Causalidad:
Es la categoría filosófica que denota la conexión necesaria de los fenómenos, uno de los cuales (denominado causa) condiciona a
otro (denominado efecto).
La causalidad es uno de los motivos de debate entre el materialismo y el idealismo que, en este punto adoptan la forma
de determinismo e indeterminismo. El materialismo defiende que la causalidad posee un carácter objetivo y universal, considera
los nexos causales como nexos de las mismas cosas, los cuales existen fuera de la conciencia e independientemente de ella.
El idealismo subjetivo o bien niega en general la causalidad reduciéndola a una mera sucesión de sensaciones habitual para el
hombre (Hume), o bien, reconociendo que la causalidad constituye un nexo necesario, estima que el sujeto cognoscente la
aporta al mundo de los fenómenos (carácter apriorístico de la causalidad de Kant). El idealismo objetivo reconoce la causalidad
independiente del sujeto cognoscente, pero ve sus raíces en el espíritu, en la idea, en el concepto, a los que considera
independientes del sujeto.
El materialismo dialéctico, además, rechaza la contraposición -característica de la metafísica- de causa a efecto y viceversa, a los
que considera como momentos de una interacción en la cual el efecto, determinado por la causa, desempeña a su vez un papel
activo, ejerciendo una acción inversa sobre la causa.
Determinismo:
Es la doctrina científica que afirma la condicionabilidad causal y universal de todos los fenómenos naturales y sociales.
El principio de causalidad ha sido siempre uno de los grandes y más debatidos temas tanto en la filosofía como en la ciencia.
Pero en esta discusión histórica se han mezclado asuntos ideológicos de lo más diversos, en particular el problema del azar y el
del libre albedrío humano. Se ha afirmado que el determinismo niega el azar y la libertad, por lo que la preencia del azar se
expone como prueba del error determinista, al que hay que suprimir también para afirmar la libertad.
Las feroces críticas del determinismo en la ideología burguesa actual son, en realidad, una crítica de la causalidad metafísica,
propia de la física del siglo XVIII, de carácter abstracto y absoluto donde el mundo es una especie de maquinaria gigantesca
gobernada por leyes fijas e inmutables. Esas leyes eran tan exactas que bastaban para predecir el comportamiento futuro de los
fenómenos; establecían que, bajo circunstancias idénticas, es posible obtener también resultados iguales, y si las circunstancias
varían ligeramente, el resultado cambiará proporcionalmente. Esto condujo a identificar la causalidad con la necesidad: el estado
presente del universo se concebía como el efecto de su estado anterior y la causa de su estado futuro. Un sistema de esas
características es totalmente predecible; el futuro está fijado por el pasado; el futuro ya está escrito en la naturaleza, el destino
es inexorable, la libertd no existe. Aquel determinismo era una forma de fatalismo religioso al revés; adquiere un carácter
místico y conduce a la predestinación.
El materialismo dialéctico supera la limitación del determinismo mecanicista y sostiene el carácter objetivo y universal de
la causalidad, no la identifica con la necesidad, no reduce su manifestación al tipo exclusivamente dinámico de las leyes sino que
sustituye la causalidad unilateral y rígida por la acción recíproca.
La lucha entre el determinismo y el indeterminismo, siempre viva, se ha agudizado sensiblemente en la actualidad. El
establecimiento del principio de indeterminación en la mecánica cuántica dio pie a que los idealistas lo interpretaran en un
sentido indeterminista, apoyándose también en un concepto falso de azar.
Indeterminismo:
Es la negación del principio de causalidad en la filosofía y en la ciencia.
Inicialmente el indeterminismo estuvo vinculado a la lucha de las diversas religiones contra la ciencia moderna y tenía un fuerte
componente místico. Su variante moderna fue impulsada por el filósofo inglés David Hume en el siglo XVIII y caracteriza
al idealismo subjetivo contempráneo, así como al positivismo, presentándose con una aureola de cientificidad de la que carece.
A comienzos del siglo XX el indeterminismo moderno singularizó a los físicos fundadores de la Escuela de Copenhague.
Los indeterministas niegan la causalidad porque la consideran, a la manera clásica, como una causalidad puramente mecánica.
En la mecánica clásica efectos del mismo género deben atribuirse siempre a la misma causa. Recíprocamente, de un estado dado
se debe obtener un único resultado. La física clásica aspiraba a prever con exactitud absoluta todas las magnitudes posibles que
caracterizan a los cuerpos: conocido el punto de partida y la ley que rige el movimiento, es posible predecir el futuro, que es
inexorable. En 1927 la mecánica cuántica demostró que la causalidad mecánica no existia en el mundo subatómico. Para la
partículas elementales no es posible una previsión unívoca porque de un solo estado se pueden obtener muchos estados diferentes. Si se quiere prever una magnitud, la posición de un electrón en un momento determinado, la función de onda no
ofrece más que una probabilidad de encontrarlo en un punto dado del espacio.
