Réplica a Tachanka: Los adalides de la doncella Guerra Popular (MAI y demás charlatanes)
Se trata de una réplica al primer comentario del forero Tachanka en forocomunista.com, que se puede consultar en el siguiente enlace: http://www.forocomunista.com/t15319p40-son-los-maoistas-la-punta-de-lanza-del-movimiento-comunista-internacional-porqueTachanka se muestra agraviado, y hace pública su disociación con respecto al MAI, tal vez por no enlodar su nombre mezclándose con semejantes doctrinarios diletantes en praxis revolucionaria, pero templados y aguerridos en el ciberactivismo y en la indigestión de fórmulas abstractas y hueras. Sin embargo, resulta innegable que, cada uno de sus ponzoñosos anatemas hacia quienes llevan décadas enfrentándose con las armas en la mano a la oligarquía financiera y su Estado fascista, por saltarse el recetario esquemático erigido en sacrosanto por los falsos acólitos de Mao, se limita a repetir, en su labor de sicofante sobre el Movimiento Político de Resistencia, las diatribas infumables de los juntaletras del MAI, que durante las mismas décadas en las que otros caían asesinados, torturados, encarcelados, llevaban a cabo huelgas de hambre a tumba abierta y creaban sus propias
zonas liberadas nada menos que en los centros de exterminio del Estado fascista español, durante esas mismas décadas, decía, los trileros del MAI ya estaban, y siguen estando,
reconstruyendo el Partido desde la bucólica tranquilidad del salón de su casa, cuando no formando parte de la
fracción roja del PCPE. Y, pese a ese paupérrimo y nulo bagaje revolucionario, se creen en condiciones de aleccionar a los que sí luchan, y por tanto pueden cometer errores, desde la atalaya de su bravuconería y palabrería sin actos.
Tachanka no muestra el más mínimo pudor a la hora de hacer evidente su completo desconocimiento de la historia del erre, así como de toda la vasta labor previa a la reconstitución del Partido, labor previa en la que no sólo se conquistó la vanguardia ideológica y teórica, sino que se echaron las raíces orgánicas, políticas, etc. imprescindibles para la reconstrucción del Partido. Parece ignorar Tachanka los más de siete años que median entre la formación de la OMLE, su maduración política e ideológica, su enraizamiento en los elementos más avanzados de las masas hasta que se dieron las condiciones necesarias para convertirse en el destacamento de vanguardia del proletariado del Estado español. Tachanka, como buen dogmático que se ha aprendido de memoria las peregrinas deformaciones del pensamiento de Mao de los grupúsculos
maoístas, parte de esa errónea concepción de la línea del partido y de la teoría del conocimiento marxista, de la
línea masista que preconizan aquellos, que hunde su error en una desviación empirista, que considera que el PC debe ir primero a las masas y, de ellas, extraer las ideas dispersas, fragmentadas, incompletas de éstas y sintetizarlas, generalizarlas en un programa y línea política. Esa forma de plantear las cosas, ajena al materialismo dialéctico, que hace tabla rasa de todo el rico acervo de conocimientos acumulados, del dilatado manantial de experiencias del MCI es lo que lleva a Tachanka a ese embrollo y confusión al que nos pretende conducir a todos, a través de arteras y oportunistas acusaciones hacia el erre y los G. Y es que Tachanka es incapaz de comprender que, en el período de reconstrucción del Partido y cuando éste empieza a dar sus primeros pasos, la tarea principal, a la cual quedan subsumidas el resto, es el del estudio, generalización y asimilación del desarrollo histórico de la lucha de clases, sus formas de manifestarse ésta y de las experiencias teóricas y prácticas del MCI, la elaboración de un programa y una línea política adecuadas a la realidad concreta, específica del país, el fortalecimiento del aparato de dirección y los aspectos de carácter orgánico y técnico, etc.; en ese período que estamos describiendo, las actividades relacionadas con estrechar lazos, vínculos con las masas, de llevar a cabo un trabajo constante y permanente entre éstas pasa a un segundo plano, lo que no implica, en ningún momento, que deba abandonarse: todo PC se erige y desarrolla echando fuertes raíces sobre las masas obreras y populares, lo que no es óbice para que, en determinado período, esas tareas tengan un carácter secundario y supeditado. Con las injuriosas acusaciones de Tachanka sobre la ausencia de conquista de la
vanguardia práctica que vierte sobre el erre, lo único que demuestra fehacientemente es su hocico de diletante y matutero de lo más banal de las baratijas ideológicas del
maoísmo.
