LA BUSQUEDA EXISTENCIAL COMO DESPERTAR ESPIRITUAL
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Entre: El Señor Nicolás Spielberg y Panchito el Agachado.
Dos métodos un solo punto.
-Señor Spielberg; Hoy tiene la junta de accionista a las 10 a.m. a las 2 p,m. tiene una cita de negocio con el representante del Bank of América.
-Si, son asuntos importantes que atenderé debidamente.
Se levanta de la butaca y camina hacia los vitrales, desde su oficina de Parque Cristal se ve el parque nacional Ávila, verde y majestuoso. Un absoluto cruza su aglomerado espacio mental ¿A qué sirve la vida? ¿A qué sirve todo esto? ¿Dónde estoy yo? ¿Qué es la existencia? Desde hacía tiempo estaba leyendo sobre el Budismo y se había envuelto en una interrogante descubrir la Verdad, los monje del Himalaya, la poseían desde hace milenios, por esa razón había decidió tomarse un año Sabático.
Días después la crema innata de la capital, se entera que el prominente joven de negocios, ira al Tíbet para una búsqueda existencial de carácter espiritual y hará también un recorrido por Katmandú.
-Muy interesante, Nicolás lo que usted va a realizar; es la búsqueda en que un hombre debe enfrentarse con el infinito.
-Si prepare, muy minuciosamente todo el trayecto, llevo botas especiales para escalar las altas vetas, donde se aíslan del mundo, los sabios orientales.
-Será un arduo viaje plagado de incomodidad y eventos inesperados.
-Bien, las incomodidades las enfrentaré con ascetismo, además, como usted bien sabe; tengo una sólida educación formal en misticismo oriental, llevo además pastillas para purificar las aguas, ampicilina, crema anti malaria, tarjetas de créditos, y cartas de recomendaciones de los financieros más importantes del mundo, además de nuestra representación diplomática, etc.
La empresa era admirada el jet set nacional e internacional, de como una promesa de los negocios mundiales se interesaba por una búsqueda de lo no tangible, en lugares remotos del globo, plagados de privaciones. En la fiesta de despedida dada en el hall de la casa-club del Caracas Country Club, los allí congregados escuchaban atónitos los grandes mensajes que guían a la humanidad, dictadas por el Monje Budista Grillo Saltante: el monje budista llevaba muchos años en el país, enumero los tantos problemas del hombre actual por causa de vivir en la opulencia, en la riqueza desmedida, en la fastuosidad, las personas allí congregadas, escuchaban sin perder una vocal, con sumo interés, las frases de los maestros de la sabiduría, por que jamás habían imaginado que su forma de vivir, causara tanto resentimiento a la religiosidad oriental. Cuando el avión despego desde Maiquetía hacia Paris, primera etapa de su viaje espiritual, el ocaso bañaba el Ávila, con una tenue luz violeta de intensos tonos anaranjados.
En Paris lo esperaba un comité de bienvenida, las familias más pudientes, los amos del valle; los Azpurúa, los Branger, Los Granier, y la prensa local: le Fígaro, Le Monde, la empresa hacia la cima del mundo fue difundida por la raridad del evento. Hubo una recepción en el restaurant Maxím de Paris; los platos eran variados, pero el degusto paté de foa (pasta de hígado de ganso muerto por cirrosis hepática) con vin rouge: (fermento de uvas rojas).
Las luces del Paris nocturno, las grandes avenidas, le agregaron un toque romántico a su empresa, toda esa mundanidad la encontró de paraíso y se quería quedar, pero como había tantos franceses, razono que era una mala idea.
Cuando el avión aterrizó en Katmandú el paisaje se veía desolado, escasos árboles, la hierba cortica, nada que ver con las exuberantes forestas de Venezuela, se imaginó que la naturaleza allí era pichirre. Entro a su hotel, modesta habitación que estaba formada solo por un dormitorio, el baño, balcón y un jardincito, cuantas privaciones reflexiono. Bajo a adquirir provisiones, lo necesario para el viaje en autobús, así aprovecho para comprar un poco de hachís, medio kilo porque el viaje era largo. Luego de muchos días llego al techo del mundo, el templo budista de la sabiduría eterna, se encontraba sobre la montaña, tiempo para el estudio se imaginó. Subiendo cada vez que encontraba los lugares de meditación daba vuelta al rombo; ruedas de la oración y entonaba una plegaria de ascendencia hipnótica. El canto, los inciencios, el hachís, la atmosfera, la altura le traía reminiscencia de otro plano astral. Volver al absoluto a la armonía del cosmos.
