Enver Hoxha - Informe presentado ante la conferencia de activistas del partido de Tirana sobre los análisis y las conclusiones del XI Pleno del CC del PCA (1948)[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Todo nuestro Partido tiene conocimiento de las cartas do gran trascendencia histórica que el Partido Bolchevique de la Unión Soviética ha dirigido al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Con ellas el Partido Bolchevique expresa su reprobación a los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia y llama su atención sobre una serie de graves errores de principio por ellos cometidos, aconsejándoles mantenerse en el correcto camino marxista-leninista e indicándoles la manera rápida y radical para corregir estos peligrosos errores. [...]
El Partido no olvida un solo instante el papel dirigente de la Unión Soviética en el campo socialista. Todos los trotskistas yugoslavos y otros desviacionistas nacionalistas de derecha han intentado no sólo empañar esta realidad, sino también atacar y combatir a la Unión Soviética. Los objetivos de estos enemigos del socialismo coincidían con los del imperialismo. Ellos han tratado de implantar en sus partidos las concepciones oportunistas, revisionistas, de liquidar los partidos comunistas de sus países y de hacer degenerar los países de democracia popular en países de democracia burguesa. Esto significa crear un terreno favorable al capitalismo en los países donde ha sido instaurada la democracia popular, crear bloques hostiles al socialismo en el interior del campo democrático antiimperialista. Así pues, nuestro Partido debe manifestar una gran vigilancia en este sentido, para defender el marxismo-leninismo, auténtica ideología de nuestro Partido, y combatir implacablemente los puntos de vista burgueses y pequeñoburgueses en el Partido, defender resueltamente la Unión Soviética y el campo socialista.
Ahora debemos volver atrás y decir al Partido la verdad, tomar plenamente conciencia, al cabo de estos análisis, de los errores que han sido cometidos, sin lo cual no podremos convencer a nadie en nuestras filas. Una actitud contraria sería causa de graves peligros. Nos mantendríamos en las viejas posiciones erróneas, cubriríamos con un fino velo los errores, el Partido quedaría desorientado y así se prepararía el terreno para nuevos peligros futuros. La lucha del Partido no puede terminar aquí. Para combatir al enemigo eficazmente hace falta odiarlo, y es indispensable conocer los errores para poder combatirlos y corregirlos como se debe. Tenemos que ser vigilantes con relación a los errores de los otros, pero al mismo tiempo debemos vigilar nuestros actos, controlar nuestros errores y corregirlos. Los errores en la dirección son los más peligrosos, porque en el ejemplo de la dirección se educa el Partido y a través de la obra de este último se engrandece la dirección. El Partido y la dirección son un todo indivisible.
La cuestión de la lucha de clases. — Nuestro Partido no se ha dejado influir por la gran desviación del Partido Yugoslavo en lo que concierne a la lucha de clases. No nos hemos equivocado en este sentido, pero las cartas del Partido Bolchevique, dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia constituyen para nosotros una gran enseñanza, son una potente arma para nuestro Partido a fin de que pueda defenderse de estos peligros. En la carta del Partido Bolchevique, dirigida a Tito y compañía se dice:
“En el Partido Comunista de Yugoslavia el espíritu de la política de la lucha de clases está ausente. El aumento del número de los elementos capitalistas tanto en el campo como en la ciudad prosigue rápidamente, y la dirección del Partido no toma medidas para limitar a estos elementos. El Partido Comunista de Yugoslavia se adormece con la podrida teoría oportunista de la integración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo, tomada prestado de Bernstein, Folmar, Bujarin”*.
