Los israelíes tienen prisa por conseguir un segundo pasaporte
Frankling Lamb
Al-Manar
Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Quizá los historiadores o antropólogos culturales que sondean el curso de los acontecimientos humanos puedan identificar para nosotros una tierra, además de Palestina, donde un gran porcentaje de población colona recién llegada se prepara para ejercer su derecho a marcharse, mientras que muchas otras personas, con raíces verdaderamente milenarias pero víctimas de limpieza étnica, se preparan para ejercer su derecho al retorno.
Una de las muchas ironías inherentes a la empresa colonial sionista del siglo XIX en Palestina es que ese proyecto, cada vez más desgastado, fuera anunciado durante la mayor parte del siglo XX como un refugio en Oriente Próximo para el “retorno” de judíos europeos perseguidos. Sin embargo, hoy día, en el siglo XXI, buena parte de los ocupantes ilegales de la tierra de Palestina consideran cada vez con más frecuencia que Europa es el refugio más deseado para el retorno de los judíos de Oriente Próximo.
Parafraseando al periodista judío Gideon Levy, “[...] Si nuestros antepasados soñaban con un pasaporte israelí para escapar de Europa, muchos entre nosotros sueñan con un segundo pasaporte para escapar a Europa”.
¿Podría acabar así el proyecto sionista?
Varios estudios en Israel, uno realizado por el AIPAC y otro del Fondo Nacional Judío en Alemania muestran que quizá hasta la mitad de los judíos que viven en Israel considerará dejar Palestina en los próximos años si se mantienen las actuales tendencias políticas y sociales. Una encuesta realizada en 2008 por el Menachem Begin Heritage Center, ubicado en Jerusalén, halló que el 59% de los israelíes se habían dirigido o pensaban dirigirse a una embajada extranjera para solicitar información o solicitar la ciudadanía y un pasaporte. Hoy en día se estima que la cifra se acerca al 70%.
El número de israelíes que piensa dejar Palestina aumenta rápidamente según investigadores de la Universidad Bar-Ilan que llevaron a cabo un estudio publicado recientemente en Eretz Acheret, (“Un lugar diferente”), una ONG israelí que pretende promover el diálogo cultural. Lo que el estudio de Bar-Ilan halló es que más de 100.000 israelíes ya tienen un pasaporte alemán, y que esta cifra aumenta en más de 7.000 cada año de manera acelerada. De acuerdo con funcionarios alemanes, se han concedido desde 2000 más de 70.000 pasaportes.
Además de Alemania, hay más de un millón de israelíes con otros pasaportes extranjeros preparados para el caso de que la vida en Israel se deteriore. Uno de los países más atractivos para los israelíes que contemplan emigrar, y el que mejor les recibe, es Estados Unidos. En la actualidad, más de 500.000 israelíes tienen pasaporte estadounidense y cerca de un cuarto de millón tienen su solicitud pendiente.
Durante los recientes encuentros en Washington DC entre la delegación del primer ministro israelí Netanyahu y los agentes estadounidenses de Israel, funcionarios de AIPAC dieron garantías de que si es necesario y cuando lo sea, el gobierno de Estados Unidos emitirá con celeridad pasaportes estadounidenses a todas y todos los judíos de Israel que lo soliciten.
Los árabes israelíes no necesitan solicitarlos.
AIPAC también indicó a sus interlocutores israelíes que se podía confiar en que el Congreso de Estados Unidos aprobaría financiación para los judíos de Israel que llegasen “para asignar importantes subvenciones de reasentamiento en efectivo que facilitase la transición hacia su nuevo país”.
Aparte de los judíos de Israel que puedan estar pensando en conseguir un “pasaporte seguro” para una tierra diáspora, hay un porcentaje similar de judíos en todo el mundo que no van a hacer la aliya. De acuerdo con Jonathan Rynhold, profesor de Bar Ilan especializado en las relaciones Estadounidense-israelíes, puede que los judíos estén más seguros en Teherán que en Ashkelon en estos momentos —hasta que Israel o Estados Unidos empiecen a bombardear Irán.
En las entrevistas con algunos de los que han colaborado en la realización de los estudios antes mencionados, o que los conocen, se identifican varios factores que explican las prisas de los israelíes por [obtener] pasaportes extranjeros, algunos bastante sorprendentes, dada la ultranacionalista cultura israelí.
El denominador común es la inquietud y la ansiedad, tanto personal como nacional; el segundo pasaporte se considera una especie de póliza de seguro “para la tormenta que se avecina”, como explicaba un investigador de Eretz Acheret.
