En el escenario de la crisis capitalista estructural, a lo que más teme la burguesía es a un giro del movimiento obrero hacia posiciones revolucionarias
En el escenario de la crisis capitalista estructural -que será bien larga y profunda, parece que siempre es necesario repetirlo-, a lo que más teme la burguesía es a un giro del movimiento obrero hacia posiciones revolucionarias; a la posibilidad de que, ante el brutal aumento de la explotación, la clase obrera transite en nuestro país un proceso de toma de conciencia de clase en un relativamente corto espacio de tiempo. Otros problemas, propios de las crisis capitalistas, la burguesía se considera capaz de resolverlos, con mayor o menor ejercicio de violencia; pero una clase obrera que evolucione hacia posiciones revolucionarias, el capitalismo, por propia experiencia histórica, sabe que se puede convertir en una fuerza imposible de controlar, y que -al provocar la quiebra de su hegemonía-, lo puede llevar a la muerte como sistema dominante.
Una expresión práctica de esta primera afirmación la podemos constatar en el tratamiento que la prensa del sistema está dando a la información sobre las luchas obreras en Grecia. Todos los medios de comunicación, alineados con el aparato mediático de la burguesía, tejen un muro de silencio sobre el papel de las fuerzas revolucionarias –PAME y KKE- en las movilizaciones en ese país, y concentran toda la “información” sobre los reducidos grupos que protagonizan, a medias con la policía, las refriegas supuestamente más radicales, así como sobre los indignados de la Plaza Sintagma, con sus angelicales propuestas de reformar el capitalismo. Pero no existen –para esos medios- las demostraciones de fuerza organizada de la clase obrera, capaces de paralizar el país y de realizar movilizaciones de decenas de miles de obreros y obreras en muchas ciudades, que son expresión de una fuerza de transformación política y social que sí preocupa a las clases dominantes.
Que después de las elecciones del 22M -desde ámbitos de la cultura fundamentalmente-, se hayan intensificado los llamamientos a unidades “ecoprogresistas” –que toman como referencia programática las aduladas reivindicaciones regenerativas del 15-M - es expresión de un movimiento orientado a tratar de articular, con una cierta capacidad política, a todo el mundo reformista “de izquierdas”, para conformar un nuevo espacio político interclasista -totalmente ajeno al hilo rojo de la Historia que traza la clase obrera-, con capacidad para engatusar a sectores de la clase obrera, y dispuesto a seguir apuntalando a un maltrecho, pero necesario PSOE, en una etapa en la que -tras hacerle convenientemente los deberes-, la oligarquía ya ha decidido un nuevo turno en la alternancia bipartidista a favor del PP.
Ninguna de las propuestas que se difunden estos días, ni tan siquiera de una manera indirecta, apuntan a lo que es la esencia del momento histórico: la sustitución del capitalismo por el socialismo. Todos y todas se orientan a tratar de gestionar el capitalismo con más tacto, de una manera “más honesta” y, supuestamente, repartiendo algo más la riqueza. La posición ideológica de estas propuestas están muy bien expresadas en el “manifiesto contra el euro” de Democracia Real Ya: ante el avance de los monopolios y el proceso de exclusión (proletarización) de las clases medias se trata de jugar a parar la lógica del desarrollo imperialista, e intentar revertir la historia a décadas atrás, donde aún el proceso de acumulación del capital necesitaba distribuir una parte del excedente a unas clases medias, productoras y consumidoras, para ayudar a favorecer su propio proceso de acumulación y centralización del capital.
Si las cosas caminan en la dirección de estos llamamientos tan “encantadores” (en el sentido de “El discreto encanto de la burguesía” de Buñuel), puede ocurrir que la víctima propiciatoria de este proceso termine siendo la misma IU, cuyo ámbito clientelar –definido esencialmente por la ambigüedad-, precisamente se siente muy atraído por estos manifiestos oportunamente caídos del cielo. Su difícil tesitura tras las elecciones, con retrocesos de poder efectivo y actuaciones muy cuestionadas, le coloca en una posición en la que una solución y la contraria pueden terminar colocándola en una situación subsidiaria, y muy débil, en la configuración del nuevo sujeto político reformista que se trata de alumbrar.
Si se incorpora a un amplio proceso de unidad reformista -que incluya a los nuevos sujetos aparecidos en el mes de mayo y a otros que concurrieron a las elecciones como nuevas fuerzas-, su posición será arrastrada por la iniciativa de quienes ahora se consideran en la cresta de la ola y los grandes ganadores del campo reformista. Un auténtico abrazo del oso.
Si se queda fuera del proceso, se encontrará con un competidor que, actuando en claves muy parecidas a las suyas, arrastrará a buena parte de su base social y electoral, a la cual IU no ha sabido explicar sus diferencias con los recientes movimientos y, por ello, no tiene explicación a su falta de capacidad para convocar masivamente ante las políticas aplicadas por el gobierno desde el estallido de la crisis.
