De manera notable, la penetración norteamericana en España dio comienzo en la década de los años veinte al treinta, con la instalación, primero, de la refinería de petróleos "Compraflet" bajo control de la Standard Oil N. J. Sin embargo, el hecho de mas consecuencias políticas fue la entrega, a la International Telegraph and Telephon Co. del grupo Morgan, de la naciente red nacional de teléfonos automáticos. Esta entrega, antinacional, se efectuó en 1924 siendo rey el felón Alfonso XIII, abuelo del Pelele, y dictador el general Primo de Rivera.
A partir de estas fechas se fueron tejiendo y estrechando las relaciones entre el imperialismo norteamericano y las fuerzas reaccionarias de la oligarquía española. El año 1931, al constituirse el gobierno Aznar (último de la monarquía), la Banca Morgan acudió en ayuda del régimen monárquico ofreciéndole un crédito de 60 millones de dólares.
Tras el 14 de abril y la Proclamación de la II República, la Banca Morgan siguió complotando contra la democracia en España y, a los dos meses de vida del régimen republicano, lanzó un ataque contra la peseta, que obligó al gobierno a exportar cerca de 300 millones de pesetas-oro a Francia, a fin de defender la moneda española en los mercados internacionales.
En 1932 el gobierno republicano intentó limitar los privilegios de la ITT en la telefónica. Pero dada la falta de vigor de los dirigentes republicanos, bastó que el gobierno de los EE.UU. amenazara con romper las relaciones diplomáticas, para que quedaran intactos los intereses y privilegios imperialistas de la ITT.
Mas sin lugar a dudas uno de los grandes crímenes perpetrados por el imperialismo yanqui a lo largo de su historia lo constituye el apoyo y la ayuda que desde el comienzo prestó a las hordas fascistas sublevadas contra la República y, posteriormente, a la dictadura de Franco.
La compañía norteamericana TEXAS Co. (una de las ramas de la Standard Oil) había suscrito en 1935 un contrato para el suministro de petróleo a la CAMPSA. En el marco de este contrato entre la TEXACO y el gobierno español, cinco petroleros de la TEXACO se encontraban en alta mar, camino de España, en julio de 1936. El norteamericano T. Rieber, presidente en aquellos momentos de la TEXACO, viajó a Burgos en cuanto tuvo noticia de la sublevación y puso su petrolero a disposición de los generales fascistas sublevados, telegrafiando inmediatamente a los cinco petroleros de la TEXACO para que desviaran su rumbo y se dirigieran con el petróleo a unpuerto ocupado por los rebeldes fascistas.
La TEXACO resolvió así a los sublevados uno de sus más angustiosos problemas logísticos. Según cifras publicadas por Herbert Feis, los suministros de petróleo suministrados a crédito por la TEXACO a Franco desde julio del 36 al final de la guerra, fueron en toneladas:
1936…………344.000
1937…………420.000
1938…………478.000
1939…………624.000
A finales de la guerra el petróleo suministrado a crédito por la TEXACO a Franco sumaba más de 6. 000. 000 de dólares. Los suministros procedían de la refinería de Port Arthur en Texas y se efectuaban a veces bajo el camuflaje de envíos a Francia u otros países. No en balde el pro-franquista yanqui Rieber fue luego condecorado por la dictadura con la Gran Cruz de Isabel la
Católica.
Al estallar la sublevación, el gobierno de los EE.UU. adoptó una política de doble faz. Por un lado, proclamó que se "abstendría de toda interferencia" y que mantendría la "neutralidad". Por otro lado, pronto se comprobó que todo ello no era sino una pantalla tras la cual poder apoyar a los rebeldes fascistas y atentar contra la República y la democracia.
Así, en agosto de 1936, al consultar la compañía Glenn L. Martin al Departamento de Estado sobre la conveniencia de cumplir un contrato, ya antiguo, con el gobierno español, referente a la venta de 8 aviones, la respuesta del gobierno yanqui señalaba a la compañía que la venta de esos aviones no correspondía al espíritu de la política del gobierno. No contentos con esta forma de presionar y de ahogar el comercio con un gobierno legalmente instaurado y reconocido en todo el mundo como era el de la República española, el 8 de enero de 1937, el presidente Roosevelt y su secretario Hull hicieron aprobar la llamada "Ley de Embargo" prohibiendo el envío de cualquier suministro de armamento y otros materiales estratégicos a España. El mismo Franco, al conocer esta ley comentó: "El presidente Roosevelt se ha portado como un verdadero caballero".
La Ley de Embargo, que impidió la venta de suministros a la España republicana, no impidió que la TEXACO suministrara a Franco las cantidades de petróleo que hemos mencionado, ni que las compañías Studebaker, Ford y General Motors suministraran a los ejércitos franquistas mas de 12.000 camiones y otros vehículos, pagados también a crédito. Esta ley no prohibió tampoco la presencia del representante de la Standard Oil, Mr. Middleton -a través del cual se gestionaba el suministro de petróleo, entre otras cosas- en Burgos, al lado del gobierno franquista, durante la mayor parte de la guerra.