Como para demostrar que su ignorancia no se circunscribe ni limita al estudio de determinados fenómenos aislados, por importantes que sean, Tachanka nos deleita a todos y, casi sin darnos respiro, continúa hilvanando hilarantes peroratas impregnadas de un estilo taimado propio de un estafador político de la peor ralea. Con toda la desfachatez e inicuidad, se suma a la campaña parapolicial de criminalización del erre, equiparando a la vanguardia comunista del Estado español con la organización armada revolucionaria italiana. Sin embargo, el Ministerio del Interior cada vez es más torpe en su selección de provocadores y tontos útiles, porque esa sibilina acusación se resquebraja al más mínimo contacto con el estudio de los documentos elaborados por el erre, y de su propia experiencia revolucionaria, así como la de los G.
Precisamente, durante la década de los 80 y 90, se dio, entre las organizaciones revolucionarias europeas, un prolijo y enriquecedor debate en torno a la estrategia revolucionaria y el papel de la lucha armada en esta, cuyo uno de sus aspectos fundamentales quedaba deslindado, fundamentalmente, en dos posturas: los defensores de la militarización del Partido o de la organización militar como forma suprema de organización y la lucha militar como forma superior de lucha, y los que defendían una estricta separación orgánica, en virtud de sus funciones, tareas y estructura, entre Partido y Guerrilla. Precisamente, las Brigadas Rojas, en términos generales, abogaba por la primera de las posiciones, mientras que el erre defendía tenazmente la segunda. El erre considera a la lucha armada como parte integrante de la estrategia revolucionaria, pero no la considera ni como principal ni como más importante forma de lucha, al menos no en este momento, de la misma manera que siempre ha defendido la ineludible y esencial necesidad del Partido y de la dirección política de este sobre la lucha armada y el embrionario Ejército Popular, precisamente, todo lo contrario que las Brigadas Rojas. Los G jamás, jamás han actuado al margen de la línea política elaborada por la vanguardia comunista, por el erre, pese a los acentuados errores militaristas de principios de los ochenta, que fueron corregidos tras un proceso de crítica y autocrítica. Por ello, nada más vacuo y falaz que las rimbombantes lecciones de Tachanka y sus analogías espúreas.
Tachanka parece no ruborizarse al afirmar, con petulante chulería y gratamente satisfecho, que los G nunca han tenido ni el más mínimo lazo con las masas. Cualquiera podría imaginar que él simpatiza (aunque intente ocultarlo con subterfugios vergonzantes, tanto como sus razonamientos) con una organización que dirige y encabeza la lucha de millones de obreros, pero nada más lejos de la realidad: no son más que cuatro o cinco universitarios que han devorado sin saber digerir cuatro libros y que ahora vomitan todo ese hediondo cacao mental con el fervor del neófito. Quizá si dejase por un segundo de castigar a sus neuronas con los farragosos y soporíferos mamotretos del MAI y saliese a la calle y charlase con trabajadores que han pasado por Ascón, por la construcción del Hilton en Barcelona, por las minas y fábricas siderúrgicas del Bierzo o por Euskalduna, se sorprendería con que muchos militantes del erre y los G no son sólo conocidos, sino que han sido compañeros y conquistaron el cariño y respeto de esos trabajadores; o quizá podría preguntar por Las Carreras, en Bizkaia, sobre el entierro de Kepa, o en Pamplona, sobre los tiros de la policía ante los disturbios y manifestaciones de guerrilla urbana durante las protestas por el asesinato de Sevi... Pero Tachanka es más de ofrecer satisfacción a su intelecto con disquisiciones abstractas y sin el más mínimo ligazón con la práctica, por lo que nunca se enterará de todo eso. Ni de nada. Porque Tachanka, para enlodar y verter su baba verde y negra sobre el erre, no vacila en actuar como un oportunista de la peor ralea, como un revisionista de la más vil especie, y trata de escudarse en los sectores más atrasados de las masas para hacernos creer que el erre y los G siempre han estado aislados de estas. Y supone la rúbrica a la lógica interna de sus posturas ajenas al m-l: a una línea masista le corresponde una concepción masista del Partido. Un Partido que, efectivamente, sea destacamento de vanguardia del proletariado revolucionario, debe atraerse, vincularse de la forma más íntima a los elementos más avanzados, destacados y conscientes de las masas obreras, conquistar, al menos, una pasiva benevolencia por parte de los sectores intermedios y, así, neutralizar a su parte más atrasada, cuya punta de lanza es la aristocracia obrera. Y esa es, precisamente, la política y línea de masas que ha guiado siempre la actividad revolucionaria del erre y que nadie, pese a los embustes e insidias de oportunistas como Tachanka, puede ocultar ni tergiversar.
