El estatus pseudocientífico del comunismo
Me ha resultado sorprendente la vehemencia con la que algunas personas, casi todas vinculadas ideológicamente al comunismo, me han acusado de facha, conservador e ignorante por decir, en este artículo, que el comunismo era una clara pseudociencia. Lo cierto es que no tienen razón en varios sentidos. En primer lugar, en que no soy una persona conservadora, sino todo lo contrario. Que no me adscriba al comunismo no quiere decir que no sea progresista, porque hay muchas formas de entender el concepto de progreso, y yo creo firmemente en la igualdad social y la libertad de las personas. Y, en segundo lugar, y esto es lo que pretenden demostrar estas líneas, en que no es verdad que no existan sólidas razones para considerar al comunismo como una visión pseudocientífica de la historia, de la economía y, en última instancia, de la práctica política.
Lamentablemente, supongo que este texto va a ser un poco más duro de leer que el resto de escritos de esta web. Es inevitable. Comenzaré caracterizando en líneas generales al comunismo, pasaré luego a hablar de su estatus pseudocientífico y acabaré señalando sus peligros como ideología totalitaria.
¿Qué es esto del comunismo?
El comunismo nació como tal el 21 de febrero de 1884 con la publicación del Manifiesto Comunista, una obra escrita por Marx y Engels —los dos teóricos más importantes con diferencia del comunismo. Esta obra, cuya lectura recomiendo encarecidamente al ser muy corta, clara y tener una importancia capital en la historia de las ideas políticas, fue escrita por encargo de la llamada ‘Liga de los Justos’, un grupo clandestino de trabajadores alemanes residentes en París, inicialmente de tendencia socialista —que no es lo mismo que ‘comunista’, como veremos.
Marx escribió una extensa y muy rica obra en la cual desarrolló una visión filosófica acerca de la historia, la economía y la política. Consideraba que los intelectuales debían dejar de limitarse a conceptualizar el mundo y ponerse manos a la obra a cambiarlo, reivindicando así la figura del filósofo político. Pero la obra de Marx era insuficiente para cambiar el mundo. Lo era porque, aunque consideraba ideas con potencial para ser aplicadas en política, nunca desarrolló una política propiamente dicha; empleaba continuamente eufemismos y términos vacíos como ‘dictadura del proletariado’ o ‘revolución’, que nunca llegó a definir. Fue Lenin quien quitó de en medio los eufemismos y desarrolló la teoría política comunista propiamente dicha.
El comunismo ha tenido varias versiones a partir de la obra de Lenin, que pc-1968-l-005interpretaban y modificaban pequeños detalles, aunque mantenían las ideas básicas de Marx como intocables. Ahí tenemos la versión soviética plasmada en la dictadura stalinista; la versión juche, típica de Corea del Norte y que incorpora grandes dosis de culto a la personalidad; la versión maoísta, que considera al campesinado en lugar de al proletariado como la principal fuerza revolucionaria; la versión latinoamericana, muy militarista, fuertemente caciquil y antiestadounidense; la versión de Europa occidental —especialmente influyentes fueron los italianos—, algo más comedida; la versión camboyana, fuertemente ruralista y violenta, etc.
Pero todas estas versiones mantienen estas ideas básicas:
1) Las sociedades comienzan la historia cuando se estratifican en clases. Estas clases sociales son fácilmente reconocibles, y marcan al individuo en prácticamente todas sus acciones y formas de pensar.
2) La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Ni más ni menos que eso —“ la historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases” (Marx). Los únicos eventos realmente históricos son los eventos relacionados con la lucha de clases. Todo lo demás es, simple y llanamente, broza.
3) Las clases no pueden colaborar entre ellas —esto es lo que ha separado históricamente a socialismo y comunismo. Dado que la historia humana es la historia de la explotación de unas clases por otras, el fin último de la acción política ha de ser alcanzar la supresión de las clases sociales mediante un nuevo modo de producción comunista. A este momento de plena realización personal, en el que el trabajo es un placer, la paz reina en el mundo y la igualdad social es absoluta, lo llaman ‘paraíso comunista’.
4) El paraíso comunista va a llegar inevitablemente. Los teóricos marxistas no se contentan con explicar la historia humana en términos tan simples y reductivos, sino que, además, consideran que la historia no podría haber sido de otra manera. Establecen la existencia de “leyes históricas”, que determinan cómo evolucionará una sociedad; como si las sociedades pudieran ser predichas como hace la física con el comportamiento de los péndulos. Conocer estas leyes les permitiría realizan una predicción: el paraíso comunista es una necesidad histórica que tiene que llegar tarde o temprano. Y llegará cuando el proletariado logre vencer a la burguesía —que ya acabó con la nobleza.
