Les planteo lo siguiente: Voy a construir este hilo como un texto que contenga otros textos citados como momentos. En ellos voy a mostrar artículos de tres posiciones diferentes: El economista Claudio Katz, el Partido Obrero (defensor a ultranza del Catastrofismo) y el Partido de los Trabajadores Socialistas. Todos ellos de Argentina.
Comencemos con Katz:
El artículo del profesor Pablo Rieznik va a ser subido en el próximo mensaje, junto con otro artículo del también profesor Claudio Katz.
Comencemos con Katz:
Claudio Katz escribió:Pasado y presente del reformismo
20/01/2006
Por Claudio Katz.
La lucha por reformas sociales ocupa el centro de la acción política de los movimientos populares en la mayor parte del mundo. La demanda de mejoras, la búsqueda de conquistas y la defensa de logros obtenidos en el pasado conforman la agenda inmediata de las organizaciones que actúan en el campo de los oprimidos.
Esta batalla presenta una dimensión tradicional y otra más novedosa. A escala nacional la vieja movilización por elevar el salario y mejorar las condiciones de trabajo coexiste con la nueva exigencia de un ingreso mínimo que garantice la cobertura de las necesidades básicas de la población. La masificación del desempleo explica la gran relevancia de esta demanda. El término redistribución del ingreso sintetiza en muchos países la vieja exigencia de impuestos progresivos a la riqueza para financiar las mejoras sociales [2] .
La formulación de exigencias populares a escala regional y global constituye otra peculiaridad de la etapa actual. Los movimientos sociales han comenzado a registrar que las reivindicaciones conquistadas a nivel nacional solo podrán perdurar con mejoras equivalentes en el plano regional y con transformaciones del mismo signo en el terreno mundial. Por eso muchas plataformas asocian en la periferia el incremento de los ingresos populares con propuestas de reordenamiento del orden financiero y comercial internacional. También proponen medidas para redistribuir la riqueza desde las economías centrales hacia las subdesarrolladas e iniciativas para proteger el medio ambiente y garantizar derechos laborales internacionales a los trabajadores. Este empalme de demandas nacionales, regionales y globales presenta una dimensión histórica inédita de la lucha por reformas [3] .
Pero estas acciones se desarrollan sin expectativas anticapitalistas. A diferencia de lo ocurrido en numerosos momentos del siglo XX la búsqueda de logros populares se encuentra divorciada del ideal socialista. La vieja conexión –que introdujo la influencia del marxismo- entre mejoras inmediatas y objetivos igualitarios de largo plazo ha perdido gravitación. La meta socialista no figura en el horizonte del grueso de los partidos, sindicatos u organizaciones sociales que participan en la acción reformista.
Este cambio presenta grandes implicancias estratégicas. En lugar de concebir la conquista de reformas como un eslabón del proyecto anticapitalista se lucha por metas redistributivos inmediatas sin ninguna pretensión ulterior. La discusión sobre cuáles son las mejoras posibles y cuáles resultan inalcanzables bajo el capitalismo no incluye políticas para traspasar a este sistema. La consolidación de las reformas es imaginada bajo alguna modalidad de capitalismo regulado.
Pero este cambio de perspectiva no modifica los dilemas que siempre enfrentaron las movilizaciones por reformas. Estas disyuntivas reiteran problemas que son muy familiares a todo el reformismo. El análisis de estas encrucijadas permite también clarificar qué perdura y qué debería renovarse en la crítica revolucionaria al reformismo.
[...]
ERRORES DEL CATASTROFISMO
Algunos críticos del reformismo desechan por completo la posibilidad de obtener mejoras sustanciales bajo el capitalismo. Estiman que estos logros son incompatibles con el carácter catastrófico de la época actual. Por eso presentan al “derrumbe del capitalismo” como el dato dominante del siglo XXI. Identifican cualquier desequilibrio con la implosión del sistema y recurren a un abuso de exageraciones y adjetivos que les impide mensurar la dimensión de cada crisis. Al observar cualquier recesión, desplome bursátil o quiebra bancaria como un síntoma del colapso inminente, no pueden explicar porqué el capitalismo se mantiene en pie. Repiten indefinidamente este error al reiterar el mismo diagnóstico sin ningún balance de los desaciertos precedentes [21] .