Rechazando el mecanicismo, los indeterministas consideran que todos los fenómenos son caóticos y aleatorios, hasta el punto
de considerar que no se rigen por ninguna ley, que no siguen abslutamente ninguna pauta, que son impredecibles. Son casuales,
no causales. El universo es como un juego de azar: todos los fenómenos, como una partida de naipes, tienen un desenlace
incierto. Para ellos los fenómenos aleatorios se asocian a los milagros, a fenómenos sobrenaturales que no tienen explicación,
como si la ausencia de una explicación mecánica significara la ausencia de toda clase de explicación.
Sin embargo, el indeterminismo no prevalece ni siquiera en el mundo cuántico, ya que allí operan las leyes de probabilidad, las
leyes del azar, que son también leyes definidas con todo rigor científico. Un espacio probabilístico es un espacio matemático
estrictamente definido. La teoría de probabilidades da cuenta de las leyes propias de la escala cuántica, lo que permite calcular
la probabilidad de cualquier acontecimiento.
Mecánica Cuántica:
Es la parte de la física que estudia las interacciones entre las partículas subatómicas.
A mediados del siglo XIX se había impuesto en física el carácter ondulatorio de la luz, refrendado por el electromagnetismo de
Maxwell. Con Max Planck la antigua idea atomística de discontinuidad, entonces abandonada, volvía a penentrar física, lo que
supuso un duro golpe para las teorías que destacaban únicamente el aspecto ondulatorio o continuo de la luz, excluyendo el
corpuscular. Estalló la crisis de la física, teniendo como resultado el rechazo del determinismo clásico -mecánico- y la adopción
del concepto de causalidad -en su forma estadística- como inherente a las partículas subatómicas. Pero muchos físicos
interpretaron estos hechos creyendo que se derrumbaba la objetividad y el determinismo.
Se hacía necesario, por lo tanto, lograr una concepción única que incluyera estos dos aspectos contradictorios.
En 1912 en su modelo atómico, Niels Bohr combinó las ideas cuánticas de Planck con el modelo atómico de Rutherford y la
teoría de los fotones de Einstein. La teoría de Bohr permitía explicar las principales leyes de la radiación térmica y la
espectroscopia. Con estos éxitos, la naturaleza cuántica de la luz y el carácter cuántico de los procesos que tienen lugar en los
átomos, se volvieron incontestables: las propiedades de todo lo que nos rodea se manifiestan de forma discontinua, es decir, en
cuantos o cantidades discretas.
Pero esta discontinuidad del modelo de Bohr es sólo un aspecto de la realidad ya que no tenía en cuenta las propiedades
ondulatorias de las partículas atómicas, resultado de su propio movimiento e interrelaciones.
En 1925 De Broglie planteó que todos los cuerpos emiten en su movimiento ondas que para propagarse no necesitan de ningún
medio, como el ya olvidado éter. Los físicos postularon la doble esencia corpuscular y a la vez ondulatoria de todas las
micropartículas, lo que invalidó hasta cierto punto el modelo atómico de Bohr, pues el carácter ondulatorio del electrón impedía
representarlo mediante órbitas sencillas y planetarias.
La dialéctica entraba de nuevo en la física pero los físicos aún mantenían concepciones idealistas cuyo resultado fue el
resurgimiento de las más absurdas teorías positivistas. Para unos, los dos aspectos contradictorios se excluían mutuamente, d e
manera que sólo podían tratarse por separado. Para otros, no se trataba ni de una onda ni de una partícula, sino de una tercera
cosa: su síntesis. Por último, también hubo quienes dijeron que la partícula desaparece por completo y sólo queda la onda.
Era, pues, necesario unificar en la misma teoría la hipótesis de Planck sobre los cuantos y la de De Broglie sobre las ondas de
materia, si es que se quería reflejar los dos aspectos opuestos del mundo de las micropartículas. La mecánica cuántica,
impulsada por Schrödinger y Heisenberg, fue ese primer intento de unificación. De la ecuación de Schrödinger se deduce que los
electrones sólo se pueden hallar en el átomo en los estados de energía permitida (nubes de probabilidades), estados donde la
probabilidad de encontrar el electrón es muy diferente de cero. Por lo tanto, cuando un electrón salta de una órbita a otra, su
energía no cambia arbitrariamente, sino en una magnitud exactamente determinada, igual a la diferencia energética que existe
entre los dos niveles en que tiene lugar el salto.
