Lo que es evidente es que actualmente en España no existe ningun proyecto que agrupe a las clases populares con orientacion transformadora o rupturista.
Por hacer una analogia IU no es siquiera una Batasuna que si agrupa y organiza a una parte de las clases populares vascas estemos de acuerdo o no con su objetivo.
La imbricacion de IU con las masas es muy escasa, tiene es cierto una base social( que ya es mayoritariamente profesionales)que le da un suelo electoral y poco mas.
Hasta un proyecto de corte socialdemocrata como es Die Linke tiene bastante mas capacidad de organizacion y mayor predicamento entre las masas en su pais.
IU tiene escasa participacion en los dos espacios que para mi deben reconstruir la izquierda: mundo del trabajo y mundo republicano
Si, tiene sindicalistas y republicanos pero no vertebra ni el sindicalismo de clase ni el movimiento republicano.
Es por tanto evidente que es necesario crear ese proyecto( en el cual habra que contar con gente de IU):
"La mayor parte de las principales organizaciones de la izquierda europea permanece anclada en posiciones que, si alguna vez fueron válidas en tiempos mejores de abundancia material y estabilidad institucional, ya no lo son, y difícilmente volverán a serlo en un futuro cercano. La clase dominante y beneficiaria de la nueva normalidad que inaugura esta crisis mantiene una falta de compromiso con la democracia equiparable a aquél del que hicierón gala Augusto Pinochet y sus comilitones derrocando al gobierno chileno de unidad popular y base trabajadora de Salvador Allende en 1973, y si no ha expresado todavía esa falta de compromiso de forma tan desmedida e indiscriminadamente violenta es porque la correlación de fuerzas sobre el territorio europeo no se lo ha hecho imprescindible. Sólo así, gracias a un gravoso tributo de espaldas anchas y rodillas hincadas en tierra, las masas trabajadoras europeas se libran, al menos de momento, de la mano dura que las élites reservan para molestas e indefensas minorías como los gitanos rumanos deportados masiva e ilegalmente por Sarkozy o Berlusconi (un luminoso ejemplo de cómo políticas medular e inequívocamente fascistas se infiltran en esta nueva normalidad post-democrática). ¿Puede la izquierda seguir pensando en mantener un diálogo racional e institucionalizado con una clase capitalista dominante que considera que ya no tiene nada que dialogar con las fuerzas del trabajo y que ha desertado de toda institucionalidad de base democrática para elevar sus propias instituciones de carácter no democrático (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, el Banco de España) a la cúspide del sistema político por encima de gobiernos, parlamentos y constituciones? ¿“Basta la democracia para oponerse a la violencia del capital”, como se pregunta Franco “Bifo” Berardi, cuando nuestras democracias ya agonizan y cuando ignorar su agonía no equivale a defenderlas, sino a resignarse a dejarse matar, postrados e inermes al lado de su cadáver? El completo fracaso de los líderes del ala más sensata y pactista del neoliberalismo (Barack Obama en EEUU, José Luís Rodríguez Zapatero en España, José Sócrates en Portugal...) pone en evidencia, hasta para sus más sinceros y bienintencionados defensores, la inutilidad de las estrategias de conciliación, y la “traición de la socialdemocracia” ya no es un reproche de la izquierda revolucionaria, sino la amarga autocrítica de quienes, como Paolo Flores D’Arcais, han sido durante decenios pilares morales e intelectuales del centro-izquierda europeo.
Sin embargo, a día de hoy, todavía buena parte de la izquierda, empezando por las grandes organizaciones agrupadas en la Confederación Europea de Sindicatos (la mayor entidad de la izquierda europea por afiliación e implantación territorial, y a día de hoy todavía un agente indispensable para poner en pie cualquier movilización significativa de alcance continental), entre ellas UGT y CCOO, sigue sin reconocer esa avanzada agonía democrática, convocando pálidas manifestaciones y disciplinados paros laborales absolutamente inofensivos, para forzar rondas negociadoras absolutamente ineficaces frente a gobiernos que casi nada pueden ya negociar porque casi nada pueden ya decidir. Sin duda hay que aplaudir la acción radical y ejemplar de los estudiantes italianos y británicos, de los petroquímicos franceses o de los conductores de metro madrileños. Pero sólo el salto de las grandes mayorías sociales y de sus organizaciones representativas a una dinámica abierta y decididamente insurreccional puede forzar un nuevo reparto de cartas en el titánico conflicto de clases que se pretende encubrir bajo el espeso manto de cifras de esta crisis. No sólo existe una perentoria necesidad estratégica, sino también una plena legitimidad moral e incluso jurídica, de caminar hacia una movilización de carácter destituyente: muchas de las políticas de ajuste y recortes de prestaciones sociales que se están aplicando en Europa son abiertamente contrarias a los derechos humanos legalmente reconocidos en Constituciones y tratados internacionales de obligado cumplimiento: la desobediencia y la sedición no son delitos sino obligaciones cívicas ante instituciones y gobiernos que contravienen sus propios principios fundacionales en beneficio de una minoría privilegiada que ha desertado de todo compromiso con la democracia y con sus conciudadanos, convirtiéndose de facto en instituciones ilegítimas y gobiernos de ocupación del propio territorio. No se trata, pues, de lanzar una insurrección, sino de defenderse con los medios proporcionales a una opresión tiránica."
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=119265&titular=2011-%BFuna-intifada-europea-contra-la-dominaci%F3n-neoliberal?-
5. Lo cual conduce a un último punto de reflexión: los mejores proyectos del
mundo no tienen ningún alcance si no son mantenidos por un entusiasmo
popular, si no se asocian a imágenes de la socieda deseada, si no se inscriben
en una historia colectiva. El movimiento puede ser la ocasión para que los
responsables sindicales tomen conciencia de esta responsabilidad que les
incumbe y que tiene que ver con los grandes momentos del movimiento obrero
–cuando las propuestas de las organizaciones sindicales alimentaban el debate
político, desde el planismo cegetista de los años 1930, a la nacionalización y la
seguridad social en tiempos de la Liberación, hasta el socialismo
autogestionario en los años 70. Cuando la izquierda está indolente y dividida,
sería posible que importantes fracciones del movimiento sindical hicieran de
catalizador con la elaboración de una auténtica agenda de transformación
social. Una elaboración que no es el resultado de la “audiencia” de los
dirigentes políticos a las organizaciones sindicales, sino de una dinámica
autónoma que permita a los sindicalistas tejer lazos duraderos entre sí y con
todos aquellos, ciudadanos, asociaciones, movimientos sociales, que han
contribuido a alimentar la contestación de las últimas semanas.
Dicho proceso supondría poner en pie estructuras ad hoc, ya que el
marco de la intersindical, cuyo interés no está en cuestión, reviste otra función.
Entre una intersindical que se mantiene por la búsqueda del consenso, y la
guerra de todos contra todos a que se libran las organizaciones confrontadas a
la conquista de su representatividad en las empresas, existe un espacio
intermedio que ocupar, el de una cooperativa de elaboración estratégica
http://www.vientosur.info/documentos/Francia%20Beroud.pdf