Exactamente, se tiende a intentar generar indignación partiendo de casos puntuales -reduciendo el conflicto a esto- y perdiendo la capacidad de analizar la problemática que afecta a pueblos enteros. No es muy distinta a las generalizaciones utilizadas por los Nazis contra los judíos, poniendo un par de estos como ejemplos de "su pueblo" (particularmente referido al enriquecimiento de determinados sujetos en función de la ruina económica del pueblo alemán). Supongamos que hubieran efectivamente realizado atentados que le costaran la vida a individuos pertenecientes al pueblo alemán, que no tuvieran relación con los Nazis, ¿nos deberíamos preguntar si era justo apoyar al Pueblo judío, en su lucha contra los genocidas nazis, como señala el título del hilo respecto de la causa palestina? Estamos comparando el nivel o capacidad de respuesta de personas o grupos más o menos organizados de un Pueblo oprimido, con el accionar sistemático que busca exterminar a este pueblo por parte de un Estado Imperialista.
Recuerdo un héroe militar Israelí, que reconocía que si él hubiera nacido palestino sería terrorista, refiriéndose al nivel de represión que sufrían los palestinos por parte del Estado de Israel, dato presente en el libro "El conflicto palestino-israelí: 100 preguntas y respuestas" de Pedro Brieger, libro que recomiendo, porque demuestra entre otras cosas la cantidad de intelectuales que se oponen al accionar imperialista de Israel y son callados por este Estado, además de ser tildados de traidores, nazis, etc. Aprovecho para publicar una entrevista a este periodista, que dicho sea de paso es judío:
"EL CORRESPONSAL DE MEDIO ORIENTE Y AFRICA"
Política
Cien preguntas y respuestas sobre el conflicto palestino-israelí - Brieger, en la presentación
El periodista argentino Pedro Brieger, recientemente galardonado por segundo año consecutivo con el premio Martín Fierro por su labor periodística en televisión, presentó en la 36ª edición de la Feria del Libro de Buenos Aires su último libro: "El conflicto palestino-israelí. 100 preguntas y respuestas", publicado por Capital Intelectual, un trabajo que busca profundizar las razones por las cuales siguen abiertas las heridas de uno de los conflictos más complejos de la historia. Para ello, Brieger propone, a través de una estructura de preguntas y respuestas, un repaso histórico, político y religioso del tema, al que le ha dedicado varios años de estudio.
Hijo de padres judíos alemanes que escaparon del nazismo y se refugiaron en la Argentina, Brieger vivió once años en Israel y conoce más de media docena de países musulmanes. Estuvo en campos de refugiados palestinos y participó de las manifestaciones de los '70 en Israel a favor de los derechos del pueblo que desde la guerra de 1967 vive bajo ocupación militar. "No sé cuál es la solución ni me parece que sirva que proponga una. Sólo sé que mientras Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental sigan ocupadas no habrá paz", sentenció el periodista en la presentación.
En su libro, el autor no busca un equilibrio forzado, sino una mirada histórica a través de un lenguaje muy llano, de fácil lectura. Con datos, mapas, citas de líderes y medios israelíes, Brieger reconstruye casi un siglo de conflicto. Se trata de un excelente trabajo de investigación, en el que el autor no solo analiza rigurosamente los hechos sino que fija taxativamente su posición: el reconocimiento al derecho de ambos pueblos a vivir en paz, en sendos Estados.
Tal vez por su condición de docente, Brieger logra que uno de los méritos más visibles de la obra sea su carácter absolutamente claro y didáctico, por lo que resulta fácilmente comprensible para el lector común.
Como anticipo de la obra, el autor aceptó proporcionar a El Corresponsal las respuestas a 10 de las 100 peguntas presentes en su libro.
Portada de la obra.
- ¿Por qué existe un conflicto entre palestinos e israelíes?
