Capitalismo monopolista de Estado: Vivo, vulnerable y peligroso
texto publicado en el blog Crítica Marxista-Leninista - incluye artículo escrito en 2005 por John Foster sobre capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña
Fuente: Extracto del artículo publicado en 2005 communistreview.org.uk
Traducido para "Crítica Marxista-Leninista" por S. Fiume
Nota: El título original del presente artículo es "El capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña: Una contribución al debate". Hemos preferido utilizar el título de una versión preliminar del mismo artículo.
publicado en el Foro en dos mensajes
Algunos, interpretando erróneamente la teoría leninista, llegan a concebir el capitalismo monopolista de Estado como el capitalismo de Estado a través de empresas monopolistas de su propiedad. Supuestamente, ese grado de entrelazamiento del capitalismo monopolista con el poder del Estado sólo se habría alcanzado o se puede alcanzar en tiempos de guerra mundial, cuando la situación de excepción obliga al Estado a tomar las riendas en la economía y otras esferas de la vida social. Si bien una economía imperialista dominada por monopolios estatales en las principales ramas de la actividad económica es una tendencia del desarrollo del capitalismo monopolista de Estado, su grado más alto de concentración y centralización de capital, la expresión suprema de la fusión del capitalismo monopolista y el Estado burgués, si bien esto es cierto, es igualmente cierto que en ese proceso esa fusión se inicia y sigue con el maridaje del capitalismo monopolista privado y el Estado burgués que le sirve.
El artículo siguiente, escrito en 2005 por John Foster, nos da una idea sumaria del capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña.
Es práctica habitual abrir el debate sobre el capitalismo contemporáneo con estadísticas sobre la magnitud de las transacciones financieras mundiales y el tamaño de las empresas transnacionales en comparación con los Estados nacionales. Aquí, el enfoque será el opuesto. Será subrayar la dependencia del capital monopolista actual de su propio Estado nacional y argumentar que éste es particularmente el caso de Gran Bretaña, a pesar de que Gran Bretaña tiene proporcionalmente más inversión en el exterior e inversión extranjera directa en su interior que cualquier otra de las grandes economías.
En general, el argumento es que el capitalismo monopolista de Estado sigue siendo la descripción apropiada para el tipo de capitalismo que vivimos hoy en Gran Bretaña. Específicamente, se sostiene:
• Que el capitalismo monopolista en Gran Bretaña es hoy en día más (no menos) dependiente de la redistribución que hace el Estado de los excedentes y los ingresos, y que esta transferencia se realiza a expensas de los trabajadores y pequeños productores de Gran Bretaña y de otros lugares.
• Que la creciente magnitud de esa transferencia, necesaria para sostener la ganancia monopolística, está encontrando niveles crecientes de resistencia, tanto interna como externamente, y ahora está provocando agudas contradicciones políticas y sociales.
• Que la principal respuesta a estas contradicciones ha sido la transferencia de los poderes gubernamentales democráticos sobre el capital a instituciones transnacionales como la Unión Europea, con el objetivo de fortalecer, no debilitar, el poder del Estado capitalista en Gran Bretaña.
• Que, en general en toda Europa, el reto político creciente a esta pérdida de poderes democráticos a nivel del Estado-nación ha traído un nuevo periodo de vulnerabilidad política del capitalismo monopolista de Estado.
• Por último, que la lucha entre los principales países imperialistas para asegurarse fuentes de superganancias para su propio capital financiero está dando lugar a un nuevo y peligroso periodo de conflicto internacional, uno en que los comunistas tienen la oportunidad y la responsabilidad de dirigir políticamente trascendentales alianzas antiimperialistas.
El capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña
Gran Bretaña ocupa el tercer lugar entre los países con mayor número de empresas entre las 500 compañías globales más grandes según el valor del capital, después de los EE.UU. y Japón. Tiene en total 34. Su composición revela mucho sobre la naturaleza del capitalismo británico. Nueve –más de la cuarta parte– son bancos. Otras ocho son empresas privatizadas de servicios públicos (energía, telecomunicaciones, transporte, servicios). Dos más son empresas farmacéuticas y dependen significativamente de la Seguridad Social para sus mercados. Tres se encuentran en el extranjero, en petróleo y la extracción de minerales, incluyendo las dos mayores: BP y Shell. Dos son compañías de tabaco, que también dependen del suministro externo. De las restantes, nueve controlan el altamente monopolizado comercio minorista británico, los medios de comunicación y la producción de alimentos y bebidas.
Sólo hay una empresa británica en el top 500 en la rama de la ingeniería, la informática, la aeronáutica y productos químicos. Este es el gigante productor de armamentos BAE Systems, que ahora obtiene la mayor parte de sus ingresos del Departamento de Defensa de EE.UU., antes que del Ministerio de Defensa británico. [1]
De acuerdo con el Informe Mundial de Inversiones 2005 de las Naciones Unidas, Gran Bretaña tiene el mayor índice de “transnacionalidad”, que mide los niveles combinados de los flujos comerciales y de capital, de cualquier economía importante. Durante los últimos veinte años, la escala de la exportación de capitales de Gran Bretaña ha crecido de forma bastante desproporcionada. En 1981, las participaciones en el extranjero fueron equivalentes al 29 por ciento del PIB. En 1991, fueron equivalentes al 74 por ciento. En 2002, llegaron a 160 por ciento del PIB. Los niveles de participación extranjera han seguido más o menos estables.
El mayor inversor en el Reino Unido es Estados Unidos: con inversiones que equivalen a más del doble que los del siguiente, Alemania, y el triple que Francia. En cuanto a inversiones directas (frente a las acciones y los préstamos bancarios), la dominación de EE.UU. es aún mayor: tres veces el de Alemania y cuatro veces el de Francia. Las inversiones propias de Gran Bretaña también se concentran en los EE.UU., el doble que en cualquier otro país – aunque el total invertido en todos los países europeos es el doble del invertido en los EE.UU.
La inversión total británica en Asia (incluida China) representa sólo el 5 por ciento de su inversión en EE.UU. y el 3 por ciento de su inversión europea.
La mayor parte de las inversiones británicas en el exterior no están en la producción manufacturera sino en la banca, la energía y los servicios. En el caso del petróleo y la banca, existen vínculos muy estrechos con los Estados Unidos –tanto como mercado, campo para la inversión, como también como titular de acciones (más de un tercio de las acciones de BP, por ejemplo, son propiedad de EE.UU.).
La economía industrial británica se caracteriza, en comparación con todas las otras economías importantes, por su baja productividad, bajo nivel de investigación y desarrollo y una fuerza de trabajo poco calificada y precaria con la jornada laboral más larga de Europa. Durante los últimos ocho años, Gran Bretaña ha perdido casi el 30 por ciento de los empleos en manufactura (Alemania sólo ha perdido un 2 por ciento) y el déficit comercial de Gran Bretaña es proporcionalmente casi tan alto como el de EE.UU. En cuanto a las fortalezas que le quedan en las exportaciones manufactureras, éstas dependen, en gran medida, de un sector de computación e informática de propiedad extranjera (principalmente EE.UU.) que produce para el mercado europeo. Única entre las naciones industriales avanzadas, el 20 por ciento de los programas de investigación y desarrollo se financia en el extranjero –casi enteramente concentrado en este sector de investigación tecnológica, de alta productividad y de propiedad extranjera– y, en menor medida, financiada por contratos de defensa norteamericanos.
Entonces, ¿cómo sobrevive el capital monopolista británico, aparentemente un participante altamente rentable y dinámico en la economía global?
Hay cuatro principales fuentes de ingresos de ganancias monopolistas:
• El ingreso de las inversiones externas, la mayor parte de las cuales proviene de la banca y el petróleo y el gas (el sector individual más importante de las inversones en los EE.UU.). En 2005, estos ingresos representan el 3,5 por ciento del PIB y más del 16 por ciento del total de ingresos por ganancias.
