La clase trabajadora hoy y la lucha contra la crisis
Angie Gago expone en este artículo las características principales del mercado laboral en el Estado español y el estado de las luchas de la clase trabajadora frente a la crisis económica.
tomado del blog La Hiedra en febrero de 2012
La clase trabajadora en el Estado español se está enfrentando, desde 2008, a una de las mayores ofensivas por parte de la clase capitalista para eliminar los derechos laborales y sociales conquistados por las luchas obreras durante las últimas décadas. Una de las consecuencias que está teniendo la crisis es el desmantelamiento del Estado del bienestar –relativamente débil en el Estado español ya antes de la crisis–, lo cual está provocando un deterioro en las condiciones de vida de la población trabajadora en general. El mercado laboral está marcado por el paro, la precariedad y la temporalidad, lo que da lugar a una realidad inestable y un empobrecimiento de los y las trabajadoras.
Ante esta situación, los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, han mostrado una actitud defensiva basada en los pactos sociales con el empresariado y los gobiernos. Desde el inicio de la crisis en 2008, hemos visto cómo han pactado reformas que van en claro detrimento de la calidad de vida de los y las trabajadoras, como la reforma laboral o la reforma de las pensiones.
Por otra parte, aunque pueda parecer que la clase trabajadora en el Estado español es relativamente pasiva ante la crisis, existen datos que muestran una paradoja curiosa. Un estudio de las huelgas en los últimos años nos ofrece un dato revelador y contradictorio: a pesar de que en el Estado español contamos con la tasa más baja de afiliación sindical en Europa, el número de huelgas y de horas de trabajo perdidas por las mismas evidencia que el nivel de conflictividad laboral se mantiene en niveles muy altos. De hecho, el Estado español es el segundo estado europeo, tras Italia, con la tasa de movilización sindical más alta1.Entre 2000 y 2005 registró una media anual de 2,8 millones de jornadas de huelga, por encima de Italia (1,7 millones), Gran Bretaña (0,6) o Alemania (0,1)2.
Aunque la afiliación sindical sea tan reducida en el Estado español, ésta ha ido aumentando progresivamente y se ha estabilizado, en vez de reducirse durante estos últimos años de crisis3.
La huelga general del 29 de septiembre de 2010 por parte de los dos sindicatos mayoritarios fue una muestra poderosa de la capacidad de influencia que pueden tener los y las trabajadoras. CCOO y UGT la convocaron tras el anuncio de la aplicación por decreto de la reforma laboral por el Gobierno del PSOE, al verse en cierta manera presionados por un ambiente general de rabia e indignación creciente.
En los últimos meses, otra de las pruebas de la alta conflictividad laboral en el Estado español han sido las numerosas huelgas de la enseñanza en Madrid, que han reflejado la combatividad de los y las trabajadoras organizadas en las asambleas de base al margen de la existencia de los sindicatos mayoritarios.
Asimismo, hemos podido observar un ligero cambio en la postura de algunos sectores de la clase trabajadora ante la crisis que ha dado lugar a importantes movilizaciones, como las luchas contra los recortes sanitarios y educativos en Catalunya.
El mercado laboral
Algunos estudios4 que analizan la configuración del mercado laboral en el Estado español cuentan con estadísticas previas a 2008. Esto muestra una realidad completamente opuesta a la que vivimos desde que comenzó la crisis económica, en algunos sentidos. Por ejemplo, mientras que en 2007 se había alcanzado uno de los niveles más altos de empleo en toda la historia del Estado5, un año más tarde veíamos cómo se perdía un millón de puestos de trabajo.
En la actualidad, nos encontramos con el mayor número de personas desempleadas, de cinco millones –un dato importante a tener en cuenta, ya que el problema del paro es uno de los obstáculos principales para la organización del movimiento de los y las trabajadoras.
Podemos hablar de varios factores importantes para el desarrollo de la lucha obrera. Uno de ellos es la solidaridad que se da en los centros de trabajo, que es donde los y las trabajadoras experimentan la explotación por parte del capitalismo y donde se vive de manera más directa la contradicción básica del sistema capitalista: la división entre la clase trabajadora y la burguesía.
Para las personas en paro, experimentar esta solidaridad y la conciencia de pertenencia a una clase es mucho más difícil, ya que no existen organizaciones que se dediquen a organizar a las trabajadoras en paro. En consecuencia, el paro se vive como un problema individual y aislado de las dinámicas de solidaridad colectiva que sí se pueden experimentar en el centro de trabajo.
El segundo factor está relacionado con la forma en que se han organizado los sindicatos tradicionalmente, dentro de los lugares de trabajo. Uno de los problemas fundamentales para el sindicalismo en el Estado español ha sido cómo relacionarse con los y las paradas. Este problema es aún más acuciante hoy en día, cuando nos encontramos con datos de desempleo realmente altos. En este sentido, podríamos hablar de una oportunidad perdida por parte de los sindicatos, que no supieron aprovechar los años de altos niveles de empleo anteriores a la crisis para organizar a las trabajadoras sindicalmente.
Otro de los factores que influyen en la movilización es la propia autocontención por parte de los trabajadores que, en tiempos de crisis y de destrucción de empleo, pierden la confianza en la lucha y experimentan una sensación de miedo ante la posibilidad de perder el puesto de trabajo.
Por otra parte, aunque el panorama del mercado laboral ha cambiado enormemente desde el inicio de la crisis, podemos identificar algunas tendencias que ya existían antes de la misma. Uno de ellos es la precariedad, que es una de las características más relevantes del mercado laboral. El Estado español cuenta con los índices más altos de precariedad en la Unión Europea, en torno al 30%.
El trabajo precario se caracteriza por la inestabilidad de la contratación y por unos salarios bajos. Es uno de los obstáculos para la organización sindical de los trabajadores, ya que al cambiar de centro de trabajo a menudo es difícil que los y las trabajadoras puedan llegar a afiliarse a ningún sindicato.
Además, los sindicatos mayoritarios no están bien implantados en sectores en los que predomina el trabajo precario, como el sector servicios. Por lo tanto, probablemente estos trabajadores y trabajadoras en muchos casos no verán a ningún sindicato en su puesto de trabajo en toda su vida laboral.
Uno de los factores que ha facilitado la ausencia de los sindicatos en los centros de trabajo ha sido el hecho de que éstos no dependiesen de la afiliación para seguir manteniendo su estructura organizativa, debido al proceso de corporativización de los mismos. Desde la Transición, los sindicatos han consolidado un sistema de financiación estatal que ha dado lugar a que éstos no deban preocuparse por ganar más cuotas con tal de sobrevivir6.