Nuestro Partido no ha cedido en este terreno, por el contrario ha intensificado día a día la lucha de clases en el campo y en la ciudad, ha golpeado implacablemente a los kulaks, a los beys latifundistas, a los grandes comerciantes, a los especuladores, a los usureros etc., no les ha permitido reanimarse ni en la ciudad ni en el campo, y los ha desarmado. Sin embargo existe siempre el peligro de su resurrección si el Partido relaja la lucha de clases, ya que, como nos enseñan las cartas del Partido Bolchevique, no debemos pensar que el peligro del resurgimiento de los elementos capitalistas ha desaparecido. Lenin ha dicho en 1920:
“Mientras vivamos en un país de pequeños campesinos, habrá en Rusia una base económica más sólida para el capitalismo que para el comunismo”.* “Porque la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, a cada hora, de modo espontáneo y en masa”.**Nuestro Partido no debe dejarse embriagar ni un solo momento por los éxitos obtenidos, por las profundas reformas sociales que ha realizado en nuestro país, por los buenos resultados que ha obtenido en este sentido, ni descuidar la lucha de clases, ni debilitarla. Nuestro Partido debe tener siempre presente lo que nos enseña la carta del Partido Bolchevique, dirigida al Comité Central del PCY, en la que se dice:
“Nadie niega la profundidad ni el carácter radical de las transformaciones sociales operadas en la URSS como resultado de la Revolución Socialista de Octubre. Pero de este hecho el PC (b) de la URSS no ha sacado jamás la conclusión de que se debe debilitar la lucha de clases en nuestro país o que no existe el peligro del resurgimiento de los elementos capitalistas. Es sabido que por un período de 15 años después de la Revolución* de Octubre, el Partido jamás ha suprimido de su programa las medidas tendentes a limitar en primer lugar a los elementos capitalistas en el campo, luego, a liquidar a los kulaks como última clase capitalista. La subestimación de esta experiencia del PC (b) de la URSS en lo que respecta a las fundamentales premisas para la edificación del socialismo en Yugoslavia sería un error preñado de peligros políticos, y es inadmisible para los marxistas, porque no se puede construir el socialismo solamente en la ciudad, únicamente en la industria, hay que construirlo también en el campo, en la agricultura”.¡Qué grandes peligros pueden amenazarnos, comunistas albaneses, si no tenemos en cuenta constantemente estos grandes principios del leninismo! No olvidemos que en efecto Albania es un país agrícola donde predomina todavía la pequeña propiedad privada, que los campesinos son bastante atrasados y que subsisten en ellos la vieja mentalidad, la ignorancia, el fanatismo, etc. Debemos guardarnos de la errónea opinión según la cual, dado que hemos reducido a los kulaks al nivel de los campesinos pobres o medios en cuanto a la posesión de la tierra y a la situación económica, los hemos liquidado como kulaks, como última clase capitalista. Se olvidaría así hacer la diferenciación de clases en el campo. Se consideraría al campesinado como un todo indivisible y el Partido dejaría de movilizarse para superar las dificultades que provienen del crecimiento de los elementos explotadores en el campo. En nuestras aldeas vemos que los kulaks despliegan una intensa actividad, tratan de sabotearnos en todos los problemas de la economía agrícola, así como en nuestras cuestiones políticas. Los kulaks se esfuerzan en sembrar el descontento en el campo, en infiltrarse en los órganos del Poder para poder dirigir los asuntos a su gusto y saboteamos, y en introducirse también en las organizaciones de masas en el campo e incluso en las cooperativas agrícolas de trabajo.
En lo que a las cooperativas agrícolas se refiere, debemos proceder a su revisión general, ya que su estructura y su organización tienen errores de principio que deforman su verdadera significación y el objetivo que se proponen las cooperativas en general y las cooperativas agrícolas de trabajo en particular. Los yugoslavos se han esforzado, con leyes y reglamentos de todo tipo que nos han impuesto, por desorientarnos en lo que concierne al problema rural. Es cierto que la situación económica de nuestro campesino se ha mejorado considerablemente. Sin embargo, si por una parte hemos realizado la Reforma Agraria, inmortal obra de nuestro Partido, y hemos expropiado a los kulaks de las grandes parcelas de tierra, por la otra, hemos permitido que los kulaks y una parte de los campesinos medios con mentalidad de pequeño capitalista se enriquezcan, exonerándolos de toda obligación hacia el Estado, de toda contribución a la edificación de la economía común del pueblo. En nuestra ley sobre la imposición de las explotaciones agrícolas, la misma tarifa de los impuestos, aunque fundada en el principio del impuesto progresivo sobre los ingresos, favorece por sus modalidades al campesino rico y golpea a las capas campesinas pobres. Según esta ley, las explotaciones rurales con ingresos de 90 000 a 100 000 leks por año, están gravadas con un impuesto de 15 000 leks más el 43 por ciento de la suma que exceda los 90 000 leks, mientras que los ingresos superiores a 100 000 leks lo están con el 20 por ciento solamente. En la mencionada ley, que desde todo punto de vista es una ley conforme a la línea justa, se las arreglaron para introducir en la tarifa tal error antimarxista, que permite el enriquecimiento de los kulaks y que es otro rasgo característico de las concepciones antimarxistas de la dirección yugoslava.
Todo esto, así como las otras acciones erróneas que mencionamos anteriormente, es la causa de nuestras dificultades económicas, pero lo más peligroso, la supresión de la lucha de clases en el campo, nos perjudicaría enormemente. Para llevar a feliz término nuestra lucha en este sentido, debemos ser inflexibles, cimentar las cooperativas agrícolas de trabajo sobre sólidos fundamentos, crear el mayor número de cooperativas agrícolas de compraventa, enseñar al campesino a llevar sus productos a ellas y apartarlo de la especulación y del mercado negro, golpear a los especuladores en el campo y, a la vez que vayamos consolidando las cooperativas agrícolas de trabajo, ayudarlas mucho a fin de que se conviertan en modelo para los cultivadores de las inmediaciones.