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Un GULAG soviético
De estas ideas básicas nace una ideología de corte totalitario que abarca todos y cada uno de los aspectos de la vida de las personas. Arte, ocio, filosofía, ciencia, política, familia… todo comunista. Por ejemplo, la familia es un producto burgués que hay que suprimir. La propiedad privada también ha de desaparecer. Las mujeres han de trabajar y ser consideradas proletario como cualquier otro sin más matiz. Las naciones han de desaparecer en favor del internacionalismo comunista, en el cual todos los individuos del mundo serán lo mismo: masa de proletariado. La filosofía ha de comenzar a trabajar como una herramienta útil para redireccionar el significado de los grandes términos hacia interpretaciones comunistas, y la religión ha de quedar también abolida. El disidente, por su parte, ha de sufrir un proceso de ‘reeducación’ —normalmente entendido como mandarlos a pudrirse a algún campo de concentración. No merece ser escuchado, porque toda voz disidente es la de un reaccionario burgués enemigo del proletariado. Una persona que no conoce las verdades reveladas por Marx e interpretadas por el intérprete de turno.
La naturaleza última del comunismo
(Apartado de lectura dura que no es imprescindible para entender la conclusión del texto)
El comunismo es, en última instancia, lo que habitualmente es denominado una ‘filosofía de la historia’. Este tipo de planteamientos fueron muy habituales durante el siglo XIX, y consisten en entender la historia como un proceso ‘teleológico’ —un proceso que va encaminado hacia un fin determinado. Han sido bastante habituales también en círculos de antropólogos vinculados al evolucionismo cultural, al considerar que el proceso de civilización tiene unos estadios estereotipados y progresivos que hay que recorrer. Este tipo de ideologías fueron vastamente empleadas para justificar los atropellos contra las poblaciones indígenas por parte de las potencias coloniales —de hecho, Marx era un gran entusiasta del colonialismo, apoyándolo abiertamente al considerarlo una fuerza que ayudaría a los indígenas a quemar etapas hacia el comunismo.
Popper criticó duramente estos planteamos que denominaba ‘historicistas’ —no confundir con el historicismo en su acepción típica de las facultades de filosofía, que engloba a ciertas filosofías sociologistas propias de autores como Dilthey o Gadamer, a las que Popper denomina como ‘historismo’. El historicismo rechaza el relativismo histórico y presenta una clara tendencia al dogmatismo a la hora de interpretar históricamente los hechos sociales. El historicista pretende desentrañar las leyes que modulan el desarrollo de la historia y con ellas realizar profecías de futuro. La historia nos empuja hacia adelante mediante fuerzas y leyes irresistibles, necesarias, no contingentes; que el historicista conoce y que le permiten profetizar y predecir.
Popper rastrea los orígenes del historicismo hasta Platón y Heráclito, aunque considera que la versión marxista es hija de la filosofía de la historia de Hegel —su mayor influencia junto a Feuerbach. La filosofía de la historia de Hegel es una teodicea, en la que se recoge una visión determinista, cruenta y radical de la historia. La historia sería el proceso de autoconocimiento del ‘espíritu absoluto’, que se objetiviza en ‘espíritus objetivos’ —las culturas del mundo— que determinan lo que es verdadero y lo que no dentro de un determinado zeitgeist. El espíritu del pueblo se encarna en el estado, que ha de regir totalmente sobre la población como entidad cuasi-sagrada que encarna la voluntad de las leyes de la historia. Los héroes, la encarnación absoluta del espíritu, encargados de la misión de hacer avanzar la historia, pueden ser conquistadores o cualquier tipo de personaje; no importa su condición moral. Hay una jerarquía entre los espíritus objetivos que hace que los de menor rango tengan que sucumbir, irrefrenablemente, antes los más avanzados. De hecho, Hegel eran tan soberbio que consideraba que la historia había acabado con su propia conceptualización, que terminaba considerando la aceptación de la Prusia despótica para la que trabajaba como la cúspide del desarrollo del espíritu y el final de la historia.
La versión comunista de la filosofía de la historia hegeliana es básicamente igual, pero rebaja en buena medida la enorme carga metafísica de su predecesor y cambia algunos conceptos clave en términos típicamentes comunistas. Así, el comunismo supone todo un marco de interpretación para las ciencias sociales. Antes que una política, es una interpretación de la historia humana según determinados estándares ideológicos. Y como política es, al fin y al cabo, aplicar la igualdad extrema, pero dejando de lado totalmente la importancia de la libertad.
¿Por qué el comunismo es una pseudociencia y no sólo una ideología?