El catastrofismo extrapola al capitalismo del siglo XXI los rasgos de la crisis específica de la entreguerra. No toma en cuenta que la etapa inaugurada con la mundialización neoliberal de los 90 recrea solo algunos aspectos de esa conmoción en un nuevo marco de polarización geográfica y mixtura de crecimiento con depresión. Al suponer que “las fuerzas productivas han cesado de crecer” olvidan que el punto crítico del capitalismo no radica en el inmovilismo de este sistema, sino en el descontrol de la acumulación [22] .
Pero lo más problemático no es el diagnóstico sino la conclusión implícita. Quiénes observan un estado de agonía terminal en el capitalismo actual tienden lógicamente a suponer que este sistema no puede otorgar concesiones significativas. Por eso suelen identificar la desigualdad social creciente con el empobrecimiento absoluto y continuo de todos los explotados a escala mundial [23] .
Pero esta caracterización –que no se verifica en ningún país desarrollado- contradice la estrategia de asignar a los trabajadores un rol dirigente en la transformación social. Es evidente que los asalariados nunca podrían protagonizar un cambio revolucionario si padecieran los efectos de una degradación ilimitada. Lo cierto es que el desempleo y la polarización social no destruyen a la clase trabajadora, ni reducen su gravitación social. Solo acentúan la segmentación interior de este sector. Esta diversificación crea nuevos desafíos para agrupar a todos los oprimidos en un terreno opuesto a los opresores. Pero para encarar esta batalla resulta decisivo reconocer la centralidad del programa de reformas mínimas.
NOTAS:
[1] Economista, profesor de la UBA, investigador del Conicet. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página Web es: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [véase también: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ]
[2] Hemos desarrollado nuestro enfoque sobre este tema en: Katz Claudio. Tres concepciones sobre el ingreso básico. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] 22-9-05.
[3] Hemos expuesto nuestra visión en: Katz Claudio. “Programas Alterglobales”. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Noviembre 2005
[...]
[21] Este error comete: Altamira Jorge. “La cuestión del poder, los luchadores y la izquierda”. Prensa Obrera n 865, agosto 2004.
[22] El catastrofismo constituye también un legado de la entreguerra por su afinidad con las expectativas mesiánicas que afloraron en ese período. Su gusto por las profecías lo sitúa más cerca de los mitos milenaristas que de la herencia científica del marxismo. Hemos sintetizado nuestra visión en Katz Claudio. “Capitalismo contemporáneo: etapa, fase y crisis”. Ensayos de Economía, Medellín, Septiembre 2003, Colombia.
[23] Oviedo Luis. “La crisis capitalista y la política social de la burguesía”. En defensa del marxismo, n 20, mayo 1998, Buenos Aires
Fuente: Rebelión.
Matías Rivas escribió:"En defensa del catastrofismo"
14/12/2006
Por Matías Rivas, militante del Partido Obrero.
“En defensa del catastrofismo”, de Pablo Rieznik (En Defensa del Marxismo N° 34) es una respuesta a la acusación que realiza el economista Claudio Katz a aquellos que, debido a su visión catastrofista, interpretarían “cualquier desequilibrio” del sistema como síntoma del “derrumbe del capitalismo” y, por lo tanto, desecharían la posibilidad de obtener mejoras bajo este sistema. Katz intenta señalar en su crítica cuáles son los errores del catastrofismo e indirectamente apunta a dos artículos escritos por intelectuales del Partido Obrero como muestra de esos errores.
Uno de esos artículos es “La cuestión del poder, los luchadores y la izquierda”, de Jorge Altamira (Prensa Obrera N° 865). Aquí el autor plantea una alternativa obrera y socialista como salida al visible agotamiento del sistema. Alternativa que “está sujeta al vendaval de las luchas y reivindicaciones parciales... pero debe partir de esta crisis de poder como su premisa estratégica. De otro modo se limitaría a hacer de segundo violín de las fuerzas extrañas a los trabajadores”. Vale mencionar que Altamira hace referencia a la impunidad que gozan los aparatos represivos, que hoy vemos expresada en su máximo nivel con la desaparición de Julio López.
El otro artículo es “La crisis capitalista y la ‘política social’ de la burguesía”, de Luis Oviedo (En Defensa del Marxismo N° 20). El mérito de Oviedo es hablar de las luchas de la clase obrera organizada y movilizada como un puente que la llevará “a la comprensión de la necesidad de acabar con la dominación de la burguesía”, señalando correctamente que “las reivindicaciones de transición y la lucha por la conquista del poder político” es “la política social del proletariado” y poniendo como claro ejemplo de la catástrofe del sistema el grado de desempleo.