Debemos tener siempre en cuenta los preceptos de Lenin sobre las cooperativas agrícolas, el cual nos enseña:
“Sería una idea por completo disparatada creer que es posible transformar estas explotaciones de un modo más o menos rápido, por medio de algunos decretos impuestos desde fuera”.*Lenin dice:
“Los campesinos son eminentemente prácticos, están demasiado acostumbrados a cultivar la tierra a la manera antigua, como para prestarse a cambios importantes sólo en base a consejos e indicaciones de algún libro”.**Vladimir Ilich nos enseña que las cooperativas de trabajo deben ayudar a los campesinos de los alrededores. En ningún caso la cooperativa debe divorciarse de la población rural, por el contrario, tiene que atraérsela, ayudarla concretamente y mostrarle con ejemplos que la vida en la cooperativa se mejora gracias al trabajo colectivo, incluso sin la ayuda financiera del Estado. Que los comunistas no olviden las enseñanzas de Lenin. En nuestro trabajo con las cooperativas cometemos los errores de que habla Lenin, por eso debemos estar atentos. Que nuestro Estado utilice correctamente los créditos agrarios para ayudar a las cooperativas, a los campesinos pobres y luego a los campesinos medios. Pero Lenin dice también que nosotros tenemos el deber de hacer comprender a los campesinos la verdadera significación de la ayuda del Estado, dado que:
“El campesino está acostumbrado a ver que el Estado, durante siglos y siglos, sólo se acuerda de él para oprimirlo, y es natural que, aleccionado por esta experiencia, tienda a considerar con desconfianza cuanto se refiera al fisco”.*Realizamos la Reforma Agraria y no declaramos en aquel entonces, explícitamente, que la tierra había sido nacionalizada, pero en la ley de la Reforma Agraria está estipulado que nadie tiene el derecho a vender o a comprar la tierra. Esta es una cuestión de principio en que será cimentada la colectivización futura de la agricultura. Debemos plantear correctamente y no dejarnos engañar por los puntos de vista según los cuales nuestro campesino, en “especificas” y atrasadas condiciones, podría considerar esta colectivización supuestamente perjudicial a sus intereses.
Lenin nos enseña además que:
“La propiedad privada sobre la tierra debe ser, en general, abolida; es decir, el derecho de propiedad sobre todo el suelo debe corresponder únicamente al pueblo; siendo las instituciones democráticas locales las que deben disponer de la tierra”.*Como nos aconsejó el camarada Stalin durante nuestra visita a Moscú, debemos avanzar con el mayor cuidado en la cuestión del campesinado, al que no debemos atemorizar con el programa máximo del Partido. Poniendo en práctica los preciosísimos consejos del camarada Stalin sobre esta cuestión, debemos proceder con pasos seguros y prudentes en lo que concierne al campesino, conocer bien sus condiciones y su mentalidad. La línea de nuestro Partido no debe apartarse un solo instante de los principios del marxismo-leninismo. Nuestro Partido debe realizar en el campo un trabajo muy arduo, y nosotros tenemos que fortalecernos en el curso de este trabajo para estar en condiciones de superar las dificultades. En la carta del Partido Bolchevique dirigida al CC del PCY, se dice:
“En las condiciones en que en Yugoslavia la tierra no está nacionalizada, en que existe la propiedad privada sobre la tierra y el derecho a venderla y comprarla, cuando en manos de los kulaks se encuentran vastas parcelas de tierra, cuando el trabajo asalariado sigue en vigor, etc., no se puede educar al Partido en el espíritu de la extinción de la lucha de clases y de la conciliación de las contradicciones sin correr el riesgo de desarmarlo frente a las principales dificultades de la edificación del socialismo”.**De estas importantes tesis de las cartas del Partido Bolchevique debemos sacar enseñanzas para combatir con la mayor firmeza las debilidades o los errores que puedan manifestarse. Nuestro país es agrícola y el campesinado representa la mayor parte de la población. Por eso debemos tener constantemente una visión clara del papel dirigente de la clase obrera. Las cartas del Partido Bolchevique nos enseñan:
“El marxismo-leninismo considera que en Europa, comprendidos en ella también los países de democracia popular, la clase obrera y no el campesinado es la clase de vanguardia e indefectiblemente revolucionaria. En cuanto al campesinado, su mayor parte, es decir los campesinos pobres y medios, pueden entrar o ya han entrado en alianza con la clase obrera, correspondiendo a esta última el papel dirigente en esta alianza”.*En esto los dirigentes yugoslavos se han desviado. Los campesinos pobres y medios de nuestro país tienen una gran confianza en nuestro Partido, porque les ha dado la tierra y porque gracias a su justa dirección se han mejorado enormemente sus condiciones económicas. Nuestro campesino ama el Partido y reconoce su papel dirigente. Esto quiere decir que el campesinado pobre y medio ha abrazado la alianza con la clase obrera y el papel dirigente de esta última en esta alianza. Y ahora a nuestro Partido se le plantea la gran tarea de consolidar día a día esta alianza. A esto se llegará aplicando con firmeza y sabiduría los grandes principios del marxismo-leninismo, combatiendo resueltamente las podridas teorías oportunistas de la integración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo y no divorciando la edificación del socialismo en la ciudad de la edificación del socialismo en el campo.