El primer, y aún comúnmente empleado, nombre del comunismo fue el de ‘socialismo científico’. Lo es porque lo que lo diferencia de formas más moderadas de socialismo es que ellos consideran que sus posiciones no son meramente una ideología política como cualquier otra; el comunismo es una ciencia. Para hacer esta afirmación se basan en las leyes históricas que, se supone, fundamentan su profecía acerca del advenimiento del paraíso comunista, y que justificarían sus acciones políticas. Ahora se nos abren dos opciones: o es una ciencia y todos deberíamos hacernos comunistas por una acción rutinaria de sentido común basado en la evidencia, o no lo es, en cuyo caso constituiría un ejemplo de manual de pseudociencia. Porque en ciencias sociales también hay pseudociencia, no sólo en la biología o la psicología. Argumentaré que este último caso es el que tiene lugar.
1) Selecciona los datos relevantes para la teoría, desechando el resto: En ciencia es bastante habitual, especialmente con los modelos experimentales, centrar la atención a determinados eventos por encima de otros, que son echados a un lado al ser considerados epifenómenos o de baja importancia. Pero hay un límite para ello. No se puede considerar la historia humana seleccionando únicamente las cosas que encajan con la ideología que tenemos; considerando como históricos 5 o 6 sucesos, 3 o 4 actores y dejando todo lo demás de lado. Es un absoluto sinsentido científico. Es como si quiero desarrollar una teoría física dejando de la lado dimensiones, o una biológica en la que decido que todo lo relativo a las plantas me sobra, o una psicológica en la que todo lo que sean sentimiento de aversión van a dejar de ser psicología.
Por si fuera poco, su uso del término ‘ley’ no tiene tampoco el más mínimo sentido racional. Ese término se emplea únicamente en teorías científicas extremadamente básicas de la física. El resto de ciencias no emplea leyes, y mucho menos la historia. ¿De dónde se sacan esas leyes históricas que justifican sus delirios? De la manga, básicamente. Marx hace una interpretación sesgada de los hechos históricos y la eleva al rango de ley, haciendo gala del mayor de los dogmatismos. Y, encima, considera que de estas leyes puede hacerse una predicción profética en un contexto en el cual la experimentación es imposible. Es decir: absoluto wishful thinking impostado como ciencia.
2) Incurre en un radical sesgo de confirmación: Ya he dicho que es extremadamente sesgado en la construcción de la teoría, pero es que también lo es cuando apela a eventos que supuestamente la confirman. Las teorías científicas se han de ir modificando de acuerdo a cómo se comporten, cambiando aspectos para que case con la evidencia que va desprendiéndose de ponerla en práctica. El comunismo no hace caso a los fracasos de su teoría, adhiriéndose a ella en la forma más ideológica posible, sino abiertamente sectaria. El paraíso comunista nunca ha estado ni cerca de darse en ninguna de las decenas de experimentos en los cuales se han establecido regímenes comunistas, que han sido auténticos desastres en su totalidad. Las predicciones comunistas no se cumplen, y como teoría explicativa no es capaz de recoger una gran cantidad de hechos. Pero ellos obvian todo esto, apelando a hipótesis ad-hoc, al victimismo, a la negación de la evidencia y a toda clase de subterfugios típicos de la pseudociencia. Lo cierto es que el comunismo, su teoría subyacente y los supuestos beneficios de sus propuestas políticas, ha sido ya refutado.
3) No tiene características sociológicas científicas: Sus comunidades no están abiertas a la crítica, están extremadamente jerarquizadas bajo comportamientos de sumisión a la autoridad, y ni se pliegan a la evidencia ni son claros en sus términos. Uno de los tics más sorprendentes de estas comunidades es el empleo generalizado de términos extremadamente ambiguos, como ‘dialéctica’ o ‘pueblo’. La ciencia ha de estar siempre abierta a la crítica, las comunidades son epistemológicamente horizontales y los términos están siempre bien elucidados.
4) Es incompatible con el conocimiento científico vigente: La relación entre ciencia y comunismo siempre ha sido de abierto enfrentamiento. En general, los regímenes comunistas son muy desconfiados con la ciencia, distorsionando continuamente los hechos para poderlos amoldar a los preceptos del partido. Los científicos y los hechos han de ser también camaradas —curiosamente, con la única salvedad de la industria armamentística, que siempre es bastante floreciente en estas sociedades.
La ideas que he señalado al final de primer apartado deberían haber puesto en guardia a todo pensador crítico. Hay una predisposición evolutiva muy bien estudiada a considerar en mayor estima a los miembros de nuestra familia que a los individuos alejados de nosotros. Las mujeres no son iguales, biológicamente hablando, a los hombres —lo que no quiere decir que sean inferiores, sino diferentes. Las culturas nacionales están muy arraigadas en el ser humano; un animal que habita el econicho cultural y cuyas culturas sufren evoluciones propias que el comunismo detesta. Parece ser, además, que hay una cierta predisposición biológica al pensamiento religioso, y que además —aunque esto ya no es ciencia— hay bastante consenso en considerar a la filosofía como un arma de pensamiento crítico y autónomo. Evidentemente, todo esto los comunistas lo niegan.
