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    [P.T.D - España ]Notas sobre la Unidad Popular II: ¿Por qué la clase obrera?

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    Mensaje por DP9M Sáb Feb 28, 2015 2:34 pm





    Notas sobre la Unidad Popular II: ¿Por qué la clase obrera?



    En la primera parte de este artículo intenté centrar el análisis de la unidad popular como el punto común de encuentro entre diferentes clases sociales en la articulación de la lucha contra un enemigo común. En dicho artículo definíamos a la oligarquía financiera como el enemigo común del pueblo y a la clase obrera como el único sujeto político interesado en luchar consecuentemente contra este enemigo hasta el final. Definíamos a la clase obrera como el sujeto político que debía centrar esta lucha y debía dirigirla. Nos detendremos sobre esta cuestión para poder explicar las razones por las que la clase obrera juega este papel en España en el año 2015. Este “alto en el camino” es indispensable para evitar que las posteriores explicaciones que haré en futuros artículos sobre la construcción del Frente Unido como fórmula de la unidad popular para los comunistas puedan ser desvirtuados, entendiendo este proceso como algo ajeno a los intereses de la clase obrera y la reconstitución de su partido político.

    ¿Por qué la clase obrera?

    Toda lucha nos hace avanzar. Pero no toda lucha nos permite afianzar un camino hacia la dirección que deseamos. Los comunistas hacemos política para lograr un objetivo, este es el de construir la sociedad comunista dónde el ser humano se encuentre libre de todo tipo de explotación y de opresión. Esta ambiciosa meta no responde a un simple deseo utópico de conocer una sociedad mejor, sino a la convicción analítica de que la humanidad, en su desarrollo histórico, empieza a situar las condiciones materiales para que este mundo pueda construirse. Sin embargo, frente a la potencialidad real de la capacidad productiva y los grandes avances tecnológicos para poder lograr esta cuestión encontramos como obstáculos las relaciones sociales que engendraron esta producción y estos avances que impiden avanzar hacia un nuevo modelo de sociedad. Las relaciones de producción capitalistas, fundamentadas en la propiedad privada de los medios de producción (fábricas, objetos e instrumentos de trabajo, materia prima…) y en el trabajo asalariado (dónde uno recibe un salario por trabajar un tiempo determinado, entregando todos los frutos del trabajo resultante al/los propietario/s de los medios de producción) impiden hoy que las grandes capacidades productivas, técnicas e incluso culturales existentes puedan servir al progreso de la humanidad en su conjunto, sino exclusivamente al bienestar y enriquecimiento de una fracción limitada de ella: la burguesía.

    Como nuestra apreciación es científica y no pasional o utópica, no negaremos que es cierto que en el desarrollo de la historia de la humanidad las relaciones de producción capitalista jugaron un papel de progreso para la humanidad en su conjunto[1]. Pese a encontrarse explotado por el patrón, hubo un momento en el que el desarrollo del capitalismo fortalecía, aunque no por igual ni en el mismo sentido, a la burguesía y al proletariado. Objetivamente el capitalismo permitió dar el paso en un momento dado de las relaciones feudales de nuestro campo hacia la gran industria y la concentración urbana. Además, logró atrapar a una humanidad dispersa en la pequeña producción y la servidumbre, organizándola en un sistema de producción industrial primero nacional y luego mundial. El capitalismo hizo progresar a la humanidad durante un tiempo precisamente porque engendró las condiciones para poder ser superado por un modo de producción superior, esto es, para que pudiera construirse la sociedad comunista.

    Sin embargo este tiempo, en rasgos generales, ha pasado[2]. A día de hoy el capitalismo ha llegado a tal nivel de desarrollo que poco progreso puede aportar al conjunto de la humanidad. La concentración de capitales ha llegado a tal nivel que ha permitido que la banca y la industria se fusionen, forjando un matrimonio inseparable únicamente movido por el lucro, ya sea productivo o especulativo. Actualmente el capitalismo ha entrado en su fase monopolista o de tipo imperialista, esto supone que los grandes monopolios, movidos por el interés de obtener ganancias, ya no se ven obligados a desarrollar necesariamente las fuerzas productivas, sino que pueden incluso destruirlas para poder continuar reproduciendo su lucro. En este sentido la contradicción capital-trabajo que articulaba la sociedad capitalista en un principio se ve acompañada de nuevas contradicciones que dividen la sociedad y el mundo.