Tampoco se han vivido en las últimas décadas grandes luchas. En consecuencia, existe toda una capa de trabajadores que se han ido incorporando al mercado de trabajo sin acumular ninguna experiencia sindical.
Composición de la clase trabajadora
Otro de los factores importantes a la hora de analizar la organización de la clase trabajadora es observar cuáles son los sectores de la economía que están en crecimiento o en declive y qué relación tiene esto con las luchas de los y las trabajadoras.
En el Estado español, tras la reconversión industrial de los años 80, se comenzó a argumentar que los sindicatos habían perdido su sentido ya que se vivía un declive general de la industria y una excepcional expansión del sector servicios7.
Esto se debe a la percepción generalizada de que los sindicatos sólo funcionan en las fábricas o en plantas industriales en las que se concentra un gran número de trabajadores. Esto no es del todo cierto, si observamos que los primeros sindicatos se desarrollaron en pequeños talleres y que a finales del siglo XIX tenían un gran peso los sindicatos de oficios.
A pesar de que el sector servicios ha crecido enormemente, también es cierto que el Estado español la industria sigue teniendo un peso relevante comparado con otros países europeos. En realidad, es más verosímil hablar de un crecimiento excepcional del sector servicios y de un ligero declive de la industria, ya que en 30 años (1975-2005) los servicios crecieron de un 39,6% a 64,8% mientras que la industria sólo se redujo de un 38,4% a 29,9%. En 1975 había 4,8 millones de trabajadores en industria, mientras que en 2005 eran 5,6 millones. Por lo tanto, hay bastantes indicios para pensar que “la base tradicional del sindicalismo en el Estado español sigue, hasta cierto punto, más intacta que en otros países”8.
Esta realidad nos sirve para argumentar que, en contra de las teorías de desaparición de la clase trabajadora, podemos decir que aunque ha habido cambios, ésta no sólo sigue existiendo sino que mantiene muchas de las características tradicionalmente relacionadas con los sindicatos.
Aún así, no podemos caer en la ortodoxia de pensar que la lucha de los y las trabajadoras sólo tiene futuro porque la industria sigue siendo relevante. El trasvase de trabajadores al sector servicios no significa que éstas hayan cambiado su pertenencia de clase, sino todo lo contrario.
Aunque a veces la aparición de nuevos sectores o nuevos trabajos puedan dificultar la identificación de los mismos con la base tradicional del movimiento obrero, los y las que trabajan en éstos siguen siendo igualmente clase trabajadora. En la mayoría de los casos, cuentan con una situación más precaria que los trabajadores de la industria, con contratos temporales y salarios más bajos.
Además, en el sector servicios existen también una multitud de trabajos manuales y con condiciones de trabajo muy similares a las fábricas, como el control de tiempos, trabajo en cadena, salarios en función de la productividad, etc.
Es importante resaltar la supervivencia de la industria porque desmiente muchos de los argumentos que se han desarrollado para hablar de la desaparición de la clase trabajadora. Pero también es fundamental argumentar que la base de trabajadores y trabajadoras del sector servicios tiene el mismo potencial de lucha que las bases tradicionales.
Lo mismo ocurre con la disyuntiva entre trabajo a tiempo completo y el trabajo a tiempo parcial, y entre el trabajo fijo y temporal. El trabajo a tiempo parcial presenta niveles de afiliación mucho menores que el de a tiempo completo9 y éste ha crecido enormemente en los últimos años, dificultando la organización de estos trabajadores y trabajadoras en los sindicatos.
Sin embargo, aunque se suele resaltar este dato para hablar de los cambios de la clase trabajadora, no se suele indicar que el trabajo a tiempo completo sigue siendo abrumadoramente mayoritario en el Estado español –el trabajo a tiempo parcial no supera el 15% del total10.
De la misma manera, aunque el trabajo temporal ha crecido mucho en los últimos años hasta situar al Estado español como uno de los estados de la Unión Europea con uno de los porcentajes más altos –alrededor de un 30%–, en pocos casos se destaca el hecho de que la mayor parte de la clase trabajadora cuenta con un empleo fijo.
En la mayoría de las ocasiones se suele subrayar la dificultad que tienen los sindicatos a la hora de afiliar y movilizar a los y las trabajadoras temporales. Sin embargo, en pocos casos se señala que el potencial de la población activa que tiene un trabajo estable es muy grande.
No podemos pensar que la movilización obrera es más fácil entre los trabajadores fijos y a tiempo completo de manera natural porque es como siempre ha sido. En los últimos años hemos visto luchas importantes en sectores precarios. En éstos, la identificación de los trabajadores con el empresario suele ser menor, ya que no se suele dar esa sensación de “gran familia” porque no pasan mucho tiempo en el mismo trabajo.
De hecho, la postura de los trabajadores y trabajadoras precarias ante los sindicatos no es de por sí más negativa. Su falta de afiliación se debe más a la falta de presencia de los mismos en los lugares de trabajo que a una reticencia de los y las trabajadoras ante estas organizaciones. También se debe a que muchos de los sectores precarios han crecido mucho en épocas en las que no han habido grandes luchas.
Posturas ante los sindicatos
Sin embargo, a pesar de que existen factores que dificultan la actividad sindical, el mercado laboral en el Estado español también cuenta con otra serie de tendencias que ayudan a la movilización de los y las trabajadoras. Una de ellas es la estructura específica de las elecciones sindicales11, que ha sido clave para entender los altos niveles de movilización de los y las trabajadoras en las huelgas generales a pesar de las bajas tasas de afiliación y militancia. En el Estado existe una media de participación de un 70% en las elecciones sindicales. De esta manera, los y las trabajadoras experimentan un grado de representatividad elevado que da lugar a que se puedan mantener unos niveles de movilización y de seguimiento de las huelgas también altos.
Existe una alta capacidad movilizadora del sindicalismo español y un gran número de trabajadores y trabajadoras implicadas en huelgas. Así, “si nos fijamos en la tasa media de movilización sindical en la década 1996/7 – 2004/5, la tasa española (seguida por la italiana) queda muy por encima del resto de países”12.
De hecho, exceptuando la primera mitad de los años 80, que se caracterizó por una época de pactos sociales, se puede observar un alto nivel de conflicto laboral.
