todas las fuerzas dispersas del antibolchevismo, de la antidemocracia mundial y de la contrarrevolución blanca fueron movilizadas en una sola fuerza internacional para aplastar la democracia europea, invadir la URSS y, luego, inevitablemente, lanzarse a conquistar la hegemonía mundial. Como reconoció el general de las SS Kurt von Schroeder durante juicio de Nüremberg, la elección de Hitler como canciller de Alemania fue una decisión de urgencia porque los comunistas estaban ganando posiciones en Alemania y había que impedir la estabilización del bolchevismo en la URSS.
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    Mensaje por DP9M Dom Sep 26, 2010 10:40 pm

    todas estas lecturas interesantes deberiamso de crear un hilo para aglutianrlas y que no se pierdan....

    Muy interesante
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    Mensaje por Demofilo Lun Ene 10, 2011 10:06 pm

    Cuando en 1918 Fani Kaplan disparó contra Lenin se definió allí mismo como socialista y, aunque dijo actuar por su cuenta, al cabo de los años se pudo demostrar que el atentado había sido organizado por el partido de los socialistas revolucionarios, es decir, los eseristas y más concretamente, por su facción de izquierda, que había estado muy próxima a los bolcheviques hasta que se firmó la paz de Brest-Litovsk. Contra Lenin no atentaron los zaristas, la reacción más negra, sino alguien bien cercano. ¿Por qué lo hicieron? Porque en contra de los bolcheviques ellos entendían -acertadamente- que la paz de Brest-Litovsk suponía la pérdida de importantes territorios rusos para cedérselos a los alemanes. Ellos defendían a la nación rusa, injustamente subyugada por los alemanes, o lo que es lo mismo: mientras Lenin ponía los intereses de clase por encima de los intereses nacionales, Kaplan hacía todo lo contrario. ¿Era socialista? Sí. ¿Era nacionalista? También. Era ambas cosas.

    Como Kaplan, Boris Savinkov también era eserista pero de la facción más derechista del partido. Si le pudiéramos preguntar diría lo mismo que Kaplan: yo soy socialista. De joven, en la Rusia zarista, Savinkov había sido dirigente del partido socialista revolucionario. Junto con otros cuatros, encabezó la organización militar de ese partido, un comité especial encargado de preparar las ejecuciones de altos funcionarios zaristas. El gran duque Sergio, tío del zar, y el ministro del Interior, Y.K.Plehve, fueron dos de los ejecutados por la organización de combate eserista hace ahora cien años.

    Después del fracaso del primer intento de derrocar al zarismo en 1905, Savinkov se desilusionó un tanto de la vida de conspirador y se dedicó a la literatura. Escribió una sensacional novela autobiográfica, “El caballo pálido”, en la que describía el papel que había representado en las ejecuciones de Plehve y del gran duque Sergio. Contaba cómo, disfrazado de agente británico, se sentaba en la casita de una calle lateral de la capital rusa, con un pasaporte inglés falso en el bolsillo y tres kilos de dinamita debajo de la mesa, a esperar, día tras día, que el carruaje del gran duque pasara por la calle.

    Años después, durante la I Guerra Mundial, un colega, el famoso novelista inglés Somerset Maugham fue enviado a Rusia por el servicio secreto británico para establecer contacto con el novelista ruso, lo que proporciona un primer dato interesante: no podemos dudar del socialismo de Savinkov pero tampoco de que es entonces cuando inicia sus contactos con el espionaje inglés (pero no sólo del inglés). En aquella entrevista Somerset Maugham le preguntó si no había necesitado valor para llevar a cabo aquellas ejecuciones, y Savinkov le contestó con frialdad:
    - Ninguno, créame usted. Es un oficio como otro cualquiera. Se acostumbra uno.

    Después de la revolución de febrero de 1917, en el mes de junio, por consejo de los imperialistas británicos y franceses, Kerenski nombró a Savinkov para ocupar el puesto de comisario político del VII ejército, en el frente de Galicia (actual Polonia). Los soldados de ese ejército se habían amotinado contra el gobierno provisional, y creyeron que era necesaria la mano dura de Savinkov para resolver la situación y que los soldados volvieran a morir en las trincheras por el bien de la patria rusa. Savinkov sofocó los disturbios. En una ocasión se dijo (son rumores) que había llegado a matar con sus propias manos a los delegados de un consejo bolchevique de soldados.

