Nueva réplica, esta vez a RDC:
Como para ofrecer una prueba fehaciente y expresiva del esquematismo que corroe al dogmatismo de los falsos maoístas, el camarada RDC, al cual, tras leer algunas de sus intervenciones e historial en varios foros, consideraba más inteligente y respetuoso para con los que luchan bajo las más arduas y duras condiciones, recita el compendio de lugares comunes, trivialidades y enfoques abstractos y vacuos que son característica definitoria de los más recalcitrantes deformadores de las aportaciones universales de Mao a la doctrina científica del proletariado. Toda una retahíla de verdades a medias, francas tergiversaciones y omisiones de aspectos cardinales de las concepciones y experiencias revolucionarias del erre y los G que, quiero pensar, responden a una apenas velada ignorancia sobre el tema en cuestión. No creo que resulte necesario recordar aquel apotegma de Mao sobre los que hablan sin haber estudiado profunda, pormenorizada y científicamente cualquier cosa y fenómeno. Sigamos el esquema que el camarada RDC ha redactado y de las nociones del concepto de Guerra Popular que de él se desprenden que, como cualquiera puede observar, se reducen a una extrapolación mecánica de la experiencia revolucionaria china, un enfoque abstracto para el cual, efectivamente, el camino de vuelta a lo concreto pasa por un gigantesco precipicio, precipicio insuperable si no se aplica de forma creadora a las condiciones específicas, particulares de cada país, lo cual implica el abandono de determinadas absolutizaciones arbitrarias que no son más que una mala copia de las experiencias de otros países.
En el comentario anterior, ya he descrito los rasgos generales de la reconstrucción del Partido. Como ya he explicado, en la etapa preparatoria a su reconstrucción, lo principal es el estudio crítico y asimilación de las experiencias del MCI, de la lucha contra el revisionismo contemporáneo así como del estudio serio, científico de las condiciones específicas en las que se desenvuelve la lucha de clases en el país, las formas concretas que adopta la dominación de clase de la burguesía, etc. para la elaboración, estrechamente ligada a la práctica y el contacto con las masas, de una línea, un programa y una estrategia justas, que apliquen de forma creadora los principios universales del m-l a las realidad específica de cada país. Esa fue la tarea que se impusieron muchos militantes comunistas tras la usurpación y liquidación de la vanguardia comunista por parte de Carrillo y sus secuaces, que se organizaron en la OMLE, en el exilio, en 1968. Por supuesto, en un principio no dejaba de ser un club abigarrado por su composición, difuso en cuanto a concepciones e ideas y puramente artesanal en su forma y métodos de trabajo. Sin embargo, había un aspecto que los diferenciaba del resto de grupúsculos izquierdistas que pululaban por aquellos años de disgregación del movimiento comunista y que acabaron vendiéndose barato durante la maniobra reformista del régimen fascista: mientras que estos grupitos, nada más formarse, se erigían y autoproclamaban vanguardia y afirmaban, en dos días, haber reconstituido el PCE, en la mayoría de los casos bajo programas que era una burda y pueril copia de la revolución china, la OMLE declaraba que el proceso de preparación y maduración suficiente para la reconstrucción del Partido, el cumplimiento de las tareas ideológicas, políticas, orgánicas, etc. que le sirven de premisa, sería un proceso largo, para el cual era necesario el debate, el esclarecimiento ideológico y político, la acumulación de experiencias y bagaje. Precisamente, criticaba la OMLE, embrión del erre, todas esos infundios y deformaciones que ahora, los que mantienen las mismas posturas que los izquierdistas de entonces, atribuyen al erre. Algunos, para tapar sus vergüenzas, para que su palabrería huera resuene más allá de las cuatro paredes de su habitación, se sirven de la calumnia y el engaño hacia quienes someten su línea y estrategia al fragor del fuego cruzado de la lucha de clases. Sólo cuando se dieron las condiciones, cuando se echaron fuertes raíces entre los elementos más avanzados de las masas, se estuvo preparado para la elaboración de un programa, una línea y una estrategia para éstas y una solidez orgánica y fortalecimiento del aparato de dirección como para encabezar y dirigir políticamente sus luchas, sólo en ese momento, la OMLE tomó la trascendental decisión de la reconstitución del PCE. Reconstitución que, pese