Otros factores que se tienen que subrayar son el gran número de trabajadores involucrados en los conflictos sectoriales y el gran número de jornadas de trabajo perdidas a través de las huelgas generales. Esto desmiente uno de los tópicos más recurrentes, cuando se habla de que la clase trabajadora del Estado español es pasiva y no se implica en las luchas laborales.
A pesar de las bajas tasas de afiliación, “los trabajadores españoles están más dispuestos a responder a las grandes movilizaciones, por ejemplo, las huelgas generales, dado que las huelgas dentro de las distintas empresas corren más peligro de provocar represalias directas por parte de los empresarios”13.
Una de las razones que explica este alto nivel de implicación se basaría en la influencia del comité de empresa, ya que normalmente un 80% de los trabajadores y trabajadoras participan en las elecciones a los comités de empresa y son simpatizantes, aunque no afiliados14.Aún así, también es importante puntualizar que no todas las huelgas son convocadas por los sindicatos mayoritarios. Por lo tanto, a pesar de que la influencia del comité de empresa es importante, ello no explicaría el fenómeno en su totalidad, ya que muchas huelgas en los últimos años han sido convocadas por sindicatos minoritarios15.
Una de las cuestiones que ayudan a entender el por qué de las altas movilizaciones en el Estado español es la historia de luchas que ha vivido la clase trabajadora históricamente. A final de los años 70 se vivieron importantes luchas, como huelgas generales y sectoriales que han generado una cultura de lucha que se ha mantenido, por ejemplo, a través de las huelgas generales posteriores.
Además, en el Estado español existen importantes movimientos sociales y una fuerte izquierda social que han hecho que permanezca una cultura de protesta y de lucha al margen de los datos de afiliación. Esto se evidencia cuando hay una convocatoria de huelga general.
Por otra parte, otro de los mitos que se escuchan de manera repetida en los últimos años es el declive de los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT. Sin embargo, si observamos la gráfica de afiliación de los mismos podemos observar que desde 1995 éstos no han parado de crecer y que la crisis económica no ha supuesto una pérdida masiva de afiliados y afiliadas. En 2007, la tasa de afiliación en el Estado español era del 15,8%, y en 2008 pasó al 17%.
Por último, es importante observar que desde el comienzo de la crisis la afiliación sindical ha aumentado ligeramente en el Estado español, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros países europeos. Entre los dos sindicatos mayoritarios, el número de afiliados y afiliadas llega casi al millón de personas. Ello las convierte en las organizaciones más grandes de todo el Estado, superando incluso a partidos políticos. Asimismo, en 2010 aumentó también la afiliación de los sindicatos minoritarios.
Huelgas y movilizaciones
Hasta ahora hemos observado las características del mercado laboral y la situación de la afiliación sindical en el Estado español. Hemos visto que, a pesar de la existencia de una opinión generalizada que considera a la clase trabajadora pasiva y que ya no cuenta con potencial de lucha, los y las trabajadoras continúan mostrando una actitud movilizadora. Esto se demuestra en el número de huelgas que se han producido desde 2008, con el comienzo de la crisis económica. Las horas de trabajo perdidas en el Estado español en 2009 ascendieron a 47.992.406 como consecuencia de las 1.125 huelgas y afectaron a casi seis millones de trabajadores y trabajadoras, de las que 546.330 estuvieron directamente implicadas, lo que representa un 9,43% de las censadas16.
Respecto al año 2008, el número de huelgas creció un 10,41%. La suma de trabajadores y trabajadoras implicados subió un 51,87%, y las horas de trabajo perdidas aumentaron un 13,62%. Además, a esto se le suma la convocatoria de la huelga general de 2010, en la que participaron el 75% de las personas trabajadoras activas, según CCOO y UGT. Aunque el número de huelgas se ha visto reducido en el último año, desde enero hasta agosto de 2011 alrededor de 146.141 trabajadores y trabajadoras han ido a la huelga.
Por otra parte, dejando de lado el número de huelgas o de horas perdidas, es importante señalar el tipo de huelgas que se están viviendo. Así, cabe destacar las huelgas de la enseñanza pública en Madrid o de los trabajadores públicos en Murcia, las cuales han vuelto a poner de relieve la implicación de los y las trabajadoras al margen de los sindicatos mayoritarios.
Ante los recortes que pretende el Gobierno de la Comunidad de Madrid –que supondrán la pérdida de puestos de trabajo, la eliminación de clases de apoyo y el aumento de profesores y profesoras que dan clases que no son de su especialidad–, los y las profesoras iniciaron una serie de movilizaciones y acordaron en asamblea una huelga de tres días para el 20, 21 y 22 de septiembre. Esta decisión fue consecuencia de un proceso que ya venía desde el verano, ya que durante esos meses se habían celebrado varias asambleas. La última asamblea fue la del 31 de agosto, a la que asistieron unos 2.000 profesores y profesoras y varios sindicatos (CCOO, UGT, STEM, CSIF, ANPE). Al final, la lucha de los y las profesoras de Madrid acabó dando lugar a siete jornadas de huelga, las cuales tuvieron un seguimiento de entre un 60 y un 80%. Una de las características más importantes de estas movilizaciones ha sido la organización de los y las trabajadoras en asambleas, lo cual ha dado lugar a la denominada Red Verde.
Esta organización en asambleas ha conseguido influir en que CCOO haya cambiado algunas decisiones o haya tenido que soportar las críticas abiertas por algunas de sus actuaciones. Esto es importante, ya que demuestra dos cosas: primero, que los y las trabajadoras organizadas desde la base son una fuerza colectiva fundamental para parar los recortes; y, segundo, que la organización democrática en asambleas es clave para conseguir influenciar algunas decisiones de los sindicatos mayoritarios.
Otras huelgas importantes han sido las del sector del metal en Galicia en la primavera de 2009, las huelgas generales en Euskal Herria o las huelgas comarcales del Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT).
Además, en los últimos años hemos visto varias huelgas generales de la educación en Catalunya que, aunque tuvieron un seguimiento enorme en un principio, no han conseguido mantener la movilización debido a las dinámicas de los sindicatos, que han intercalado estrategias de lucha y de negociación.
Resulta curioso que, a pesar de estas movilizaciones y del alto nivel de conflictividad que se vive en el Estado español, la percepción general sea de desmovilización. Una de las razones puede ser el tipo de luchas que se están dando, queno generan mucho eco ya que suelen ser luchas pequeñas, en sectores concretos y en general defensivas.