• Un flujo creciente de ingresos del Estado hacia las empresas privadas de servicios, a través de subvenciones directas, contratos libres de riesgo, control sobre los ahorros de pensiones privatizados y traspaso de la construcción de viviendas al sector privado [a lo largo de la década de 1990, los niveles de ganancias de los privatizados servicios públicos y propiedades fueron el doble de los obtenidos en la industria manufacturera].
• Una burbuja de crédito y fuerte aumento de la deuda de los hogares que han sostenido los servicios y el desarrollo de la propiedad. Entre 1990 y 2000, la deuda familiar promedio fue equivalente al 100 por ciento de los ingresos anuales del hogar. En 2005, es de 160 por ciento del ingreso anual. Las principales causas del endeudamiento son el colapso del ahorro y los altos costos de la vivienda sin precedentes.
• Las operaciones internacionales de la City de Londres como el principal centro mundial para la negociación de acciones, derivados y divisas. Dos terceras partes de los bancos (y del capital bancario) no son británicos, la mayor parte son estadounidenses.
La mayoría de estas fuentes de beneficios dependen estrechamente de la forma en que el Estado británico regula los mercados, interviene a nivel internacional y redistribuye políticamente el ingreso de Gran Bretaña. Algunos se derivan de la política exterior y de las alianzas militares –en particular de los vínculos entre las compañías de petróleo y gas y los contratistas militares británicos y norteamericanos. Algunos dependen del acceso privilegiado a la economía de los EE.UU., basado en tales alianzas. Algunos dependen de la desregulación financiera por parte del Estado británico y la creación de condiciones privilegiadas para el capital financiero externo, principalmente estadounidense.
Algunos dependen directamente del Estado. La privatización de los servicios públicos, la vivienda y las pensiones de jubilación en los últimos veinte años, ha llevado a una acumulación de capital muy rápida en las empresas bancarias y de servicios (que en la actualidad constituyen, como hemos visto, la mitad de las empresas británicas en el top 500 del mundo).
Estos bancos y empresas de servicios son los mayores exportadores de capital. También son, junto con las empresas de Estados Unidos, los defensores más agresivos de la apertura de la banca y de los servicios públicos de la Unión Europea y de los países dependientes de la Organización Mundial de Comercio, así como de la privatización creciente de los servicios de salud, educación y sociales en la propia Gran Bretaña.
Resumiendo. El tipo de capitalismo que tenemos en Gran Bretaña, no puede ser caracterizado como capitalismo monopolista de Estado antes de las décadas de 1950 y 60. Según lo definido por Lenin y los escritores posteriores, esta fase surge del desarrollo de las contradicciones producidas por el capitalismo en su fase monopolista. En concreto, las contradicciones son el resultado de la dislocación progresiva del capital monopolista del mercado capitalista y el ciclo económico. Con el fin de evitar las depresiones resultantes de la actividad económica, como la de la década de 1930, el Estado tiene que intervenir cada vez más, en lo interno y en el exterior, para crear condiciones para la inversión rentable por parte de las concentraciones dominantes del capital, es decir, del capital monopolista. Y al hacerlo, y al redistribuir más ingresos por ganancias hacia los monopolios, refuerza la dominación del capital monopolista y agudiza aún más las contradicciones a largo plazo. De esta manera el Estado se convierte en el Estado del capital monopolista en lugar del Estado de la clase capitalista en su conjunto. [2]
Sin embargo, desde la década de 1960 se han producido cambios importantes en el capitalismo monopolista de Estado británico. Durante las tres décadas posteriores a la guerra, los estrategas del capital monopolista británico trataron de mantener una economía nacional productiva, basada en la manufactura y las exportaciones en combinación con imperialismo en el exterior. Ellos trataron de equilibrar la alianza estratégica existente con los Estados Unidos con alianzas subsidiarias en Europa y otros lugares. La relación con los EE.UU., por consiguiente, no era, en modo alguno, totalmente parasitaria y dependiente. Ahora, cada vez más, lo es.