El Partido y la organización del Frente. - Nuestro Partido ha tomado prestadas muchas formas de organización del frente en Yugoslavia, sin embargo como principal fuerza dirigente de la lucha y de toda la vida del país se ha considerado al Partido y no al Frente. En esta cuestión tan importante, los trotskistas yugoslavos se han desviado completamente. Los dirigentes yugoslavos han considerado como principal fuerza dirigente al Frente Popular, y se han esforzado en diluir el Partido en él, dado que, como dicen Tito y compañía, el Partido Comunista de Yugoslavia no puede tener un programa distinto al del Frente Popular.
En nuestro país, el Frente ha sido y es una vasta organización de masas dirigida por el Partido. En nuestras definiciones se ha subrayado constantemente que el Partido está a la cabeza del Frente, que el Partido es su columna vertebral. A menudo las amplias masas de nuestro pueblo no mencionan el nombre del Frente sino el del Partido. Dicen: “Esto lo ha ordenado el Partido”, “En el tiempo en que el Partido tomó el Poder”, y emplean otras expresiones análogas. Se puede decir a este propósito que el papel y el trabajo de organización del Frente han sido descuidados. En nuestro Frente no ha habido otros partidos además del nuestro, y los miembros del Frente no han estado jamás incontrolados. Incluso podemos decir que en este aspecto nos hemos mostrado algo sectarios. En nuestro Frente se ha procedido siempre a la diferenciación y en todos los períodos los hombres de la reacción han sido expulsados y desenmascarados. En un momento dado, y precisamente en la Reunión de Berat, a insistencia del delegado yugoslavo, hemos permitido la entrada en el Frente de cierto número de enemigos, que no podían tener cabida en esta organización. La política oportunista de Sejfulla Malëshova y nuestras concesiones durante un corto período permitieron que ciertos elementos camuflados pudiesen permanecer durante la guerra en el Frente y ocupar puestos dirigentes. Ellos fueron descubiertos, desenmascarados y expulsados.
Nuestro gran error ha sido que, además de las formas de organización que hemos tomado prestadas de los yugoslavos, hemos mantenido el Partido en una condición de semiclandestinidad, siguiendo así su errado ejemplo. Nuestro Partido está en el Poder desde la liberación completa de Albania, pero no lo hemos legalizado todavía. A lo largo de este período, quiérase o no, hemos ocultado la bandera de nuestro Partido bajo la cubierta del Frente. Dado que teníamos profunda y justa comprensión del papel dirigente del Partido, ¿por qué nos hemos dejado arrastrar a este grave error? Sin duda, la influencia ejercida por los yugoslavos tiene una gran parte de culpa, pero nuestro Partido reconoce y comprende toda la gravedad de este error, a propósito del cual hemos sido esclarecidos por las cartas del Partido Bolchevique, que nos indican:
“Lenin ha dicho que el Partido es la más importante arma en las manos de la clase obrera. Es el deber de los dirigentes mantener esta arma en estado de alerta. Pero los camaradas yugoslavos, escondiendo la bandera del Partido y negándose a poner en evidencia ante el pueblo el papel dirigente del Partido, debilitan esta arma de la clase obrera, rebajan el papel del Partido, desarman a la clase obrera. Es ridículo pensar que un pequeño ardid de los camaradas yugoslavos pueda llevar al enemigo a renunciar a la lucha. Es precisamente para ello que debemos mantener el Partido en estado de alerta, para que combata a los enemigos. No hay que permitir que se adormezca, que esconda su bandera, que se amodorre con la idea de que, si no se da pretexto al enemigo, éste cesará la lucha, suspenderá la organización de sus propias fuerzas legal o ilegalmente”.*La justeza de las afirmaciones del Partido Bolchevique podemos ilustrarla con muchas de nuestras acciones si en la vida de nuestro Partido y de nuestro Frente, con el modo como hemos comprendido sus relaciones mutuas. Siempre hemos temido definir exactamente el papel del Partido en el Frente para no atemorizar a los elementos reaccionarios camuflados. No sólo disimulábamos nuestra militancia en el Partido, sino incluso considerábamos correcto que ciertos ministros, miembros del Partido, pero no conocidos como tales por las amplias masas del Frente, continuaran manteniendo el secreto de su militancia. Esto se hacía para no dar a nuestro gobierno o a nuestra Asamblea Popular la verdadera fisonomía de un gobierno comunista o de una asamblea popular predominantemente comunista. Este era un error nuestro. Actuábamos así para hacer creer a los elementos enemigos camuflados, que no era necesario que se organizaran legal o ilegalmente, porque personas que no eran comunistas, formaban parte del Gobierno y de otras instituciones. Pero con todo ello no logramos engañar a los elementos reaccionarios, ni impedirles que se organizasen dentro del mismo Frente y fuera de él. Esto fue probado por el trabajo hostil de ciertos diputados y de otros enemigos camuflados en el Frente.
Todas las oficinas del Partido se ocultaban tras las oficinas del Frente y nuestros militantes disimulaban su militancia en el Partido, su mayor orgullo y honor, con el carnet del Frente.