El gobierno norteamericano presionó también sobre otros países para que tampoco vendieran armas a la España republicana. Es conocido el hecho de una compañía mexicana que en diciembre de 1936 adquirió unos aviones civiles en Norteamérica con el propósito de venderlos luego al gobierno español. Para impedir esta venta, el gobierno yanqui no dudó en promover un escándalo diplomático, presionando descaradamente sobre el presidente de la República mexicana.
En realidad, la política norteamericana, con su etiqueta de "neutralidad", era una variante y un complemento de la "No Intervención". Al respecto, el embajador norteamericano en España, Mr.Bowers, escribió:
"El Comité de No Intervención y nuestro Embargo representan una poderosa contribución al triunfo del Eje sobre la democracia española".
Aunque Mr. Bowers no señala que los aviones de Hitler que destruyeron Guernica pudieron hacerlo porque la TEXACO suministraba el combustible necesario. El historiador franquista Manuel Aznar señala al respecto algunos pormenores:
“ …(La TEXACO)...comprendiendo perfectamente el sentido del movimiento español, se ofreció a los requerimientos de Burgos, vendió al gobierno de Franco todos los productos que necesitaba la Junta Técnica y puso su flota a disposición del alzamiento; cuando se le consultó sobre la forma de pago contestó, en telegrama cursado un día de octubre de 1936 "…no se preocupe del pago…" El hecho es que las autoridades militares encontraron resuelto el gravísimo problema del combustible y las Fuerzas del Aire han podido consumir más de 100 millones de litros sin que jamás se haya interrumpido el suministro"
Pero los EE.UU., que intervenían acerca de otros gobiernos para impedir la venta de armas y suministros estratégicos a la España republicana, encontraban "perfectamente legal" vender las bombas a Italia y Alemania que luego habrían de arrojar sus aviadores sobre las ciudades españolas. Así, cuando se comprobó que los aviones italianos que bombardeaban Barcelona arrojaban bombas de fabricación norteamericana, el mismo presidente Roossevelt no tardó en proporcionar una cínica explicación al hecho:
"Hemos leído -dijo- que bombas de fabricación americana han sido lanzadas sobre Barcelona por los aviones de Franco. Eso es posible... Habrán sido vendidas al gobierno alemán, lo que es perfectamente legal, o a compañías alemanas, lo que también es perfectamente legal, mandadas a Alemania y reexpedidas a las fuerzas de Franco". (Conferencia de prensa del 21 de abril
de 1938).
Junto a toda esta ayuda material y diplomática, los círculos de la burguesía monopolista norteamericana promovieron una feroz campaña propagandística contra la España republicana, especialmente a través de los magnates de la prensa (H.R.Luce, Hearts y otros) y de una parte de la jerarquía católica. Un papel singular de esta siniestra labor desempeñó el cardenal Spellman, que eligió entonces a Franco como "hombre sincero, serio e inteligente" y que propició, con ayuda del clérigo fascista Coughlin, la creación de una oficina de propaganda franquista en Nueva York, la "Unión Norteamericana de la España Nacionalista". Spellman y los suyos, que al final de la II Guerra Mundial serian los teólogos de la guerra fría, presentaban a Franco como un "cruzado" luchando contra los males de este mundo: el "ateismo" y el "comunismo".
El Departamento de Estado y la diplomacia norteamericana en Europa (particularmente el embajador en Londres J. Kennedy y el embajador en Paris W, Bullit), representaron un papel de primera fila en la hipócrita política de "No-Intervención", ya que esta fue en realidad el engendro monstruoso del imperialismo yanqui y de los gobiernos inglés y francés.
Al denunciar el criminal papel del imperialismo norteamericano en nuestra guerra a favor de Franco, en la cual se destapó como enemigo abierto de nuestro pueblo, no olvidamos que la causa popular tuvo también valiosos amigos en los EE. UU. y que, salidos de entre lo más avanzado del pueblo norteamericano, llegaron a España y lucharon al lado del pueblo español contra el fascismo los "voluntarios de la libertad" estadounidenses, una parte de los cuales dejó su vida y su sangre generosa en el suelo de España.
Tras el fin de la II Guerra Mundial comenzó a crecer en grandes proporciones la penetración económica de los EE. UU. en la España franquista, penetración que fue “legalizada" y que dio un salto cualitativo con los ignominiosos acuerdos yanqui-franquistas de 1953.
En la actualidad, el imperialismo norteamericano domina sobre nuestro país en todos los terrenos: político-militar, económico, cultural, etc., en estrecha alianza con el régimen monarcofascista y vendepatrias. De ahí que al contrario de la camarilla revisionista -que ha abandonado por completo la lucha antiyanqui y que incluso ha dado su acuerdo a la penetración económica y a las bases militares- nuestro Partido ha levantado la bandera antiyanqui y se encuentra en la vanguardia del combate antiimperialista de nuestro pueblo.
Extraído de La guerra nacional-revolucionaria del pueblo español contra el fascismo