Y no porque toda esa caterva de oportunistas no ponga empeño en ello, más que en combatir al Estado fascista español, como demuestra Tachanko, que es incapaz de escribir una sola coma sin tergiversar las posiciones y praxis de las organizaciones integrantes del Movimiento Político de Resistencia. Como no ha seguido un estilo de trabajo bolchevique, toda su crítica adolece de unilateralidad y una estrechez de miras de titánicas dimensiones. Porque Tachanka, cuando se le ofrecen algunos ejemplos de acciones militares de los G que complementaban y reforzaban a la lucha de las masas obreras para refutar la calumnia de que estos practicaban la lucha armada al margen de las masas, nos brinda otro ejemplo de su filisteísmo: como no conoce en absoluto la experiencia de los G ni la estrategia político-militar reflejada en la línea política y programa del erre, no duda en lazar todas esas etiquetas y fórmulas apriorísticas para que encajen en su caricatura de la línea política y militar de este Partido. Como carece de una visión de conjunto, como buen empirista, parece olvidar que los G también han llevado a cabo operativos contra altos mandos policiales y militares, gestores políticos de la oligarquía financiera, etc.; también esas acciones son
seguidistas, economicistas y demás acusaciones injuriosas? Se deben lamentar y condenar dichas acciones militares?
Sin embargo, con un charlatán embaucador como Tachanka el desarrollo no sigue una tendencia en espiral, sino circular: si las acciones son contra miembros de la oligarquía o en respuesta a las manifestaciones más voraces de explotación, esas acciones son
tradeunionistas; si son para golpear al aparato burocrático-represivo del Estado, son
terrorismo individual desligado de las masas, y así hasta el infinito, sin avanzar un palmo. Como los hermanos Bauer, la crítica de la crítica... desde el salón de casa o la cafetería de la universidad.
A los sabios aleccionadores sobre la Guerra Popular, cuya erudición contrasta con la realidad de que jamás empuñarán un arma, les gusta rendir pleitesía a revoluciones de otros países, cuanto más lejanos y exóticos mejor, para así no tener que cargar sobre sus espaldas la trascendental tarea de organizar la revolución en sus propios países. Debido a ello, el trilero Tachanka nos invita, con tono grave y solemne, a que nos fijemos en los camarada naxalitas, en que nos comparemos y sintamos el oprobio y la infamia caer sobre nuestras maltrechas cabezas: los naxalitas, los luminosos, etc. todo lo hacen bien; los G, todo lo hacen mal. Y alcanza el paroxismo de la satisfacción cuando, sintiéndose triunfante, pregunta:
¿Cuando fue capaz los GRAPO de llevar la lucha del terreno espontáneo al terreno revolucionario? Pero calma, no nos hagamos ilusiones, porque Tachanka, como buen intelectualillo, nos recita su sermón y le da igual lo que el resto le pueda decir, por lo que él mismo se responde, tajante y convencido: nunca. De nuevo, un árido y yelmo desierto en lugar de un océano de conocimientos de la ciencia revolucionaria; de nuevo, el análisis científico y pormenorizado suplantado por la mentira y la ausencia de escrúpulos.
