La Guerra Nacional Revolucionaria en España, parte 5
Aragón y Cataluña:
anarquistas y trotskistas juegan a la revolución
El trotskista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue formado en octubre de 1935 por la fusión de dos sectas dirigidas por renegados del PCE. Sus actividades estuvieron casi confinadas a Cataluña. Hasta su supresión en mayo de 1937, el POUM actuó subordinado a la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y al sindicato (CNT) que la FAI dirigía. Cáustico en sus ataques a los "stalinistas" (1), el POUM simplemente ofrecía consejos amistosos a los anarquistas, quienes tenían "ideas similares sobre las esperanzas y perspectivas de la revolución" (2).
Después del levantamiento fascista, la FAI-CNT era la fuerza política más fuerte de Cataluña, que dominaba el comité de milicias antifascistas. Este comité tuvo el poder real en Barcelona durante el primer año de la guerra, aunque la Generalitat conservaba alguna influencia en el campo (3).
Bajo el liderazgo anarquista, los comités de trabajadores se tomaron las fábricas en Barcelona y establecieron colectivos agrícolas en áreas rurales, en algunos casos a la fuerza (4). Algunas plantas de propiedad extranjera no fueron confiscadas. 87 empresas británicas fueron protegidas por un acuerdo con el consulado británico (5).
Fuentes simpatizantes de los anarquistas alegan que sus experimentos industriales fueron exitosos, particularmente en la industria de armamento (6), y que fueron saboteados por la falta de crédito del gobierno central. Existieron conflictos con el gobierno central, pero una explicaicón más adecuada de las causas de los fracasos industriales en Cataluña es dada por Abad de Santillán, miembro anarquista del comité de milicias:
"No habíamos organizado el aparato económico que planeamos. Quedamos satisfechos con expulsar a los propietarios de las fábricas y ocuparlas, como comités de control. No se trató de hacer conexiones, no había la debida coordinación de la economía. Habíamos trabajado sin planes y sin conocer realmente lo que estábamos haciendo" (7).
Abad de Santillán pensó que esta situación estaba mejorando a finales de 1936, pero notó que de 15 a 20.000 trabajadores aún estaban recibiendo salario sin trabajar (8). El hecho es que los faístas individualistas eran incapaces de ejercer el liderazgo que hubiera permitido a la clase obrera organizar efectivamente la industria.
Tras la derrota del levantamiento fascista en Barcelona, los anarquistas y los poumistas organizaron milicias que "lucharon" en el frente de Aragón. Sus logros militares son realmente sorprendentes: hicieron una manifestación en dirección de Zaragoza, la capital de Aragón, y se establecieron allí para intercambiar ocasionales disparos con los fascistas. Un miliciano del POUM de la División "Lenin" le dijo al corresponsal del New York Times Herbert Matthews en Huesca que:
"Solíamos jugar fútbol con los fascistas abajo en la llanura. Eran buenos amigos. Nos invitaron a pasar el fin de semana en Zaragoza y Jaca, y prometieron que nos dejarían regresar" (9).
Huesca había sido virtualmente rodeada por las inactivas milicias catalanas durante 11 meses, cuando las recién organizadas fuerzas del Ejército Popular hicieron un intento mayor para capturar la ciudad (10). Los fascistas habían aprovechado la larga calma para algo mejor que jugar fútbol: habían construido importantes fortificaciones. El ataque fracasó (11).
Los Internacionales que relevaron a las tropas anarquistas en el río Ebro un año después del comienzo de la guerra no encontraron fortificaciones, y las posiciones estaban a dos kilómetros de las líneas fascistas (12). Exactamente dos bajas se admitieron en el hospital militar cercano en los tres meses anteriores (13). Las milicias anarquistas habían elevado el caos a principio político. Un volante distribuido en Aragón declaraba que:
"No reconocemos las formaciones militares porque esta es la negación del anarquismo. Ganar la guerra no significa ganar la revolución. La tecnología y la estrategia son importantes en la guerra actual, no así la disciplina que presupone una negación de la personalidad" (14).
Quizás en lo único en que Durruti tenía razón era cuando se quejaba de que "la guerra es hecha por soldados, no por anarquistas" (15).
Los Internacionales también encontraron una población campesina indignada con las fuerzas republicanas debido a las confiscaciones anarquistas. El comisario de la Brigada Lincoln encontró a un campesino incrédulo cuando ofreció dinero a cambio de la comida, en vez de una nota sin valor (16). Las actutudes hostiles de los campesinos de Aragón contrastaban fuertemente con el apoyo entusiasta que habían encontrado las fuerzas del Ejército Popular fuera de las áreas bajo control anarquista (17).