- El origen del problema radica en que hay dos pueblos en un mismo territorio y ambos lo reclaman como propio. Los israelíes consideran que les pertenece porque dicen que les ha sido legado por dios como figura en el Antiguo Testamento y porque siempre hubo judíos. Los palestinos, por su parte, dicen que les pertenece porque viven allí desde hace siglos.
Para los israelíes la creación del Estado de Israel representa la respuesta a la persecución que han vivido los judíos a lo largo de toda su historia y consideran que es la única garantía que tienen para que no los persigan nunca más.
A los judíos europeos que tuvieron la idea de crear un Estado judío en el siglo XIX no les interesó demasiado que en ese territorio hubiera gente, porque su principal preocupación era resolver el problema de las persecuciones contra los judíos. También hay que decir que –en sus comienzos– sabían muy poco de lo que sucedía en el Medio Oriente, un mundo casi desconocido para muchísimos europeos. Lo poco que se conocía provenía de los testimonios de algunos aventureros que se animaban a viajar y luego escribían novelas, o de historiadores que habían acompañado alguna incursión militar.
Por el otro lado, los árabes-palestinos tampoco sabían demasiado de lo que pasaba en Europa ni de las persecuciones que sufrían los judíos. Nunca formaron parte de las experiencias coloniales que ocuparon casi todo el planeta (sino que las sufrieron) y a principios del siglo XX casi no tenían acceso al conocimiento de ese mundo que les era ajeno y desconocido.
Miles de judíos comenzaron a llegar a Palestina con la idea de construir un Estado sólo para judíos a fines del siglo XIX y principios del XX. Cuando los árabes-palestinos percibieron que los judíos querían ese territorio sólo para ellos trataron de impedirlo pero no lo lograron. En 1948 nació el Estado de Israel otorgándole una nueva identidad ciudadana a esos judíos, que pasaron a ser conocidos como israelíes o judíos-israelíes.
La mayoría de los israelíes preferiría que no hubiera ningún árabe en el territorio que reclaman como propio; pero están. Y la mayoría de los árabes-palestinos preferiría que allí no hubiera ningún judío; pero están.
El conflicto persiste hasta el día de hoy porque no hay un acuerdo sobre qué porción del territorio le corresponde a cada uno, o si pueden compartirlo
- ¿Es lo mismo antisemitismo que antisionismo?
- Aunque algunos historiadores consideran que la definición de antisemitismo debe utilizarse sólo para el odio y/o persecuciones contra todos aquellos de origen semita, es comúnmente aceptado que se la entienda como el odio hacia los judíos. El antisionismo, por definición, es la oposición política a la ideología del sionismo. Hasta la creación del Estado de Israel en 1948, el antisionismo era patrimonio casi exclusivo de los judíos que no consideraban que sus problemas históricos se resolverían por medio de la creación de un Estado judío. Algunos consideraban que los judíos debían integrarse y asimilarse en los países en los que vivían, perdiendo su identidad particular y adoptando aquella de la mayoría que los rodeaba. Otros, desde posiciones de izquierda, consideraban que el socialismo y la igualdad de los pueblos eliminarían todo tipo de discriminación, también aquella contra los judíos. Y también había religiosos que decían que había que esperar la llegada del Mesías, pues sólo éste lograría la redención del pueblo judío.
Después de la creación del Estado de Israel estos conceptos se mantuvieron desde lo ideológico, pero la expulsión de los palestinos en 1948 y la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967 aumentaron el rechazo a las políticas de Israel en muchos sectores de izquierda. Sin embargo, no es menos cierto que –en muchos casos– se diluyen las diferencias entre las críticas hacia Israel y hacia los judíos en general. Las caricaturas sobre Israel publicadas en numerosos diarios, especialmente árabes, retoman los estereotipos clásicos del judío sátrapa “sediento de sangre” que intenta dominar al mundo, tal como era retratado en los libros y panfletos antisemitas europeos a principios del siglo XX. La línea que separa el antisionismo del antisemitismo puede ser muy delgada en algunos casos, pero en otros es muy gruesa porque representa ideas contrapuestas. La mayoría de las organizaciones de la izquierda europea, por ejemplo, no permiten que grupos antisemitas –a los cuales rechazan e incluso combaten– participen de sus manifestaciones contra las políticas israelíes. Es incorrecto desde lo conceptual y teórico asimilar el antisionismo al antisemitismo. Y tampoco se puede calificar como antisemita a quien critique a Israel, la política israelí o incluso cuestione la existencia misma del Estado de Israel porque piense que judíos y palestinos deben vivir en un mismo Estado. Pero los gobiernos israelíes relacionan ambos conceptos deliberadamente para confundir y descalificar las críticas hacia sus políticas.
