TEORÍAS CRÍTICAS CON EL ESTADO
MARXISMO Y ESTADO
Asomándose tímidamente a la Academia a partir del siglo
XX, pero movilizador y revolucionario en la vida social
de todo el mundo, la concepción marxista del Estado constituye
el principal contrapunto respecto a las propuestas anteriores.
Así, mientras que éstas promueven discursos legitimadores
del hecho estatal, el marxismo desvela la realidad
socioeconómica explotadora y clasista a la que sirve el Estado;
aquélla que alimenta la segregación y la competencia,
la jerarquía y la desigualdad, la coerción y la explotación a
manos de una clase dominante con licencia para matar. El
Estado pasa a entenderse como una organización política
enraizada en unas condiciones materiales históricamente
determinadas. Niega, por tanto, que constituya una condición
intrínseca de la vida social, una necesidad ineludible
o una aspiración ética de la razón humana y, en cambio, lo
sitúa en el punto de mira de unos objetivos revolucionarios
que han de desembocar en su extinción tras construir una
sociedad sin clases.
La principal razón del influjo de la obra de Karl Marx en
la historia y el pensamiento contemporáneo reside en haber
promovido un compromiso dialécticamente relacionado
con el conocimiento científico de la realidad social, por un
lado y, por otro, con la praxis política. Marx elaboró la última
propuesta emancipadora surgida de Occidente, encaminada
a eliminar la explotación capitalista para alcanzar
una sociedad más justa. Pretendía acabar, igualmente, con
la filosofía especulativa e inaugurar la ciencia de la Historia
de la mano de un estudio materialista de la sociedad que
hoy conocemos como materialismo histórico. En virtud de
este planteamiento, el pensamiento y la voluntad son resultado
y no motor de la experiencia material (la producción
de la vida en sociedad), de la tensión y contradicciones establecidas
entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones de producción vigentes en un momento dado, y
del lugar de los grupos sociales en la organización de dicha
producción.
El significado de la categoría «Estado» en los textos de
Marx varió desde sus primeras obras teñidas de humanismo
idealista de raíz hegeliana, hasta los escritos en que la producción
material cobra el protagonismo de la historia,
cuando la propiedad privada deja de contemplarse como el
sustento y sujeto del Estado, y se supedita al trabajo enajenado,
que es causa y consecuencia de la riqueza y de la
miseria. A partir de este momento, la categoría «Estado» y
otros conceptos políticos perdieron centralidad en la obra de
Marx, pues la determinación social no residiría más en las
formas de gobierno ni en las constituciones políticas, sino
en la producción material de la sociedad, estudiada desde la
economía política, no desde el humanismo filosófico.
Uno de los principales objetivos de Marx al incluir en su
análisis etapas pretéritas del desarrollo humano era mostrar
que el trabajo asalariado característico del capitalismo es un
producto histórico y no una condición inherente al género
humano. Empleó las categorías «formas de propiedad» y,
tardíamente, «modos de producción» para figurar la expresión
histórica de la producción social en ciertos lugares y
épocas, figuras a las que correspondía, o no, una organización
política de tipo estatal. No se trata de categorías absolutas,
sino de diagnósticos de situación referidos a una
realidad dinámica que hay que descubrir empíricamente.
En La Ideología Alemana y, posteriormente, en las Formen
(11), el hilo conductor corresponde al desarrollo de la
división del trabajo, que lleva consigo distribuciones distintas
y, a veces, desiguales del trabajo y de los productos del
mismo, lo que se traduce en formas de propiedad diferenciadas
(más adelante, «modos de producción»), A partir de
esta premisa, Marx definió varias formas de propiedad entre
las sociedades precapitalistas (tribal, antigua y feudal en La
Ideología Alemana; comunitaria, asiática, antigua, germánica
y feudal en las Formen). El Estado aparece como la institución
política propia de tan sólo algunas de ellas y adquiere
diferente ropaje no en función de motores idealistas como
el progreso de la razón, el avance de la libertad de la mano
del espíritu en cada época o la voluntad de felicidad o de
poder de los individuos, sino en virtud de las formas de
propiedad que vehiculan la producción en diferentes momentos
históricos.
