Los mineros se han convertido en una inesperada vanguardia
La vanguardia aunque algunos así lo crean, no se proclama, ni lo que es peor; se autoproclama (como a muchos les gusta hacer). Tú puedes declararte todo el partido de vanguardia que quieras o consideres oportuno. No vale decir 'yo tengo un partido de vanguardia', 'milito en la vanguardia' o yo leo a Lenin, a Stalin y a Hoxha y 'creo en la vanguardia' y en su máximo órgano de expresión: el partido comunista. Creer puedes creer incluso en Dios, en Mahoma o en los caballeros Jedi, pero las creencias y los apoyos no dejan de ser metafísica. En todo caso se puede 'aspirar a ser vanguardia' que es muy lícito y encomiable.
Lenin dijo que «el marxismo es todopoderoso porque es cierto», pero no vale con decirlo. Si lo decimos y no lo demostramos, la teoría se convierte en dogma, en fe, en metafísica. Precisamente por eso y para que no lo tomaran por un charlatán mesiánico dijo también que sin teoría no puede haber praxis revolucionaria, y VICEVERSA. Pero no se quedó ahí, para terminar la cuadratura del círculo, en 1917 demostró científicamente que el marxismo es todopoderoso. ¿Lo vamos pillando? Pero que el marxismo fuera todo poderoso no lo convirtió en eterno, eterno es el reino de los cielos para los cristianos, por eso el socialismo es ciencia social y el catolicismo religión. De hecho sólo hay que echar un vistazo al XX congreso del PCUS o al año 1989, por lo visto no era tan todopoderoso como a algunos nos hubiera gustado. Y aquí reside el meollo de la cuestión, si los comunistas no asumen cuando vencen y cuando pierden, mal andamos. «Resistir es vencer» es una forma romántica e idealista (en sentido estrictamente filosófico) de no asumir la derrota o justificar que no hemos vencido ni estamos venciendo. La resistencia si se alarga indefinidamente en el tiempo deja de ser resistencia porque sencillamente no es victoria, otra cosa sería metafísica. Si no asumimos nuestras derrotas y nos convencemos de que el capitalismo nos va ganando por goleada, nunca podremos organizar una resistencia transitoria que nos conduzca a la victoria. Para volver a entendernos: el Partido Comunista Marxista Leninista de Canadá puede llevar dos siglos resistiendo pero obviamente ni está venciendo ni tiene visos de vencer. Podemos asumir que en Canadá los comunistas hemos fracasado y en base a ello reorganizarnos, o decir con el puño en alto que ‘resistir es vencer’ y que vivan los comunistas canadienses, es decir, podemos hacer política y analizar la realidad en base a las condiciones materiales y subjetivas o profesar un dogma y por tanto una religión.
Una vanguardia no se autodesigna, cualquiera puede atribuirse funciones y etiquetas pero no: la vanguardia es un hecho material y científico, eres vanguardia política cuando ejerces como tal y las masas te siguen y ejerces de guía. Incluso puedes llegar a ser vanguardia sin ni siquiera habértelo planteado como sucede con los mineros que, a fecha de hoy y hasta nueva orden, son la vanguardia de las clases populares ahora mismo en este país.
El gobierno comprende mucho mejor el concepto de vanguardia que algunos comunistas, por ello pretende ser ejemplarizante y no va a dar su brazo a torcer. 200 millones de euros es pura calderilla, el gobierno sabe que si los mineros vencen -y con ellos sus métodos de lucha- es mucho más de 200 millones de euros lo que hay en juego, la jugada es tan vieja como el mundo y se llama lucha de clases. Una victoria de los mineros abriría un espacio de confrontación de lo más interesante sencillamente porque sería la prueba material y tangible de que si se lucha, se puede vencer. Una derrota de los mineros supondría quizá varias décadas de oscuridad: ¿qué hacen esos ingenuos tocando timbales o encerrándose en una universidad? Si no hemos cedido cuando nos tiraban cohetes y paralizaban una comarca entera cortando autovías a diario ¿qué les hace pensar que cederemos en Educación con 300 alumnos encerrados y tirados por las aulas o en la política hipotecaria con 200 vecinos que levantan las manos en un desahucio?
La victoria sobre los mineros supondría para el gobierno un golpe de autoridad, un puñetazo sobre la mesa, un giro de timón (más si cabe) hacia el famoso T.I.N.A. (There is no alternative) de Margarita Thatcher y la materialización de que no hay alternativas y no nos engañemos: Margaret Thatcher venció a los mineros británicos, mucho mayores en número que nuestros aguerridos mineros patrios.
¿La esperanza? Obviamente reside en la vanguardia, esa vanguardia espontánea (ojo a la paradoja) y sin pretenderlo en la que se han convertido los mineros. Contaba un minero en las noticias de las nueve cómo le saltaban las lágrimas cada vez que entraban en un pueblo y los recibían entre aplausos y vítores, narraba emocionado que la soflama en todos los pueblos y ciudades era la misma: 'ánimo compañeros, sois los únicos que le echáis cojones' lo cual abre otra paradoja interesante: una de las virtudes del 15M se suponía que era su capacidad de aglutinar y movilizar en base a unas protestas siempre pacíficas, de hecho ese pacifismo -en ocasiones suicida o fundamentalista- era la tarjeta de presentación del 15M y su rasgo más característico. Los mineros han conseguido lo mismo, un apoyo sin concesiones que recorre de punta a punta el país, en base justamente a lo contrario: unos métodos de lucha extremadamente violentos, abiertamente de guerrilla urbana.
La clave reside obviamente en ese hatajo de hipócritas artífices y beneficiarios de la Cultura de la Transición, en ese hatajo de progres de salón que esta noche cenan con los mineros (los Víctor Manuel, las Pilar Bardem...) que, plegados al discurso oficialista, justifican la violencia de los mineros pero criminalizan a los jóvenes precarios que el día de la huelga incendiaban un Starbucks o cruzaban contenedores en Barcelona. En otras palabras, para estos mantenidos (los de la ceja, los de Al Rojo vivo, algún columnista despistado de El País o Público, etc) un trabajador puede disparar cohetes a las fuerzas de seguridad del estado para defender su puesto de trabajo y el futuro de su familia, en cambio un parado no puede cruzar un contenedor para reclamar eso mismo: trabajo. Parece que para poder cruzar un contenedor y que no te llamen antisistema, tienes que hacerlo con el permiso y visto bueno de CC.OO y UGT. Pero esta peculiar vanguardia que son nuestros mineros, está por encima de la hipocresía de muchos (hipocresía que no es más que rédito electoral no nos engañemos) y de alguna manera ha despertado una chispa, una chispa que quizá podría incendiar toda la pradera que diría Mao.
Son los últimos mohicanos, los 300 espartanos de un país en venta cuya soberanía se encuentra en cualquier parte menos dentro de sus fronteras. Son la última vanguardia, quizá el último grito desesperado de un pueblo violado que impotente observa cómo es conducido al matadero de la Historia. El concepto de vanguardia es dual, se es vanguardia de, sin masas que sigan a esa vanguardia, el concepto en sí desaparece. Por ello este miércoles todo Madrid debe recibir, apoyar y seguir a los mineros hasta el Ministerio de industria. Es el momento en el que todas esas luchas (stop desahucios, Marea verde, 15M, estudiantes, precarios, trabajadores...) deben fusionarse y confluir hasta convertirse en un puño cerrado que golpee al unísono.
Aunque no lo creáis, el mundo entero, el mundo que vale pena, está observando con el corazón en un puño. Tenemos mucho que ganar y cada vez menos que perder.
Nos vemos en Madrid.
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