Otros factores son:
* El hecho de que dos o tres generaciones en Israel no hayan sido suficientes para echar raíces donde muy pocas o ninguna existían antes. Por esa razón, Israel ha producido un porcentaje significativo de “re-inmigración” — un retorno de inmigrantes o de sus descendientes a su país de origen que, mal que le pese a la propaganda sionista, no es Palestina.
* El temor a que los fanáticos religiosos de entre los más de 600.000 colonos que hay en Cisjordania provoquen la guerra civil y, esencialmente, anexen el Israel de antes de 1967, e Israel derive hacia un Estado ultra-fascista.
* Las tensiones centrípetas en la sociedad israelí, especialmente entre los inmigrantes rusos que mayoritariamente rechazan el sionismo. Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, han llegado a Israel desde la ex Unión Soviética algo así como un millón de judíos, aumentando la población del país en un 25%; integran la mayor concentración de judíos de Rusia en todo el mundo. Pero hoy, los judíos de Rusia constituyen el mayor grupo de emigrantes procedentes de Israel; han regresado en masa por razones que van desde la oposición al sionismo, la discriminación, y las promesas incumplidas en materia de empleo y de “la buena vida” en Israel.
Aproximadamente 200.000, o el 22% de los rusos que llegaron a Israel desde 1990 hasta la fecha han regresado a su país. Según el Rabino Berel Larzar, que ha sido el cabeza de los rabinos de Rusia desde el año 2000, “[...] resulta tremendamente increíble cuántas personas están regresando. Cuando se fueron los judíos no había comunidad ni vida judía. La gente consideraba que ser judío era un error histórico que le había ocurrido a su familia. Ahora saben que pueden vivir en Rusia como parte integrante de una comunidad y que no necesitan a Israel”.
* No se tiene fe ni respeto por los dirigentes israelíes, a la mayoría de los cuales se les considera corruptos.
* Sentimientos de ansiedad y de culpabilidad porque el sionismo ha secuestrado al judaísmo y porque los valores judíos tradicionales se están corrompiendo.
* La dificultad creciente para dar respuestas coherentes a los hijos a medida que están más formados y que son más conscientes de sus antecedentes familiares y, de hecho, la honestidad con uno mismo sobre la cuestión de por qué familias de Europa y de otras partes están viviendo en la tierra y en las casas robadas de otra gente que obviamente son oriundos y no provienen de ningún otro lugar del mundo.
* Una nueva apreciación que va en aumento entre muchos israelíes —asistida de manera significativa por la complicidad de Internet y la continua resistencia palestina— de la convincente narrativa palestina que cuestiona lo establecido y que socava el clarín sionista del siglo pasado sobre “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
* La siembra del miedo por parte de los dirigentes políticos diseñada para que los ciudadanos sigan apoyando las políticas del gobierno, desde la bomba iraní, los innumerables “terroristas” aparentemente en todas partes planificando un nuevo Holocausto, o diferentes amenazas existenciales que mantienen a las familias crispadas hasta que concluyen que no quieren criar a sus hijos en tales condiciones.
Tras explicar que hablaba en calidad de ciudadano privado y no como miembro de Demócratas fuera de Israel, Hillel Schenker, nacido en Nueva York, sugirió que los judíos que vienen a Israel “quieren estar seguros de que tienen la posibilidad de una alternativa de regreso a donde vinieron”. Añadió que “las inseguridades que complican la vida moderna, y que Israel todavía no viva en paz con ninguno de sus vecinos, han contribuido al fenómeno de que muchos israelíes busquen un pasaporte europeo basándose en sus raíces familiares, por si acaso”.
Gene Schulman, estadounidense, judío y antiguo miembro de la Overseas American Academy, con sede en Suiza, lo expresó de manera más contundente al hacer hincapié en que todos los judíos “tienen un miedo mortal a lo que pueda convertirse Israel incluso aunque Estados Unidos siga apoyándole”.
Muchos observadores de la sociedad israelí coinciden en que uno de los principales impulsos, reciente aunque inesperado, para que los judíos se vayan de Palestina ha sido los últimos tres meses del Despertar Árabe que ha puesto del revés los pilares fundamentales del apoyo regional a Israel.
Según Layal, un estudiante palestino del campo de refugiados de Chatila, que prepara la marcha de al-Naksa hacia la línea azul del Sur de Líbano para el 5 de junio, “[...] Lo que los ocupantes sionistas de Palestina vieron desde la Plaza Tahir en El Cairo hasta Marun al-Ras en el sur de Líbano ha convencido a muchos israelíes de que la resistencia árabe y palestina, aunque aún en sus inicios, se convertirá en una oleada masiva y en buena parte pacífica, de tal magnitud que ningún arsenal de armas ni ninguna administración del apartheid podrá asegurar un futuro sionista en Palestina. Hacen bien en buscar lugares alternativos para criar a sus familias”.
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