Hemos señalado que el afianzamiento del papel protagonista
de la producción en el pensamiento de Marx siguió un
camino inversamente proporcional al de la importancia de
la noción de «Estado». Desde la segunda mitad de la década
de 1840 en adelante, este tema no llamó su atención más
que de forma breve y en ocasiones puntuales, casi siempre
a propósito del relato y comentario de acontecimientos
históricos contemporáneos, o bien en contextos relacionados
directamente con su activismo político. En un escrito
de este género, «Crítica del Programa de Gotha», Marx
expuso cómo concebía críticamente la política en relación
al Estado y predijo el futuro histórico de esta institución. La
critica de Marx defiende un objetivo revolucionario que excluía
toda complicidad reformista con el Estado burgués y
auguraba a corto o medio plazo la desaparición de la propia
institución estatal en el marco de una sociedad comunista
sin clases. Para Marx, la prioridad consistía en subvertir de
manera revolucionaria, violenta, las condiciones materiales
de producción capitalistas, de las cuales el Estado es sólo
un instrumento que garantiza la propiedad y el monopolio
burgués de los medios de trabajo. Antes de la implantación
plena de una sociedad comunista, Marx vaticinó una etapa
transicional, la dictadura revolucionaria del proletariado,
en la que el Estado subsistiría con el único objetivo de de-
fender por la fuerza un orden social ya dominado por el
proletariado hasta la completa eliminación de la explotación
capitalista (la apropiación del trabajo asalariado). En
ese momento, extinguidas las clases, el Estado perdería su
razón de ser y se extinguiría.
La crítica del Estado realizada por Marx tuvo un peso
considerable en el pensamiento social y en la acción política
posterior. Sus enunciados principales son:
• El Estado es un producto histórico, una especificidad
en el campo de la organización política que
se desarrolló en los lugares y épocas en que la producción
generó la división de la sociedad en clases
antagónicas, y cuando dicho antagonismo alcanzó
un determinado grado de conflicto.
• El Estado, como factor decisivo de la vida política
en las sociedades clasistas, no constituye, sin
embargo, el motor de su devenir. El protagonismo
corresponde, como siempre, a la producción social
de las condiciones materiales para la vida.
• La actividad política podría calificarse como
un ceremonial carente de autonomía. En este sentido,
no conviene confundir «tipos de Estado» con
«formas de gobierno». Los primeros vienen adjetivados
por la relación social prioritaria que dicta la
producción de los medios de vida (Estado esclavista,
feudal, capitalista, etc). Las segundas («monarquía»,
«aristocracia», «democracia», «república», etc.), en
cambio, designan la concreción de las instituciones
estatales dentro de cada tipo de Estado. Un mismo
tipo de Estado puede tolerar diversas formas de gobierno.
Para el proletariado revolucionario, el objetivo
no debería residir en reemplazar unas formas de
gobierno por otras más «justas», «libres» o «progresistas
», sino en acabar con las relaciones de explotación
que determinan la existencia del tipo de Estado
capitalista.
Las aportaciones posteriores a Marx, es decir, las propiamente
marxistas, comenzaron por Friedrich Engels,
quien, en El Origen de la Familia, la Propiedad Ptivaday el
Estado, reiteró el papel del Estado como instrumento
de la clase explotadora para mantener los antagonismos
irreconciliables de clase dentro de un orden a su conveniencia.
A Engels corresponde, además, el haber llamado la
atención sobre varios aspectos que enriquecen la definición
del Estado, independientemente de los tipos y formas que
adopte a lo largo de la historia.
1. Dimensión territorial. A diferencia de la organización
gentilicia, el Estado agrupa a los individuos
según divisiones territoriales limitadas por fronteras.
2. Institucionalización de una fuerza pública
armada. Dicha fuerza está formada por grupos de
hombres armados, auxiliados por medios coercitivos
que resultan inéditos en las sociedades no estatales.
3. Una burocracia capaz de recaudar impuestos
con los que mantener la fuerza pública represora y a
sí misma como administración.
Burocracia y ejército permanente, como instituciones
básicas de cualquier Estado, fueron características que Engels
y, años más tarde, Lenin, subrayaron con especial
énfasis. Pese a la censura sufrida por el marxismo en gran
parte del mundo académico occidental, su influencia resulta
palpable y decisiva en la obra de investigadores de enorme
influencia en el estudio de las primeras civilizaciones, como
Veré Gordon Childe.