al cuadro abstracto, pintado sobre el vacío con el pincel del escolasticismo que nos ofrecen algunos, se llevó a cabo en un contexto de radicalización de las luchas de las masas obreras y populares, en el que se desarrollaba un movimiento huelguístico de tipo revolucionario, en el que las luchas económicas se transformaban en auténticas batallas políticas y en las que el régimen, en un atolladero, sacaba a los perros de presa mientras integraba a los revisionistas de todo pelaje, incluidos aquellos furibundos y domesticables maoístas a los que combatió la OMLE. En esas condiciones tan difíciles, ante las tareas tan ineludibles como enormes, habían dos opciones: esconder la cabeza cual avestruz, mantenerse al margen de la lucha espontánea de las masas y desperdiciar una oportunidad única de derrocar al odiado régimen de terror de los grandes monopolistas, como algunos siguen haciendo hoy desde sus torres de marfil, como para demostrar su envidiable pureza frente a los que se ensucian en el pantano que hay entre el precipicio y la meta final; o, por el contrario, asumir la enorme responsabilidad que les correspondía como comunistas organizados, poniéndose al frente de las más elevadas luchas de la época, pese a la juventud e inexperiencia del Partido. Ni la coyuntura ni la correlación de fuerzas eran favorables en esos momentos para el Partido, y los golpes represivos del Estado fascista que, con la inestimable colaboración de los revisionistas, se centraron en su liquidación, fueron muy duros. Pero eso no más que una parte, un análisis parcial y unilateral. El erre cumplió con sus obligaciones y tareas como vanguardia del proletariado revolucionario, denunció la maniobra de la oligarquía financiera y se puso a la cabeza, con un programa y una línea política justas, de la lucha de las masas obreras y populares; es decir, conquistó la vanguardia práctica, al menos entre los sectores más avanzados de las masas y sólo la represión más feroz y la labor canallesca y de zapa de los revisionistas y demás colaboracionistas han conseguido, temporalmente y tras muchos años, han conseguido debilitarlo y aislarlo de las masas. Todos esos factores, la juventud y relativa debilidad del Partido cuando tuvo que asumir tan vastas e importantes tareas, la represión salvaje y la influencia entre las masas del reformismo y el revisionismo son los esenciales a la hora de estudiar y asimilar la experiencia política y de comprender las causas de la actual situación del erre, aspectos de carácter secundario que están vinculados a cuestiones de carácter coyuntural, táctico, de correlación de fuerzas desfavorable.
Evidentemente, resulta más sencillo, cómodo y gratificante para las ínfulas endogámicas de los falsos maoístas el recurso de la crítica estereotipada, que suplanta el estudio concreto de la situación concreta por etiquetas apriorísticas y fórmulas abstractas que no tienen más que ser aprendidas de memoria para devenir en panaceas que, con sólo recitarlas, harán repicar las campanas mortuorias del funeral del imperialismo. Por eso en sus peroratas disfrazadas de análisis y sus calumnias ornamentas de críticas nunca se sabe si están hablando sobre Perú, Bangladesh o Alemania, porque todas sus lecturas son igual de vagas y genéricas. Debido a ello, se afirman necedades de portentoso calibre, como que el erre jamás se dotó de los sempiternos tres instrumentos. No sólo es falso, sino que bastaba con leer mi anterior réplica con mayor detenimiento y capacidad de comprensión para evitar caer en el más espantoso de los ridículos. Sólo compensa por la sonrisa sardónica que habrá hecho esbozar semejante bobada en todo aquel obrero y comunista que conozca un poquito el tema que estamos tratando. El erre, casi paralelamente a su fundación, genera el instrumento militar de la revolución, el cual lleva a cabo una intensa actividad armada durante aquellos años. Poco después, en 1976, y sin perder de vista los fundamentales aspectos internos, lanza la consigna ir a las masas y, a la vez, genera toda una serie de organizaciones democrático-revolucionarias, abiertas y de masas que son las que forman parte integrante del Movimiento Político de Resistencia, movimiento cuya vanguardia y fuerza principal es el Partido; de qué estamos hablando, pues, si no es de los tres instrumentos? Resulta evidente, para cualquiera que no esté cegado por el odio cerval hacia los auténticos comunistas, los que saltan el precipicio que algunos erigen entre la teoría y la práctica.
