Todo movimiento colectivo, como toda posición política, incluso en lo puramente personal, conlleva una carga de necesaria emocionalidad porque razón y emoción no son mundos divorciados. Ya lo expresaba el revolucionario marxista Antonio Gramsci en aquello de “frente al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”. Sin una carga de deseo no hay proyecto que salga adelante, ya sea éste político o de cualquier otra índole.
Pero de ahí al fomento constante del discurso mitopoético, de la espiritualidad khármica, del frikismo mítico, de la fuerte conexión en el hiperactivismo nacido de la red con los grupos conspiranoicos, va algo más que un paso. Van siete vueltas al Planeta y 30.000 pasadas de rosca.
Entiendo incluso la emoción de una generación que, al no haber podido incorporarse al mercado de trabajo y generar desde él una conciencia de clase, ha visto prolongarse la adolescencia y la juventud, conformando un mundo simbólico propio e interclasista en el que los valores de la lucha de clases no entran y sí lo hacen una autopercepción de lo que están viviendo –su momento en las acampadas- como algo heroico, que no lo es, que rompe con cualquier tradición de luchas heredada y que se recarga de una emoción y un simbolismo propio.
Cuando lo que se encuentra cada vez con mayor presencia en la red y en las plazas es un lenguaje verbal y físico (brazos alzados al padre Sol, posición de loto,...) de sectas como Zeitgeist (9), el Partido Humanista (10), otras sectas de diseño New Agee (11), los espiritualistas místicos (12), los zumbados conspiranoicos (13), lo que se está pretendiendo es una dimisión de la Razón ilustrada que inspiró todas las revoluciones democráticas y obreras desde 1789 para abrir paso a un concepto mítico y atemporal, a una catarsis emocional y puramente esotérica que rompa con todas las trayectorias de los aprendizajes anteriores de transformación social. De este modo se entienden “argumentos” del tipo:
· “Las divisiones ideológicas están superadas”
· “Nosotros triunfaremos donde vosotros habéis fracasado”, como si eso no lo hubiera escuchado cada generación que se enfrentó a cambiar el mundo de la inmediatamente posterior, como si los cambios sociales no fueran el irónico resultado de una síntesis dialéctica entre estabilidad y revolución...
El listado de conexiones entre el movimiento 15m con el frikismo del supermercado de sectas espirituales, los conspiranoicos de las teorías más peregrinas y el quietismo pseudooriental es inagotable. Invito a quien tenga tiempo y ganas a hacer una investigación a fondo sobre la cuestión.
La elección del momento no es banal. Cuando la crisis global del capitalismo ha arruinado certezas y convicciones para dejar paso a angustiosas dudas y temores personales y colectivos, cuando la crisis de la izquierda reformista y revolucionaria es tal que ambas se baten en retirada frente al avance mundial de la reacción, la puntilla de la razón para la transformación social, económica y política parece querer darla un falso revival de postmodernidad que no es sino antimodernidad, antirazón pseudorreligiosa, ideologismo extraño desconectado de cualquier base material de la realidad.
Vuelven a hacerse ciertas, como siempre lo fueron, las palabras de Marx sobre la religión, reeditada hoy en forma de supercherías iluministas para mentes y corazones atribulados: “la religión (...) es conciencia invertida del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión es la teoría universal de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica popularizada, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, su base general de consuelo y justificación. Es la realización fantástica de la esencia humana, puesto que la esencia humana no existe en la realidad. Por tanto, la lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual” (K. Marx. “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”. 1844)
3.-El drama de una izquierda atrapada entre el interrogante del qué hacer y un movimiento que busca su destrucción:
Si algún hilo discursivo dominante puede encontrarse en este movimiento es, por encima de cualquier propuesta, la crítica a los presupuestos ideológicos de la izquierda. Desde sus activistas más destacados se estructura un argumentario consistente en el rechazo a la vigencia de las ideologías, y más en concreto de las ideologías de la izquierda transformadora y revolucionaria, en la negación no de los partidos del sistema sino de todos los partidos existentes –excepto sus curiosas conexiones con las diferentes banderas partidarias liberales (Plataforma Democracia Participativa y otros) criptoanarquico (Partido Pirata), de UpyD, Ciudadanos,...-, en el rechazo a poner en primer lugar los objetivos de derechos económicos y sociales de los trabajadores que somos la inmensa mayoría de la sociedad. En este sentido es llamativo que en el entorno de los sectores más derechistas de este movimiento se oiga y lea ya la expresión “partitocracia”, muy utilizada en su día por un filósofo reaccionario como Gustavo Bueno o Gonzalo Fernández de la Mora, uno de los ideólogos de cabecera del franquismo.
Considerar las propuestas de la izquierda como históricamente superadas, dirigistas (cuando la mano que mece la cuna indignada lo es de un modo muy claro) su organización como jerárquica y burocrática (cuando hay una clara jerarquía que va desde los poderes en la sombra, hasta los controladores del desarrollo de las asambleas, pasando por portavoces de dudosa legitimidad democrática y su estructura horizontal es un despliegue de burocratismo comisionista impresionante e ineficaz) o profesional (cuando hay dirigentes, que no simples portavoces del movimiento cuya dedicación full time hace pensar que no son simples parados) es otra parte del discurso indignado.
