Para reaccionario tú, que solo sabes descalificar e insultar sin argumentar. Yo ya propuse soluciones.
http://www.forocomunista.com/t36394p20-existe-la-violencia-de-genero-tal-como-nos-la-cuentan#405958
El feminismo como lobby: soluciones ideológicas vs soluciones pragmáticas para la violencia en la pareja
Publicado el julio 19, 2014 por Carlos Rodríguez
En mi última entrada publiqué el correo electrónico que envié a la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, la Fundación ANAR y al propio programa No te cortes, donde preguntaba por qué esta iniciativa no incluía a varones adolescentes en relaciones heterosexuales o a quienes mantenían relaciones homosexuales. No recibí respuesta de las dos primeras, pero desde el propio programa si tuvieron la amabilidad de darme una contestación. Paso a publicarla aquí para después ofrecer mi propio análisis.
Estimado Carlos,
Sin negar que existen otras manifestaciones de violencia en nuestra sociedad, la Dirección General de la Mujer sólo tiene competencias en la atención a las víctimas de una de esas manifestaciones: la violencia de género.
Como seguro conocerá, la violencia de género es definida en nuestra legislación -de forma coherente con las definiciones que hacen los organismos internacionales- como:
1. La violencia ejercida sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. Es una manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. (Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género).
2. Toda agresión física o psíquica a una mujer, que sea susceptible de producir en ella menoscabo de su salud, de su integridad corporal, de su libertad sexual, o cualquier otra situación de angustia o miedo que coarte su libertad. Asimismo, se considera violencia de género la ejercida sobre los menores y las personas dependientes de una mujer cuando se agreda a los mismos con ánimo de causar perjuicio a aquélla. Incluye todas las manifestaciones de violencia ejercidas sobre la mujer, como expresión de la discriminación, la situación histórica de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, y no se limita al ámbito de las relaciones de pareja o ex pareja, sino que da cabida a otros supuestos como las agresiones y abusos sexuales contra la mujer, la mutilación genital femenina, el acoso sexual en el ámbito laboral, la inducción a una mujer a ejercer la prostitución, el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, etc. (Ley 5/2005, de 20 de diciembre, Integral contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid).
Esta es la razón por la que el Programa “No te cortes”, impulsado por la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, atiende a chicas víctimas de violencia de género en sus relaciones de pareja, así como a sus familias. Sin embargo, para atender a las víctimas de otros tipos de violencia, existen servicios y programas impulsados por otras unidades directivas, como por ejemplo, el Programa LGTB, de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid (PIAHT).
Un cordial saludo,
Subdirección General de Asistencia a las Víctimas de Violencia de Género Dirección General de la Mujer
El hipervínculo no forma parte de la respuesta pero lo he añadido para que puedan comprobar que el programa ofrece ayuda general a este colectivo, pero no existe una iniciativa como No te cortes que trate la violencia en la pareja dentro de las relaciones homosexuales.
En cualquier caso mi crítica no se concentrará en el programa No te cortes o en la Dirección General de la Mujer, que como ven siguen los principios dictados tanto por el gobierno como por los organismos internacionales, sino que tratará principalmente sobre la utilización de la “violencia de género” como un concepto excluyente para apartar del discurso y la ayuda a víctimas de la violencia en la pareja que no forman parte de dicha definición. De ahí que cuando se utilizó el concepto de “violencia de género” para condenar a una mujer que maltrató a su pareja homosexual cundiera el malestar entre los círculos feministas: la ley estaba pensada para ser excluyente y así reafirmar el discurso feminista, no para proteger a todo el mundo. Ni siquiera a todas las mujeres.
Revisemos la definición de violencia de género ofrecida en la respuesta del programa:
La violencia ejercida sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.
Como pueden ver, esta definición considera que automáticamente toda violencia ejercida por parte del hombre hacia la mujer en una relación de pareja puede (o debe) ser clasificada como violencia de género. Es decir, se trata de “una manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.”
A esto cabe preguntarse, ¿es toda la violencia del varón hacia la mujer en las relaciones de pareja “violencia de género”? Sin excluir la posibilidad de que haya casos en los que efectivamente así sea, ¿no puede haber otros donde este tipo de violencia tenga un origen distinto? Al fin y al cabo también existen mujeres maltratadoras, así como homosexuales que maltratan a sus parejas. ¿No cabe acaso la posibilidad de que existan causas comunes en estos cuatro escenarios?