Las justas censuras dirigidas por el Partido Bolchevique a la dirección yugoslava por sus errores, son válidas también para nosotros. En la carta del Partido Bolchevique se dice:
“El Partido Comunista de Yugoslavia se mantiene todavía en una condición de semiclandestinidad no obstante el hecho de que hace ya tres años y medio que está en el Poder; dentro del Partido no hay democracia, ni elecciones, ni crítica y autocrítica, y el CC del PCY se compone en su mayor parte de miembros no elegidos, sino cooptados”.*Si examinamos el funcionamiento de nuestro Comité Central, constataremos los mismos errores que se han producido en el Partido Comunista de Yugoslavia. No solamente la elección del Comité Central por la Primera Conferencia Nacional del PCA pecó en varios aspectos, sino que hemos continuado efectuando una serie de cooptaciones contrariamente a las reglas del Partido. Estas cooptaciones han tenido lugar justamente después de los incorrectos análisis en el Pleno de Berat y en el VIII Pleno del Comité Central del Partido. No fueron hechas por las conferencias, sino por el Comité Central. Ahora tenemos un Comité Central de 25 miembros, de los cuales 16 son miembros y 9 suplentes. Solamente ocho entre ellos han sido elegidos por la Primera Conferencia Nacional del Partido, mientras que los otros, miembros y suplentes, 17 personas en total, han sido cooptados. Esto no es regular ni justo. Los miembros de los comités del Partido en la base y todos sus secretarios han sido nombrados desde arriba. En el Partido, de arriba abajo, no se han realizado elecciones. Todas las reuniones y las conferencias del Partido se han desarrollado en secreto, como en tiempos de la más profunda clandestinidad. Las decisiones del Partido no se han publicado, se han dado a conocer a las masas populares indirectamente, por el intermedio del Frente y en nombre de éste. El mismo Stalin, hace un año, nos dijo textualmente esto: “Es inconcebible que un partido que está en el Poder no se haya legalizado”. Y nosotros no hemos legalizado aún a nuestro Partido y no hemos convocado el congreso del Partido. Es un error de principio que debemos rectificar rápidamente, porque es la causa de muchos otros.
De cuanto se ha dicho más arriba resulta que nuestro Partido adolece de la falta de una auténtica democracia interna, de una sana crítica y autocrítica bolcheviques de la cabeza a la base, en la misma célula. Los miembros del Partido tienen miedo de hablar, temiendo ser mal vistos.
“Es plenamente comprensible —se dice en la carta del Partido Bolchevique, dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia—
que, existiendo tal situación en el Partido, en el que no hay elecciones de los órganos dirigentes, sino sólo nombramientos desde arriba, no sea posible hablar de democracia dentro del Partido... los miembros del Partido no osan criticar las reglas establecidas en el Partido y prefieren callarse para no exponerse a la represión”.*Numerosos ejemplos típicos confirman estos fenómenos malsanos en nuestro Partido. Los análisis que hemos hecho y que estamos haciendo confirman plenamente la justeza de las críticas del Partido Bolchevique. Tenemos ejemplos que muestran que secretarios de célula y del comité del Partido, para preservar su prestigio personal y encubrir sus propios errores con la autoridad del Partido, han abusado de su autoridad, han ahogado la crítica y la autocrítica en estos organismos, llegando al punto de expulsar de su célula al miembro del Partido que ha osado contradecir su punto de vista. Estas prácticas han tenido lugar abajo, en la base, pero reflejan también el trabajo en los órganos centrales.
Cada miembro del Partido o miembro del Comité Central tiene su propio lugar, todos somos miembros del Partido. Si cada uno de nosotros está investido de funciones y de responsabilidades determinadas, eso es para servir al Partido y no a personas particulares. Tenemos todos el derecho de criticar y todos, sin excepción, estamos sujetos a la crítica. Pero la crítica debe ser necesariamente sana y no puede ser hecha en medio de la calle. Cada miembro del Partido sabe dónde debe criticar y debe hacerlo con fuerza y sin ningún temor. Nadie debe amargarse a causa de una crítica sana que se le hace, por el contrario debe alegrarse porque tiene un objetivo educativo. Del mismo modo, cuando un miembro del Partido comete un error, debe hacer su autocrítica bolchevique francamente, sin timidez y sin temor a ser por ello humillado. Al contrario, el que practica correctamente la crítica y la autocrítica, como nos enseñan Lenin y Stalin, se hará más fuerte, se renovará e irá adelante por el justo camino del Partido, con nuevas y multiplicadas fuerzas.