El rechazo a que los miembros de la izquierda puedan identificarse como tal, con sus banderas y símbolos o a dar la palabra a organizaciones populares y de izquierda en sus acampadas, como le sucedió a los representantes de la Asamblea Popular de Sevilla en la concentración del movimiento 15m en este ciudad, y como sucede todos los días en distintas “asambleas horizontales” de los campistas, es una más de las manifestaciones de cómo se trata al sector progresista y de izquierdas dentro de este movimiento.
Y sin embargo, la mayor parte de la izquierda aún continúa con el síndrome de Estocolmo hacia un movimiento destinado a desmovilizarla y a atraparla en un quietismo destinado a discutir eternamente sobre comisiones, consensos, continuar bajo las setas (puede que los elfos estén en ellas pero los trolls sólo las visitan para ver que nada se les escapa) o ir a los barrios (donde el movimiento ya se está desinflando desde sus segundas asambleas barriales), cultivos de huertos en las plazas o debates eternos sobre el sexo de los ángeles y los demonios familiares.
Cuando en las plazas ya sólo va quedando lo más pintoresco y extravagante vemos a la izquierda proponer mejoras organizativas, criticar las ineficacias de los procesos de debate político, discutir sobre la mejor forma de dar continuidad al movimiento o, en el mejor de los casos, proponer un discurso más decididamente crítico con el sistema económico y social.
La mayoría de los grupos de la izquierda se muestran incapaces para comprender que la incompetencia del movimiento no es mera inmadurez del mismo sino estilizada estrategia para frenar las movilizaciones populares contra los nuevos recortes de derechos económicos y sociales en marcha e imposibilitar la recuperación del espíritu de lucha reiniciado a partir del 27 de Enero de este año en todo el Estado español. Convertir a la izquierda política, social y sindical en nave varada es uno de los objetivos principales de quienes diseñaron este movimiento, que no es nacional y que no acaba ni termina aquí sino que tiene un diseño mundial global.
Aunque cada día surgen más voces críticas con el 15m y sus núcleos duros tanto en el Estado español como en el extranjero –las duras críticas del KKE (Partido Comunista de Grecia) sobre la Democracia Real Ya de su país indican que hay quienes han comprendido lo que en realidad se está buscando (14)- falta una visión más clara, de fondo y unitaria de las izquierdas presentes en este movimiento acerca de su naturaleza y de sus objetivos reales. Puede que cuando esta se imponga finalmente el coste que la izquierda deba de pagar le resulte muy caro de asumir.
Pero de ahí al fomento constante del discurso mitopoético, de la espiritualidad khármica, del frikismo mítico, de la fuerte conexión en el hiperactivismo nacido de la red con los grupos conspiranoicos, va algo más que un paso. Van siete vueltas al Planeta y 30.000 pasadas de rosca.
Entiendo incluso la emoción de una generación que, al no haber podido incorporarse al mercado de trabajo y generar desde él una conciencia de clase, ha visto prolongarse la adolescencia y la juventud, conformando un mundo simbólico propio e interclasista en el que los valores de la lucha de clases no entran y sí lo hacen una autopercepción de lo que están viviendo –su momento en las acampadas- como algo heroico, que no lo es, que rompe con cualquier tradición de luchas heredada y que se recarga de una emoción y un simbolismo propio.
Cuando lo que se encuentra cada vez con mayor presencia en la red y en las plazas es un lenguaje verbal y físico (brazos alzados al padre Sol, posición de loto,...) de sectas como Zeitgeist (9), el Partido Humanista (10), otras sectas de diseño New Agee (11), los espiritualistas místicos (12), los zumbados conspiranoicos (13), lo que se está pretendiendo es una dimisión de la Razón ilustrada que inspiró todas las revoluciones democráticas y obreras desde 1789 para abrir paso a un concepto mítico y atemporal, a una catarsis emocional y puramente esotérica que rompa con todas las trayectorias de los aprendizajes anteriores de transformación social. De este modo se entienden “argumentos” del tipo:
· “Las divisiones ideológicas están superadas”
· “Nosotros triunfaremos donde vosotros habéis fracasado”, como si eso no lo hubiera escuchado cada generación que se enfrentó a cambiar el mundo de la inmediatamente posterior, como si los cambios sociales no fueran el irónico resultado de una síntesis dialéctica entre estabilidad y revolución...
El listado de conexiones entre el movimiento 15m con el frikismo del supermercado de sectas espirituales, los conspiranoicos de las teorías más peregrinas y el quietismo pseudooriental es inagotable. Invito a quien tenga tiempo y ganas a hacer una investigación a fondo sobre la cuestión.