- ¿Cómo hicieron los judíos para ser mayoría en el territorio de Palestina si eran una minoría?
- Un primer factor para tomar en cuenta es el apoyo recibido de los británicos que controlaban Palestina y que –a pesar de sus oscilaciones– siempre consideraron a los judíos como aliados que tenían enemigos en común, tanto los árabes en la región como el nazismo en Europa.
La inmigración de miles de judíos que se escapaban del nazismo fue fundamental para darle fuerza a un proyecto que a principios del siglo XX era minoritario y marginal en el mundo judío en general y también en Palestina. El proyecto fue tomando cuerpo a medida que más tierras pasaron a manos judías, se expandieron las ciudades y se creó una infraestructura estatal paralela a las estructuras coloniales británicas. Se tomó como modelo a los países capitalistas con gobierno, partidos políticos, ministerios de educación, salud y trabajo, y una sólida estructura militar, entre otras cosas. Es lo que en el lenguaje sionista se denominó como “el Estado que está en camino” (Hamediná shebaderej). Mientras gobernaban los británicos se desarrolló una estructura que ya tenía las funciones de un Estado, sin serlo. Por su parte, la sociedad árabe era semifeudal y tenía una organización más elemental basada en clanes familiares que rivalizaban entre sí. La falta de una sociedad civil dinámica y organizada representó un obstáculo al momento de impedir el desarrollo de la comunidad judía que también contaba con un importante apoyo financiero de diferentes organizaciones judías en el extranjero. Además, a medida que fueron comprando tierras u ocupando terrenos, fueron desplazando a la población árabe. A raíz de la revuelta árabe de 1936, los británicos comenzaron a vislumbrar la partición del territorio; percibían que el conflicto entre las comunidades iba creciendo y que no lo podían controlar. En julio de 1937 una comisión especial dirigida por el funcionario Earl Peel hizo un análisis de la situación y llegó a la conclusión de que no podía haber convivencia entre judíos y árabes y que el proyecto de “Hogar Nacional judío” no podía ser compartido entre ambos pueblos. El movimiento sionista, rápido de reflejos, entendió que era importante fundar muchos poblados judíos pensando en una futura partición. En poco tiempo y en lo que se conoció como la operación “Jomá umigdal” (un muro y una torre) tomaron terrenos a lo largo y a lo ancho de Palestina para sentar las bases de 52 nuevos asentamientos. Todo iba en el mismo camino, convertirse en mayoría.
- ¿Por qué el Estado de Israel se define como un Estado judío?
- El 14 de mayo de 1948, cuando los judíos declararon la independencia del Estado de Israel, se leyó un documento que sintetizó la vinculación del pueblo judío con la tierra donde nacía el nuevo Estado. Se hacía referencia a que “Eretz Israel (la tierra de Israel) fue la cuna del pueblo judío” donde “forjó su identidad espiritual, religiosa y nacional. Luego de haber sido exiliado por la fuerza de su tierra, el pueblo le guardó fidelidad durante toda su dispersión”.
En las escuelas israelíes se enseña que los judíos fueron expulsados durante el período romano en el año 70 (d.C.), que el deseo de restablecerse en su “patria ancestral” implica un derecho natural e histórico sobre esa tierra sólo para los judíos y que después de dos mil años de exilio un pueblo fiel a la idea del retorno logró su objetivo.