Esta situación ha sido extremadamente común a lo largo de toda su historia. Ya Marx realizó una interpretación sesgada y teleológica, digna de cualquier magufo aleatorio, de la obra de Darwin. El lysenkoísmo es uno de los ejemplos más claros de ciencia comunista, con cerca de 50 millones de muertos por anteponer la ideología a los hechos. La medicina tradicional china en el régimen maoísta. La polémica de la sociobiología en los 70′, en la que el campo de batalla era la naturaleza humana —es realmente sorprendente encontrarse a finales del siglo XX con libros de genética que tienen llamamientos al socialismo, como en el caso de Lewontin.
Hoy sabemos, en cambio, que las políticas comunistas generan nivelesslpropaganda5if2 realmente increíbles de inflación, una gran bajada en la capacidad productiva de los países, y que sus políticas pedagógicas con los disidentes son siempre un auténtico fiasco que suele acabar en genocidios. Todo ello acaba haciendo que los estados comunistas deriven lentamente hacia férreas dictaduras llenas de corrupción, control estatal de todos los aspectos de la vida, y estados paranoicos, enfermos de ideología, incapaces de convivir con otros en paz y diálogo.
La pseudociencia más peligrosa
Solemos apelar a los peligros de la pseudociencia. Gente que muere por evasión de tratamiento, o que queda mal parada después de someterse a un pseudoterapeuta. Pero el comunismo es, de lejos, la pseudociencia que más gente ha matado de forma directa. La lista de atrocidades cometidas en su nombre es realmente incontable. Los muertos por el régimen stalinista, se calcula, no bajan de unos 20 millones —aunque estimaciones más duras los llevan hasta los 60. Mao se llevó por delante, con seguridad, unos 65 millones de chinos. Los datos totales seguramente llegan a superar los 100 millones de muertos directos, sumando Camboya, Vietnam, Afganistán, etc. Los números son terribles, y resulta muy sorprendente que hoy en día haya gente que pueda adscribirse a estas ideas con tantos millones de muertos en su haber, y que encima sea algo normalizado. Más allá de lo cool o contracultural que en algunos contextos pueda considerarse ser comunista, lo cierto es que han superado en genocidios largamente a todo el resto de ideologías.
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Cambodia Cambodian Atricities Prison Museum 1983
Muertos a manos de los Jemeres Rojos, en Choeung Ek
Pero, ¿por qué es tan peligroso? Para explicar la razón última del enorme peligro que encierra como práctica política no hace falta irse a la obra de autores vinculados a otras ideologías; los críticos que mejor han sabido leer las causas de los desmadres comunistas han sido algunos teóricos vinculados a él. Además del convencimiento acrítico que tiene como ideología totalitaria, lo más peligroso reside en su noción de sacrificio. En la idea de que el paraíso comunista va a llegar, que es inevitable, que estamos arrastrados hacia él, y que todo sacrificio está justificado para alcanzarlo más rápidamente. Científicamente justificado, de hecho. Marx lo expresa claramente cuando indica que todo sufrimiento bajo el comunismo es como los “dolores de un parto”. Se trata de una teoría utópica con fuertes trazas sectarias, que justifica moralmente atrocidades con bastante éxito. ¿En qué se diferencian, al fin y al cabo, de aquellos que optan por suicidarse o por matar a sus allegados porque llegará el apocalipsis, o porque los extraterrestres los vendrán a buscar?
El análisis del concepto comunista de sacrificio fue muy bien llevado a cabo por la Escuela de Frankfurt. Este grupo de intelectuales fue reclutado en los años 30 por el Instituto de Investigación Social de Alemania. Fue comandado por Max Horkheimer y en él figuraron autores como Adorno o Habermas. Durante su producción intelectual se centraron en analizar en filosófico detalle las catástrofes del comunismo. Cabe decir que la gran mayoría de los integrantes de esta escuela se consideraban a sí mismos marxistas o socialistas de algún tipo. Y que, aunque personalmente rechazo una buena cantidad de su producción intelectual, su análisis al concepto de sacrificio no puede ser más brillante. En efecto, lo rastrean desde otros ámbitos de nuestra cultura hasta la obra de Marx, y de ahí a los desarrollos del comunismo. Todos los genocidios, los campos de concentración, los exiliados, todo el sufrimiento, todo era, al fin y al cabo, un gran ritual sacrifical al dios Historia, para que este retribuya al ser humano con el cielo en la tierra.
Una de las expresiones más inspiradas de esta idea la encontramos en el análisis que realizó Walter Benjamin alrededor de su Ángel de la Historia. Un ángel que relaciona con su interpretación del Angelus Novus de Paul Klee —que encabeza este texto— y que dice así:
“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”
Por Angelo Fasce
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Camaradas, dejo esta información para que expresen su opinión sobre este artículo que me encontré.
