¿Qué es ser comunista?Publicado por
Euzkal Herria Socialista y
Odio de clase –
febrero de 2011La burguesía, los revisionistas y oportunistas que se dicen de izquierda, han desatado toda una campaña de desprestigio hacia las verdaderas organizaciones de izquierda revolucionaria; nos llaman utópicos que pretendemos un mundo irrealizable, que vivimos del pasado y “teorizando” por horas enteras para respaldar a nombre de la lucha de clases, el combate a la burguesía y al imperialismo a cuanto populista se asoma en la vida política. Mediante estas ligerezas pretenden negar todo el esfuerzo, convicción y entrega de los comunistas en la lucha por la liberación social y nacional.
El ser comunista no es un membrete que se lo lleva para ser “diferente”, los comunistas -como lo señalaba Stalin- somos de un temple especial; somos personas dispuestas a entregar todo por la causa proletaria; queremos a nuestro país libre de la las garras del imperialismo que somete a nuestro pueblo y depreda nuestras riquezas; somos solidarios, sabemos reconocer los esfuerzos y virtudes de nuestros camaradas y del pueblo. Esta conciencia revolucionaria no surge por el simple hecho de ser “sensibles” con el dolor de nuestros pueblos o por participar en una u otra reivindicación social; la necesidad de luchar por la liberación viene de un sistemático proceso de estudio de la teoría revolucionaria fundida con la práctica sobre la realidad social y económica de los trabajadores y pueblos, de las medidas y políticas que nos imponen las clases dominantes y sus partidos políticos.
Estos análisis los realizamos a la luz del marxismo leninismo en el Partido Comunista, en las respectivas células que son las instancias organizativas, en ella dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo al estudio para, en la práctica, proponer e impulsar, junto a los pueblos, salidas a la crisis de este sistema y la necesidad de luchar por la patria y el socialismo, que acabe con la explotación del hombre por el hombre.
Es en el Partido donde obtenemos la conciencia revolucionaria, allí se fusiona la teoría con la práctica social y reivindicativa de los pueblos. Participamos en la lucha de las masas, ubicando que se trata de una lucha de clases, entre explotados y opresores. No descansamos en perfeccionar nuestra formación revolucionaria, poniendo atención al estudio de la teoría sin dejar de involucrarnos en la vida y lucha de la clase obrera y los pueblos.
En la célula compartimos las enseñanzas de los clásicos del marxismo y las adaptamos a nuestra realidad; allí aprendemos el valor de la honestidad, del trabajo en equipo, de la solidaridad; combatimos toda práctica ajena a los comunistas. No está con nosotros el oportunismo, el personalismo, el sectarismo, entendemos que las necesidades de las masas son nuestras necesidades y, junto a ellas luchamos por el echar abajo estas viejas estructuras capitalistas.
Los comunistas somos gente sencilla que aspiramos a días mejores para nuestros pueblos, para los oprimidos y explotados para los hombres y mujeres del campo y la ciudad que pese al trabajo que realizan no reciben de los explotadores más beneficios que míseros salarios. Es con esta convicción que luchamos cada día por ser mejores, combatiendo todos los intentos de la burguesía que pretende, por todos los medios, convencer a los pobres que no existe otro camino que la resignación a vivir en la pobreza y postración.
La misión histórica del partido del proletariado es organizar y dirigir la revolución, construir el socialismo y el comunismo. Esto implica, de inicio, “poner al desnudo las lacras del capitalismo, demostrar el carácter inevitable de la bancarrota del capitalismo” (Stalin, Fundamentos del Leninismo), minar los soportes del Estado burgués y toda la institucionalidad que lo representa como garantía para acabar con la explotación de este sistema e instaurar la dictadura del proletariado y la sociedad socialista. Desde este punto de vista, como ya lo hemos señalado, el Partido es una organización eminentemente conspirativa, pues, sabe, en la teoría y en la práctica, que estos objetivos solo se lograrán a través de la violencia organizada de las masas, mediante la combinación de todas las formas de lucha, “subordinadas a la lucha armada revolucionaria, a la insurrección armada, a la guerra popular”.
El carácter conspirativo del partido del proletariado se expresa no solo en la concepción filosófica y línea política que impulsa sino en su forma de organización y funcionamiento. De hecho, para lograr tan altos objetivos cumple con las normas leninistas de organización, por consiguiente, está integrado por una militancia que reúne los requisitos de selectividad y secreto y está forjada al calor de estrictas normas de disciplina y trabajo.
El Partido concentra en sus filas a los mejores hombres y mujeres del pueblo, a aquellos que han sido seleccionados por su extracción de clase popular y por sus cualidades revolucionarias; por su capacidad de relación, influencia y dirección de un sector de masas; por su actitud audaz y valerosa en medio del combate; y, desde luego, por su disposición a un trabajo basado en una disciplina conciente. A su vez, junto a estas características, tanto los organismos dirigentes como los de base y toda su estructura de funcionamiento guardan normas de trabajo secreto como un mecanismo para preservar su integridad frente a los embates, intentos de infiltración y labor de inteligencia de la burguesía y sus aparatos represivos.
Un principio fundamental de organización leninista es el centralismo democrático, esto significa “centralismo sobre la base de la democracia, y democracia bajo una dirección centralizada”. Por consiguiente no admite direcciones paralelas ni fracciones de ninguna clase. Practica la más amplia democracia al someter a discusión y aprobación su Línea Política, Programa y Estatutos del Partido y las principales orientaciones de la acción revolucionaria; al otorgar igualdad de deberes y derechos a todos sus miembros; al aplicar la dirección colectiva; al estimular el ejercicio permanente de la crítica y autocrítica. Pero, junto a esto, aplica el concepto de centralismo como resultado de la necesidad de elaborar, sintetizar y convertir en orientación única y de estricta aplicación las decisiones y tareas trazadas; de esta manera, el Partido es ante todo una organización centralizada. Con la aplicación de esta norma leninista se garantiza una férrea disciplina resultante de una subordinación voluntaria y consciente, razón de la que se deriva su fuerza y garantía de éxito.