Como sucede con muchos movimientos nacionales, se construyó un relato histórico mítico de continuidad –en este caso por parte de los fundadores del sionismo (y luego del Estado)– para combinar aquellas historias narradas en la Biblia de carácter religioso y mitológico con un pensamiento nacional moderno. La reinvención del mito fundador (la historia bíblica) se necesitaba para trazar una continuidad en el tiempo que conectara el exilio con la historia moderna de persecuciones.
Para reforzar la identidad colectiva entre el Estado de Israel y los judíos del mundo, en la Declaración de Independencia también se dice que el Estado de Israel “permanecerá abierto a la inmigración judía”. Por esta razón todo judío puede ir a vivir allí y recibir la ciudadanía israelí.
La definición de Israel como un Estado judío implica que le pertenece a cualquiera que las autoridades definan como “judío”, viva dentro o fuera del Estado. A su vez, por la negativa, ese Estado no les pertenece a los “no judíos” (árabes) que representan un veinte por ciento de la población.
Esto tiene implicancias en la vida cotidiana ya que existen numerosos mecanismos para privilegiar al judío por sobre el árabe. Esto es así en temas muy importantes como los derechos de residencia, de trabajo y de igualdad frente a la ley. Un judío puede vivir donde quiere y abrir un negocio en cualquier lugar sólo por ser judío; no así un “no judío”, que tampoco tiene acceso a numerosos trabajos en diferentes organismos estatales. La definición de Estado judío conlleva la problemática de la identidad de sus ciudadanos ya que excluye a la minoría árabe que no es judía ni tiene conexión con la historia mencionada.
- ¿Se puede decir que hubo limpieza étnica en Palestina?
- El concepto de limpieza étnica es un concepto relativamente nuevo que comenzó a aplicarse a raíz de la guerra que provocó la fragmentación de Yugoslavia en la década de los noventa. Durante esa guerra se perpetraron masacres entre serbios, croatas y bosnios cuya finalidad era la de “limpiar” un territorio de habitantes del otro grupo étnico para tener territorios “homogéneamente puros”. El concepto en sí mismo implica la eliminación sistemática o la expulsión forzada de una población por motivos religiosos, étnicos o nacionales y ahora es considerado crimen de lesa humanidad. El primero que introdujo el concepto de limpieza étnica para analizar el conflicto palestino-israelí fue Ilan Pappe, uno de los llamados nuevos historiadores israelíes. Pappe analizó lo sucedido en Yugoslavia y se preguntó si se lo podía comparar con la expulsión de los palestinos. Según Pappe, inmediatamente después de la partición de Palestina en noviembre de 1947 comenzó un proceso de limpieza étnica por parte de las tropas judías que tuvo su máxima expresión en lo que fue conocido como “Plan Dalet”, siendo dalet la cuarta letra del abecedario hebreo. El investigador palestino Walid Khalidi ya había publicado un análisis exhaustivo de dicho plan judío –de abril y mayo de 1948– explicando que su objetivo era destruir todo vestigio de población árabe y expulsar a la mayor cantidad posible de árabes. Pappe lo retoma y considera que el movimiento sionista no sólo aprovechó la coyuntura del fin del Mandato británico y los enfrentamientos entre las comunidades como una oportunidad única para implementar el sueño de “desarabizar” la zona y crear un Estado exclusivamente de judíos, sino que había un plan claramente orquestado para tal fin. Más allá de los detalles militares Pappe sostiene que –amén de que existiera a o no un plan– las tropas que llevaban adelante las masacres no necesitaban las órdenes directas de las autoridades políticas para masacrar y expulsar al otro grupo étnico (los palestinos), pues sabían lo que se esperaba que ellos hicieran durante los combates. Según Pappe, las masacres que se van cometiendo son un resultado directo del odio y la venganza, y todo el accionar de las fuerzas judías se adapta a lo que ahora se define como limpieza étnica.
- ¿En qué situación se encuentran los palestinos que viven dentro del Estado de Israel?