    A propuesta de Savinkov, Kerenski nombró al general Kornilov, comandante en jefe de los ejércitos rusos. El propio Savinkov fue nombrado viceministro de Guerra. Por entonces, ya estaba actuando como agente secreto del gobierno francés y conspiraba para derribar el régimen de Kerenski y establecer una dictadura militar, encabezada por Kornilov.

    Después de la Revolución de Octubre, Savinkov dirigió en Yaroslav un levantamiento antisoviético financiado por los imperialistas franceses, sincronizado para coincidir con el frustrado golpe de Estado organizado por los imperialistas británicos en Moscú. Las fuerzas de Savinkov fueron aplastadas por el Ejército Rojo y él mismo a duras penas logró escapar con vida. Fugado del país, se convirtió en uno de los representantes diplomáticos de la contrarrevolución rusa en Europa. Según Churchill Savinkov era “responsable de todas las relaciones con los Aliados y con los importantes estados del Báltico y los estados fronterizos que formaban el cordón sanitario del oeste”.

    En 1920 Savinkov se trasladó a Polonia. Con la ayuda de su buen amigo el mariscal Pilsudski (otro socialista), reunió unos 30.000 oficiales y soldados, los armó y empezó a adiestrarlos en preparación de otro ataque contra la URSS desde Ucrania. Más tarde, Savinkov trasladó su cuartel general a Praga. Allí, trabajando en estrecha relación con el general fascista Gayda, creó una organización, llamada los guardias verdes, compuesta en gran parte de antiguos oficiales zaristas y contrarrevolucionarios. Los guardias verdes efectuaron una serie de incursiones a través de las fronteras soviéticas, robando, saqueando, quemando las granjas, matando obreros y campesinos y asesinando a los funcionarios locales soviéticos. Con Savinkov colaboraron estrechamente en esta faena los servicios secretos de varias potencias imperialistas europeas.

    Uno de los auxiliares de Savinkov, otro socialista llamado Fomitchov, estableció una rama del aparato conspirativo en Vilna, la antigua capital de Lituania, que había sido tomada por los polacos en 1920. El grupo de Fomitchov, con ayuda del Servicio de Inteligencia polaco, empezó a formar células en territorio soviético para efectuar trabajos de espionaje y colaboración con los grupos que entraban desde Polonia equipados por el Estado polaco con armas y documentos falsos.

    Algún tiempo después, en carta a “Izvestia” fechada el 17 de septiembre de 1924, Fomitchov describió del siguiente modo las operaciones que efectuaba su grupo: “Cuando estos espías y destacamentos regresaban después de cometidos los asesinatos que se les había mandado perpetrar, yo les servía de intermediario con las autoridades polacas, porque yo era el que entregaba a éstas los documentos robados y el material de espionaje. Así es como fueron enviados a la Rusia soviética los destacamentos de Serguei Pavlovski, Trubnikov, Monitch, Daniel, Ivanov y otros destacamentos más pequeños, e igualmente espías y criminales solitarios. Entre otras cosas recuerdo cómo en 1922 fue enviado a Rusia el coronel Svezhevski con la orden de matar a Lenin”.

    Los métodos despiadados de Savinkov ejercían un tremendo influjo sobre aquellos emigrados rusos blancos y aquellos políticos europeos antisoviéticos que todavía soñaban con derrocar al Gobierno bolchevique. No obstante, de vez en cuando, los hechos que se destacaban en la hoja de servicios del socialista no dejaban de producirles leves molestias. En París, cuando en 1919 Winston Churchill estaba en negociaciones con el antiguo primer ministro zarista, Sazonov, se presentó el caso de Savinkov, surgiendo este diálogo, al que después se refirió Churchill en su libro “Grandes contemporáneos”:

    - ¿Cómo se lleva usted con Savinkov?- preguntó Churchill.
    El antiguo primer ministro del zar hizo con las manos un gesto de desaprobación:
    - ¡Es un asesino! ¡Me quedo atónito al verme trabajando con él! Pero, ¿qué le vamos a hacer? Es un hombre sumamente competente, lleno de recursos y de resolución. ¡No hay nadie mejor que él!