Me ha resultado sorprendente la vehemencia con la que algunas personas, casi todas vinculadas ideológicamente al comunismo, me han acusado de facha, conservador e ignorante por decir, en este artículo, que el comunismo era una clara pseudociencia. Lo cierto es que no tienen razón en varios sentidos. En primer lugar, en que no soy una persona conservadora, sino todo lo contrario. Que no me adscriba al comunismo no quiere decir que no sea progresista, porque hay muchas formas de entender el concepto de progreso, y yo creo firmemente en la igualdad social y la libertad de las personas. Y, en segundo lugar, y esto es lo que pretenden demostrar estas líneas, en que no es verdad que no existan sólidas razones para considerar al comunismo como una visión pseudocientífica de la historia, de la economía y, en última instancia, de la práctica política.
Lamentablemente, supongo que este texto va a ser un poco más duro de leer que el resto de escritos de esta web. Es inevitable. Comenzaré caracterizando en líneas generales al comunismo, pasaré luego a hablar de su estatus pseudocientífico y acabaré señalando sus peligros como ideología totalitaria.
¿Qué es esto del comunismo?
El comunismo nació como tal el 21 de febrero de 1884 con la publicación del Manifiesto Comunista, una obra escrita por Marx y Engels —los dos teóricos más importantes con diferencia del comunismo. Esta obra, cuya lectura recomiendo encarecidamente al ser muy corta, clara y tener una importancia capital en la historia de las ideas políticas, fue escrita por encargo de la llamada ‘Liga de los Justos’, un grupo clandestino de trabajadores alemanes residentes en París, inicialmente de tendencia socialista —que no es lo mismo que ‘comunista’, como veremos.
Marx escribió una extensa y muy rica obra en la cual desarrolló una visión filosófica acerca de la historia, la economía y la política. Consideraba que los intelectuales debían dejar de limitarse a conceptualizar el mundo y ponerse manos a la obra a cambiarlo, reivindicando así la figura del filósofo político. Pero la obra de Marx era insuficiente para cambiar el mundo. Lo era porque, aunque consideraba ideas con potencial para ser aplicadas en política, nunca desarrolló una política propiamente dicha; empleaba continuamente eufemismos y términos vacíos como ‘dictadura del proletariado’ o ‘revolución’, que nunca llegó a definir. Fue Lenin quien quitó de en medio los eufemismos y desarrolló la teoría política comunista propiamente dicha.
El comunismo ha tenido varias versiones a partir de la obra de Lenin, que pc-1968-l-005interpretaban y modificaban pequeños detalles, aunque mantenían las ideas básicas de Marx como intocables. Ahí tenemos la versión soviética plasmada en la dictadura stalinista; la versión juche, típica de Corea del Norte y que incorpora grandes dosis de culto a la personalidad; la versión maoísta, que considera al campesinado en lugar de al proletariado como la principal fuerza revolucionaria; la versión latinoamericana, muy militarista, fuertemente caciquil y antiestadounidense; la versión de Europa occidental —especialmente influyentes fueron los italianos—, algo más comedida; la versión camboyana, fuertemente ruralista y violenta, etc.
Pero todas estas versiones mantienen estas ideas básicas:
1) Las sociedades comienzan la historia cuando se estratifican en clases. Estas clases sociales son fácilmente reconocibles, y marcan al individuo en prácticamente todas sus acciones y formas de pensar.
2) La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Ni más ni menos que eso —“ la historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las luchas de clases” (Marx). Los únicos eventos realmente históricos son los eventos relacionados con la lucha de clases. Todo lo demás es, simple y llanamente, broza.
3) Las clases no pueden colaborar entre ellas —esto es lo que ha separado históricamente a socialismo y comunismo. Dado que la historia humana es la historia de la explotación de unas clases por otras, el fin último de la acción política ha de ser alcanzar la supresión de las clases sociales mediante un nuevo modo de producción comunista. A este momento de plena realización personal, en el que el trabajo es un placer, la paz reina en el mundo y la igualdad social es absoluta, lo llaman ‘paraíso comunista’.
4) El paraíso comunista va a llegar inevitablemente. Los teóricos marxistas no se contentan con explicar la historia humana en términos tan simples y reductivos, sino que, además, consideran que la historia no podría haber sido de otra manera. Establecen la existencia de “leyes históricas”, que determinan cómo evolucionará una sociedad; como si las sociedades pudieran ser predichas como hace la física con el comportamiento de los péndulos. Conocer estas leyes les permitiría realizan una predicción: el paraíso comunista es una necesidad histórica que tiene que llegar tarde o temprano. Y llegará cuando el proletariado logre vencer a la burguesía —que ya acabó con la nobleza.