- Después de la creación del Estado de Israel quedaron dentro de sus fronteras unos cien mil árabes (musulmanes y cristianos), en ese momento cerca del quince por ciento de la población total. Fruto de la nueva realidad, entre 1948 y 1967 perdieron casi todos los vínculos con los palestinos expulsados. La mayoría de ellos vivían (y viven) en el norte, en los alrededores de la ciudad cristiana de Nazareth y en el centro del país. Además, en ciudades consideradas “mixtas”, de árabes y judíos como Haifa, Iafo (en hebreo, Iaffa en árabe) o Aco (en hebreo, Akka en árabe), las tres sobre el mar Mediterráneo. Si bien el nuevo Estado les otorgó la ciudadanía israelí, durante casi veinte años, entre 1948 y 1966, vivieron bajo un estricto régimen militar que les imponía todo tipo de restricciones, los convirtió en ciudadanos de segunda categoría y les negó la identidad nacional árabe definiéndolos solamente como musulmanes o cristianos. Esto motivó que el poeta Mahmoud Darwish escribiera el poema denominado Documento de identidad para resaltar su identidad árabe que le negaban en el registro civil. Con el tiempo este poema se convirtió en símbolo de lucha por la recuperación de la identidad de todos los palestinos.
Tomando en cuenta las aspiraciones del sionismo respecto de un Estado solamente de judíos, en los años sesenta comenzó un plan de “judeizar” aquellas zonas adonde había una mayoría árabe. Con ese fin se expropiaron tierras de muchas aldeas y ciudades árabes para construir localidades que fueran habitadas sólo por judíos. El 30 de marzo de 1976 hubo una huelga general de la población árabe conocida como “el día de la tierra”, dirigida contra dichas expropiaciones. La protesta fue reprimida violentamente provocando la muerte de seis jóvenes pero se convirtió en un ícono de la recuperación de la identidad y la conciencia palestina de la propia población árabe dentro del Estado que hasta esa época se definía como “árabe-israelí”. Hoy también ellos se consideran parte integral del pueblo palestino aunque no hayan conocido la dispersión y el exilio. En muchas oportunidades, políticos israelíes, como Benjamín Netanyahu, han dicho que esta población encarna una “amenaza demográfica” para que Israel continúe siendo un Estado judío y otros han propuesto abiertamente expulsarlos del país.
Hoy representan cerca del veinte por ciento de la población y según los informes de la Asociación por la Igualdad Civil en Israel (Sikkuy) son abiertamente discriminados. Incluso en la mayoría de los portales de los ministerios en internet se los ignora porque no aparece nada escrito en árabe a pesar de que es un idioma oficial del Estado.
- ¿Es verdad que en el año 2000 los israelíes le ofrecieron a Arafat un Estado palestino y no aceptó?
- Los Acuerdos de Oslo de 1993 fueron languideciendo por varios motivos, entre otros por el asesinato del primer ministro Rabin, la ampliación de los asentamientos, los atentados terroristas de Hamas en territorio israelí, y el nuevo acceso al poder de la derecha en Israel en 1996, que congeló prácticamente todas las negociaciones. En 1999 volvió al poder el Laborismo de la mano de Ehud Barak, que propuso retomar el diálogo con los palestinos. Barak se encontró con Arafat, aunque desde un primer momento aclaró que Jerusalén no sería dividida nuevamente (como exigían los palestinos) y que no acabaría con los asentamientos. En julio de 2000, en Camp David (Estados Unidos) y con la mediación directa del presidente Bill Clinton se buscó otra vez una forma de acuerdo.
Allí se debatieron concretamente cuatro temas: la posible creación de un Estado palestino, el futuro de Jerusalén, si desmantelar o dejar los asentamientos y cómo resolver el tema de los refugiados palestinos.