texto publicado en el blog Crítica Marxista-Leninista - incluye artículo escrito en 2005 por John Foster sobre capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña
Fuente: Extracto del artículo publicado en 2005 communistreview.org.uk
Traducido para "Crítica Marxista-Leninista" por S. Fiume
Nota: El título original del presente artículo es "El capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña: Una contribución al debate". Hemos preferido utilizar el título de una versión preliminar del mismo artículo.
publicado en el Foro en dos mensajes
Algunos, interpretando erróneamente la teoría leninista, llegan a concebir el capitalismo monopolista de Estado como el capitalismo de Estado a través de empresas monopolistas de su propiedad. Supuestamente, ese grado de entrelazamiento del capitalismo monopolista con el poder del Estado sólo se habría alcanzado o se puede alcanzar en tiempos de guerra mundial, cuando la situación de excepción obliga al Estado a tomar las riendas en la economía y otras esferas de la vida social. Si bien una economía imperialista dominada por monopolios estatales en las principales ramas de la actividad económica es una tendencia del desarrollo del capitalismo monopolista de Estado, su grado más alto de concentración y centralización de capital, la expresión suprema de la fusión del capitalismo monopolista y el Estado burgués, si bien esto es cierto, es igualmente cierto que en ese proceso esa fusión se inicia y sigue con el maridaje del capitalismo monopolista privado y el Estado burgués que le sirve.
El artículo siguiente, escrito en 2005 por John Foster, nos da una idea sumaria del capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña.
Es práctica habitual abrir el debate sobre el capitalismo contemporáneo con estadísticas sobre la magnitud de las transacciones financieras mundiales y el tamaño de las empresas transnacionales en comparación con los Estados nacionales. Aquí, el enfoque será el opuesto. Será subrayar la dependencia del capital monopolista actual de su propio Estado nacional y argumentar que éste es particularmente el caso de Gran Bretaña, a pesar de que Gran Bretaña tiene proporcionalmente más inversión en el exterior e inversión extranjera directa en su interior que cualquier otra de las grandes economías.
En general, el argumento es que el capitalismo monopolista de Estado sigue siendo la descripción apropiada para el tipo de capitalismo que vivimos hoy en Gran Bretaña. Específicamente, se sostiene:
• Que el capitalismo monopolista en Gran Bretaña es hoy en día más (no menos) dependiente de la redistribución que hace el Estado de los excedentes y los ingresos, y que esta transferencia se realiza a expensas de los trabajadores y pequeños productores de Gran Bretaña y de otros lugares.
• Que la creciente magnitud de esa transferencia, necesaria para sostener la ganancia monopolística, está encontrando niveles crecientes de resistencia, tanto interna como externamente, y ahora está provocando agudas contradicciones políticas y sociales.
• Que la principal respuesta a estas contradicciones ha sido la transferencia de los poderes gubernamentales democráticos sobre el capital a instituciones transnacionales como la Unión Europea, con el objetivo de fortalecer, no debilitar, el poder del Estado capitalista en Gran Bretaña.
• Que, en general en toda Europa, el reto político creciente a esta pérdida de poderes democráticos a nivel del Estado-nación ha traído un nuevo periodo de vulnerabilidad política del capitalismo monopolista de Estado.
• Por último, que la lucha entre los principales países imperialistas para asegurarse fuentes de superganancias para su propio capital financiero está dando lugar a un nuevo y peligroso periodo de conflicto internacional, uno en que los comunistas tienen la oportunidad y la responsabilidad de dirigir políticamente trascendentales alianzas antiimperialistas.
El capitalismo monopolista de Estado en Gran Bretaña
Gran Bretaña ocupa el tercer lugar entre los países con mayor número de empresas entre las 500 compañías globales más grandes según el valor del capital, después de los EE.UU. y Japón. Tiene en total 34. Su composición revela mucho sobre la naturaleza del capitalismo británico. Nueve –más de la cuarta parte– son bancos. Otras ocho son empresas privatizadas de servicios públicos (energía, telecomunicaciones, transporte, servicios). Dos más son empresas farmacéuticas y dependen significativamente de la Seguridad Social para sus mercados. Tres se encuentran en el extranjero, en petróleo y la extracción de minerales, incluyendo las dos mayores: BP y Shell. Dos son compañías de tabaco, que también dependen del suministro externo. De las restantes, nueve controlan el altamente monopolizado comercio minorista británico, los medios de comunicación y la producción de alimentos y bebidas.