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Un GULAG soviético
De estas ideas básicas nace una ideología de corte totalitario que abarca todos y cada uno de los aspectos de la vida de las personas. Arte, ocio, filosofía, ciencia, política, familia… todo comunista. Por ejemplo, la familia es un producto burgués que hay que suprimir. La propiedad privada también ha de desaparecer. Las mujeres han de trabajar y ser consideradas proletario como cualquier otro sin más matiz. Las naciones han de desaparecer en favor del internacionalismo comunista, en el cual todos los individuos del mundo serán lo mismo: masa de proletariado. La filosofía ha de comenzar a trabajar como una herramienta útil para redireccionar el significado de los grandes términos hacia interpretaciones comunistas, y la religión ha de quedar también abolida. El disidente, por su parte, ha de sufrir un proceso de ‘reeducación’ —normalmente entendido como mandarlos a pudrirse a algún campo de concentración. No merece ser escuchado, porque toda voz disidente es la de un reaccionario burgués enemigo del proletariado. Una persona que no conoce las verdades reveladas por Marx e interpretadas por el intérprete de turno.
La naturaleza última del comunismo
(Apartado de lectura dura que no es imprescindible para entender la conclusión del texto)
El comunismo es, en última instancia, lo que habitualmente es denominado una ‘filosofía de la historia’. Este tipo de planteamientos fueron muy habituales durante el siglo XIX, y consisten en entender la historia como un proceso ‘teleológico’ —un proceso que va encaminado hacia un fin determinado. Han sido bastante habituales también en círculos de antropólogos vinculados al evolucionismo cultural, al considerar que el proceso de civilización tiene unos estadios estereotipados y progresivos que hay que recorrer. Este tipo de ideologías fueron vastamente empleadas para justificar los atropellos contra las poblaciones indígenas por parte de las potencias coloniales —de hecho, Marx era un gran entusiasta del colonialismo, apoyándolo abiertamente al considerarlo una fuerza que ayudaría a los indígenas a quemar etapas hacia el comunismo.
Popper criticó duramente estos planteamos que denominaba ‘historicistas’ —no confundir con el historicismo en su acepción típica de las facultades de filosofía, que engloba a ciertas filosofías sociologistas propias de autores como Dilthey o Gadamer, a las que Popper denomina como ‘historismo’. El historicismo rechaza el relativismo histórico y presenta una clara tendencia al dogmatismo a la hora de interpretar históricamente los hechos sociales. El historicista pretende desentrañar las leyes que modulan el desarrollo de la historia y con ellas realizar profecías de futuro. La historia nos empuja hacia adelante mediante fuerzas y leyes irresistibles, necesarias, no contingentes; que el historicista conoce y que le permiten profetizar y predecir.
Popper rastrea los orígenes del historicismo hasta Platón y Heráclito, aunque considera que la versión marxista es hija de la filosofía de la historia de Hegel —su mayor influencia junto a Feuerbach. La filosofía de la historia de Hegel es una teodicea, en la que se recoge una visión determinista, cruenta y radical de la historia. La historia sería el proceso de autoconocimiento del ‘espíritu absoluto’, que se objetiviza en ‘espíritus objetivos’ —las culturas del mundo— que determinan lo que es verdadero y lo que no dentro de un determinado zeitgeist. El espíritu del pueblo se encarna en el estado, que ha de regir totalmente sobre la población como entidad cuasi-sagrada que encarna la voluntad de las leyes de la historia. Los héroes, la encarnación absoluta del espíritu, encargados de la misión de hacer avanzar la historia, pueden ser conquistadores o cualquier tipo de personaje; no importa su condición moral. Hay una jerarquía entre los espíritus objetivos que hace que los de menor rango tengan que sucumbir, irrefrenablemente, antes los más avanzados. De hecho, Hegel eran tan soberbio que consideraba que la historia había acabado con su propia conceptualización, que terminaba considerando la aceptación de la Prusia despótica para la que trabajaba como la cúspide del desarrollo del espíritu y el final de la historia.
La versión comunista de la filosofía de la historia hegeliana es básicamente igual, pero rebaja en buena medida la enorme carga metafísica de su predecesor y cambia algunos conceptos clave en términos típicamentes comunistas. Así, el comunismo supone todo un marco de interpretación para las ciencias sociales. Antes que una política, es una interpretación de la historia humana según determinados estándares ideológicos. Y como política es, al fin y al cabo, aplicar la igualdad extrema, pero dejando de lado totalmente la importancia de la libertad.
¿Por qué el comunismo es una pseudociencia y no sólo una ideología?