Barak avanzó con algunas propuestas superadoras de aquellas planteadas por Rabin en 1993, que incluían un retiro muy amplio de Cisjordania y la Franja de Gaza, sin desmantelar todos los asentamientos, ni permitir el retorno de los refugiados; y segmentando de tal manera el territorio del futuro Estado que lo hacía inviable. Respecto de Jerusalén, le propuso a Arafat el control sólo de algunos barrios de la parte oriental y que renombraran al poblado de Abu Dis, en las afueras de la ciudad, como su capital. Arafat no podía aceptar la propuesta. Además, estaba presionado por el constante crecimiento de Hamas que decía que los Acuerdos de Paz nunca llevarían a la creación de un Estado palestino, y la realidad parecía darles la razón.
Tiempo después, Robert Malley, un estrecho colaborador de Clinton en las negociaciones, reconoció que la Casa Blanca no había jugado el rol de mediador sino de apoyo a Barak; que éste nunca presentó un mapa con fronteras concretas y que mientras hablaba de retirarse de los territorios que estaba negociando ampliaba los asentamientos como nadie en el pasado. En el lapso de siete años de negociaciones la colonización había aumentado el 40 por ciento en las tierras que Israel se había comprometido a abandonar en un plazo de cinco años. Barak responsabilizó a Arafat del fracaso de las negociaciones. Dijo que le habían hecho la mejor oferta de la historia y que éste la había rechazado y que del lado palestino no había con quién hablar. Al poco tiempo estalló la Segunda Intifada.
- ¿El conflicto palestino-israelí es religioso o nacional?
- El conflicto palestino-israelí comenzó claramente como un enfrentamiento entre dos movimientos nacionales. Desde sus orígenes el sionismo fue laico y aspiró a construir un Estado nacional, una patria para los judíos. Los palestinos, influenciados por la lucha anticolonialista y las ideas europeas, también utilizaron los conceptos de patria y nación, alejados del pensamiento tradicional religioso que es anterior a la aparición de estas definiciones modernas del siglo XIX.
Durante la lucha por la creación del Estado judío el discurso sionista fue pragmático respecto del territorio en el que aspiraban construir un Estado. No había lugares “santos” ni aquellos a los cuales no se podía renunciar de ninguna manera por algún mandato bíblico. De la misma manera, entre los palestinos, la tierra era sinónimo del lugar en el cual los palestinos –musulmanes y cristianos por igual– habían vivido.
Esto cambió en 1967. La ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza –y muy especialmente la de Jerusalén– produjo una modificación en el discurso político israelí con una creciente influencia de los grupos nacionalistas de extrema derecha que conjugaron nacionalismo y pensamiento teológico. Los argumentos para no abandonar los territorios ocupados en la guerra de 1967 dejaron de ser pragmáticos o políticos y comenzaron a ser de orden divino. Cientos de rabinos de primer nivel, e influyentes en las decisiones del Estado, decían que era un pecado resignar territorios de la tierra de Israel que habían sido liberados de las manos de los “extranjeros”. Se comenzó a utilizar mucho más la expresión “tierra de Israel” como algo inmanente y se relegó el concepto de “territorios”, plausibles a ser negociados. Por su parte, el mundo árabe se vio atravesado por una creciente ola de movimientos islámicos que sostenían que los movimientos nacionalistas habían fracasado en su intento por liberar Palestina porque habían abandonado la fe y se habían entregado a las ideologías nacionalistas, ajenas al ser musulmán. Hamas fue un emergente de este pensamiento y la liberación de Palestina se entremezcló con la liberación de los lugares santos de Jerusalén del poder de los judíos. El crecimiento en ambos lados del discurso teológico-político que apela a las emociones y a conceptos divinos dificulta aun más la negociación política.
- ¿Por qué palestinos e israelíes se acusan mutuamente de prácticas terroristas?