- Tras leer el segundo punto del carcomido esquema del camarada RDC, uno llega a la conclusión de que ni siquiera se ha molestado en leer el programa del erre, lo cual resulta bien ilustrativo del estilo de trabajo y el valor de las críticas que realizan los sacerdotes, los sumos guardianes del maoísmo. Tiro de archivo, y encuentro el punto 5.5 del programa del erre, que lleva por título “Asegurar la dirección política del movimiento guerrillero” en el que leo: “Los comunistas debemos procurar dirigir todas las formas de lucha del proletariado y otros sectores del pueblo. Entre estas variadas formas destaca la lucha armada guerrillera. El Partido tiene que hacer todos los sacrificios que sean necesarios para sostener a la guerrilla, procurarle el apoyo de las masas y asegurar su dirección[...]Por otra parte, es necesario mantener una estricta separación orgánica entre el Partido y la guerrilla. El movimiento de resistencia y el propio Partido Comunista tienen múltiples tareas que cumplir que no encajan, de ningún modo, dentro de las rigideces de un ejército o movimiento militarizado. Las luchas de las amplias masas de obreros y trabajadores necesitan de la dirección política del Partido Comunista. Este da cauce a su ardor y determinación revolucionarios, sintetizando las experiencias de sus luchas y extendiéndolas. El Partido, como destacamento de vanguardia y núcleo dirigente del proletariado, es quien está mejor preparado para llevar a buen término las tareas de tipo fundamentalmente político, y es obligación suya hacerlo. En caso contrario, el movimiento de las amplias masas sería fácilmente desorientado y dividido y caería en la desmoralización. El Partido asegura al mismo tiempo la conexión entre la guerrilla y el movimiento político de las amplias masas. El establecimiento de estos lazos permite al Partido dar continuidad a la actividad guerrillera, promoviendo la incorporación de la juventud antifascista a sus filas y nutriéndolas de comunistas experimentados y firmes.
Por su parte, los miembros del Partido que desarrollan su actividad en las organizaciones guerrilleras defienden dentro de ellas las posiciones consecuentemente democráticas y revolucionarias del proletariado, ateniéndose al carácter popular de estas organizaciones y dando ejemplo de entrega y arrojo. La presencia de los comunistas en la guerrilla y su labor política e ideológica fortalecen la unidad interna y la disciplina de la organización militar, la dotan de una alta moral de combate y de una amplia perspectiva; al mismo tiempo garantizan el acierto de sus acciones, así como la elección del mejor momento para realizarlas y los medios justos para alcanzar los objetivos”
Invito a todos los lectores a volver a leer lo que afirma el camarada RDC al respecto. Cómo es posible que personas autoproclamadas comunistas sean capaces de lanzar juicios y veredictos sobre un Partido del cual desconocen incluso su programa? Cómo vamos a tomar en serio a personas que son incapaces de pensar y asimilar algo más allá de fórmulas abstractas situadas en el vacío, al margen del desarrollo real de la lucha de clases? Los estrechos márgenes intelectuales en los que se desenvuelve el dogmatismo maoísta les conduce a anatemizar y difamar la experiencia revolucionaria político-militar de aquellos comunistas que son capaces de aplicar de forma creadora las enseñanzas universales del m-l en base a sus propias experiencias y participación en las formas más elevadas de la lucha de clases en sus respectivos países; el subjetivismo y el esquematismo que impregnan las vacuas generalidades de los teoricistas de la Guerra Popular, contrasta con aquellos que parten de la realidad, de las condiciones y desarrollo objetivo, real de la lucha de clases y de la propia experiencia político-militar, con sus aciertos y errores. Sólo sobre esa base se puede generalizar y forjar una estrategia de Guerra Popular que se ajuste a las condiciones particulares de cada país. De la misma forma que para los idealistas el fruto real es un producto discursivo del fruto conceptual, para los falsos maoístas las diversas guerras populares no son más que proyección de una abstracción, la Guerra Popular como categoría, cuyo prototipo absoluto es la forma que esta tomo en la revolución china. Huelga decir que, para semejantes elementos, cualquier aplicación creadora y enriquecimiento de aquella a través de la praxis revolucionaria será una “burda adaptación”, una herética abjuración.