Por lo tanto, estos dos artículos, más que servir como evidencia de los errores del catastrofismo, cumplen la función contraria, pues muestran claramente que el Partido Obrero, con su visión catastrofista, ha luchado a lo largo de su existencia por reivindicaciones transitorias, siempre con la vista puesta en la superación de este sistema, pues, como bien dice Rieznik, “la catástrofe del capital no cancela la lucha reivindicativa sino que la potencia y, en última instancia, la convierte en revolucionaria”. Es él quien se encargará de despejar cualquier duda poniendo como ejemplos más sobresalientes de la lucha reivindicativa la iniciativa parlamentaria del PO para reducir la jornada laboral en el subte sin afectar el salario, y la lucha piquetera, que tiene al Polo Obrero como una de sus máximas expresiones.
Sin embargo, “En defensa del catastrofismo” es más que una simple respuesta a una falsa acusación. Va mucho más allá de eso y allí reside el mayor acierto del autor. Porque al defender con uñas y dientes la posición catastrofista está defendiendo a la vez la concepción fundamental del marxismo acerca de la inminencia de la revolución. Pues si es correcta la conocida afirmación de Marx que nos dice que cuando un sistema obstaculiza el desarrollo de sus fuerzas productivas, cuando no puede mantener en pie ni siquiera a sus propios esclavos (¿la mitad de la población mundial viviendo con menos de dos dólares diarios no es acaso prueba suficiente?), se encuentra en su etapa de agotamiento y es necesaria su completa superación, plantear entonces que este sistema camina al borde del precipicio y en cualquier momento puede caer ayuda a dar cuenta de que la revolución es posible y no sólo eso, sino que “puede acontecer al instante siguiente”. Por ende, el discurso del derrumbe sirve a la unidad y a la lucha, y el de los desequilibrios… a la desmoralización. El camino de la historia va de la catástrofe a la revolución, nos dirá Rieznik, manteniendo viva la tradición marxista.
Pero para hablar de revolución resulta indispensable, como indica Rieznik, hacer foco en la cuestión del poder y la política, pues sólo es posible superar este sistema inhumano que no es más que la explotación de una minoría sobre la mayoría y que se reproduce con guerras, destrucción del medio ambiente, crisis, desocupación, miseria, etc., es decir, con más catástrofes, con la organización política autónoma de la clase trabajadora que debe nutrirse y hacerse cada vez más fuerte con los logros obtenidos en las luchas transitorias y que tiene como fin supremo la destrucción de la “maquinaria estatal de la burguesía” y la toma del poder, es decir, la revolución obrera y socialista.
Podemos resumir “En defensa del catastrofismo” en las siguientes palabras de su propio autor: “…tanto Marx como Engels, siguieron siendo ‘catastrofistas’, inclusive cuando estimaron que las vicisitudes de la economía capitalista y la maduración insuficiente del proletariado postergaban la revolución, por lo cual sacaron la conclusión de que esto reclamaba un trabajo de preparación política más prolongado para enfrentar adecuadamente… ‘el derrumbe del capitalismo’. El catastrofismo, este catastrofismo, está unido umbilicalmente a las concepciones de un socialismo riguroso, científico, revolucionario. Siempre fue así y siempre lo será”.
Por último, “En defensa del catastrofismo” debe servir como pie para que los militantes socialistas, sobre todo los más jóvenes, participen de lleno en los distintos debates que se van presentando y de esta manera cuenten con la oportunidad de, como dijo Trotsky alguna vez, juzgar “todo a la luz de la razón y la experiencia. La juventud no puede aceptar el marxismo por mandato; debe asimilarlo por sí misma, mediante un esfuerzo independiente del pensamiento. Precisamente por eso debe tener no sólo la posibilidad de educarse sino también de equivocarse…”. No basta sólo con leer “En defensa del catastrofismo” o cualquier otro artículo. El Partido tiene que contar con más lugares (aquí me sumo al pedido de un foro de publicación y discusión) de expresión para la comprobación y la crítica por parte de sus miembros y simpatizantes. De esta forma, seremos cada vez más los que estemos en condiciones de defender al marxismo.
Fuente: Prensa Obrera.
El artículo del profesor Pablo Rieznik va a ser subido en el próximo mensaje, junto con otro artículo del también profesor Claudio Katz.