La elección del momento no es banal. Cuando la crisis global del capitalismo ha arruinado certezas y convicciones para dejar paso a angustiosas dudas y temores personales y colectivos, cuando la crisis de la izquierda reformista y revolucionaria es tal que ambas se baten en retirada frente al avance mundial de la reacción, la puntilla de la razón para la transformación social, económica y política parece querer darla un falso revival de postmodernidad que no es sino antimodernidad, antirazón pseudorreligiosa, ideologismo extraño desconectado de cualquier base material de la realidad.
Vuelven a hacerse ciertas, como siempre lo fueron, las palabras de Marx sobre la religión, reeditada hoy en forma de supercherías iluministas para mentes y corazones atribulados: “la religión (...) es conciencia invertida del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión es la teoría universal de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica popularizada, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, su base general de consuelo y justificación. Es la realización fantástica de la esencia humana, puesto que la esencia humana no existe en la realidad. Por tanto, la lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual” (K. Marx. “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”. 1844)
3.-El drama de una izquierda atrapada entre el interrogante del qué hacer y un movimiento que busca su destrucción:
Si algún hilo discursivo dominante puede encontrarse en este movimiento es, por encima de cualquier propuesta, la crítica a los presupuestos ideológicos de la izquierda. Desde sus activistas más destacados se estructura un argumentario consistente en el rechazo a la vigencia de las ideologías, y más en concreto de las ideologías de la izquierda transformadora y revolucionaria, en la negación no de los partidos del sistema sino de todos los partidos existentes –excepto sus curiosas conexiones con las diferentes banderas partidarias liberales (Plataforma Democracia Participativa y otros) criptoanarquico (Partido Pirata), de UpyD, Ciudadanos,...-, en el rechazo a poner en primer lugar los objetivos de derechos económicos y sociales de los trabajadores que somos la inmensa mayoría de la sociedad. En este sentido es llamativo que en el entorno de los sectores más derechistas de este movimiento se oiga y lea ya la expresión “partitocracia”, muy utilizada en su día por un filósofo reaccionario como Gustavo Bueno o Gonzalo Fernández de la Mora, uno de los ideólogos de cabecera del franquismo.
Considerar las propuestas de la izquierda como históricamente superadas, dirigistas (cuando la mano que mece la cuna indignada lo es de un modo muy claro) su organización como jerárquica y burocrática (cuando hay una clara jerarquía que va desde los poderes en la sombra, hasta los controladores del desarrollo de las asambleas, pasando por portavoces de dudosa legitimidad democrática y su estructura horizontal es un despliegue de burocratismo comisionista impresionante e ineficaz) o profesional (cuando hay dirigentes, que no simples portavoces del movimiento cuya dedicación full time hace pensar que no son simples parados) es otra parte del discurso indignado.
El rechazo a que los miembros de la izquierda puedan identificarse como tal, con sus banderas y símbolos o a dar la palabra a organizaciones populares y de izquierda en sus acampadas, como le sucedió a los representantes de la Asamblea Popular de Sevilla en la concentración del movimiento 15m en este ciudad, y como sucede todos los días en distintas “asambleas horizontales” de los campistas, es una más de las manifestaciones de cómo se trata al sector progresista y de izquierdas dentro de este movimiento.
Y sin embargo, la mayor parte de la izquierda aún continúa con el síndrome de Estocolmo hacia un movimiento destinado a desmovilizarla y a atraparla en un quietismo destinado a discutir eternamente sobre comisiones, consensos, continuar bajo las setas (puede que los elfos estén en ellas pero los trolls sólo las visitan para ver que nada se les escapa) o ir a los barrios (donde el movimiento ya se está desinflando desde sus segundas asambleas barriales), cultivos de huertos en las plazas o debates eternos sobre el sexo de los ángeles y los demonios familiares.
Cuando en las plazas ya sólo va quedando lo más pintoresco y extravagante vemos a la izquierda proponer mejoras organizativas, criticar las ineficacias de los procesos de debate político, discutir sobre la mejor forma de dar continuidad al movimiento o, en el mejor de los casos, proponer un discurso más decididamente crítico con el sistema económico y social.
La mayoría de los grupos de la izquierda se muestran incapaces para comprender que la incompetencia del movimiento no es mera inmadurez del mismo sino estilizada estrategia para frenar las movilizaciones populares contra los nuevos recortes de derechos económicos y sociales en marcha e imposibilitar la recuperación del espíritu de lucha reiniciado a partir del 27 de Enero de este año en todo el Estado español. Convertir a la izquierda política, social y sindical en nave varada es uno de los objetivos principales de quienes diseñaron este movimiento, que no es nacional y que no acaba ni termina aquí sino que tiene un diseño mundial global.
Aunque cada día surgen más voces críticas con el 15m y sus núcleos duros tanto en el Estado español como en el extranjero –las duras críticas del KKE (Partido Comunista de Grecia) sobre la Democracia Real Ya de su país indican que hay quienes han comprendido lo que en realidad se está buscando (14)- falta una visión más clara, de fondo y unitaria de las izquierdas presentes en este movimiento acerca de su naturaleza y de sus objetivos reales. Puede que cuando esta se imponga finalmente el coste que la izquierda deba de pagar le resulte muy caro de asumir.