    Así el planeta queda dividido entre países imperialistas y países dependientes, concentrándose el núcleo de la oligarquía financiera en las estructuras estatales de los primeros y sometiéndose al subdesarrollo y a la explotación del conjunto de la población los segundos[3]. A su vez que el globo se fragmenta en diferentes bloques imperialistas que pugnan entre sí. Ambos rasgos se traducen en el empobrecimiento, subdesarrollo y destrucción de grandes recursos y fuerzas productivas de la humanidad para beneficiar a los intereses de un grupo u otro de oligarcas. Ejemplos de ellos son los países dependientes a los que la oligarquía exporta capitales pero no los acompaña de un plan de desarrollo de un capitalismo nacional como sí hicieran sus antepasados en los países imperialistas, condenando a pueblos enteros a la dependencia, la superexplotación y el subdesarrollo. También lo son la inmensa fuerza destructiva de las guerras que las potenciales imperialistas llevan a lo largo y ancho del mundo para conquistar mercados o mejorar su posición internacional frente a sus competidores imperialistas.[4]

    Así hoy el avance hacia una alternativa social, económica y política sólo puede venir de una superación del capitalismo. Como pudimos ver en el análisis de clases del anterior artículo, el único sujeto plenamente interesado en construir una alternativa histórica superior al capitalismo es la clase obrera, porque es la única clase social que se encuentra explotada en toda circunstancia por otras clases y capas sociales.

    Cuando una amplitud de clases y capas sociales se enfrentan a la oligarquía, el proletariado debe jugar sus cartas para aprovechar estas contradicciones y ponerse al frente de esta batalla para que resulte en una derrota definitiva del enemigo. Si deja esta labor a la pequeña burguesía no encontrará su emancipación como clase explotada, y a lo sumo, podrá aspirar a que sus intenciones democráticas duren lo suficiente para obtener mejoras hasta que el desarrollo del mercado nacional y la concentración de capitales la aúpe como una nueva generación de oligarcas a la arena internacional. Si confía por el contrario en los cuadros intermedios y la intelectualidad sólo tendrá un margen de desarrollo y progreso hasta que estos encuentren la connivencia, aprobación y garantía de sus privilegios frente a la clase dominante. Cualquier camino que emprendan estos otros sujetos podrá mejorar temporalmente las condiciones de vida de la clase obrera, pero esta mejora será temporal y transitoria. Así la clase obrera debe ser capaz de “coger el toro por los cuernos” y entender que estas alianzas aunque necesarias, siempre tienen fecha de caducidad.

    Sin independencia política no habrá socialismo

    Es necesario centrar esta cuestión para poder avanzar en estos análisis sobre la unidad popular. Aunque estos textos hablan sobre las relaciones entre las diferentes clases sociales, en los mismos estamos dando por hecho que la clase obrera actúa como un actor político independiente. Este hecho suele ser olvidado por muchos comunistas que corren a disolverse en las diferentes expresiones organizativas de masas interclasistas que parecen condensar esta unidad popular, confiando en ellas como verdaderas organizadoras y motores del cambio político, económico y social. Si bien estas expresiones tienen mucho que aportar al desarrollo de la lucha democrática y de las mejoras de condiciones de la clase obrera y otros sectores del pueblo, los comunistas no deben olvidar que para que la clase obrera actúe para sus intereses es indispensable la existencia de una herramienta: El partido obrero independiente o partido comunista

    Así la presencia de obreros en los espacios de encuentro interclasista no se deriva necesariamente de una presencia de la clase obrera organizada conscientemente para luchar para sus intereses en los mismos[5]. La clase obrera debe fraguar su independencia política en forma de teoría revolucionaria y organización política de clase (esto es, de partido político obrero). Si no hace esto estará abocada a verse arrastrada bajo la dirección ideológica de la burguesía o de la pequeña-burguesía, con más medios, herramientas y canales de difusión para calar entre la conciencia de las masas.

    Esta condición indispensable no puede ser olvidada por los comunistas y tampoco debe ser satirizada en forma de una expresión orgánica con una marca cultural que la identifique con este objetivo. El partido político comunista es un proceso, no una formalidad orgánica, y se concreta de la fusión real del Socialismo Científico con el movimiento obrero. Así, para poder abordar con acierto la infinidad de tareas prácticas que nuestro camino revolucionario nos exige (y que la actualidad política nos impone) es indispensable fraguarnos en un manejo fluido y acertado del marxismo.

    Si despreciamos con pereza esta labor teórica jamás construiremos el partido obrero, simplemente algún tipo de organización de resistencia. Si despreciamos esta labor y la construcción partidaria marcharemos en fila india a disolvernos, como un azucarillo, entre la marea de millones de activistas que ya engrosan las filas de los movimientos sociales democráticos. Cuando queramos darnos cuenta habremos perdido la orientación y no estaremos actuando en un sentido estratégico y en beneficio de nuestra clase, sino maniobrando para que la marea incontrolable nos lleve al más placentero de los puertos (sea cual sea este).

    Para construir el Frente Unido ya existen de sobra activistas (y siempre existirán porque el propio movimiento de la sociedad los produce espontáneamente). Los comunistas debemos esforzarnos en articular nuestro partido, en dominar la teoría revolucionaria y en lograr que esta pueda fusionarse con las masas obreras para que éstas, disponiendo de una conciencia de sus intereses para sí, dirijan la amplia lucha de clases y encabecen la construcción del Frente Unido para la lucha democrática y por la revolución socialista. Pero sobre las fórmulas y pasos para construir este Frente Unido nos sumergiremos en futuros artículos.