Luchas ante la crisis
Además de las huelgas, la clase trabajadora también cuenta con otras herramientas para luchar por sus derechos laborales y sociales.
En mayo de 2011 surgió el movimiento del 15-M, compuesto por personas indignadas ante los recortes sociales y laborales por la crisis económica. A pesar de la gran diversidad de ideologías, una de las consignas más repetidas por las diferentes asambleas que se formaron en varias ciudades fue un llamamiento a la huelga general.
En muchas ocasiones se ha creado una simbiosis entre las acciones organizadas por el 15-M y las luchas de los y las trabajadoras en sus centros de trabajo. En Catalunya, por ejemplo, ha habido una relación directa entre el movimiento de los y las indignadas y las luchas contra los recortes de la sanidad y la educación.
Aunque el movimiento obrero se ha organizado tradicionalmente en los sindicatos, existen otros espacios de lucha de la clase trabajadora que combinan las reivindicaciones sociales con las laborales, como las asambleas de barrios. Estos espacios tienen un gran poder para conseguir una serie de victorias –por ejemplo, hemos visto cómo se han parado varios desahucios–, pero tienen otras limitaciones a la hora de extender la lucha a los centros de trabajo.
Por otra parte, no era extraño ver cómo los representantes sindicales se identificaban con las reivindicaciones del 15-M. La conexión de las luchas de los barrios por la escuela pública o una vivienda digna están relacionadas con la defensa de los derechos laborales de la clase trabajadora.
De ahí que en los próximos meses será importante observar cómo se relacionan las organizaciones del movimiento obrero con otras formas de lucha contra los recortes sociales y laborales que se han creado a raíz del 15-M.
La clase trabajadora hoy
Una de las primeras cosas que ha hecho Rajoy tras la victoria del PP en las pasadas elecciones generales ha sido anunciar una nueva reforma laboral. De nuevo, todos los ojos están puestos en los sindicatos mayoritarios, queaún no han mostrado ningún plan de acción.
Lo que sí que parece palpable es un aumento de la opinión pública de que más recortes en los derechos laborales no van a solucionar la crisis económica. Ante esta situación, parece previsible que vaya a producirse un aumento de las movilizaciones por parte del movimiento obrero –sin embargo, este tipo de cosas no se pueden prever, ya que responden a diferentes factores difíciles de medir.
La movilización obrera es fruto de las condiciones materiales que experimentan los y las trabajadoras, aunque existen factores que pueden ayudar a impulsar y a desarrollar las luchas. Uno de ellos es la existencia de una izquierda radical fuerte dentro de los sindicatos que ayude a impulsar las asambleas de base.
“Hay factores políticos, ideológicos y organizativos que median entre los hechos económicos y la posibilidad de resistencia. La historia de victorias y derrotas, lo que hagan los líderes entre los trabajadores y la clase dirigente, el nivel de organización, la atmósfera política de la sociedad en general, los factores internacionales, el impacto de las victorias y de las derrotas”17.
No cabe duda de que muchos de los mitos que giran en torno a la clase trabajadora para justificar el retroceso de derechos laborales son falsos. Los y las trabajadoras del Estado español no son más pasivos ni tienen posturas reticentes ante los sindicatos de manera natural.
Es cierto que el sindicalismo mayoritario no ha sabido adaptarse a ciertos cambios del mercado laboral. Éste no tiene suficiente implantación en centros de trabajo precarios y no ha sabido ganar afiliados de sectores de la población que en los últimos años se han incorporado al mercado laboral: mujeres, jóvenes, inmigrantes, etc.
Además, el hecho de que desde el comienzo de la crisis estos sindicatos no hayan convocado más huelgas ni hayan jugado un papel más combativo ha dado lugar a una opinión negativa de los mismos por parte de algunos sectores de la clase trabajadora que critican la excesiva burocratización los sindicatos y la falta de conexión con las bases de afiliación.
Aún así, lo que parece subrayable es que la clase trabajadora sigue teniendo el potencial para cambiar las cosas. Como se ha comentado antes, cuando los y las trabajadoras actúan de manera colectiva son capaces de desafiar a las burocracias sindicales y de hacer torcer el palo hacia las reivindicaciones de las bases, como está ocurriendo con la huelgas de la enseñanza pública en Madrid.
En los próximos meses será importante ver cómo se relaciona el movimiento obrero con las nuevas formas de protestas de los y las trabajadoras en los movimientos sociales como el 15-M y las asambleas de barrios.
En una situación de crisis profunda del capitalismo, el balance de fuerzas puede cambiar en un breve lapso de tiempo y podemos ver cómo surgen luchas espontáneas. En este sentido, de la relación que haya entre las organizaciones sindicales y las luchas contra los recortes y en defensa de los servicios públicos dependerá en gran medida el hecho de que la lucha de la clase trabajadora pueda ver alguna victoria importante.
Angie Gago expone en este artículo las características principales del mercado laboral en el Estado español y el estado de las luchas de la clase trabajadora frente a la crisis económica.
tomado del blog La Hiedra en febrero de 2012
La clase trabajadora en el Estado español se está enfrentando, desde 2008, a una de las mayores ofensivas por parte de la clase capitalista para eliminar los derechos laborales y sociales conquistados por las luchas obreras durante las últimas décadas. Una de las consecuencias que está teniendo la crisis es el desmantelamiento del Estado del bienestar –relativamente débil en el Estado español ya antes de la crisis–, lo cual está provocando un deterioro en las condiciones de vida de la población trabajadora en general. El mercado laboral está marcado por el paro, la precariedad y la temporalidad, lo que da lugar a una realidad inestable y un empobrecimiento de los y las trabajadoras.
Ante esta situación, los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, han mostrado una actitud defensiva basada en los pactos sociales con el empresariado y los gobiernos. Desde el inicio de la crisis en 2008, hemos visto cómo han pactado reformas que van en claro detrimento de la calidad de vida de los y las trabajadoras, como la reforma laboral o la reforma de las pensiones.