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Mientras en su tierra natal.
-Mira Panchito, no jodas es mejor no vuelvas más al rancho (Barracas) eres pura perdida, te dejas quitar todo por los malandros de las escalinatas.
Panchito el Agachado, vivía en los Altos de Paraparo, el rancho esta reclinado a una empalizada, la caima (Serpiente venenosa) siempre lo maltrataba. Ese día decidió de no regresar más. La cuaima lo continuaba a insultar, mientras se alejaba;
- ¡Pendejo! c..o e madre; no eres ni hombre, me voy a buscar a un hombre, ¡uno que sea de veldad!
Los hijos, estaban sentado en la tierra roja desnuda polvorienta, los vio, quería decir algo, pero ahogo en su último trago de aguardiente todos sus sentimientos.
Los niños vieron al hombre pardo-moreno-claro-negro, irse, mientras en la radio sonaba una canción muy de moda en todos los hogares marginales de Latinoamérica; Mamá apaga la luz, que papá ya se fue, que papá no regresará.
Ese día Pedrito el Machito y Carlitos el Terrorista, vieron claro que desde ese momento eran hombres, sin conocimiento de causa.
-Es palurdo Carlitos, que lo dejen a uno en medio de una guerra, así de chamito, (Niño) y sin haberla declarada.
-¿Que vamos hacer brodel?
-No sé, vámonos al callejón de las Tres Potencias, pa´ ve.
Los niños caminaban, pies descalzos sobre la tierra desnuda, sin camisa, llenos de una soledad que les fraguaba el peor de los designios, al entrar al callejón, una voz les congela el paso.
-¡Epa quién va allá!
Con voz trémula, infantil desprotegida, alzaron las manos.
-É Pedrito pana.
-¿Pedrito quién? ¡Chico!
-¡Pedrito el Machito!
-¿Y el otro?
-¡Carlitos el Terrorista! brodel que es la misma gente.
-Que Catire, ¿los dejamos pasar?
-Deja pasar a esos menores, que vayan de una al habla.
-Hablen de una.
-¿Qué es lo que, que arde menor?
-Catire el pure nos tiro el abandono (en medio del llanto).
-No te frikees chamín, para la llorona, que en el barrio van a decir que eres débil.
-Seco las lágrimas, porque un varón se ve que es, desde que se para.
-¡Entonces! dinos tú, estamos resteado a todo, pa’ lo que venga.
-Les hizo una seña, cuando abrió la caleta había un fuerte armamento.
-Ármense, que si la patria te da la espalda, el malandreo se solidariza.
-Los 9 milímetros eran grande para los dos infantes, grandes como su marginalidad, pero las traquearon de varón.
-Agarren estas pastillas se van pa’ la escalinatas y jipareen, canten zona con los Juanipas y con la banda de los menores del Carpintero, eso que los llaman los Protestantes.
-¿Y a los Pantaneros, no les cantamos agua? (policía motorizada)
-No que va, esos están en nómina del hampa, ellos solo vienen por lo suyo.
-Vámonos pa’ la bodeguita a comprar unas caraotas, (Habichuelas) y arroz.
-¡Miren menores, aquí hay guapear oyó! contra el mundo.
-Tranquilo Catire, aquí hay infancia sufrida, seria y responsable.
El Catire los acompañó y ellos ya se sentían al seguro.
-Portú, esto son la misma gente lo que pidan, ¿oyó?
Los enlatados de atún, los paquetes de arroz y caraotas, con el paquete de harina de maíz, y la panela de margarina, se la acomodaron en los brazos.
-Bien, Catire tú y tus hermanos son tremendos tipos.
-Bien Chicho (les hizo señal con la pajiza).
-Bien Negro.
-¡Negro, no, yo no soy negro, soy un Mandinga!
-¿Catire que es lo que le pasa? ¡Al Negro!
-Casi nada, pero le dio desde que volvió de la montaña de Sorte, tiene un rollo duro en el coco.