D.G. Dutton y T. Nichols, entre otros investigadores, afirman que hay diversas causas de la violencia en la pareja que son comunes a hombres y mujeres, por ejemplo: psicopatologías, dependencia emocional, incapacidad para controlar la agresividad, alcoholismo, déficit de habilidades sociales, lesiones en la cabeza, correlatos bioquímicos, disposición mental, sensación de impotencia, falta de recursos, estrés, historial familiar (violencia experimentada en la infancia, por ejemplo). Y a todas ellas yo añadiría una más: depresión, que puede desembocar en comportamientos abusivos e incluso violencia, y donde el alcoholismo suele ser un síntoma y no una causa.
Dutton, D.G. & Nicholls, T. (2005) The gender paradigm in domestic violence research and theory: The conflict of theory and data. Aggression and Violent Behavior, 10 , (6), 680 – 714. [Full Text Version]
Ninguno de estos factores constituyen una excusa para el maltrato físico o psicológico, pero muestran que hay todo un terreno de investigación en cuanto a la violencia en la pareja que va más allá del concepto “violencia de género”. Incluso cuando se utiliza la violencia con objeto de controlar a la pareja, tampoco podemos llegar a la conclusión de que en todos los casos sea causa del machismo, pues esta misma razón también se da con frecuencia entre las mujeres maltratadoras (p. 5). Si el deseo de controlar emana, por ejemplo, de los celos, no podemos atribuirlo en este caso a razones que sean necesariamente de género.
Con todo esto no pretendo decir que la violencia de género, basada en premisas sexistas, sea inexistente. Lo que quiero decir es que, como veremos más adelante, parece tratarse de una fracción de toda la violencia que se da en las parejas, y que al definir la totalidad de la violencia del hombre hacia la mujer en relaciones íntimas como “violencia de género” se está no sólo excluyendo a otros grupos sino también limitando y obstaculizando investigaciones que podrían ser de ayuda para tratar el problema cuando se realiza por parte del hombre hacia la mujer.
Un ejemplo de esto podemos encontrarlo en el modelo Duluth, empleado en Estados Unidos para rehabilitar a los maltratadores (entre otros ámbitos de actuación). Dicho modelo se basa en el dogma feminista de que todo maltrato del hombre hacia la mujer es necesariamente violencia de género, y que por tanto la solución pasa por educar al maltratador para que identifique y corrija su programación machista. Pues bien, un estudio del gobierno del estado de Washington investigó su efectividad en la reincidencia de los maltratadores y determinó que por lo general no tenía impacto alguno sobre los mismos (p. 12) y que por tanto no podía considerarse “basado en evidencia [empírica]” (p. 6), un hallazgo consistente con anteriores estudios (p. 12) mientras que otro tipo de terapias consiguieron reducir la reincidencia en un 33% (p. 6).
Lo interesante es que para tratarse de un modelo de rehabilitación carente de evidencia científica, es requerido por Washington y otros 25 Estados por ley, y ha sido imitado en al menos 17 países, incluyendo España.
A todo esto cabe preguntarse ¿por qué es requerido por ley un modelo que no se basa en la evidencia? ¿Por qué es imitado en otros países? Y más importante aún, ¿por qué existe toda una legislación como la Ley Integral contra la Violencia de Género (LIVG) que gira en torno estos conceptos, e iniciativas institucionales como el programa No te cortes?
Como Emilio Prieto y otros han señalado en varias ocasiones, el feminismo actual es un lobby, o actúa como tal: un grupo que presiona al gobierno para avanzar sus intereses y que en este caso tiene tentáculos que se extienden desde la ONU (ONU Mujeres, entre otras organizaciones) hasta los medios de comunicación, pasando por el mundo universitario. Se trata, en realidad, de uno de los lobbies más exitosos, en cuanto a que ni la opinión pública ni la prensa, generalmente, lo reconocen como tal. Veamos un ejemplo para clarificar a lo que me refiero.