Sólo hay una empresa británica en el top 500 en la rama de la ingeniería, la informática, la aeronáutica y productos químicos. Este es el gigante productor de armamentos BAE Systems, que ahora obtiene la mayor parte de sus ingresos del Departamento de Defensa de EE.UU., antes que del Ministerio de Defensa británico. [1]
De acuerdo con el Informe Mundial de Inversiones 2005 de las Naciones Unidas, Gran Bretaña tiene el mayor índice de “transnacionalidad”, que mide los niveles combinados de los flujos comerciales y de capital, de cualquier economía importante. Durante los últimos veinte años, la escala de la exportación de capitales de Gran Bretaña ha crecido de forma bastante desproporcionada. En 1981, las participaciones en el extranjero fueron equivalentes al 29 por ciento del PIB. En 1991, fueron equivalentes al 74 por ciento. En 2002, llegaron a 160 por ciento del PIB. Los niveles de participación extranjera han seguido más o menos estables.
El mayor inversor en el Reino Unido es Estados Unidos: con inversiones que equivalen a más del doble que los del siguiente, Alemania, y el triple que Francia. En cuanto a inversiones directas (frente a las acciones y los préstamos bancarios), la dominación de EE.UU. es aún mayor: tres veces el de Alemania y cuatro veces el de Francia. Las inversiones propias de Gran Bretaña también se concentran en los EE.UU., el doble que en cualquier otro país – aunque el total invertido en todos los países europeos es el doble del invertido en los EE.UU.
La inversión total británica en Asia (incluida China) representa sólo el 5 por ciento de su inversión en EE.UU. y el 3 por ciento de su inversión europea.
La mayor parte de las inversiones británicas en el exterior no están en la producción manufacturera sino en la banca, la energía y los servicios. En el caso del petróleo y la banca, existen vínculos muy estrechos con los Estados Unidos –tanto como mercado, campo para la inversión, como también como titular de acciones (más de un tercio de las acciones de BP, por ejemplo, son propiedad de EE.UU.).
La economía industrial británica se caracteriza, en comparación con todas las otras economías importantes, por su baja productividad, bajo nivel de investigación y desarrollo y una fuerza de trabajo poco calificada y precaria con la jornada laboral más larga de Europa. Durante los últimos ocho años, Gran Bretaña ha perdido casi el 30 por ciento de los empleos en manufactura (Alemania sólo ha perdido un 2 por ciento) y el déficit comercial de Gran Bretaña es proporcionalmente casi tan alto como el de EE.UU. En cuanto a las fortalezas que le quedan en las exportaciones manufactureras, éstas dependen, en gran medida, de un sector de computación e informática de propiedad extranjera (principalmente EE.UU.) que produce para el mercado europeo. Única entre las naciones industriales avanzadas, el 20 por ciento de los programas de investigación y desarrollo se financia en el extranjero –casi enteramente concentrado en este sector de investigación tecnológica, de alta productividad y de propiedad extranjera– y, en menor medida, financiada por contratos de defensa norteamericanos.
Entonces, ¿cómo sobrevive el capital monopolista británico, aparentemente un participante altamente rentable y dinámico en la economía global?
Hay cuatro principales fuentes de ingresos de ganancias monopolistas:
• El ingreso de las inversiones externas, la mayor parte de las cuales proviene de la banca y el petróleo y el gas (el sector individual más importante de las inversones en los EE.UU.). En 2005, estos ingresos representan el 3,5 por ciento del PIB y más del 16 por ciento del total de ingresos por ganancias.