-Miren menores ustedes saben, ¿saben cómo es la moral del barrio? ¡No!
-Ahora son de los nuestros pa´ tener cartel, hay que tener la ficha limpia, cero culipandeo, y que no le chalequeen las hembras y menos la mamá.
-¡Tranquilo Catire! ahorita mismo jalamos a capitulo a mamá.
Llegando al rancho, los más pequeños gritaron maravillados;
-¡Es comida! ¡¡¡Traen comida!!!
-Caray se rebuscaron rápidamente mis hombrecitos.
-Mira mamá, ahora somos es malandro, ¡oyó! Y de la banda de las tres Potencias y no queremos culipandeo en el rancho, que se nos falte a la moral, aquí mandamos nosotros y marido tuyo, ultimadamente aquí no queremos.
-Hay bien bueno estos caricito; ¿Me vienen a mandar?
-Mandar o no, ahora el gobierno somos nosotros, evita porque si no te lo explotamos de una.
-¡Claro pure! no se hable más, aquí somos nosotros el orden.
Panchito el Agachado, tenía días durmiendo sobre cartón, en la acera de la avenida Libertador, se levantó en medio de su pestilencia de fuerte ebriedad y se acercó a una arepera, vio a un hombre negro, pero de un negro a juro, que tenía que ser negro, porque no sabía ser otra cosa.
-Manito regáleme un bolivita ¡pa’ la caña!
-Vete de aquí rolo de sucio arrastrado, ¡anda a cargar cartón piazo de hediondo!
Mientras la arepa pasaba de un lado al otro de la mandíbula, como una trituradora, la piel era dura como un cuero seco, la franela estaba tiesa pegada adherida aquel cuerpo.
Más adelante martillando (Pidiendo dinero) a un pasante le botaron agua sucia encima.
-¡Báñate pordiosero!
Los niños lo correteaban haciéndoles irrespetos de toda índole.
-¡Epa señol! ¡señol!
-¿Qué? tú también me vas a insultar.
-No, no ayúdame a empujar este carretón, es que le eché mucha agua al cartón, y ahora pesa de más.
Él lo entendió de inmediato era un llamado.
Los dos empujaban la pesada carga, flacuchentos, vestidos de harapos con una capa de sucio que le cubría la piel y una traza de hediondez que mezclado con el olor del aguardiente, dejaba un rastro de pestilencia de última instancia.
Después de vender el cartón; la Chinga Julia, le dijo que lo siguiera, le dio un saco y empezaron a recoger latas.
-Antes de aplastarlas échale tierra así pesan más, ¿oíste?
Caminando por la autopista, por los lados de la urbanización el Paraíso, detrás del Muro de la Cárcel de la Planta, se reunieron con otros botados al abandono, la caña blanca corría de mano en mano, en una lata de leche recogida, hervía una tentativa de sopa, un cruzado, un cruzado de alimaña.
-¿Epa que profesión tienes tú?
-Bueno, yo era manager de una empresa, pero la crisis económica me arruino.
-Si a mí me paso igualito, yo tenía una hacienda, era agricultor.
--Caray esa crisis arruino a todo er mundo, ¿veldad?
-¿Si, así es, pero lo que sucede, para que tanto cachivache si nos vamos a morir todos?
-¡Hermanos! ¿Puedo sentarme para compartir con ustedes este padecimiento material?
Un hombre maduro con un libro en mano, humildemente vestido, pero limpio, les empezó hablar de mundos y vidas donde no hay padecimiento de un ser armonioso más grande que todos nosotros que emana una luz millones de veces más poderosa que el sol, que a la vez no quema, no ciega y que nos cura, nos ama, nos da entendimiento y quiere nuestra salvación de la carne.
Les predicó la palabra que leía de un libro, que tenía además muchas historias, escucharon atentamente idos como estaban dentro de sí mismo. Una luz brillante se les alojo adentro; porque en los humildes habita el divino.
-¿Que charla fina tiene el pastor verdad?
-Sí, ese era votado al abandono como nosotros, y de repente una iluminación le cambio su vida.
La noche del tirado al abandono es intermitente, entre quién los roba, el agua de la lluvia que porfía en bañarlos, los días son de intensas caminatas en la urbe, recogiendo el recicle, latas, cartón, plástico. La infaltable carterita de aguardiente que de sorbo, en sorbo se vacía dejando al ser etílico.