La falta de la crítica y la autocrítica en la dirección y en todo el Partido nos ha causado los graves daños que hemos expuesto en este informe. Ella ha perjudicado la unidad de la dirección, unidad que tiene una gran importancia para nuestro Partido. Estos errores tienen su origen en los odiosos métodos militares que han aparecido y se han implantado en nuestro Partido. Los manejos del Pleno de Berat, las tendencias que se manifestaron en el VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania, las actitudes erróneas hacia Nako Spiru, el hecho de que los miembros y los suplentes del Buró Político o del Comité Central que iban a ser criticados, no fueron convocados a la reunión de estos organismos superiores, viéndose así impedidos de decir su opinión, y de criticar a su vez, todo esto y otras cosas más muestran que nosotros no hemos utilizado debida y correctamente las sanas armas del Partido, que son la crítica y la autocrítica. Estas son detestables manifestaciones de arbitrariedad en el Partido y muestran que hemos permitido la introducción en él de métodos militares, de formas de organización erróneas, tomadas prestado de los yugoslavos.
Nuestros procedimientos en el curso de los análisis del VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania pueden ser comparados con los puntos de vista erróneos del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. Nuestro modo de actuar, de juzgar, y las sanciones que hemos aplicado contra Nako Spiru, Mehmet Shehu y otros camaradas, se parecen al modo de actuar y a las decisiones del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia contra los camaradas Zujovich y Hebrang. En los análisis del VIII Pleno, hechos a instigación de los trotskistas yugoslavos, no podemos menos que encontrar el reflejo de sus puntos de vista antimarxistas, antisoviéticos y opuestos a nuestro Partido. La carta del Partido Bolchevique dice:
“Bastó, por ejemplo, que el camarada Zujovich expresara su desacuerdo, en la reunión del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, con el proyecto de respuesta del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia a la Carta del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética, para que inmediatamente fuese excluido del Comité Central. Al parecer el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia considera al Partido no como un organismo en el que se tiene el derecho de expresar la propia opinión, sino como un destacamento guerrillero, cuyos miembros no tienen el derecho a opinar sobre las diferentes cuestiones, y que sin discutir deben traducir en actos todos los deseos del “jefe”. Esto se llama en nuestro país cultivar los métodos militares en el Partido, lo que es enteramente incompatible con los principios de la democracia interna de un partido marxista. Como se sabe, también Trotsky intentó en su tiempo implantar en el Partido Bolchevique los métodos militares de dirección, pero fue desenmascarado y condenado por el Partido con Lenin a la cabeza, los métodos militares fueron rechazados, y la democracia interna en el Partido fue mantenida como el más importante principio de la edificación del Partido”.*Otro peligro que ha existido en el Partido es que el secretario de organización del Comité Central era al mismo tiempo ministro del Interior. A propósito de esta cuestión, la carta del Partido Bolchevique dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia dice:
“Es característico el hecho de que el secretario de organización del Comité Central del Partido es el Ministro de Seguridad del Estado. En otros términos, los cuadros del Partido se someten de hecho a la vigilancia del Ministro de Seguridad del Estado. Según la teoría marxista, el Partido debe controlar todos los órganos del Estado, incluido también el Ministerio de Seguridad del Estado, mientras que en Yugoslavia ocurre lo contrario, siendo el Partido controlado de hecho por el Ministerio de Seguridad del Estado. Como se ve, esto explica que la iniciativa de las masas del Partido en Yugoslavia no esté al nivel requerido. Se comprende que no podemos considerar marxista-leninista y bolchevique tal forma de organización del Partido Comunista”.**El hecho de haber adoptado tal forma de organización ha causado graves daños a nuestro Partido. Sin entrar en detalles y sin citar ejemplos, hay que reconocer que todos los errores, de que hablé en mi informe, están relacionados dialécticamente con el hecho de que el secretario de organización era asimismo ministro del Interior. Debemos reconocer este grave error, ya que es el origen de muchos males, como la sofocación de la crítica y la autocrítica, la falta de democracia interna en el Partido, la introducción de los métodos militares y otras prácticas negativas. Hay que tomar conciencia de este hecho, si no se correrá riesgos también en el futuro. Ejemplos que ilustran los errores cometidos en este terreno, podríamos citar en abundancia. Se ha querido, por ejemplo, hacer admitir el punto de vista según el cual los miembros del Partido que prestan servicio en los órganos de la Seguridad del Estado serían los más fieles al Partido. Formular así la cuestión es completamente erróneo. Pero, ¿por qué la han formulado así? Pienso que esto tiene su origen en el error de organización del que acabo de hablar. Sin duda los camaradas que prestan servicio en los órganos de Seguridad del Estado son leales al Partido y cumplen su deber abnegadamente, pero esto no quiere decir que los otros miembros del Partido, que trabajan en otros sectores sean menos leales que ellos. La Seguridad del Estado es un sector muy importante de nuestro Partido, pero esto no significa que habiendo escogido, para trabajar en este sector, compañeros fieles al Partido, se debe poner bajo su control al Partido y a los otros camaradas que son tan fieles como ellos al Partido. Solamente el Partido controla a todos y todo. Cada cual debe comprender así esta cuestión, no hay alternativa.