    Hacia 1924 en los círculos que forjaban la política imperialista en Londres y París, Savinkov estaba considerado como el futuro dictador de Rusia. Tenía tanta capacidad para el mando como para la intriga. En muchos aspectos era uno de los hombres más notables que habían surgido del caos provocado por el desplome de la vieja Rusia. Delgado, pálido, ligeramente calvo, melifluo en el habíar e impecablemente vestido de levita y botas de charol, Savinkov parecía más bien “un administrador de banco” -como dijo Somerset Maugham- que el implacable provocador que era en realidad. Sus talentos eran muchos y muy diversos. Winston Churchill dijo más tarde del socialista ruso en su libro “Grandes contemporáneos” que paseía “la sabiduría de un estadista, la energía y autoridad de un jefe, el valor de un héroe y la resistencia de un mártir”. “Toda la vida de Savinkov -añade Churchill- ha sido gastada en conspirar”.

    La operación del contraespionaje soviético para atrapar a Savinkov fue muy larga y compleja. Montaron un supuesto grupo opositor en Moscú y dejaron circular la noticia para que llegara hasta Londres vía Polonia por todos los círculos de emigrados reaccionarios que había en Europa. Además, uno de los dirigentes de la OGPU, A.Artuzov, se infiltró en sus filas; salió por Polonia y recorrió las redes de Savinkov hasta dar con él en Londres. Le costó bastante, pero cayó en el anzuelo porque en un momento dado Artuzov le comentó que se estaban produciendo disensiones internas en el grupo de Moscú. Esto le animó a Savinkov a atravesar Europa de punta a punta y cruzar la frontera de la URSS con pasaporte falso. Le detuvieron el 16 de agosto de 1924 en Minsk.

    Savinkov no sólo confesó sino que dio un giro total -al menos aparentemente- a lo que había sostenido hasta la fecha; se arrepintió de su oposición a los soviets y se declaró dispuesto a colaborar en pleno. Como era un sujeto muy conocido en toda Europa, las cancillerías imperialistas se quedaron con la boca abierta y lanzaron en la prensa la típica campaña de intoxicación.

    Ahora bien, si Kaplan intentó responsabilizarse personalmente pero excluir a su partido, lo cual era falso, Savinkov sí implicó a su partido pero también se calló una parte: negó haberse puesto al servicio del imperialismo. Esa es la parte que no confesó nunca.

    El juicio contra Savinkov empezó el 27 de agosto y se prolongó varios días, pero no fue más que uno de los varios que se celebraron y que ya se habían celebrado con anterioridad contra diferentes partes de su organización, con unos 300 acusados. Las pruebas no sólo eran abundantes, incluso sin contar las confesiones: eran abrumadoras.
    En lo que a Savinkov concierne, la sentencia no le condena por su ideología, ni siquiera por el partido al que pertenece, al cual no menciona para nada. Enumera detalladamente 13 hechos criminales cometidos por encargo de potencias imperialistas. Le condena a muerte, Savinkov pide el indulto, el Tribunal Supremo informa favorablemente y el Soviet Supremo le conmuta la pena por la de 10 años de presidio.

    En la cárcel Savinkov escribió bastante (cartas, artículos), deshaciéndose en elogios de la URSS y los bolcheviques y arrepintiéndose de sus crímenes. Pidió colaborar en la construcción del socialismo y para ello que le conmutaran otra vez la pena para poder salir a la calle. El 7 de mayo de 1925 escribió una carta en ese sentido a Dzerzhinski y se la entregó a un miliciano que custodiaba la cárcel para que la cursara, comentándole el contenido de la misma. El miliciano le dijo que no creía que le pusieran en libertad.

    Savinkov no esperó la respuesta y se lanzó desde la ventana de la celda, un quinto piso, hasta el patio de la cárcel.

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