El pastor Evangélico era una parte integral del descanso, al que ellos escuchaban de entre el abandono de la propia existencia, les explica de ese ser supremo que ilumina todo el universo, y que sabía antes que nosotros lo que necesitamos.
Un hombre, varios hombres, una mujer, varias mujeres, a la orilla de la autopista con el fogón prendido, calentando en una lata, un alimento improbable, como una tribu transhumana al confín del límite.
Un Hombre, el Libro, la Palabra, que allí expresa en Revelaciones, encierra, y libera a la humanidad de su carga, el maestro pastor que ha superado el Caos Social, habla a sus discípulos que lo oyen desde el fondo del abismo. La Chinga Julia, Panchito el Agachado, Luis el Tuerto, Matilde la Soyada, el Mocho Juan, la Rata Freddy, Darío el Cachetón; viven una búsqueda existencial dentro del límite pre-establecido.
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Los cantos budista con esa inclinación que tienen hacia lo hipnótico, la meditación llegaba a su fin. Nicolás abrió los ojos, los externos solamente, mientras había alcanzado su iluminación interior, pero su internación en el monasterio llegaba a su fin último.
Pero recuerda, porque tomó conciencia que al aterrizar en Maiquetía, y al salir del aeropuerto, el choque con el ambiente caliente, el ajetreo propio del criollo, le llamó la atención, sin darse cuenta casi, abordo un vehículo, que no era de la línea de taxi del aeropuerto, ya en el peaje de la autopista se dio cuenta y le pregunto al taxista:
-¿Usted es un taxista pirata?
-No, soy un honesto hombre, que llevé a un pasajero al aeropuerto y no me puedo regresar vacio.
-El orden de los factores no altera el producto.
-¿Usted parece Musiú, viene del exterior?
-Sí, vengo de un lugar remoto, del monasterio donde arde la luz eterna.
-¿Versia eso suena importante, verdad?
-Sí, porque allá está el conocimiento del eterno, de su luz inextinguible, inagotable, que es mayor que mil soles, la luz que no ciega, que nos ama, que quiere nuestra salvación.
-¿Y cuál es la novedad Musiú?
-La paz espiritual
-¿Usted, fue al exterior a buscar eso? Si mi vecino me dice esas cosas todos los días, porque desde que se metió a Evangélico, eso es una charla todo el año de ese Señor que ilumina desde el infinito, ¿Me extraña excelencia que usted no lo sepa?
-Eso no es posible, eso que yo aprendí allá, son secretos esotéricos de tiempos inmemorables, antiquísimos.
-No se vaya a molestar musiú, pero alguien se los revelo a mi vecino antes que a usted.
Después del distribuidor de la araña, empezó la cola en la autopista, Nicolás Spielberg empezó a enojarse por las impertinencias del aspirante a taxista. Entonces en un raptus para hacerle entender de lo trascendental de su búsqueda: le explico que hay un ser en visión antropomórfica, que emana una energía así poderosa que solo el que tiene un conocimiento metafísico es capaz de percibirla. El taxista, que tenía el don de molestar a la humanidad, le pasó un librito, que un ciudadano se le había olvidado en la unidad titulado;
“Metafísica al alcance de todos, Conny Méndez.”
Nicolás, comenzó a echar chispas, cuando al vidrio del carro ya inmóvil por el trancazo de la cola, se asomó Panchito el Agachado.
¡Buenas hermano! que la paz del cosmos este con usted y la meditación de los grandes sabios de los maestros orientales le de iluminación pa' siempre, me das un dinero pa’ comprar la carterita, Ja, Ja.
Nicolás, automáticamente impactado por la pestilencia nauseabunda, que le abrió el entendimiento más allá del momento asignado, tomo el dinero y le extendió la mano.
Después en un momento axiomático dijo;
Si no es redondo, es cuadrado, los extremos se tocan, las paralelas se cruzan en el límite.
Luego ambos se quedaron fijos, uno dentro del otro, en la mirada, en trasferencia quántica, donde todo se sabe.
¿Cuánta distancia hay dentro el mismo punto?
Sustraído del diario de Darío, el Cachetón de Horizonte, harto pana burda; que un día se tostó y empezó a recoger latas.