Por otra parte, aunque pueda parecer que la clase trabajadora en el Estado español es relativamente pasiva ante la crisis, existen datos que muestran una paradoja curiosa. Un estudio de las huelgas en los últimos años nos ofrece un dato revelador y contradictorio: a pesar de que en el Estado español contamos con la tasa más baja de afiliación sindical en Europa, el número de huelgas y de horas de trabajo perdidas por las mismas evidencia que el nivel de conflictividad laboral se mantiene en niveles muy altos. De hecho, el Estado español es el segundo estado europeo, tras Italia, con la tasa de movilización sindical más alta1.Entre 2000 y 2005 registró una media anual de 2,8 millones de jornadas de huelga, por encima de Italia (1,7 millones), Gran Bretaña (0,6) o Alemania (0,1)2.
Aunque la afiliación sindical sea tan reducida en el Estado español, ésta ha ido aumentando progresivamente y se ha estabilizado, en vez de reducirse durante estos últimos años de crisis3.
La huelga general del 29 de septiembre de 2010 por parte de los dos sindicatos mayoritarios fue una muestra poderosa de la capacidad de influencia que pueden tener los y las trabajadoras. CCOO y UGT la convocaron tras el anuncio de la aplicación por decreto de la reforma laboral por el Gobierno del PSOE, al verse en cierta manera presionados por un ambiente general de rabia e indignación creciente.
En los últimos meses, otra de las pruebas de la alta conflictividad laboral en el Estado español han sido las numerosas huelgas de la enseñanza en Madrid, que han reflejado la combatividad de los y las trabajadoras organizadas en las asambleas de base al margen de la existencia de los sindicatos mayoritarios.
Asimismo, hemos podido observar un ligero cambio en la postura de algunos sectores de la clase trabajadora ante la crisis que ha dado lugar a importantes movilizaciones, como las luchas contra los recortes sanitarios y educativos en Catalunya.
El mercado laboral
Algunos estudios4 que analizan la configuración del mercado laboral en el Estado español cuentan con estadísticas previas a 2008. Esto muestra una realidad completamente opuesta a la que vivimos desde que comenzó la crisis económica, en algunos sentidos. Por ejemplo, mientras que en 2007 se había alcanzado uno de los niveles más altos de empleo en toda la historia del Estado5, un año más tarde veíamos cómo se perdía un millón de puestos de trabajo.
En la actualidad, nos encontramos con el mayor número de personas desempleadas, de cinco millones –un dato importante a tener en cuenta, ya que el problema del paro es uno de los obstáculos principales para la organización del movimiento de los y las trabajadoras.
Podemos hablar de varios factores importantes para el desarrollo de la lucha obrera. Uno de ellos es la solidaridad que se da en los centros de trabajo, que es donde los y las trabajadoras experimentan la explotación por parte del capitalismo y donde se vive de manera más directa la contradicción básica del sistema capitalista: la división entre la clase trabajadora y la burguesía.
Para las personas en paro, experimentar esta solidaridad y la conciencia de pertenencia a una clase es mucho más difícil, ya que no existen organizaciones que se dediquen a organizar a las trabajadoras en paro. En consecuencia, el paro se vive como un problema individual y aislado de las dinámicas de solidaridad colectiva que sí se pueden experimentar en el centro de trabajo.
El segundo factor está relacionado con la forma en que se han organizado los sindicatos tradicionalmente, dentro de los lugares de trabajo. Uno de los problemas fundamentales para el sindicalismo en el Estado español ha sido cómo relacionarse con los y las paradas. Este problema es aún más acuciante hoy en día, cuando nos encontramos con datos de desempleo realmente altos. En este sentido, podríamos hablar de una oportunidad perdida por parte de los sindicatos, que no supieron aprovechar los años de altos niveles de empleo anteriores a la crisis para organizar a las trabajadoras sindicalmente.
Otro de los factores que influyen en la movilización es la propia autocontención por parte de los trabajadores que, en tiempos de crisis y de destrucción de empleo, pierden la confianza en la lucha y experimentan una sensación de miedo ante la posibilidad de perder el puesto de trabajo.
Por otra parte, aunque el panorama del mercado laboral ha cambiado enormemente desde el inicio de la crisis, podemos identificar algunas tendencias que ya existían antes de la misma. Uno de ellos es la precariedad, que es una de las características más relevantes del mercado laboral. El Estado español cuenta con los índices más altos de precariedad en la Unión Europea, en torno al 30%.
El trabajo precario se caracteriza por la inestabilidad de la contratación y por unos salarios bajos. Es uno de los obstáculos para la organización sindical de los trabajadores, ya que al cambiar de centro de trabajo a menudo es difícil que los y las trabajadoras puedan llegar a afiliarse a ningún sindicato.
Además, los sindicatos mayoritarios no están bien implantados en sectores en los que predomina el trabajo precario, como el sector servicios. Por lo tanto, probablemente estos trabajadores y trabajadoras en muchos casos no verán a ningún sindicato en su puesto de trabajo en toda su vida laboral.
Uno de los factores que ha facilitado la ausencia de los sindicatos en los centros de trabajo ha sido el hecho de que éstos no dependiesen de la afiliación para seguir manteniendo su estructura organizativa, debido al proceso de corporativización de los mismos. Desde la Transición, los sindicatos han consolidado un sistema de financiación estatal que ha dado lugar a que éstos no deban preocuparse por ganar más cuotas con tal de sobrevivir6.
Tampoco se han vivido en las últimas décadas grandes luchas. En consecuencia, existe toda una capa de trabajadores que se han ido incorporando al mercado de trabajo sin acumular ninguna experiencia sindical.
Composición de la clase trabajadora
Otro de los factores importantes a la hora de analizar la organización de la clase trabajadora es observar cuáles son los sectores de la economía que están en crecimiento o en declive y qué relación tiene esto con las luchas de los y las trabajadoras.
En el Estado español, tras la reconversión industrial de los años 80, se comenzó a argumentar que los sindicatos habían perdido su sentido ya que se vivía un declive general de la industria y una excepcional expansión del sector servicios7.
Esto se debe a la percepción generalizada de que los sindicatos sólo funcionan en las fábricas o en plantas industriales en las que se concentra un gran número de trabajadores. Esto no es del todo cierto, si observamos que los primeros sindicatos se desarrollaron en pequeños talleres y que a finales del siglo XIX tenían un gran peso los sindicatos de oficios.
A pesar de que el sector servicios ha crecido enormemente, también es cierto que el Estado español la industria sigue teniendo un peso relevante comparado con otros países europeos. En realidad, es más verosímil hablar de un crecimiento excepcional del sector servicios y de un ligero declive de la industria, ya que en 30 años (1975-2005) los servicios crecieron de un 39,6% a 64,8% mientras que la industria sólo se redujo de un 38,4% a 29,9%. En 1975 había 4,8 millones de trabajadores en industria, mientras que en 2005 eran 5,6 millones. Por lo tanto, hay bastantes indicios para pensar que “la base tradicional del sindicalismo en el Estado español sigue, hasta cierto punto, más intacta que en otros países”8.