Revista de Historiografía, N.° 9, V(2/2008), pp. 4-18. Vicente Lull y Rafael Micó
MARXISMO Y ESTADO
Asomándose tímidamente a la Academia a partir del siglo
XX, pero movilizador y revolucionario en la vida social
de todo el mundo, la concepción marxista del Estado constituye
el principal contrapunto respecto a las propuestas anteriores.
Así, mientras que éstas promueven discursos legitimadores
del hecho estatal, el marxismo desvela la realidad
socioeconómica explotadora y clasista a la que sirve el Estado;
aquélla que alimenta la segregación y la competencia,
la jerarquía y la desigualdad, la coerción y la explotación a
manos de una clase dominante con licencia para matar. El
Estado pasa a entenderse como una organización política
enraizada en unas condiciones materiales históricamente
determinadas. Niega, por tanto, que constituya una condición
intrínseca de la vida social, una necesidad ineludible
o una aspiración ética de la razón humana y, en cambio, lo
sitúa en el punto de mira de unos objetivos revolucionarios
que han de desembocar en su extinción tras construir una
sociedad sin clases.
La principal razón del influjo de la obra de Karl Marx en
la historia y el pensamiento contemporáneo reside en haber
promovido un compromiso dialécticamente relacionado
con el conocimiento científico de la realidad social, por un
lado y, por otro, con la praxis política. Marx elaboró la última
propuesta emancipadora surgida de Occidente, encaminada
a eliminar la explotación capitalista para alcanzar
una sociedad más justa. Pretendía acabar, igualmente, con
la filosofía especulativa e inaugurar la ciencia de la Historia
de la mano de un estudio materialista de la sociedad que
hoy conocemos como materialismo histórico. En virtud de
este planteamiento, el pensamiento y la voluntad son resultado
y no motor de la experiencia material (la producción
de la vida en sociedad), de la tensión y contradicciones establecidas
entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones de producción vigentes en un momento dado, y
del lugar de los grupos sociales en la organización de dicha
producción.
El significado de la categoría «Estado» en los textos de
Marx varió desde sus primeras obras teñidas de humanismo
idealista de raíz hegeliana, hasta los escritos en que la producción
material cobra el protagonismo de la historia,
cuando la propiedad privada deja de contemplarse como el
sustento y sujeto del Estado, y se supedita al trabajo enajenado,
que es causa y consecuencia de la riqueza y de la
miseria. A partir de este momento, la categoría «Estado» y
otros conceptos políticos perdieron centralidad en la obra de
Marx, pues la determinación social no residiría más en las
formas de gobierno ni en las constituciones políticas, sino
en la producción material de la sociedad, estudiada desde la
economía política, no desde el humanismo filosófico.
Uno de los principales objetivos de Marx al incluir en su
análisis etapas pretéritas del desarrollo humano era mostrar
que el trabajo asalariado característico del capitalismo es un
producto histórico y no una condición inherente al género
humano. Empleó las categorías «formas de propiedad» y,
tardíamente, «modos de producción» para figurar la expresión
histórica de la producción social en ciertos lugares y
épocas, figuras a las que correspondía, o no, una organización
política de tipo estatal. No se trata de categorías absolutas,
sino de diagnósticos de situación referidos a una
realidad dinámica que hay que descubrir empíricamente.
En La Ideología Alemana y, posteriormente, en las Formen
(11), el hilo conductor corresponde al desarrollo de la
división del trabajo, que lleva consigo distribuciones distintas
y, a veces, desiguales del trabajo y de los productos del
mismo, lo que se traduce en formas de propiedad diferenciadas
(más adelante, «modos de producción»), A partir de
esta premisa, Marx definió varias formas de propiedad entre
las sociedades precapitalistas (tribal, antigua y feudal en La
Ideología Alemana; comunitaria, asiática, antigua, germánica
y feudal en las Formen). El Estado aparece como la institución
política propia de tan sólo algunas de ellas y adquiere
diferente ropaje no en función de motores idealistas como
el progreso de la razón, el avance de la libertad de la mano
del espíritu en cada época o la voluntad de felicidad o de
poder de los individuos, sino en virtud de las formas de
propiedad que vehiculan la producción en diferentes momentos
históricos.