El primer, y aún comúnmente empleado, nombre del comunismo fue el de ‘socialismo científico’. Lo es porque lo que lo diferencia de formas más moderadas de socialismo es que ellos consideran que sus posiciones no son meramente una ideología política como cualquier otra; el comunismo es una ciencia. Para hacer esta afirmación se basan en las leyes históricas que, se supone, fundamentan su profecía acerca del advenimiento del paraíso comunista, y que justificarían sus acciones políticas. Ahora se nos abren dos opciones: o es una ciencia y todos deberíamos hacernos comunistas por una acción rutinaria de sentido común basado en la evidencia, o no lo es, en cuyo caso constituiría un ejemplo de manual de pseudociencia. Porque en ciencias sociales también hay pseudociencia, no sólo en la biología o la psicología. Argumentaré que este último caso es el que tiene lugar.
1) Selecciona los datos relevantes para la teoría, desechando el resto: En ciencia es bastante habitual, especialmente con los modelos experimentales, centrar la atención a determinados eventos por encima de otros, que son echados a un lado al ser considerados epifenómenos o de baja importancia. Pero hay un límite para ello. No se puede considerar la historia humana seleccionando únicamente las cosas que encajan con la ideología que tenemos; considerando como históricos 5 o 6 sucesos, 3 o 4 actores y dejando todo lo demás de lado. Es un absoluto sinsentido científico. Es como si quiero desarrollar una teoría física dejando de la lado dimensiones, o una biológica en la que decido que todo lo relativo a las plantas me sobra, o una psicológica en la que todo lo que sean sentimiento de aversión van a dejar de ser psicología.
Por si fuera poco, su uso del término ‘ley’ no tiene tampoco el más mínimo sentido racional. Ese término se emplea únicamente en teorías científicas extremadamente básicas de la física. El resto de ciencias no emplea leyes, y mucho menos la historia. ¿De dónde se sacan esas leyes históricas que justifican sus delirios? De la manga, básicamente. Marx hace una interpretación sesgada de los hechos históricos y la eleva al rango de ley, haciendo gala del mayor de los dogmatismos. Y, encima, considera que de estas leyes puede hacerse una predicción profética en un contexto en el cual la experimentación es imposible. Es decir: absoluto wishful thinking impostado como ciencia.
2) Incurre en un radical sesgo de confirmación: Ya he dicho que es extremadamente sesgado en la construcción de la teoría, pero es que también lo es cuando apela a eventos que supuestamente la confirman. Las teorías científicas se han de ir modificando de acuerdo a cómo se comporten, cambiando aspectos para que case con la evidencia que va desprendiéndose de ponerla en práctica. El comunismo no hace caso a los fracasos de su teoría, adhiriéndose a ella en la forma más ideológica posible, sino abiertamente sectaria. El paraíso comunista nunca ha estado ni cerca de darse en ninguna de las decenas de experimentos en los cuales se han establecido regímenes comunistas, que han sido auténticos desastres en su totalidad. Las predicciones comunistas no se cumplen, y como teoría explicativa no es capaz de recoger una gran cantidad de hechos. Pero ellos obvian todo esto, apelando a hipótesis ad-hoc, al victimismo, a la negación de la evidencia y a toda clase de subterfugios típicos de la pseudociencia. Lo cierto es que el comunismo, su teoría subyacente y los supuestos beneficios de sus propuestas políticas, ha sido ya refutado.
3) No tiene características sociológicas científicas: Sus comunidades no están abiertas a la crítica, están extremadamente jerarquizadas bajo comportamientos de sumisión a la autoridad, y ni se pliegan a la evidencia ni son claros en sus términos. Uno de los tics más sorprendentes de estas comunidades es el empleo generalizado de términos extremadamente ambiguos, como ‘dialéctica’ o ‘pueblo’. La ciencia ha de estar siempre abierta a la crítica, las comunidades son epistemológicamente horizontales y los términos están siempre bien elucidados.
4) Es incompatible con el conocimiento científico vigente: La relación entre ciencia y comunismo siempre ha sido de abierto enfrentamiento. En general, los regímenes comunistas son muy desconfiados con la ciencia, distorsionando continuamente los hechos para poderlos amoldar a los preceptos del partido. Los científicos y los hechos han de ser también camaradas —curiosamente, con la única salvedad de la industria armamentística, que siempre es bastante floreciente en estas sociedades.
La ideas que he señalado al final de primer apartado deberían haber puesto en guardia a todo pensador crítico. Hay una predisposición evolutiva muy bien estudiada a considerar en mayor estima a los miembros de nuestra familia que a los individuos alejados de nosotros. Las mujeres no son iguales, biológicamente hablando, a los hombres —lo que no quiere decir que sean inferiores, sino diferentes. Las culturas nacionales están muy arraigadas en el ser humano; un animal que habita el econicho cultural y cuyas culturas sufren evoluciones propias que el comunismo detesta. Parece ser, además, que hay una cierta predisposición biológica al pensamiento religioso, y que además —aunque esto ya no es ciencia— hay bastante consenso en considerar a la filosofía como un arma de pensamiento crítico y autónomo. Evidentemente, todo esto los comunistas lo niegan.