    [1] Hay ciertos momentos de la historia, como bien señalan Marx así como otros autores del marxismo, dónde el camino de la burguesía y el proletariado recorrían cierto espacio común. Esto no significa, bajo ninguna circunstancia, que estos intereses comunes hicieran desaparecer las contradicciones entre ambas clases sociales. Si bien el proletariado se fortalecía como clase al desarrollarse el mercado nacional capitalista, esta seguía estando explotada por el patrón y se encontraba socialmente subordinado al mismo. Sin embargo estos hechos comunes explican por qué la burguesía pudo arrastrar en una lucha común a parte del proletariado para vencer al feudalismo durante las revueltas acontecidas en el siglo XIX.

    [2] Hablamos de rasgos generales porque la tendencia general es esta. Eso no significa que en casos concretos el capitalismo pueda desarrollar un mercado y pueda encontrar en ciertos objetivos comunes al proletariado y a la burguesía. Tampoco quiere decir que en cierta parte del mundo este proceso se haya extinguido. Centraremos este análisis en las condiciones particulares de España, sin menoscabo de que en la vía de un capitalismo desarrollista, por ejemplo en los países dependientes, no puedan volver a encontrarse a gran escala puntos de unión entre ambas clases sociales que, pese a todo, nunca dejan de luchar entre ellas.

    [3] Una capa social de la que no hablamos en el anterior artículo es la aristocracia obrera. Aunque este sector no será diseccionado en profundidad durante este artículo, sí debe tenerse en cuenta que surge como desarrollo de esta fase imperialista del capitalismo dónde los grandes capitalistas pueden sobornar a determinados obreros con un aumento de sus salarios y calidad de vida para fragmentar a la clase obrera. De esta manera se constituyen los puentes para cierta estabilidad sociedad (muy relativa) en los países imperialistas y poder mantener estas estructuras estatales cohesionadas y compactas para que saqueen a los países dependientes. Lo más grave en lo relativo al frente único es que esta aristocracia obrera, que engendra y desarrolla sus intereses particulares, puede arrastrar al resto de la clase obrera a postulados nacionalistas o corporativos, que no le dejen ver más allá de sus intereses nacionales o económicos más inmediatos.

    [4] Este contexto es abono perfecto para todo tipo de concepciones nacionalistas y chovinistas que intenten dar una “salida nacional” a los problemas del pueblo. En España hemos podido observar cómo una de estas vías ha sido determinadas concepciones sobre la Renta Básica Universal, que entendía básicamente la misma como una salida rentista a los problemas de pobreza desarrollados en nuestro país. Esta concepción podemos definirla como social-imperialista (Socialista de palabra pero imperialista de hecho), porque plantea un escenario de bienestar social para el pueblo sustentado en una ausencia de cuestionamiento del papel en la cadena imperialista que ocupa actualmente nuestro país. Dicho de otra manera: pensar que los problemas de pobreza y exclusión social de España simplemente pueden resolverse con una renta que se financia gravando los grandes capitales que obtienen su beneficio de la explotación internacionalizada supone exigir una transferencia de capitales internacionales a “aliviar” las condiciones de vida del pueblo español dejando a su suerte explotadora a otros pueblos que sufren las tropelías de los grandes monopolios. No todas las concepciones sobre la Renta Básica encierran esta lógica, aunque esto merecería un estudio personalizado sobre esta cuestión.

    [5] Un elemento que muestra este hecho es el apoyo electoral a Podemos. Las últimas encuestas del CIS muestran que un gran número de obreros cualificados estarían apoyando a esta formación política. Ante este hecho no son pocas las voces que establecen que esto es un símbolo inequívoco del carácter proletario del partido político Podemos. Esta simplificación es interesada y autojustificativa, y pasa por alto que este alto apoyo no define el carácter de clase de Podemos, sino que señala la vía de su éxito (porque cuando la pequeña burguesía y los cuadros intermedios logran conquistar a las masas obreras y ponerlas tras de sí es cunando obtienen su verdadera fuerza). Es más, obvian que el cruce de recuerdo de voto y clase social del CIS entre enero de 2012 y abril de 2013 situaban al Partido Socialista Obrero Español con un apoyo en las anteriores elecciones que llegaba a rozar el 40% por parte de los obreros cualificados y el 20% los no cualificados. No hay que ser sociólogo para entender que este amplio apoyo no convirtió al PSOE durante los años en los que llegó al gobierno en un partido obrero aunque extrajera la mayoría de sus apoyos de esta clase. El carácter de clase de un partido se encuentra determinado por sus condiciones materiales de existencia y por la dirección política estratégica que condense su programa.
    blog de David Comas Rodríguez


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