Supongamos dos fábrica de bombillas dentro del sistema capitalista.
Fábrica 1: Fabrica bombillas normales, cuya duración media es de 10 años. Las vende a 2€ cada bombilla. En la ciudad donde distribuye hay 1000 personas que quieren una bombilla cada uno. Es decir, en 10 años ganará 2000€ restandole los costes de producción.
Fábrica 2: Fabrica bombillas cuya duración media es de 1 año. Las vende a 1€ cada bombilla. En la ciudad donde distribuye hay 1000 personas que quieren una bombilla cada uno. Es decir, en 10 años ganará 10000€ restándole los costes de producción.
Supongamos unos costes de producción fijos de 500€ y unos costes variables de 0,1 € la bombilla (si una bombilla normal dura 10 años, que dure menos no la hace más barata ya que se trata de modificar la normal).
La fábrica 1 tendrá unos costes totales de 600€ (500 + 0,1·1000)en 10 años, es decir, un beneficio de 2000-600= 1400€
La fábrica 2 tendrá unos costes totales de 1500€ (500 + 0,1·10000) en 10 años, es decir, un beneficio de 10000-1500= 8500€
Evidentemente la fábrica 2 es mucho más rentable que la fábrica 1. Por lo que concluimos que los productos fabricados en el libre mercado tienden a durar poco para ser renovados rápidamente, ya que esto genera más beneficio al empresario. Pero ¿es eso lo que quiere la sociedad? ¿Bombillas a 1 euro que duran 10 veces menos de lo que debieran?
Veamos ahora cómo sería en un sistema de producción comunista.
La sociedad quiere bombillas por tanto se monta una fábrica de bombillas que abastece a una población determinada. Se fabrican bombillas normales (ya que el objetivo es satisfacer las necesidades sociales, no obtener un mayor beneficio) y se obtiene una pequeña plusvalía que se destina a mejorar el salario del obrero. Ahora esa población tiene bombillas de calidad a un precio bajo (en el caso de las bombillas incluso podrían ser gratis, por ser un producto de primera necesidad).
Entonces tenemos por un lado la producción capitalista, que mal-satisface las necesidades de la sociedad al precio más competitivo(no el más justo), oprime a los obreros con el sueldo mínimo posible, crea desigualdad y productos de corta duración; y por otro lado la producción comunista que cubre perfectamente las necesidades sociales al precio más bajo permitido por los costes de producción, se garantizan derechos al obrero productor con el sueldo más alto permitido por los costes de producción, preserva la igualdad y productos de larga duración y de alta calidad.
Una curiosa anécdota histórica con respecto a este tema la podemos encontrar tras la caída del muro de Berlín. Las fábricas soviéticas que estaban diseñadas para fabricar productos de alta calidad no pudieron competir en manos privadas con las que venían del extranjero, lo que provocó el cierre de cientos de fábricas trayendo como consecuencia un desempleo brutal y (entre otros accionantes) una crisis que lleva ya 20 años azotando Rusia capitalista.