Esta situación ha sido extremadamente común a lo largo de toda su historia. Ya Marx realizó una interpretación sesgada y teleológica, digna de cualquier magufo aleatorio, de la obra de Darwin. El lysenkoísmo es uno de los ejemplos más claros de ciencia comunista, con cerca de 50 millones de muertos por anteponer la ideología a los hechos. La medicina tradicional china en el régimen maoísta. La polémica de la sociobiología en los 70′, en la que el campo de batalla era la naturaleza humana —es realmente sorprendente encontrarse a finales del siglo XX con libros de genética que tienen llamamientos al socialismo, como en el caso de Lewontin.
Hoy sabemos, en cambio, que las políticas comunistas generan nivelesslpropaganda5if2 realmente increíbles de inflación, una gran bajada en la capacidad productiva de los países, y que sus políticas pedagógicas con los disidentes son siempre un auténtico fiasco que suele acabar en genocidios. Todo ello acaba haciendo que los estados comunistas deriven lentamente hacia férreas dictaduras llenas de corrupción, control estatal de todos los aspectos de la vida, y estados paranoicos, enfermos de ideología, incapaces de convivir con otros en paz y diálogo.
La pseudociencia más peligrosa
Solemos apelar a los peligros de la pseudociencia. Gente que muere por evasión de tratamiento, o que queda mal parada después de someterse a un pseudoterapeuta. Pero el comunismo es, de lejos, la pseudociencia que más gente ha matado de forma directa. La lista de atrocidades cometidas en su nombre es realmente incontable. Los muertos por el régimen stalinista, se calcula, no bajan de unos 20 millones —aunque estimaciones más duras los llevan hasta los 60. Mao se llevó por delante, con seguridad, unos 65 millones de chinos. Los datos totales seguramente llegan a superar los 100 millones de muertos directos, sumando Camboya, Vietnam, Afganistán, etc. Los números son terribles, y resulta muy sorprendente que hoy en día haya gente que pueda adscribirse a estas ideas con tantos millones de muertos en su haber, y que encima sea algo normalizado. Más allá de lo cool o contracultural que en algunos contextos pueda considerarse ser comunista, lo cierto es que han superado en genocidios largamente a todo el resto de ideologías.
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Cambodia Cambodian Atricities Prison Museum 1983
Muertos a manos de los Jemeres Rojos, en Choeung Ek
Pero, ¿por qué es tan peligroso? Para explicar la razón última del enorme peligro que encierra como práctica política no hace falta irse a la obra de autores vinculados a otras ideologías; los críticos que mejor han sabido leer las causas de los desmadres comunistas han sido algunos teóricos vinculados a él. Además del convencimiento acrítico que tiene como ideología totalitaria, lo más peligroso reside en su noción de sacrificio. En la idea de que el paraíso comunista va a llegar, que es inevitable, que estamos arrastrados hacia él, y que todo sacrificio está justificado para alcanzarlo más rápidamente. Científicamente justificado, de hecho. Marx lo expresa claramente cuando indica que todo sufrimiento bajo el comunismo es como los “dolores de un parto”. Se trata de una teoría utópica con fuertes trazas sectarias, que justifica moralmente atrocidades con bastante éxito. ¿En qué se diferencian, al fin y al cabo, de aquellos que optan por suicidarse o por matar a sus allegados porque llegará el apocalipsis, o porque los extraterrestres los vendrán a buscar?
El análisis del concepto comunista de sacrificio fue muy bien llevado a cabo por la Escuela de Frankfurt. Este grupo de intelectuales fue reclutado en los años 30 por el Instituto de Investigación Social de Alemania. Fue comandado por Max Horkheimer y en él figuraron autores como Adorno o Habermas. Durante su producción intelectual se centraron en analizar en filosófico detalle las catástrofes del comunismo. Cabe decir que la gran mayoría de los integrantes de esta escuela se consideraban a sí mismos marxistas o socialistas de algún tipo. Y que, aunque personalmente rechazo una buena cantidad de su producción intelectual, su análisis al concepto de sacrificio no puede ser más brillante. En efecto, lo rastrean desde otros ámbitos de nuestra cultura hasta la obra de Marx, y de ahí a los desarrollos del comunismo. Todos los genocidios, los campos de concentración, los exiliados, todo el sufrimiento, todo era, al fin y al cabo, un gran ritual sacrifical al dios Historia, para que este retribuya al ser humano con el cielo en la tierra.
Una de las expresiones más inspiradas de esta idea la encontramos en el análisis que realizó Walter Benjamin alrededor de su Ángel de la Historia. Un ángel que relaciona con su interpretación del Angelus Novus de Paul Klee —que encabeza este texto— y que dice así:
“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”
Por Angelo Fasce
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