Esta realidad nos sirve para argumentar que, en contra de las teorías de desaparición de la clase trabajadora, podemos decir que aunque ha habido cambios, ésta no sólo sigue existiendo sino que mantiene muchas de las características tradicionalmente relacionadas con los sindicatos.
Aún así, no podemos caer en la ortodoxia de pensar que la lucha de los y las trabajadoras sólo tiene futuro porque la industria sigue siendo relevante. El trasvase de trabajadores al sector servicios no significa que éstas hayan cambiado su pertenencia de clase, sino todo lo contrario.
Aunque a veces la aparición de nuevos sectores o nuevos trabajos puedan dificultar la identificación de los mismos con la base tradicional del movimiento obrero, los y las que trabajan en éstos siguen siendo igualmente clase trabajadora. En la mayoría de los casos, cuentan con una situación más precaria que los trabajadores de la industria, con contratos temporales y salarios más bajos.
Además, en el sector servicios existen también una multitud de trabajos manuales y con condiciones de trabajo muy similares a las fábricas, como el control de tiempos, trabajo en cadena, salarios en función de la productividad, etc.
Es importante resaltar la supervivencia de la industria porque desmiente muchos de los argumentos que se han desarrollado para hablar de la desaparición de la clase trabajadora. Pero también es fundamental argumentar que la base de trabajadores y trabajadoras del sector servicios tiene el mismo potencial de lucha que las bases tradicionales.
Lo mismo ocurre con la disyuntiva entre trabajo a tiempo completo y el trabajo a tiempo parcial, y entre el trabajo fijo y temporal. El trabajo a tiempo parcial presenta niveles de afiliación mucho menores que el de a tiempo completo9 y éste ha crecido enormemente en los últimos años, dificultando la organización de estos trabajadores y trabajadoras en los sindicatos.
Sin embargo, aunque se suele resaltar este dato para hablar de los cambios de la clase trabajadora, no se suele indicar que el trabajo a tiempo completo sigue siendo abrumadoramente mayoritario en el Estado español –el trabajo a tiempo parcial no supera el 15% del total10.
De la misma manera, aunque el trabajo temporal ha crecido mucho en los últimos años hasta situar al Estado español como uno de los estados de la Unión Europea con uno de los porcentajes más altos –alrededor de un 30%–, en pocos casos se destaca el hecho de que la mayor parte de la clase trabajadora cuenta con un empleo fijo.
En la mayoría de las ocasiones se suele subrayar la dificultad que tienen los sindicatos a la hora de afiliar y movilizar a los y las trabajadoras temporales. Sin embargo, en pocos casos se señala que el potencial de la población activa que tiene un trabajo estable es muy grande.
No podemos pensar que la movilización obrera es más fácil entre los trabajadores fijos y a tiempo completo de manera natural porque es como siempre ha sido. En los últimos años hemos visto luchas importantes en sectores precarios. En éstos, la identificación de los trabajadores con el empresario suele ser menor, ya que no se suele dar esa sensación de “gran familia” porque no pasan mucho tiempo en el mismo trabajo.
De hecho, la postura de los trabajadores y trabajadoras precarias ante los sindicatos no es de por sí más negativa. Su falta de afiliación se debe más a la falta de presencia de los mismos en los lugares de trabajo que a una reticencia de los y las trabajadoras ante estas organizaciones. También se debe a que muchos de los sectores precarios han crecido mucho en épocas en las que no han habido grandes luchas.
Posturas ante los sindicatos
Sin embargo, a pesar de que existen factores que dificultan la actividad sindical, el mercado laboral en el Estado español también cuenta con otra serie de tendencias que ayudan a la movilización de los y las trabajadoras. Una de ellas es la estructura específica de las elecciones sindicales11, que ha sido clave para entender los altos niveles de movilización de los y las trabajadoras en las huelgas generales a pesar de las bajas tasas de afiliación y militancia. En el Estado existe una media de participación de un 70% en las elecciones sindicales. De esta manera, los y las trabajadoras experimentan un grado de representatividad elevado que da lugar a que se puedan mantener unos niveles de movilización y de seguimiento de las huelgas también altos.
Existe una alta capacidad movilizadora del sindicalismo español y un gran número de trabajadores y trabajadoras implicadas en huelgas. Así, “si nos fijamos en la tasa media de movilización sindical en la década 1996/7 – 2004/5, la tasa española (seguida por la italiana) queda muy por encima del resto de países”12.
De hecho, exceptuando la primera mitad de los años 80, que se caracterizó por una época de pactos sociales, se puede observar un alto nivel de conflicto laboral.
Otros factores que se tienen que subrayar son el gran número de trabajadores involucrados en los conflictos sectoriales y el gran número de jornadas de trabajo perdidas a través de las huelgas generales. Esto desmiente uno de los tópicos más recurrentes, cuando se habla de que la clase trabajadora del Estado español es pasiva y no se implica en las luchas laborales.
A pesar de las bajas tasas de afiliación, “los trabajadores españoles están más dispuestos a responder a las grandes movilizaciones, por ejemplo, las huelgas generales, dado que las huelgas dentro de las distintas empresas corren más peligro de provocar represalias directas por parte de los empresarios”13.
Una de las razones que explica este alto nivel de implicación se basaría en la influencia del comité de empresa, ya que normalmente un 80% de los trabajadores y trabajadoras participan en las elecciones a los comités de empresa y son simpatizantes, aunque no afiliados14.Aún así, también es importante puntualizar que no todas las huelgas son convocadas por los sindicatos mayoritarios. Por lo tanto, a pesar de que la influencia del comité de empresa es importante, ello no explicaría el fenómeno en su totalidad, ya que muchas huelgas en los últimos años han sido convocadas por sindicatos minoritarios15.
Una de las cuestiones que ayudan a entender el por qué de las altas movilizaciones en el Estado español es la historia de luchas que ha vivido la clase trabajadora históricamente. A final de los años 70 se vivieron importantes luchas, como huelgas generales y sectoriales que han generado una cultura de lucha que se ha mantenido, por ejemplo, a través de las huelgas generales posteriores.