Del lado fascista, el frente de Aragón estaba controlado débilmente: un historiador franquista dice que los fascistas pudieron trasladar fuerzas de ese frente para atacar Madrid (18). Los poumistas y sus defensores han justificado su mala campaña por la falta de armas para las fuerzas del POUM y la FAI-CNT, alegando que los comunistas se quedaron con el material soviético de Aragón (19). Orwell, por ejemplo, explica que no atacaron, a pesar de los deseos de los milicianos de base, por falta de artillería y mapas, el difícil terreno, y el hecho de que sólo había una ametralladora para cada cincuenta hombres (20). Con las mismas dificultades materiales -incluyendo una ametralladora para cada cincuenta hombres- la 37ª División dirigida por los comunistas atacó por el río Ebro en julio de 1938, avanzó 25 kilómetros, capturó 4 pueblos y 2.500 prisioneros (21). La actitud de los líderes del POUM está resumida ampliamente en una frase que cita Orwell de su comandante del POUM Georges Kopp: "Esto no es guerra, es una opereta con una muerte ocasional" (22). Como hemos visto, las cosas no eran tan cómicas en el frente de Madrid.
En todo caso, hay que decir que la escasez material en el frente de Aragón tiene una explicación siniestra, pero no la que ofrecen los anticomunistas. Tras la guerra, el faísta Abad de Santillán nos brinda una franca confesión:
"Si todos los líderes de las organizaciones libertarias (anarquistas) hubieran resuelto seriamente enviar todo su armamento, su material de guerra y sus mejores hombres al frente, la guerra se hubiera ganado con facilidad en pocos meses... No podemos esconder el hecho de que mientras, en el mismo frente, teníamos unos 30.000 rifles (y quizás unas 24 baterías, 200 cañones), en la retaguardia, en poder de las organizaciones, teníamos 60.000 rifles adicionales con más munición de la que había en cercanías del enemigo" (23).
El propósito de esas armas que los anarquistas negaban al frente era el combate contra los otros partidos después de la victoria sobre Franco (24), aunque la ocasión nunca se presentó.
De hecho, la oportunidad para el supremo acto de traición no vino del POUM o de los anarquistas catalanes, sino del comandante del 4º Cuerpo del ejército, Cipiano Mera, el oficial anarquista de más alto rango en España. La contribución de Mera al fascismo vino en 1939, cuando el General Casado organizó un golpe contra el gobierno republicano para sofocar la resistencia antifascista. Los comandantes comunistas dirigieron su tropa contra Casado para aplastar el golpe, pero Mera puso sus tropas al servicio de Casado y las tropas del PCE fueron derrotadas (25).
Notas
1. The Spanish Revolution, (POUM English-language newspaper), 2/3/37.
2. Ibid., 3/31/37.
3. P. Broue & E. Temime, The Revolution and the Civil War in Spain, Cambridge, Mass., 1970, pp. 130-3; Hugh Thomas, "La Guerra Civil Española", volumen I, capítulo 18.
4. Citado por Arthur Landis, "Spain! The Unfinished Revolution", Baldwin Park, Cal., 1972, p. 324. La fuente es J. Petro, ministro anarquista en el gobierno republicano.
5. Stanley Payne, "Falange", Stanford; 1961, p. 246.
6. G. Brennan, The Spanish Labyrinth, Cambridge, U.K., 1943, p. 321.
7. Abad de Santillan, After the Revolution, New York, 1937, p. 122.
8. Ibid, p. 134.
9. Citado por H.L. Matthews, Two Wars and More to Come, New York, 1938, p. 294.
10. Ibid., Thomas, p. 742.
11. Matthews, p. 295.
12. Arthur Landis, The Abraham Lincoln Brigade, New York, 1967, pp. 252-6.
13. Ibid.
14. Citado por D. Ibarurri, They Shall Not Pass, New York, 1966, p. 285.
15. Citado por Landis, p. 323.
16. Steve Nelson, The Volunteers, New York, 1953, p. 175.
17. Ibid.
18. M. Anzar, Historia Militar de la Guerra de España (1930-1939), Madrid, 1958; quoted in Landis, p. 320.
19. The Spanish Revolution, 2/17/37.
20. G. Orwell, Homage to Catalonia, New York, 1952, pp. 32-5.
21. Landis, p. 331; la batalla está descrita en Landis ALB, p. 517ff.
22. Orwell, p. 32.
23. Abad de Santillan, Por qué Perdimos la Guerra, Buenos Aires, 1940, pp. 67-8; citado en Landis, p. 321.
24. Ibid.
25. Thomas, pp. 972-975.