Ante las masacres cometidas con armas de fuego legalmente adquiridas en Estados Unidos, como la de Sandy Hook, la solución propuesta por la Asociación Nacional del Rifle (NRA) ha sido la de extender el uso de armas de fuego a la mayor parte de la población posible. Es decir, más armas. El razonamiento es que como la mayoría de la población son ciudadanos responsables, más personas armadas podrían estar listas para acabar de inmediato con los pistoleros que cometen estas carnicerías, en lugar de hallarse indefensos. Para ello emplean artículos propios y estudios de académicos simpatizantes, además de presionar al gobierno para retirar fondos a investigaciones que puedan mostrar resultados contrarios.
No voy a entrar en si la NRA tiene o no razón en cuanto a las armas de fuego, tema que no pertenece a este blog, sino que voy a concentrarme en su modus operandi como lobby y en la reacción del público con respecto a éste. Si un estudio financiado por la NRA o la industria armamentística concluyera que la solución al problema de los asesinatos provocados por armas de fuego fuera, como se ha indicado anteriormente, más armas de fuego, incluso un acérrimo partidario de esta medida podría concluir con un “qué otra cosa podrían decir, si son ellos quienes han patrocinado el estudio”. Y a buen seguro si llegara a los medios de comunicación, no sólo sería recibido como un estudio partidista, sino que los propios medios darían cabida a artículos con posiciones contrarias.
En el caso que nos atañe, sin embargo, cuando la rama feminista de una institución como por ejemplo ONU Mujeres o The White House Council on Women and Girls publica sus propios estudios y anuncia más que cuestionables resultados, proponiendo como solución más feminismo o más medidas feministas para que el dinero del Estado siga fluyendo en la misma dirección, la población por lo general no piensa, como en el caso de la NRA “qué otra cosa podrían decir, si son ellos quienes han realizado el estudio”, sino que asume sus resultados como ciertos e imparciales, probablemente debido a que los medios de comunicación también los asumen sin ningún tipo de crítica y sin exponer puntos de vista o resultados contrarios de otros estudios. Todo esto pese a que académicas como Christina Hoff Sommers han denunciado la falsificación y manipulación de datos en los estudios feministas y que otros investigadores como Murray Strauss hayan denunciado numerosas tácticas para suprimir los estudios de violencia doméstica que mostraban resultados diferentes a los sugeridos por las teorías de la violencia de género, incluyendo la eliminación de fondos para dichas investigaciones (método 6). Aunque no tenemos que irnos a Estados Unidos para encontrar este tipo de problemas, el propio Llorente Acosta, antiguo Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el ya desaparecido Ministerio de Igualdad, llegó a fabricar estadísticas de suicidio para que se ajustaran a sus tesis.
Con el programa No te cortes volvemos a ver este círculo vicioso que apenas es cuestionado:
El feminismo realiza un estudio con dinero de los contribuyentes utilizando como guía sus principios ideológicos (por ejemplo preguntar sólo a las mujeres sobre la violencia experimentada, y a los hombres sobre sus agresiones), generalmente con sectores académicos afines.
Los resultados se publican en los medios de comunicación, también afines, sin que exista ninguna opinión investigadora alternativa o punto de vista crítico.
Se formulan propuestas al gobierno basadas en los resultados de dichas investigaciones (si esto no se hizo ya en el punto 1) o las propias instituciones feministas adoptan las conclusiones y/o propuestas de dicho estudio.
Las propuestas o conclusiones del estudio se utilizan para crear programas sociales bajo el auspicio de una institución feminista (como la Dirección General de la Mujer), también a cargo de los contribuyentes, o se transforman en una iniciativa legislativa. En ocasiones los mismos estudios se utilizan para otras propuestas.
Veamos ahora la teoría aplicada a la práctica.
Para empezar el programa No te cortes se basa principalmente en el estudioIgualdad y prevención de la violencia de género en la adolescencia, donde se pregunta a las chicas cómo han sido maltratadas (p. 135) y a los chicos cómo han maltratado (p. 139), eliminando así la posibilidad de que se exploren las opciones inversas para que sus resultados se alineen con la línea tradicional de la violencia de género. El estudio, como era de esperar, fue parte de un convenio realizado entre la Universidad Complutense y el Ministerio de Igualdad, esta última una institución feminista, y presentado por el propio Llorente Acosta (p. 11), autor anteriormente mencionado.