A pesar del avance que supone, la mecánica cuántica no considera la naturaleza contradictoria interna de las partículas
elementales (como electrones y protones), su movimiento característico, sus leyes, etc., sino únicamente las manifestaciones
exteriores de aquellos procesos internos (la carga eléctrica, la masa gravitatoria, el espín, los tiempos de desintegración, etc.). Es
una teoría de las leyes de interacción de las partículas que conforman los átomos y, por extensión, de las moléculas y los
cristales, aunque aclara muy pocas de las características del núcleo atómico, donde se revela muy débil.
La insuficiencia actual de esta parte de la física para explicar en profundidad numerosos fenómenos subatómicos, que destaca el
límite temporal al que ha llegado la ciencia, dio lugar a que la Escuela de Copenhague y el positivismo desataran todo tipo de
conjeturas idealistas y místicas.
Necesidad
Es la categoría filosófica que describe una de la formas de interrelación de los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad.
Es uno de los conceptos más importantes del materialismo dialéctico, ya que permite describir la esencia y la estructura misma
del fenómeno material, la ley que lo rige y que permite prever anticipadamente su evolución futura.
Es concepción se opone a dos errores simétricos, como son el determinismo mecanicista que sólo considera vínculos causales
unilaterales, y el escepticismo de filósofos burgueses como Hume, que niegan la existencia de ningún tipo de vínculos entre los
fenómenos o que niegan su objetividad, considerando que son esquemas mentales que el hombre introduce en la naturaleza
para hacerla comprensible.
La historia progresiva de la humanidad es una continuo avance desde el reino de la necesidad al reino de la libertad
Aleatorio
Es el fenómeno que está sometido a las leyes del azar.
El azar abre dos mundos unidos dialécticamente, por un lado el de la realidad, que es el de las manifestaciones efectivas del ser
y, por el otro, el de sus posibilidades, el de sus estados latentes que no se manifiestan pero que también están ahí. Los
fenómenos aleatorios reflejan la multiplicidad de determinaciones del ser, las múltiples potencialidades de los fenómenos, que
se deben a sus interacciones, también múltiples, con el medio.
Cada estado de la naturaleza está preñado de múltiples determinaciones; encierra siempre experiencias y pruebas muy variadas
que no vienen determinadas sólo por su estructura interna, sino también por influencias exteriores. El exterior se encuentra en
unidad contradictoria con el interior. Opera mediante leyes internas de la partícula. La naturaleza interna de la partícula se
manifiesta a su vez gracias a la interacción exterior.
Sin embargo, el pensamiento mecanicista burgués separa la posibilidad de la realidad. De ese modo tratan de difuminar la
realidad para hablar sólo de las potencialidades que, como tal, se prestan más fácilmente a la manipulación ideológica. Lo
potencial, cae fuera de la realidad, es una creación subjetiva. Según el físico W.Heisenberg, las partículas cuánticas no son reales
sino que forman un mundo de de posibilidades más bien que un mundo de cosas o de hechos.
La realidad y la posibilidad forman una unidad de contrarios. La realidad proviene de la posibilidad y, a la inversa, lo posible
emerge de la realidad. Lo real es lo posible realizado, y lo posible es lo real en vía de transformación de una forma a otra. El
universo es único y uno; existe objetivamente y existe como cambio, de manera dinámica, como movimiento. En esta mutación
eterna, hay contradicción y unidad de lo que es, de lo que no es, y de lo que todavía no es pero puede llegar a ser. La unidad del
ser y del no ser se concreta no solamente en un sentido único, sino según las posibilidades múltiples de los seres.
El desarrollo no es más que un proceso de transformación de esas posibilidades embrionarias. La posibilidad es una tendencia
con existencia real que permanece latente en muchos fenomenos, que se convierte en realidad cuando se dan las condiciones
precisas para ello. No se trata, pues, de una creación imaginativa de nuestra mente. En el desarrollo no sólo aparecen las
posiblidades existentes de antemano sino que también aparecen nuevas posibilidades antes inexistentes. Por eso el
mecanicismo carece de fundamento, por eso el futuro no esta predeterminado y por eso, el futuro no puede estar escrito en el
pasado: porque siempre se cean nuevas posibilidades.
Si tenemos en cuenta la infinitud del espacio y el tiempo, la diferencia entre lo posible y lo real desaparece, pues todo lo posible
es plenamente real. De modo que si algo se deduce como necesario de la propia existencia de la materia, en algún lugar del
universo infinito está ya realizado en formas diversas
Fatalismo
Es la ideología burguesa que concibe como inevitables los fenómenos sociales, renunciando a la capacidad humana de cambiar
su rumbo.