En la reunión del Buró Político, el camarada Nesti Kerenxhi reconoció que el Ministerio del Interior había emitido una circular en la que recomendaba a todos los órganos de Seguridad del Estado controlar la actividad y la vida privada de los miembros del Partido, sus relaciones, las querellas entre ellos y en familia, su situación económica, verificar si su estipendio les era suficiente, controlar por si, apremiados por necesidades financieras, aceptaban dinero de los reaccionarios convirtiéndose en instrumentos del enemigo, etc. Una orientación tan errónea, de la que Koçi Xoxe era responsable, ponía de hecho a los miembros del Partido bajo el control y la supervisión del Ministerio del Interior. Y esto basta para ilustrar la línea errónea que se ha seguido en este terreno.
Pero hay muchas prácticas más, que Koçi Xoxe, como secretario de organización del Partido, ha permitido que se desarrollaran en este sentido tan erróneo. A las reuniones de la célula del Ministerio del Interior, que es una célula como todas las otras de los ministerios, podía asistir solamente un determinado miembro del Comité del Partido de los ministerios, quien, por medio de sus funciones, estaba en relación con el Ministerio del Interior. Así, no pudiendo el Comité del Partido de los ministerios controlar debidamente el trabajo del Partido en la célula del Ministerio del Interior, queda claro que el Partido no estaba en grado de controlar su trabajo en este departamento. ¿Por qué se producía semejante hecho? Porque la reunión de la célula de este ministerio no era una verdadera reunión de Partido, en la que se debatieran los problemas del Partido en el Ministerio. En las reuniones de la célula del Ministerio del Interior se trataba únicamente de los asuntos de la Seguridad. Los informes que de la célula del Ministerio del Interior llegaban al Comité del Partido de los ministerios o al Comité Central, no eran informes de Partido, a través de los cuales se pudiese constatar cómo marchaba el trabajo partidario en este ministerio, sino informes concernientes a determinadas personas. En un caso, cuando un miembro de un comité regional del Partido se había desviado de las sanas posiciones del Partido para deslizarse a las del enemigo, el Ministerio del Interior, a pesar de las reiteradas solicitaciones de la Sección de Cuadros del Comité Central que reclamaba los documentos para examinar este asunto de cerca, respondía que dicho organismo no tenía por qué interesarse en ese problema, dado que incumbía a los órganos de Seguridad resolverlo. Acaso ¿se puede admitir que el Partido, y más exactamente el Comité Central, no se interese por la situación de un comité regional donde los asuntos no andan bien, donde tienen lugar trastornos, abusos y donde se desarrolla incluso un trabajo hostil? El Partido debe cumplir su tarea hasta el fin, la Seguridad igualmente debe cumplir hasta el fin la tarea que le ha asignado el Partido. Estas dos actividades deben ser coordinadas y converger nuevamente al mismo punto, al Comité Central del Partido. Corresponde al Partido dictar su orientación a la Seguridad y controlarla, y no es la Seguridad la que debe dictar al Partido su voluntad y sus puntos de vista. No es permisible que la Seguridad siga el asunto de un elemento enemigo infiltrado en el Partido, y que el Partido no sepa nada y continúe considerándolo como uno de sus miembros sanos, etc. Si las circunstancias exigen que, por cierto tiempo, sea mantenido el secreto para poder desarrollar las pesquisas del caso y descubrir un más vasto círculo de personas coligadas con este enemigo infiltrado en el Partido, la Seguridad del Estado puede actuar antes de haber puesto al corriente a la dirección del Partido, a la que toca tomar las medidas que considere necesarias para coordinar los asuntos en este sentido. La Seguridad no puede actuar jamás aisladamente, sin la segura guía del Partido.
Asimismo se debe considerar como típicos los casos que han ocurrido en Shkodra y en Berat, donde los responsables de la Seguridad han ido a controlar las oficinas de los comités del Partido para ver en qué estado estaban y cómo se conservaban los documentos del Partido. Hay que considerar como característicos también los informes que los responsables de la Seguridad de cada región enviaban a la Seguridad del Estado, relatando la situación de los miembros de los comités del Partido de estas regiones.
No es difícil imaginar qué especie de crítica y de autocrítica y qué democracia interna podían existir en nuestro Partido en tan grave situación creada en su seno a causa de esos actos intolerables y antimarxistas. Aquí no debemos hacernos ilusiones, justificarnos o intentar disimular lo que es patente. En nuestro Partido se tenía miedo a hablar abiertamente, a criticar sin temor o a hacerse una justa autocrítica, porque a menudo la autocrítica, en vez de contribuir a la rehabilitación del camarada culpable, agravaba la sanción tomada contra él, convirtiéndose en un arma para golpearlo arbitrariamente. He aquí por qué se callaba, se ocultaban los errores, se suscitaba la desconfianza hacia los camaradas y hacia la misma justicia del Partido. Viejos comunistas han pedido, con lágrimas en los ojos, ser exonerados de las funciones que el Estado les había asignado, porque veían que se cometían actos injustos. Incluso se dirigían al organismo superior del Partido, pero tampoco allí se les hacía mucho caso. Es pues un problema alarmante, que debe hacernos perder el sueño y dar la alarma en el Partido para combatir sin piedad estas tendencias antimarxistas. Y nosotros las combatiremos, poniendo en las manos del Partido, como nos lo enseña el gran Stalin, la segura arma de la crítica y la autocrítica.