Las conclusiones de dicho estudio fueron publicadas en medios de comunicación afines sin mostrar un ápice de crítica.
Se formulan propuestas al gobierno basadas en los resultados de dichas investigaciones. En este caso fueron incluidas en el propio estudio (p. 387-412).
Finalmente el programa No te cortes, utilizando las conclusiones del estudio citado como justificación, ve la luz sin oposición alguna.
Hablando en términos coloquiales, el feminismo institucional “lo guisa y se lo come”, enviando la factura al contribuyente, aunque no sin la ayuda de los medios de comunicación y sectores académicos afines.
Con todo esto no vengo a negar los méritos haya tenido el feminismo, ni que algunas de sus propuestas sean más o menos razonables. Ahora bien, cuando se trata de abordar temas como la violencia en la pareja, no es responsable por parte de un gobierno el introducir legislaciones tan controvertidas como la LIVG, que ofrecen soluciones ideológicas basadas en premisas carentes de evidencia, en lugar de soluciones pragmáticas que contemplen teorías alternativas. Especialmente si la solución escogida implica eliminar la presunción de inocencia del varón e imponer distintas penas en función al sexo del agresor, atendiendo nuevamente a criterios puramente ideológicos para violar el principio constitucional de igualdad entre los sexos. Si el origen del maltrato en un hombre se encuentra en la depresión, quizá combinada con alcoholismo, y la terapia que se le ofrece en lugar de atajar estos problemas se limita a una “reprogramación feminista”, es bastante probable que dicho hombre vuelva a maltratar a otra mujer (o como ocurre con frecuencia, a la misma mujer). Por tanto las soluciones ideológicas tampoco servirían a las víctimas, sino a los bolsillos de quienes se lucran esgrimiéndolas como el remedio de todos los males.
Se pueden mantener las protecciones que la LIVG ofrece a las mujeres, pero también podrían extenderse a los varones y a las parejas homosexuales, algo que considero debería aplicarse a programas como No te cortes. El gran obstáculo para ello es que la línea ideológica de los estudios e instituciones involucradas perciben el problema como algo que los hombres hacen a las mujeres, excluyendo necesariamente a otro tipo de víctimas y victimarios, algo que requeriría de modelos teóricos alternativos.
En conclusión, las soluciones ideológicas se imponen sobre las pragmáticas porque como se ha demostrado, el feminismo actúa como un lobby. Y cuando los lobbies ganan la partida éste tiende a ser uno de sus resultados: aplicamos una solución a la violencia en la pareja que, además de excluyente por motivos ideológicos, sólo se aplica a una fracción de todos los casos que afectan a este tipo de violencia, criminalizando al varón y estableciendo una desigualdad jurídica. La misma dinámica excluyente y exclusiva, aunque de carácter mucho más limitado, se aplica también a otros programas como el de No te cortes.
La lección que debemos extraer de todo esto es simple, y muchos de nosotros ya lo hacemos: reconocer que la óptica feminista en cuanto a problemas de género es sólo un ángulo entre los muchos que pueden adoptarse, con sus defectos y sus virtudes (que también las tiene), y advertir cuándo el feminismo actúa como un lobby. Porque el fin no justifica los medios, y porque los derechos de la mitad de los ciudadanos no deberían quedar al capricho de instituciones que descartan soluciones viables para justificar su visión del mundo y servirse a sí mismas.
Con el programa No te cortes volvemos a ver este círculo vicioso que apenas es cuestionado:
El feminismo realiza un estudio con dinero de los contribuyentes utilizando como guía sus principios ideológicos (por ejemplo preguntar sólo a las mujeres sobre la violencia experimentada, y a los hombres sobre sus agresiones), generalmente con sectores académicos afines.
Los resultados se publican en los medios de comunicación, también afines, sin que exista ninguna opinión investigadora alternativa o punto de vista crítico.
Se formulan propuestas al gobierno basadas en los resultados de dichas investigaciones (si esto no se hizo ya en el punto 1) o las propias instituciones feministas adoptan las conclusiones y/o propuestas de dicho estudio.