- El concepto terrorismo es tan controvertido que ni siquiera Naciones Unidas logra consensuar una definición que pueda ser aceptada por todos los países. En líneas generales se puede decir que el objetivo del terrorismo es el de sembrar pánico entre la población militar y civil del enemigo, independientemente de la cantidad de muertes que una acción pueda ocasionar. En esta definición tan amplia uno puede incluir el ataque a las Torres Gemelas o las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, aunque también es muy común escuchar que el terrorismo es el “arma de los pobres”, de los que no tienen acceso al armamento de un ejército regular. Al carecer de aviones, tanques o buques de guerra, un grupo insurgente suele recurrir a elementos más precarios, más fáciles de obtener o fabricar.
En el caso concreto del conflicto palestino-israelí, colocar una bomba en un mercado público como han hecho varios grupos palestinos con el objetivo de matar la mayor cantidad posible de civiles -incluyendo mujeres o niños– no escapa a la definición. A su vez, bombardear una ciudad desde un avión de guerra israelí matando civiles y sembrando el pánico entre la población tampoco logra eludirla. Lo complicado de la definición es que la palabra terrorismo tiene una clara connotación negativa y nadie quiere hacerse cargo de ella. Las acusaciones son mutuas y a veces pareciera existir una competencia en el conteo de las víctimas. Casi nunca quien recurre a alguna forma de terrorismo reconoce que lo practica y sus seguidores suelen encontrar una justificación para su accionar, depositando la responsabilidad en lo que el enemigo ha hecho previamente. Quien lo practica dice que los objetivos son nobles y las víctimas justificadas. Los medios de comunicación juegan un papel muy importante al momento de utilizar la palabra terrorismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, los guerrilleros italianos, franceses, yugoslavos o griegos que luchaban en contra de la ocupación nazi eran calificados como terroristas por los alemanes. Sin embargo, se los recuerda como los partisanos, y la canción Bella Ciao –que es la exaltación a la muerte de un guerrillero por la libertad– se ha convertido en símbolo de lucha contra el fascismo. Todo depende del ojo con que se lo mire.
- ¿Será capaz Barack Obama de resolver el conflicto entre palestinos e israelíes?
- Desde la desaparición de la Unión Soviética existe una convicción de que sólo Estados Unidos puede lograr la paz entre israelíes y palestinos. De manera contradictoria se considera que la primera potencia mundial puede ser un mediador neutral y a su vez, al ser el principal aliado del Estado de Israel, el único con capacidad de presionarlo para concretar la paz con los palestinos. La política exterior norteamericana se ha caracterizado por una alianza incondicional con Israel que ha atravesado gobiernos demócratas y republicanos por igual. Las invasiones de Afganistán en 2001 y de Irak en 2003 llevadas adelante por el presidente George Bush, ampliamente rechazadas a nivel planetario, tuvieron el efecto de ejercer una presión adicional sobre Barack Obama al asumir el gobierno estadounidense. El mundo esperaba un presidente diferente. Su oposición a la guerra en Irak y su discurso renovador permitieron albergar esperanzas de cambio. Todos se preguntaban qué postura asumiría respecto del conflicto palestino-israelí aunque en diferentes conferencias no había ocultado su inclinación pro-israelí. Durante la invasión israelí a la Franja de Gaza en diciembre de 2008 lo más notable fue su silencio.
Una vez que asumió la presidencia viajó a El Cairo en junio de 2009 y pronunció un discurso que fue muy comentado por augurar “un nuevo comienzo para Estados Unidos y los musulmanes en el mundo”, utilizando un lenguaje muy diferente al de su predecesor. Allí también se refirió al conflicto palestino-israelí. En primer lugar y para que no quedaran dudas, resaltó “los estrechos vínculos de Estados Unidos con Israel” y que “este vínculo es inquebrantable”. Pero reconoció “que el pueblo palestino –musulmanes y cristianos– también ha sufrido en la lucha por una patria” y criticó “las humillaciones diarias, grandes y pequeñas, que surgen de la ocupación”.
La gran pregunta es saber si Barack Obama tiene la voluntad personal de adoptar el rol de mediador entre palestinos e israelíes y si los distintos factores de poder en Estados Unidos se lo permitirán.