• Un flujo creciente de ingresos del Estado hacia las empresas privadas de servicios, a través de subvenciones directas, contratos libres de riesgo, control sobre los ahorros de pensiones privatizados y traspaso de la construcción de viviendas al sector privado [a lo largo de la década de 1990, los niveles de ganancias de los privatizados servicios públicos y propiedades fueron el doble de los obtenidos en la industria manufacturera].
• Una burbuja de crédito y fuerte aumento de la deuda de los hogares que han sostenido los servicios y el desarrollo de la propiedad. Entre 1990 y 2000, la deuda familiar promedio fue equivalente al 100 por ciento de los ingresos anuales del hogar. En 2005, es de 160 por ciento del ingreso anual. Las principales causas del endeudamiento son el colapso del ahorro y los altos costos de la vivienda sin precedentes.
• Las operaciones internacionales de la City de Londres como el principal centro mundial para la negociación de acciones, derivados y divisas. Dos terceras partes de los bancos (y del capital bancario) no son británicos, la mayor parte son estadounidenses.
La mayoría de estas fuentes de beneficios dependen estrechamente de la forma en que el Estado británico regula los mercados, interviene a nivel internacional y redistribuye políticamente el ingreso de Gran Bretaña. Algunos se derivan de la política exterior y de las alianzas militares –en particular de los vínculos entre las compañías de petróleo y gas y los contratistas militares británicos y norteamericanos. Algunos dependen del acceso privilegiado a la economía de los EE.UU., basado en tales alianzas. Algunos dependen de la desregulación financiera por parte del Estado británico y la creación de condiciones privilegiadas para el capital financiero externo, principalmente estadounidense.
Algunos dependen directamente del Estado. La privatización de los servicios públicos, la vivienda y las pensiones de jubilación en los últimos veinte años, ha llevado a una acumulación de capital muy rápida en las empresas bancarias y de servicios (que en la actualidad constituyen, como hemos visto, la mitad de las empresas británicas en el top 500 del mundo).
Estos bancos y empresas de servicios son los mayores exportadores de capital. También son, junto con las empresas de Estados Unidos, los defensores más agresivos de la apertura de la banca y de los servicios públicos de la Unión Europea y de los países dependientes de la Organización Mundial de Comercio, así como de la privatización creciente de los servicios de salud, educación y sociales en la propia Gran Bretaña.
Resumiendo. El tipo de capitalismo que tenemos en Gran Bretaña, no puede ser caracterizado como capitalismo monopolista de Estado antes de las décadas de 1950 y 60. Según lo definido por Lenin y los escritores posteriores, esta fase surge del desarrollo de las contradicciones producidas por el capitalismo en su fase monopolista. En concreto, las contradicciones son el resultado de la dislocación progresiva del capital monopolista del mercado capitalista y el ciclo económico. Con el fin de evitar las depresiones resultantes de la actividad económica, como la de la década de 1930, el Estado tiene que intervenir cada vez más, en lo interno y en el exterior, para crear condiciones para la inversión rentable por parte de las concentraciones dominantes del capital, es decir, del capital monopolista. Y al hacerlo, y al redistribuir más ingresos por ganancias hacia los monopolios, refuerza la dominación del capital monopolista y agudiza aún más las contradicciones a largo plazo. De esta manera el Estado se convierte en el Estado del capital monopolista en lugar del Estado de la clase capitalista en su conjunto. [2]
Sin embargo, desde la década de 1960 se han producido cambios importantes en el capitalismo monopolista de Estado británico. Durante las tres décadas posteriores a la guerra, los estrategas del capital monopolista británico trataron de mantener una economía nacional productiva, basada en la manufactura y las exportaciones en combinación con imperialismo en el exterior. Ellos trataron de equilibrar la alianza estratégica existente con los Estados Unidos con alianzas subsidiarias en Europa y otros lugares. La relación con los EE.UU., por consiguiente, no era, en modo alguno, totalmente parasitaria y dependiente. Ahora, cada vez más, lo es.
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Última edición por pedrocasca el Miér Ene 16, 2013 11:18 am, editado 1 vez