El erre, en base a sus experiencias y dilatado bagaje en las formas más avanzadas de la lucha de clases y de enfrentamiento frontal y abierto al Estado de los monopolistas, que es donde se templa y forja un partido de nuevo tipo, aguerrido, bolchevique, elabora un programa y una línea política que reflejan fidedignamente los rasgos, orientación y camino que toma la revolución en el Estado español, vinculándose a los elementos más avanzados de las masas, encabezando sus luchas, elevando su conciencia política al nivel de la vanguardia, fundiendo sus reivindicaciones parciales y sectoriales en un sólo torrente por la revolución socialista, actuando así como sujeto generador de conciencia revolucionaria y dirigiendo políticamente las formas de lucha más elevadas de las masas obreras y populares; los G, por su lado, orientan su actividad militar en base a la línea política de la vanguardia comunista, que es la que dirige políticamente todas las formas de lucha, incluida la armada, allana el terreno, golpea, debilita y cuestiona el monopolio de la violencia del Estado, educa en la necesidad de la violencia revolucionaria a las masas y se funde con las luchas de éstas a través de acciones militares organizadas, planificadas y encuadradas en una estrategia general revolucionaria de Guerra Popular Prolongada. Dónde está, pues, ese culto al esponateísmo? Evidentemente, sólo en el apolillado cerebro de un dogmático oportunista como Tachanka.
Y no hay nada peor, que suponga un mayor agravio a un dogmático
maoísta, que el hecho de que profanen a su prístina, sagrada y virginal doncella, la Guerra Popular Prolongada. Como buenos loros repetidores de fórmulas abstractas, ante quienes la teoría es siempre gris y eternamente verde el árbol de la vida, no pueden soportar la aplicación creadora, vinculándola a las condiciones concretas de un país de capitalismo monopolista de Estado, de esa aportación fundamental de Mao al acervo m-l. Por ello, en lugar de estudiar (porque pedirles que se pusiesen manos a la obra sería una quimérica estupidez) la experiencia de los procesos revolucionarios en países preponderantemente urbanos y que ya han superado la etapa de revolución democrático-burguesa (como puede ser el estudio de las vicisitudes y avatares de la RAF, Brigadas Rojas, CCC, tupas, EPR, etc), prefieren atenerse a la letra muerta, en lugar de al espíritu creador del m-l. El erre, para elaborar la estrategia militar y la aplicación de la Guerra Popular a las condiciones particulares del Estado español, no se limita al estudio de las obras de Mao, sino, principalmente, a las enseñanzas que la propia experiencia bregándose en la lucha más abnegada y dura contra el Estado fascista les ha dotado. En el Estado español (como en otros países imperialistas), 30 años de Guerra Popular, en su etapa de defensa estratégica, donde la guerra de guerrillas, a través de la ofensiva táctica, es la forma militar fundamental que adopta, han demostrado el carácter superfluo, estéril de la creación de
zonas liberadas para la acumulación de fuerzas en dicha etapa, lo cual no implica que sea imposible, pero sí que, ante los omnímodos, profesionalizados e instruidos en estrategia contrainsurgente Estados monopolistas, no sean adecuadas para el encuadramiento político y militar de las masas. Precisamente, el ejemplo del IRA en Irlanda y de sus
zonas liberadas, como el
Free Derry, resulta ilustrativo de lo que estoy diciendo. Las
zonas liberadas en los países Imperialistas son producto de situaciones locales específicas (en el caso del
Free Derry, la discriminación hacia los católicos; en el caso helénico de Keratea, por la construcción de un vertedero en el pueblo), que surgen al calor de luchas espontáneas y que, más pronto que tarde, acaban siendo aplastadas y barridas, obligando, en el caso de que alguna organización pretendiese dotarlas de continuidad, a una movilidad permanente que impediría generar un Nuevo Poder y enraizar en las masas. En los países de capitalismo monopolista de Estado, como España, no se puede esperar una fase de equilibrio estratégico, en el que se enfrenten dos Ejércitos, dos Estados, sino que la acumulación de fuerzas y creación de condiciones revolucionarias, al llegar a determinado punto, provocarán un salto hacia la insurrección popular dirigida políticamente por el proletariado, que hará añicos el actual Estado fascista, expropiará a los grandes monopolios y establecerá el Nuevo Poder, la República Popular. Por otro lado, conviene realizar una aclaración importante: el erre generó, como correas de transmisión, toda una serie de organizaciones democrático-revolucionarias para el encuadramiento político de las masas, como los Círculos Obreros, la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas, Pueblo y Cultura, Mujeres Antifascistas, etc. sobre las que se volcó una virulenta y feroz, por inaudita, represión que acabó desmantelándolas a base de detenciones masivas, torturas y asesinatos. Mientras tanto, los adalides de la Guerra Popular, el MAI, jugaban a los
comunistas en el PCPE. Y nosotros, los comunistas, juzgamos a las organizaciones, como a cualquiera, por sus acciones, no por sus palabras ni la ornamenta que se coloquen.