En estos días, cuando se están cumpliendo 200 años de aquel 25 de mayo de 1810, nos encontramos ante un agravio inaceptable por parte de todos aquellos que venimos luchando por la vigencia de los derechos humanos y la lucha contra la impunidad en la Argentina.
Se dio una circunstancia por demás provocativa entre la secuencia de festejos y celebraciones que lleva adelante el Gobierno Nacional con motivo del así llamado bicentenario.
Escondido, agazapado, disimulado, camuflado de traje de gala y de época, desfiló entre nosotros el desorbitante número de 5000 efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad.
¿Por qué?
"PORQUE EL EJERCITO Y LAS FUERZAS ARMADAS Y DE SEGURIDAD NACIERON CON LA PATRIA", solían declamar Videla, Massera, Agosti y sus secuaces cuando los "festejos" del 25 de mayo lo fueron durante sus años de opresión y genocidio.
"ESTAS FUERZAS ARMADAS Y DE SEGURIDAD, DESCENDIENTES DE AQUELLAS GESTAS EMANCIPADORAS Y LIBERTADORAS, ETC, ETC ………." decían los asesinos, tratando de hacernos creer que San Martin, Guemes, Belgrano y hasta el sargento Cabral son lo mismo que Camps, Harguindegui, Astiz y el Turco Julian.
Gracias al incansable esfuerzo y lucha del pueblo argentino y sus organizaciones populares, esa maniobra fracasó rotundamente.
Porque el tema es que si bien, la última dictadura militar fue particularmente feroz, no menos lo fue aquel ejército que masacró y esclavizó a los pobladores originarios de estas tierras, dando origen al primer genocidio cometido en la Argentina.
Con la misma ferocidad el ejército y la policía exterminaron uno por uno a los gauchos díscolos, "vagos y malentretenidos" que no tenían ya lugar en las filas de aquella milicia que los reclutó a la fuerza, los uso como mano de obra barata, y que a la hora del reparto de las tierras usurpadas prefirió a los Martínez de Hoz, a los Menéndez Behety, a los Alzaga Unzué y toda esa lacra latifundista y feudal que nos asola hasta nuestros días.
Sin pasar por alto, esta vez ya con la complicidad de las "hermanas" fuerzas armadas brasileras y uruguayas que supieron matar a nueve de cada diez hombres paraguayos, en aquello que se conoció como la "guerra" del Paraguay que no fue más que una simple cacería de rebeldes a los designios del gobierno imperial de turno.
Este no es el ejército de San Martín y Belgrano, es el ejército de los Bartolomé Mitre y los Roca.
Es el ejército, que en las semanas trágicas de la crisis mundial, allá por el ´19, salió a ametrallar obreros y trabajadores por las calles de Buenos Aires y el resto del país.
O ese otro que en el `22 supo fusilar a mansalva en la Patagonia al que no fuese sumiso al mandato "natural" del patrón.
O el que desde la impunidad de los bombarderos a reacción soltó en Plaza de Mayo sus bombas asesinas sobre hombres, mujeres y niños indefensos provocando el horror de nuestro propio Guernica.
Y al que escapó de ese horror, le deparó luego la muerte por fusilamiento en José León Suárez o en Trelew, o en un chupadero, o al pie del Obelisco, o en el Puente Pueyrredón.
Mientras el locutor oficial aseguraba "representan lo mejor de nuestra sociedad", éstas, "nuestras" fuerzas armadas y de seguridad, auténticas descendientes de aquellas, desfilaron orgullosas, picana en ristre, capucha al aire, firme la jeringa, de la mano de los bebés robados, pisoteando a paso de ganso la sangre derramada, las lágrimas vertidas y el dolor acumulado en éstos, nuestros primeros 200 años de vida y muerte.
Se dio una circunstancia por demás provocativa entre la secuencia de festejos y celebraciones que lleva adelante el Gobierno Nacional con motivo del así llamado bicentenario.
Escondido, agazapado, disimulado, camuflado de traje de gala y de época, desfiló entre nosotros el desorbitante número de 5000 efectivos de las fuerzas armadas y de seguridad.
¿Por qué?
"PORQUE EL EJERCITO Y LAS FUERZAS ARMADAS Y DE SEGURIDAD NACIERON CON LA PATRIA", solían declamar Videla, Massera, Agosti y sus secuaces cuando los "festejos" del 25 de mayo lo fueron durante sus años de opresión y genocidio.
"ESTAS FUERZAS ARMADAS Y DE SEGURIDAD, DESCENDIENTES DE AQUELLAS GESTAS EMANCIPADORAS Y LIBERTADORAS, ETC, ETC ………." decían los asesinos, tratando de hacernos creer que San Martin, Guemes, Belgrano y hasta el sargento Cabral son lo mismo que Camps, Harguindegui, Astiz y el Turco Julian.
Gracias al incansable esfuerzo y lucha del pueblo argentino y sus organizaciones populares, esa maniobra fracasó rotundamente.
Porque el tema es que si bien, la última dictadura militar fue particularmente feroz, no menos lo fue aquel ejército que masacró y esclavizó a los pobladores originarios de estas tierras, dando origen al primer genocidio cometido en la Argentina.
Con la misma ferocidad el ejército y la policía exterminaron uno por uno a los gauchos díscolos, "vagos y malentretenidos" que no tenían ya lugar en las filas de aquella milicia que los reclutó a la fuerza, los uso como mano de obra barata, y que a la hora del reparto de las tierras usurpadas prefirió a los Martínez de Hoz, a los Menéndez Behety, a los Alzaga Unzué y toda esa lacra latifundista y feudal que nos asola hasta nuestros días.
Sin pasar por alto, esta vez ya con la complicidad de las "hermanas" fuerzas armadas brasileras y uruguayas que supieron matar a nueve de cada diez hombres paraguayos, en aquello que se conoció como la "guerra" del Paraguay que no fue más que una simple cacería de rebeldes a los designios del gobierno imperial de turno.
Este no es el ejército de San Martín y Belgrano, es el ejército de los Bartolomé Mitre y los Roca.
Es el ejército, que en las semanas trágicas de la crisis mundial, allá por el ´19, salió a ametrallar obreros y trabajadores por las calles de Buenos Aires y el resto del país.
O ese otro que en el `22 supo fusilar a mansalva en la Patagonia al que no fuese sumiso al mandato "natural" del patrón.
O el que desde la impunidad de los bombarderos a reacción soltó en Plaza de Mayo sus bombas asesinas sobre hombres, mujeres y niños indefensos provocando el horror de nuestro propio Guernica.
Y al que escapó de ese horror, le deparó luego la muerte por fusilamiento en José León Suárez o en Trelew, o en un chupadero, o al pie del Obelisco, o en el Puente Pueyrredón.
Mientras el locutor oficial aseguraba "representan lo mejor de nuestra sociedad", éstas, "nuestras" fuerzas armadas y de seguridad, auténticas descendientes de aquellas, desfilaron orgullosas, picana en ristre, capucha al aire, firme la jeringa, de la mano de los bebés robados, pisoteando a paso de ganso la sangre derramada, las lágrimas vertidas y el dolor acumulado en éstos, nuestros primeros 200 años de vida y muerte.