Además, en el Estado español existen importantes movimientos sociales y una fuerte izquierda social que han hecho que permanezca una cultura de protesta y de lucha al margen de los datos de afiliación. Esto se evidencia cuando hay una convocatoria de huelga general.
Por otra parte, otro de los mitos que se escuchan de manera repetida en los últimos años es el declive de los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT. Sin embargo, si observamos la gráfica de afiliación de los mismos podemos observar que desde 1995 éstos no han parado de crecer y que la crisis económica no ha supuesto una pérdida masiva de afiliados y afiliadas. En 2007, la tasa de afiliación en el Estado español era del 15,8%, y en 2008 pasó al 17%.
Por último, es importante observar que desde el comienzo de la crisis la afiliación sindical ha aumentado ligeramente en el Estado español, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros países europeos. Entre los dos sindicatos mayoritarios, el número de afiliados y afiliadas llega casi al millón de personas. Ello las convierte en las organizaciones más grandes de todo el Estado, superando incluso a partidos políticos. Asimismo, en 2010 aumentó también la afiliación de los sindicatos minoritarios.
Huelgas y movilizaciones
Hasta ahora hemos observado las características del mercado laboral y la situación de la afiliación sindical en el Estado español. Hemos visto que, a pesar de la existencia de una opinión generalizada que considera a la clase trabajadora pasiva y que ya no cuenta con potencial de lucha, los y las trabajadoras continúan mostrando una actitud movilizadora. Esto se demuestra en el número de huelgas que se han producido desde 2008, con el comienzo de la crisis económica. Las horas de trabajo perdidas en el Estado español en 2009 ascendieron a 47.992.406 como consecuencia de las 1.125 huelgas y afectaron a casi seis millones de trabajadores y trabajadoras, de las que 546.330 estuvieron directamente implicadas, lo que representa un 9,43% de las censadas16.
Respecto al año 2008, el número de huelgas creció un 10,41%. La suma de trabajadores y trabajadoras implicados subió un 51,87%, y las horas de trabajo perdidas aumentaron un 13,62%. Además, a esto se le suma la convocatoria de la huelga general de 2010, en la que participaron el 75% de las personas trabajadoras activas, según CCOO y UGT. Aunque el número de huelgas se ha visto reducido en el último año, desde enero hasta agosto de 2011 alrededor de 146.141 trabajadores y trabajadoras han ido a la huelga.
Por otra parte, dejando de lado el número de huelgas o de horas perdidas, es importante señalar el tipo de huelgas que se están viviendo. Así, cabe destacar las huelgas de la enseñanza pública en Madrid o de los trabajadores públicos en Murcia, las cuales han vuelto a poner de relieve la implicación de los y las trabajadoras al margen de los sindicatos mayoritarios.
Ante los recortes que pretende el Gobierno de la Comunidad de Madrid –que supondrán la pérdida de puestos de trabajo, la eliminación de clases de apoyo y el aumento de profesores y profesoras que dan clases que no son de su especialidad–, los y las profesoras iniciaron una serie de movilizaciones y acordaron en asamblea una huelga de tres días para el 20, 21 y 22 de septiembre. Esta decisión fue consecuencia de un proceso que ya venía desde el verano, ya que durante esos meses se habían celebrado varias asambleas. La última asamblea fue la del 31 de agosto, a la que asistieron unos 2.000 profesores y profesoras y varios sindicatos (CCOO, UGT, STEM, CSIF, ANPE). Al final, la lucha de los y las profesoras de Madrid acabó dando lugar a siete jornadas de huelga, las cuales tuvieron un seguimiento de entre un 60 y un 80%. Una de las características más importantes de estas movilizaciones ha sido la organización de los y las trabajadoras en asambleas, lo cual ha dado lugar a la denominada Red Verde.
Esta organización en asambleas ha conseguido influir en que CCOO haya cambiado algunas decisiones o haya tenido que soportar las críticas abiertas por algunas de sus actuaciones. Esto es importante, ya que demuestra dos cosas: primero, que los y las trabajadoras organizadas desde la base son una fuerza colectiva fundamental para parar los recortes; y, segundo, que la organización democrática en asambleas es clave para conseguir influenciar algunas decisiones de los sindicatos mayoritarios.
Otras huelgas importantes han sido las del sector del metal en Galicia en la primavera de 2009, las huelgas generales en Euskal Herria o las huelgas comarcales del Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT).
Además, en los últimos años hemos visto varias huelgas generales de la educación en Catalunya que, aunque tuvieron un seguimiento enorme en un principio, no han conseguido mantener la movilización debido a las dinámicas de los sindicatos, que han intercalado estrategias de lucha y de negociación.
Resulta curioso que, a pesar de estas movilizaciones y del alto nivel de conflictividad que se vive en el Estado español, la percepción general sea de desmovilización. Una de las razones puede ser el tipo de luchas que se están dando, queno generan mucho eco ya que suelen ser luchas pequeñas, en sectores concretos y en general defensivas.
Luchas ante la crisis
Además de las huelgas, la clase trabajadora también cuenta con otras herramientas para luchar por sus derechos laborales y sociales.
En mayo de 2011 surgió el movimiento del 15-M, compuesto por personas indignadas ante los recortes sociales y laborales por la crisis económica. A pesar de la gran diversidad de ideologías, una de las consignas más repetidas por las diferentes asambleas que se formaron en varias ciudades fue un llamamiento a la huelga general.
En muchas ocasiones se ha creado una simbiosis entre las acciones organizadas por el 15-M y las luchas de los y las trabajadoras en sus centros de trabajo. En Catalunya, por ejemplo, ha habido una relación directa entre el movimiento de los y las indignadas y las luchas contra los recortes de la sanidad y la educación.
Aunque el movimiento obrero se ha organizado tradicionalmente en los sindicatos, existen otros espacios de lucha de la clase trabajadora que combinan las reivindicaciones sociales con las laborales, como las asambleas de barrios. Estos espacios tienen un gran poder para conseguir una serie de victorias –por ejemplo, hemos visto cómo se han parado varios desahucios–, pero tienen otras limitaciones a la hora de extender la lucha a los centros de trabajo.
Por otra parte, no era extraño ver cómo los representantes sindicales se identificaban con las reivindicaciones del 15-M. La conexión de las luchas de los barrios por la escuela pública o una vivienda digna están relacionadas con la defensa de los derechos laborales de la clase trabajadora.