La conformación de esta unidad reformista tiene muchas posibilidades de avanzar, antes de las elecciones Generales o posteriormente; es una necesidad de las clases dominantes para dar más capacidad al –siempre necesario para la burguesía- dique de contención que debería impedir el peligroso ascenso de las fuerzas revolucionarias. Las iniciativas para la articulación del bloque reformista ampliado, que hoy se reclama, son deudoras de una estrategia de la burguesía ante los peligros que avizora.
Por otro lado está la necesidad de dar pasos concretos para el avance del polo revolucionario, que directamente confronte con la dominación capitalista, y que centre su proyecto en una alternativa de revolución socialista y toma del poder por la clase obrera. Esa alternativa pasa por la articulación de un frente obrero y popular, un marco de alianzas sociales, y una estrategia de movilización sostenida que sea capaz de convocar a los sectores más conscientes del pueblo y de la clase para dar la batalla que el momento histórico exige. Hoy la clase obrera empobrecida y sobreexplotada, la juventud sin empleo ni futuro, la juventud que muere en la guerra imperialista permanente, las mujeres forzosamente incorporadas a una acelerada feminización de la pobreza, etc.; solo pueden depositar su esperanza de cambio en un proyecto que no sea subsidiario de las clases dominantes, y que se desarrolle sobre la confianza de que la clase obrera es la futura clase hegemónica que liberará a toda la humanidad de la esclavitud imperialista. Un proyecto que coloque como consigna central, en estos momentos de graves dificultades del bloque hegemónico de poder, una posición clara: TODO PARA LA CLASE OBRERA.
Por todo ello, entre el bloque reformista –apoyado de una u otra manera por las clases dominantes y sus estructuras-, y el polo revolucionario, solo cabe una actitud de disputa constante por ganar la hegemonía en el seno de la clase obrera y los sectores populares. Es decir, por llevar a la clase obrera y al pueblo a las posiciones de gestión y reforma del capitalismo, o a las posiciones de avance hacia la revolución socialista. No habrá conciliación posible entre el reformismo y las fuerzas revolucionarias. Sólo hay espacio para una dura confrontación política e ideológica, a la que invitamos a sumarse a todos aquellos compañeros y compañeras cansados ya del zafio y fracasado oportunismo de siempre, que les termina llevando -una y otra vez- a formar parte de las estrategias de perpetuación de las clases dominantes y de su criminal sistema sociohistórico. Hoy más que nunca: Socialismo o barbarie.
Carmelo Suárez C. - Secretario General del PCPE
En el escenario de la crisis capitalista estructural -que será bien larga y profunda, parece que siempre es necesario repetirlo-, a lo que más teme la burguesía es a un giro del movimiento obrero hacia posiciones revolucionarias; a la posibilidad de que, ante el brutal aumento de la explotación, la clase obrera transite en nuestro país un proceso de toma de conciencia de clase en un relativamente corto espacio de tiempo. Otros problemas, propios de las crisis capitalistas, la burguesía se considera capaz de resolverlos, con mayor o menor ejercicio de violencia; pero una clase obrera que evolucione hacia posiciones revolucionarias, el capitalismo, por propia experiencia histórica, sabe que se puede convertir en una fuerza imposible de controlar, y que -al provocar la quiebra de su hegemonía-, lo puede llevar a la muerte como sistema dominante.
Una expresión práctica de esta primera afirmación la podemos constatar en el tratamiento que la prensa del sistema está dando a la información sobre las luchas obreras en Grecia. Todos los medios de comunicación, alineados con el aparato mediático de la burguesía, tejen un muro de silencio sobre el papel de las fuerzas revolucionarias –PAME y KKE- en las movilizaciones en ese país, y concentran toda la “información” sobre los reducidos grupos que protagonizan, a medias con la policía, las refriegas supuestamente más radicales, así como sobre los indignados de la Plaza Sintagma, con sus angelicales propuestas de reformar el capitalismo. Pero no existen –para esos medios- las demostraciones de fuerza organizada de la clase obrera, capaces de paralizar el país y de realizar movilizaciones de decenas de miles de obreros y obreras en muchas ciudades, que son expresión de una fuerza de transformación política y social que sí preocupa a las clases dominantes.
Que después de las elecciones del 22M -desde ámbitos de la cultura fundamentalmente-, se hayan intensificado los llamamientos a unidades “ecoprogresistas” –que toman como referencia programática las aduladas reivindicaciones regenerativas del 15-M - es expresión de un movimiento orientado a tratar de articular, con una cierta capacidad política, a todo el mundo reformista “de izquierdas”, para conformar un nuevo espacio político interclasista -totalmente ajeno al hilo rojo de la Historia que traza la clase obrera-, con capacidad para engatusar a sectores de la clase obrera, y dispuesto a seguir apuntalando a un maltrecho, pero necesario PSOE, en una etapa en la que -tras hacerle convenientemente los deberes-, la oligarquía ya ha decidido un nuevo turno en la alternancia bipartidista a favor del PP.