Ciertos camaradas confunden el papel del Partido con el de la Seguridad y no consideran erróneas estas actividades de carácter puramente policial. El Partido debe estar vigilante, controlar la actividad de cada uno de sus miembros para defender sus propias filas, pero sin olvidar jamás su gran papel de educador. Sabemos que hay buenos miembros, pero los hay también mediocres, que pudieran ser excluidos del Partido. Es tarea de éste, realizando un gran trabajo educativo, dedicando particular atención a la promoción de los cuadros, tal como nos enseña Stalin, cuidar de ellos del mismo modo que el buen jardinero dedica cuidado al árbol, lo riega, lo poda y lo hace crecer con amor; debemos desplegar todos nuestros esfuerzos para enmendar a estos miembros del Partido, y no expulsarlos a no ser que su curación resulte absolutamente imposible y no tengan ningún valor para el Partido.
En nuestro Partido, como en todos los otros partidos, hay miembros que han sido condenados por graves faltas, pero contra ellos, sin embargo, no se ha aplicado la más severa sanción: la exclusión del Partido. Estos miembros son como personas afectadas de una grave enfermedad y que el médico cuida con la mayor solicitud para curarlos, restablecerlos, insuflándoles vida y nuevas fuerzas. Así el Partido debe comportarse hacia estos elementos, curarlos y no arrinconarlos. Mientras no los haya excluido de sus filas, el Partido tiene siempre esperanza en ellos. Stalin nos enseña que los hombres pueden corregirse y esto mismo nos lo muestra la historia de los partidos políticos. En nuestro país no se ha actuado así, siguiendo la justa línea del Partido. Los camaradas sancionados por sus faltas, han sido despreciados y aislados, además, se ha dado la orden de vigilarlos de cerca, para ver lo que hacen, a quién frecuentan, etc., etc. Se trata precisamente de métodos policiales, que no tienen nada en común con el papel educador del Partido y con una sana vigilancia. Si no comprendemos correctamente esta cuestión, entonces los comités y las células del Partido se convertirán en simples oficinas de la policía y de la Seguridad.
Debemos darnos bien cuenta de que la introducción de semejantes métodos dentro del Partido conduce a la flagrante violación, de los principios marxista-leninistas de la construcción del Partido. Pero debemos también comprender bien el papel y las tareas de los órganos de Seguridad del Estado. Estos órganos, como todo otro órgano estatal, están dirigidos por el Partido, son importantes organismos encargados de vitales tareas para la defensa de las victorias de la Lucha, para la defensa de nuestra República Popular, para la defensa de nuestro Poder popular contra los enemigos externos e internos. Es así como hay que considerarlos, como tales hay que amarlos, y ayudarlos en su actividad para quitar al enemigo toda posibilidad de perjudicarnos. Este es un deber de todos. El arma de la Seguridad del Estado es un arma muy preciosa y querida de nuestro Partido. Sus éxitos en el cumplimiento de las tareas, desde su creación hasta hoy, deben ser valorados justamente. Esta cuestión debe ser comprendida así por todo el Partido.
Las cartas del Partido Bolchevique dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia son importantes documentos que nuestro Partido y todos sus miembros, desde los dirigentes hasta el militante de base, deben no sólo leer, sino también estudiar para sacar conclusiones en relación con nuestro trabajo pasado y futuro. Que los miembros de nuestro Partido, armados con las grandes enseñanzas del marxismo-leninismo, controlen su trabajo, defiendan la línea del Partido, corrigiendo los errores cometidos y previniendo otros. Debemos llevar correctamente a la práctica las enseñanzas del gran Lenin y de Stalin, porque sólo así nuestro Partido avanzará seguro por el camino de su bolchevización y de la bolchevización de sus miembros. Lenin dice:
“La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir con atención los medios de corregirlos; eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase y después a las masas”.*No olvidemos y tengamos siempre presente las preciosas palabras de Vladimir Ilich:
“Todos los partidos revolucionarios que en el pasado sucumbieron fue porque se sobreestimaron y no supieron apreciar dónde estaba su fuerza, ni hablar de sus debilidades. Pero a nosotros no nos ocurrirá otro tanto, pues no tememos reconocerlas, y aprenderemos a superarlas”.*Nuestro Partido, nuestros dirigentes y todos los militantes deben seguir con la mayor fidelidad las inapreciables enseñanzas de los gloriosos educadores de nuestro Partido, Lenin y Stalin. Nuestro Partido y su dirección no tendrán miedo a mirar sus errores de frente, reconocerlos honestamente y combatirlos sin piedad, para que no se repitan más, y esto por el bien de nuestro Partido y de nuestro pueblo.