El tercer y cuarto punto con los que el camarada RDC cree apuntalar su demostración de que el erre no ha dirigido nunca una Guerra Popular y con la que pretende liquidar una línea político-militar que lleva más de 30 años en la brecha, no son más que una insípida y trivial exposición de lo que escribió Mao hace unas cuantas décadas para un país semicolonial y semifeudal como era China. Tras toda esa autocomplaciente retórica pétrea y dogmática, suele refugiarse el oportunismo más abyecto y la claudicación más insidiosa, como muestran los ejemplos de Guzmán en Perú y Prachanda en Nepal. Como resulta obvio, es mucho más cómodo y sencillo repetir como buenos corifeos, letra por letra, lo que escribió Mao que estudiar las condiciones concretas de cada país y la adquisición de nuevos conocimientos sobre la sólida base de la experiencia político-militar ante la tareas que impone la lucha de clases, camino que siguió el erre para elaborar la estrategia y táctica de la revolución socialista en el Estado español, estrategia que fue ya definida, a grandes rasgos, en 1977, no siendo un remiendo ulterior para ninguna justificación teórica de la práctica revolucionaria del erre y los G, como maliciosamente insinúa RDC. En las condiciones del Estado español, con una base económica de capitalismo monopolista de Estado, con una forma fascista de dominación, de composición preponderantemente urbana, en el que el proletariado industrial es tanto la fuerza dirigente como el principal cuerpo social de la revolución y en virtud del propio caudal de experiencias y formas que ha adoptado la lucha de clases las leyes objetivas de la guerra revolucionaria adoptan una forma peculiar y acorde a las particularidades de la lucha de clases en el Estado español, que, en base al estudio, partiendo de la realidad objetiva y participando activamente en las formas más elevadas de la lucha de clases, fueron descubiertas, puestas al desnudo por el erre y generalizadas y asimiladas desde una perspectiva científica, proletaria en una determinada línea política y estrategia que refleja fidedignamente los rasgos generales de la revolución y aplica de forma creadora la Guerra Popular a la realidad de la lucha de clases en el Estado español. Podemos comprobar como para una auténtica vanguardia comunista, para alguien que se toma en serio la organización de la revolución el discernimiento de lo correcto y lo erróneo, lo universal y lo particular y la elaboración de una línea y estrategia justas es un proceso complejísimo, arduo y que no se puede desligar de la praxis, de la experiencia revolucionaria. Es el auténtico abismo que separa a los científicos de la revolución de los alquimistas con sus recetas esquemáticas y abstractas, válidas tanto para China en las décadas de los 30 y 40 como para Noruega actualmente.
La revolución socialista en el Estado español, a través de la estrategia de Guerra Popular Prolongada, pasará inevitablemente por dos etapas definidas y diferenciadas, lo que no excluye la sucesión de diversos períodos intermedios entre ambas, fruto de la correlación de fuerzas, la coyuntura, etc. Actualmente nos hayamos en la etapa defensiva estratégica, que adopta la forma de guerra de guerrillas urbana, en la que pequeños destacamentos armados, formados por los elementos más conscientes de las masas y dirigidos políticamente por el Partido, llevan a cabo audaces, inesperadas y repentinas acciones militares contra el régimen fascista de los grandes monopolios, es decir, desde una perspectiva táctica ofensiva, lo que debilita, golpea al Estado, educa a las masas en la violencia revolucionaria y encuadra militarmente a los mejores hijos de la clase obrera, protege a esta de la represión y allana el terreno a sus luchas. Esta actividad militar no sólo no suplanta al movimiento de masas, ni se desliga de él, sino que complementa y se retroalimenta con ese movimiento y con todas las nuevas formas de lucha independientes, radicalizadas y al margen de la legalidad fascista que se han ido destacando en las últimas décadas. De esa forma, esa combinación de formas de lucha, dirigidas políticamente por un destacamento de vanguardia comunista con una estrategia bien definida, una línea política justa y templado al calor de la lucha de clases, sirve para la acumulación de fuerzas y creación de las condiciones para la toma del poder. El propio desarrollo real, objetivo de la lucha de clases, así como las condiciones específicas del Estado español vuelven superfluas e inocuas para la acumulación de fuerzas la creación de zonas liberadas, por los motivos ya expuestos, lo que se consigue a través de las formas descritas. Y una vez se hayan creado esas condiciones a través de una prolongada, tenaz y durísima lucha, cuando el movimiento político de tipo revolucionario de las masas dirigidas por el Partido y la guerrilla acorralen a la oligarquía financiera y ambas, masas y guerrilla, confluyan convirtiendo a esta en un auténtico Ejército Popular, habrá llegado el momento de la insurrección, de la ofensiva estratégica, sin necesidad de pasar por una etapa de equilibrio estratégico que no se corresponde con la realidad objetiva, aunque los catequistas monten en cólera. Para cuando llegue esa etapa, mientras unos asumirán la titánica tarea de la construcción del Socialismo, otros seguirán con la reconstrucción del Partido y despotricando sobre la revolución porque no ha seguido las tres etapas que ellos se han empeñado en encorsetar a la realidad. Dejémosles que se entretengan, al fin y al cabo, son niños.