Ninguna de las propuestas que se difunden estos días, ni tan siquiera de una manera indirecta, apuntan a lo que es la esencia del momento histórico: la sustitución del capitalismo por el socialismo. Todos y todas se orientan a tratar de gestionar el capitalismo con más tacto, de una manera “más honesta” y, supuestamente, repartiendo algo más la riqueza. La posición ideológica de estas propuestas están muy bien expresadas en el “manifiesto contra el euro” de Democracia Real Ya: ante el avance de los monopolios y el proceso de exclusión (proletarización) de las clases medias se trata de jugar a parar la lógica del desarrollo imperialista, e intentar revertir la historia a décadas atrás, donde aún el proceso de acumulación del capital necesitaba distribuir una parte del excedente a unas clases medias, productoras y consumidoras, para ayudar a favorecer su propio proceso de acumulación y centralización del capital.
Si las cosas caminan en la dirección de estos llamamientos tan “encantadores” (en el sentido de “El discreto encanto de la burguesía” de Buñuel), puede ocurrir que la víctima propiciatoria de este proceso termine siendo la misma IU, cuyo ámbito clientelar –definido esencialmente por la ambigüedad-, precisamente se siente muy atraído por estos manifiestos oportunamente caídos del cielo. Su difícil tesitura tras las elecciones, con retrocesos de poder efectivo y actuaciones muy cuestionadas, le coloca en una posición en la que una solución y la contraria pueden terminar colocándola en una situación subsidiaria, y muy débil, en la configuración del nuevo sujeto político reformista que se trata de alumbrar.
Si se incorpora a un amplio proceso de unidad reformista -que incluya a los nuevos sujetos aparecidos en el mes de mayo y a otros que concurrieron a las elecciones como nuevas fuerzas-, su posición será arrastrada por la iniciativa de quienes ahora se consideran en la cresta de la ola y los grandes ganadores del campo reformista. Un auténtico abrazo del oso.
Si se queda fuera del proceso, se encontrará con un competidor que, actuando en claves muy parecidas a las suyas, arrastrará a buena parte de su base social y electoral, a la cual IU no ha sabido explicar sus diferencias con los recientes movimientos y, por ello, no tiene explicación a su falta de capacidad para convocar masivamente ante las políticas aplicadas por el gobierno desde el estallido de la crisis.
La conformación de esta unidad reformista tiene muchas posibilidades de avanzar, antes de las elecciones Generales o posteriormente; es una necesidad de las clases dominantes para dar más capacidad al –siempre necesario para la burguesía- dique de contención que debería impedir el peligroso ascenso de las fuerzas revolucionarias. Las iniciativas para la articulación del bloque reformista ampliado, que hoy se reclama, son deudoras de una estrategia de la burguesía ante los peligros que avizora.
Por otro lado está la necesidad de dar pasos concretos para el avance del polo revolucionario, que directamente confronte con la dominación capitalista, y que centre su proyecto en una alternativa de revolución socialista y toma del poder por la clase obrera. Esa alternativa pasa por la articulación de un frente obrero y popular, un marco de alianzas sociales, y una estrategia de movilización sostenida que sea capaz de convocar a los sectores más conscientes del pueblo y de la clase para dar la batalla que el momento histórico exige. Hoy la clase obrera empobrecida y sobreexplotada, la juventud sin empleo ni futuro, la juventud que muere en la guerra imperialista permanente, las mujeres forzosamente incorporadas a una acelerada feminización de la pobreza, etc.; solo pueden depositar su esperanza de cambio en un proyecto que no sea subsidiario de las clases dominantes, y que se desarrolle sobre la confianza de que la clase obrera es la futura clase hegemónica que liberará a toda la humanidad de la esclavitud imperialista. Un proyecto que coloque como consigna central, en estos momentos de graves dificultades del bloque hegemónico de poder, una posición clara: TODO PARA LA CLASE OBRERA.
Por todo ello, entre el bloque reformista –apoyado de una u otra manera por las clases dominantes y sus estructuras-, y el polo revolucionario, solo cabe una actitud de disputa constante por ganar la hegemonía en el seno de la clase obrera y los sectores populares. Es decir, por llevar a la clase obrera y al pueblo a las posiciones de gestión y reforma del capitalismo, o a las posiciones de avance hacia la revolución socialista. No habrá conciliación posible entre el reformismo y las fuerzas revolucionarias. Sólo hay espacio para una dura confrontación política e ideológica, a la que invitamos a sumarse a todos aquellos compañeros y compañeras cansados ya del zafio y fracasado oportunismo de siempre, que les termina llevando -una y otra vez- a formar parte de las estrategias de perpetuación de las clases dominantes y de su criminal sistema sociohistórico. Hoy más que nunca: Socialismo o barbarie.
Carmelo Suárez C. - Secretario General del PCPE