De ahí que en los próximos meses será importante observar cómo se relacionan las organizaciones del movimiento obrero con otras formas de lucha contra los recortes sociales y laborales que se han creado a raíz del 15-M.
La clase trabajadora hoy
Una de las primeras cosas que ha hecho Rajoy tras la victoria del PP en las pasadas elecciones generales ha sido anunciar una nueva reforma laboral. De nuevo, todos los ojos están puestos en los sindicatos mayoritarios, queaún no han mostrado ningún plan de acción.
Lo que sí que parece palpable es un aumento de la opinión pública de que más recortes en los derechos laborales no van a solucionar la crisis económica. Ante esta situación, parece previsible que vaya a producirse un aumento de las movilizaciones por parte del movimiento obrero –sin embargo, este tipo de cosas no se pueden prever, ya que responden a diferentes factores difíciles de medir.
La movilización obrera es fruto de las condiciones materiales que experimentan los y las trabajadoras, aunque existen factores que pueden ayudar a impulsar y a desarrollar las luchas. Uno de ellos es la existencia de una izquierda radical fuerte dentro de los sindicatos que ayude a impulsar las asambleas de base.
“Hay factores políticos, ideológicos y organizativos que median entre los hechos económicos y la posibilidad de resistencia. La historia de victorias y derrotas, lo que hagan los líderes entre los trabajadores y la clase dirigente, el nivel de organización, la atmósfera política de la sociedad en general, los factores internacionales, el impacto de las victorias y de las derrotas”17.
No cabe duda de que muchos de los mitos que giran en torno a la clase trabajadora para justificar el retroceso de derechos laborales son falsos. Los y las trabajadoras del Estado español no son más pasivos ni tienen posturas reticentes ante los sindicatos de manera natural.
Es cierto que el sindicalismo mayoritario no ha sabido adaptarse a ciertos cambios del mercado laboral. Éste no tiene suficiente implantación en centros de trabajo precarios y no ha sabido ganar afiliados de sectores de la población que en los últimos años se han incorporado al mercado laboral: mujeres, jóvenes, inmigrantes, etc.
Además, el hecho de que desde el comienzo de la crisis estos sindicatos no hayan convocado más huelgas ni hayan jugado un papel más combativo ha dado lugar a una opinión negativa de los mismos por parte de algunos sectores de la clase trabajadora que critican la excesiva burocratización los sindicatos y la falta de conexión con las bases de afiliación.
Aún así, lo que parece subrayable es que la clase trabajadora sigue teniendo el potencial para cambiar las cosas. Como se ha comentado antes, cuando los y las trabajadoras actúan de manera colectiva son capaces de desafiar a las burocracias sindicales y de hacer torcer el palo hacia las reivindicaciones de las bases, como está ocurriendo con la huelgas de la enseñanza pública en Madrid.
En los próximos meses será importante ver cómo se relaciona el movimiento obrero con las nuevas formas de protestas de los y las trabajadoras en los movimientos sociales como el 15-M y las asambleas de barrios.
En una situación de crisis profunda del capitalismo, el balance de fuerzas puede cambiar en un breve lapso de tiempo y podemos ver cómo surgen luchas espontáneas. En este sentido, de la relación que haya entre las organizaciones sindicales y las luchas contra los recortes y en defensa de los servicios públicos dependerá en gran medida el hecho de que la lucha de la clase trabajadora pueda ver alguna victoria importante.
Notas:
1. En 2005, la tasa de movilización en Italia era de 4,31, mientras que en el Estado español era de un 2,14. El resto de países de la UE tenían tasas mucho más bajas, siendo el tercer país Portugal, con un 0,43. Richards Andrew.J (2008) “El sindicalismo en España” Laboratorio de Alternativas p. 5
2. Cálculo propio a partir del Informe 2007 del Observatorio Social de España.
3. “La afiliación de los sindicatos baja en Europa pero crece en España” 03/10/2010 [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
4. Köhler (2008) “Los sindicatos en España frente a los retos de la globalización y del cambio tecnológico”. Laboratorio de Alternativas; Richards (2008).
5. En 2007, el porcentaje de desempleo era del 8%, según el Eurostat.
6. Richards Andrew.J (2008) “El sindicalismo en España” Laboratorio de Alternativas p. 7.
7. Richards (2008) p. 10.
8. Richards (2008) p. 14.
9. Richards (2008) p. 17.
10. Richards (2008) p. 18.
11. Aunque las elecciones sindicales fueron vistas durante la Transición como un impedimento para conseguir un modelo sindical basado más en la afiliación y por tanto un modelo más participativo.
12. Richards (2008) p. 25.
13. Rigby y Marco Aledo, 2001:292-3 en Richards (2008).
14. Richards (2008) p. 28
15. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
16. Según los datos del Informe Anual sobre Conflictividad Laboral realizado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).
17. Kimber, Charlie (2009) “In the balance: the class struggle in Britain” International Socialism Journal.
1. En 2005, la tasa de movilización en Italia era de 4,31, mientras que en el Estado español era de un 2,14. El resto de países de la UE tenían tasas mucho más bajas, siendo el tercer país Portugal, con un 0,43. Richards Andrew.J (2008) “El sindicalismo en España” Laboratorio de Alternativas p. 5
2. Cálculo propio a partir del Informe 2007 del Observatorio Social de España.
3. “La afiliación de los sindicatos baja en Europa pero crece en España” 03/10/2010 [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
4. Köhler (2008) “Los sindicatos en España frente a los retos de la globalización y del cambio tecnológico”. Laboratorio de Alternativas; Richards (2008).
5. En 2007, el porcentaje de desempleo era del 8%, según el Eurostat.
6. Richards Andrew.J (2008) “El sindicalismo en España” Laboratorio de Alternativas p. 7.
7. Richards (2008) p. 10.
8. Richards (2008) p. 14.
9. Richards (2008) p. 17.
10. Richards (2008) p. 18.
11. Aunque las elecciones sindicales fueron vistas durante la Transición como un impedimento para conseguir un modelo sindical basado más en la afiliación y por tanto un modelo más participativo.
12. Richards (2008) p. 25.
13. Rigby y Marco Aledo, 2001:292-3 en Richards (2008).
14. Richards (2008) p. 28
15. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
16. Según los datos del Informe Anual sobre Conflictividad Laboral realizado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).
17. Kimber, Charlie (2009) “In the balance: the class struggle in Britain” International Socialism Journal.