Hemos señalado que el afianzamiento del papel protagonista
de la producción en el pensamiento de Marx siguió un
camino inversamente proporcional al de la importancia de
la noción de «Estado». Desde la segunda mitad de la década
de 1840 en adelante, este tema no llamó su atención más
que de forma breve y en ocasiones puntuales, casi siempre
a propósito del relato y comentario de acontecimientos
históricos contemporáneos, o bien en contextos relacionados
directamente con su activismo político. En un escrito
de este género, «Crítica del Programa de Gotha», Marx
expuso cómo concebía críticamente la política en relación
al Estado y predijo el futuro histórico de esta institución. La
critica de Marx defiende un objetivo revolucionario que excluía
toda complicidad reformista con el Estado burgués y
auguraba a corto o medio plazo la desaparición de la propia
institución estatal en el marco de una sociedad comunista
sin clases. Para Marx, la prioridad consistía en subvertir de
manera revolucionaria, violenta, las condiciones materiales
de producción capitalistas, de las cuales el Estado es sólo
un instrumento que garantiza la propiedad y el monopolio
burgués de los medios de trabajo. Antes de la implantación
plena de una sociedad comunista, Marx vaticinó una etapa
transicional, la dictadura revolucionaria del proletariado,
en la que el Estado subsistiría con el único objetivo de de-
fender por la fuerza un orden social ya dominado por el
proletariado hasta la completa eliminación de la explotación
capitalista (la apropiación del trabajo asalariado). En
ese momento, extinguidas las clases, el Estado perdería su
razón de ser y se extinguiría.
La crítica del Estado realizada por Marx tuvo un peso
considerable en el pensamiento social y en la acción política
posterior. Sus enunciados principales son:
• El Estado es un producto histórico, una especificidad
en el campo de la organización política que
se desarrolló en los lugares y épocas en que la producción
generó la división de la sociedad en clases
antagónicas, y cuando dicho antagonismo alcanzó
un determinado grado de conflicto.
• El Estado, como factor decisivo de la vida política
en las sociedades clasistas, no constituye, sin
embargo, el motor de su devenir. El protagonismo
corresponde, como siempre, a la producción social
de las condiciones materiales para la vida.
• La actividad política podría calificarse como
un ceremonial carente de autonomía. En este sentido,
no conviene confundir «tipos de Estado» con
«formas de gobierno». Los primeros vienen adjetivados
por la relación social prioritaria que dicta la
producción de los medios de vida (Estado esclavista,
feudal, capitalista, etc). Las segundas («monarquía»,
«aristocracia», «democracia», «república», etc.), en
cambio, designan la concreción de las instituciones
estatales dentro de cada tipo de Estado. Un mismo
tipo de Estado puede tolerar diversas formas de gobierno.
Para el proletariado revolucionario, el objetivo
no debería residir en reemplazar unas formas de
gobierno por otras más «justas», «libres» o «progresistas
», sino en acabar con las relaciones de explotación
que determinan la existencia del tipo de Estado
capitalista.
Las aportaciones posteriores a Marx, es decir, las propiamente
marxistas, comenzaron por Friedrich Engels,
quien, en El Origen de la Familia, la Propiedad Ptivaday el
Estado, reiteró el papel del Estado como instrumento
de la clase explotadora para mantener los antagonismos
irreconciliables de clase dentro de un orden a su conveniencia.
A Engels corresponde, además, el haber llamado la
atención sobre varios aspectos que enriquecen la definición
del Estado, independientemente de los tipos y formas que
adopte a lo largo de la historia.
1. Dimensión territorial. A diferencia de la organización
gentilicia, el Estado agrupa a los individuos
según divisiones territoriales limitadas por fronteras.
2. Institucionalización de una fuerza pública
armada. Dicha fuerza está formada por grupos de
hombres armados, auxiliados por medios coercitivos
que resultan inéditos en las sociedades no estatales.
3. Una burocracia capaz de recaudar impuestos
con los que mantener la fuerza pública represora y a
sí misma como administración.
Burocracia y ejército permanente, como instituciones
básicas de cualquier Estado, fueron características que Engels
y, años más tarde, Lenin, subrayaron con especial
énfasis. Pese a la censura sufrida por el marxismo en gran
parte del mundo académico occidental, su influencia resulta
palpable y decisiva en la obra de investigadores de enorme
influencia en el estudio de las primeras civilizaciones, como
Veré Gordon Childe.
Revista de Historiografía, N.° 9, V(2/2008), pp. 4-18. Vicente Lull y Rafael Micó