A esta variedad de fatalismo, que niega por completo el libre albedrío, se contrapone otra posición extrema: el voluntarismo.
Para los fatalistas el mundo y en la vida humana todo se halla sujeto a la predeterminación del destino. Ya en la mitología
antigua se encontraba difundida la idea de que los hados imperan sobre los hombres e incluso sobre los dioses. El hombre era
concebido como un abúlico juguete de dios o de la naturaleza, creado en cierta ocasión e incapaz de modificar el curso
preestablecido de los acontecimientos. El libre albedrío no existía, concepción que alcanza su máxima expresión en las religiones
que, aunque admiten con ciertas salvedades el libre albedrío del hombre, mas nunca pudo reconciliar la «buena» voluntad de
Dios con la «mala» voluntad humana.
Contemporáneamente el fatalismo caracteriza las teorías filosóficas que preconizan la repetición absoluta de todos los
acontecimientos en cada ciclo del devenir. Esta concepción concibe la casualidad y la libertad del hombre como instrumento premisa del destino, con lo cual reconoce que el hombre es el creador de su vida. Por ejemplo, en la filosofía de Nietzsche,
fatalista hasta la médula y, al mismo tiempo, voluntarista, del amor al destino se desprendía la voluntad de poder.
Históricamente, el fatalismo ha desempeñado un papel reaccionario. Por una parte, el considerar el destino como un plan de la
vida del hombre establecido desde arriba, incitaba a la pasividad, a subordinarse servilmente a las circunstancias. Por otra parte,
la seguridad en la omnipotencia de la voluntad suprema que conducía a los elegidos por el destino a la victoria inevitable y al
dominio favorecía el fanatismo religioso.
Por el contrario, para los comunistas, como decía Marx, las circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que éste hace
las circunstancias. Los hombres pueden cambiar su futuro, que nunca es inexorable, ni tampoco inmutable.
Libertad
Es la capacidad de decidir con conocimiento de causa.
Espinosa la definió como la necesidad consciente, de manera que ambos, libertad y necesidad, no son opuestos, como los
presenta la ideología burguesa. Sus portavoces sólo conciben la libertad allá donde no existe sumisión a la necesidad, hacen de
ella un verdadero fetiche interpretándolo de una forma individualista y abstracta. La burguesía considera que es libre quien
realiza su omnímoda voluntad. Para ella no es más que la posibilidad de realizar sus designios de clase sin cortapisa alguna.
Conciben el sentido unilateral de la necesidad y la presentan como una fuerza que impide actuar según el deseo y obliga a hacer
lo contrario a él. En ese sentido limitado, en efecto, la necesidad está en oposición a la libertad y no puede dejar de pesar sobre
los hombres con mayor o menor intensidad.
La ideología burguesa entiende la libertad como la libertad de elegir pero nunca explica los motivos por los cuales la elección se
materializa en una u otra opción concreta. Así separa libertd y necesidad, reconociendo que sólo hay libertad donde no hay
necesidad, una situación de jamás se produce.
Una fuerza que se presenta ante el hombre como factor exterior de coerción, yendo al encuentro de su deseo, puede, en otras
circunstancias, hacerlo con un aspecto totalmente diferente. El hombre se somete siempre a la naturaleza aun cuando él la
subordine a su servicio. Este sometimiento es la condición de su liberación: haciéndolo, aumenta por ello mismo su poder sobre
aquélla, es decir, su libertad.
La voluntad humana se debe adaptar a la necesidad, para lo cual debe conocerla primero. La libertad es el dominio de nosotros
mismos, de la sociedad y de la naturaleza basado en un conocimiento de las leyes que los regulan. Engels afirmaba que la
libertad no reside en la independencia del hombre de las leyes objetivas sino en el conocimiento de esas leyes, que es la única
manera de hacerlas actuar de un modo planificado para fines determinados. Él subordinaba la libertad a la necesidad con que las
leyes objetivas gobiernan el universo, no solamente las que son exteriores al hombre sino las propias leyes que rigen la vida
espiritual y material de las sociedades.
En la necesidad existe siempre un elemento de sumisión, pero no existe sólo sumisión. La burguesía encubre que si se toma la
libertad en un sentido unilateral y limitado se hace al hombre esclavo de las fuerzas materiales e ideológicas dominantes y de las
modas que en cada momento ésta impone. Su libertad conlleva necesariamente la opresión del proletariado y la justificación de
todos sus atropellos contra los oprimidos. Sin embargo, la libertad sólo puede ser concreta y colectiva, exigiendo poner a
disposición de las masas oprimidas todos los medios materiales y espirituales para que puedan regir sus destinos por sí mismas
con pleno conocimiento, esto es, de manera consciente.