Las propuestas o conclusiones del estudio se utilizan para crear programas sociales bajo el auspicio de una institución feminista (como la Dirección General de la Mujer), también a cargo de los contribuyentes, o se transforman en una iniciativa legislativa. En ocasiones los mismos estudios se utilizan para otras propuestas.
Veamos ahora la teoría aplicada a la práctica.
Para empezar el programa No te cortes se basa principalmente en el estudioIgualdad y prevención de la violencia de género en la adolescencia, donde se pregunta a las chicas cómo han sido maltratadas (p. 135) y a los chicos cómo han maltratado (p. 139), eliminando así la posibilidad de que se exploren las opciones inversas para que sus resultados se alineen con la línea tradicional de la violencia de género. El estudio, como era de esperar, fue parte de un convenio realizado entre la Universidad Complutense y el Ministerio de Igualdad, esta última una institución feminista, y presentado por el propio Llorente Acosta (p. 11), autor anteriormente mencionado.
Las conclusiones de dicho estudio fueron publicadas en medios de comunicación afines sin mostrar un ápice de crítica.
Se formulan propuestas al gobierno basadas en los resultados de dichas investigaciones. En este caso fueron incluidas en el propio estudio (p. 387-412).
Finalmente el programa No te cortes, utilizando las conclusiones del estudio citado como justificación, ve la luz sin oposición alguna.
Hablando en términos coloquiales, el feminismo institucional “lo guisa y se lo come”, enviando la factura al contribuyente, aunque no sin la ayuda de los medios de comunicación y sectores académicos afines.
Con todo esto no vengo a negar los méritos haya tenido el feminismo, ni que algunas de sus propuestas sean más o menos razonables. Ahora bien, cuando se trata de abordar temas como la violencia en la pareja, no es responsable por parte de un gobierno el introducir legislaciones tan controvertidas como la LIVG, que ofrecen soluciones ideológicas basadas en premisas carentes de evidencia, en lugar de soluciones pragmáticas que contemplen teorías alternativas. Especialmente si la solución escogida implica eliminar la presunción de inocencia del varón e imponer distintas penas en función al sexo del agresor, atendiendo nuevamente a criterios puramente ideológicos para violar el principio constitucional de igualdad entre los sexos. Si el origen del maltrato en un hombre se encuentra en la depresión, quizá combinada con alcoholismo, y la terapia que se le ofrece en lugar de atajar estos problemas se limita a una “reprogramación feminista”, es bastante probable que dicho hombre vuelva a maltratar a otra mujer (o como ocurre con frecuencia, a la misma mujer). Por tanto las soluciones ideológicas tampoco servirían a las víctimas, sino a los bolsillos de quienes se lucran esgrimiéndolas como el remedio de todos los males.
Se pueden mantener las protecciones que la LIVG ofrece a las mujeres, pero también podrían extenderse a los varones y a las parejas homosexuales, algo que considero debería aplicarse a programas como No te cortes. El gran obstáculo para ello es que la línea ideológica de los estudios e instituciones involucradas perciben el problema como algo que los hombres hacen a las mujeres, excluyendo necesariamente a otro tipo de víctimas y victimarios, algo que requeriría de modelos teóricos alternativos.
En conclusión, las soluciones ideológicas se imponen sobre las pragmáticas porque como se ha demostrado, el feminismo actúa como un lobby. Y cuando los lobbies ganan la partida éste tiende a ser uno de sus resultados: aplicamos una solución a la violencia en la pareja que, además de excluyente por motivos ideológicos, sólo se aplica a una fracción de todos los casos que afectan a este tipo de violencia, criminalizando al varón y estableciendo una desigualdad jurídica. La misma dinámica excluyente y exclusiva, aunque de carácter mucho más limitado, se aplica también a otros programas como el de No te cortes.
La lección que debemos extraer de todo esto es simple, y muchos de nosotros ya lo hacemos: reconocer que la óptica feminista en cuanto a problemas de género es sólo un ángulo entre los muchos que pueden adoptarse, con sus defectos y sus virtudes (que también las tiene), y advertir cuándo el feminismo actúa como un lobby. Porque el fin no justifica los medios, y porque los derechos de la mitad de los ciudadanos no deberían quedar al capricho de instituciones que descartan soluciones viables para justificar su visión del mundo y servirse a sí mismas.
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