Una vez más, en la portada de los diarios aparece el miedo a nuevas crisis económicas mundiales. "Mercado bursátil: los bancos europeos muestran su peor desempeño desde 2011", "El motor descompuesto del comercio global", "Los bancos centrales poco preparados en caso de un nuevo choque", "¿Estará la caída del mercado bursátil y la crisis económica en el menú de 2019? ", etc.
Claramente, las condiciones de vida y de trabajo de millones de personas en todo el mundo van a empeorar. Oleadas de despidos, reducción del número de funcionarios, disminución de ayudas sociales, del subsidio por desempleo, deterioro de la atención médica, empobrecimiento de los jubilados, explosión de precariedad, flexibilidad y ritmos de trabajo más fuertes... este es el programa de la clase dominante para los años por venir. En definitiva, un escenario similar al de la década pasada, o peor.
La única pregunta real es: ¿qué nuevas mentiras van a inventar la burguesía y los medios de comunicación para ocultar la realidad de la bancarrota de su sistema?
En 2008, señalaron la irresponsabilidad de los bancos y la codicia de los especuladores donde los más enriquecidos sirvieron como chivos expiatorios (algunos incluso fueron encarcelados).
En 2008, utilizaron y abusaron de las alegorías para presentar la crisis económica como un cataclismo natural, fuera del control de la actividad humana: tormenta financiera, tsunami bancario ... induciendo la idea de impotencia ante la fatalidad.
En 2008, echaron pestes contra la globalización desregulada y los paraísos fiscales. Juraron con la mano en el corazón que los Estados iban a tomar en serio el control de esta "economía de casino".
En 2008, afirmaron que "vivimos más allá de nuestras posibilidades", que durante 60 años "hemos" incrementado de manera egoísta la deuda de los Estados, hipotecando así las vidas de nuestros hijos y las nuevas generaciones. Han culpado descaradamente a los empleados, a los jubilados, a los desempleados que, sin embargo, han visto, década tras década, que sus condiciones de vida se deterioran.
En 2008, prometieron que al apretar sus cinturones hoy y aceptando los "sacrificios necesarios" el futuro sería mejor. Justificaron de esta forma todos los peores ataques.
¡Mentiras y más mentiras!
El capitalismo se basa en una relación social de producción. Las leyes económicas no caen del cielo. Las inversiones, los flujos de capital, las compras y ventas en el mercado de valores, las normas de competencia, toda la vida económica es una actividad humana.
El capitalismo es un sistema basado en la explotación de la fuerza de trabajo de los proletarios. Es la burguesía quien dicta sus leyes y sus reglas, a través de sus Estados, para su beneficio, con el único propósito de acumular capital. Es el proletariado, como clase, el que trabaja para producir riqueza y sobre el cual la clase capitalista extrae la plusvalía, es decir, un plus -trabajo robado legalmente por la burguesía.
El capitalismo es un sistema decadente. La Primera Guerra Mundial en 1914 marcó el final de su prosperidad histórica. De hecho, este sistema debe expandirse constantemente para vender cada vez más productos y evitar la sobreproducción en el mercado mundial. Pero el planeta tiene límites objetivos. En dos siglos, los siglos XVIII y XIX, el capitalismo conquistó, por colonización, todos los continentes. A principios del siglo XX, las principales potencias del capitalismo, en el corazón de la vieja Europa, terminaron de dividirse el mundo. No había ningún lugar nuevo en el mundo para conquistar. El planeta se convirtió inmediatamente en un campo de batalla entre las principales potencias para competir por las cuotas de mercado. Alemania – debido a que carecía de colonias – tuvo que embarcarse primero en la ofensiva de guerra, precisamente para apropiarse de los mercados de otros por la fuerza de las armas. Para Alemania, como para las otras potencias imperialistas, se trataba de "exportar o perecer" (según el grito de guerra de Hitler). Las dos guerras mundiales que ha vivido la humanidad fueron consecuencia de la exacerbación de estas tensiones comerciales e imperialistas.
Desde entonces, con la profundización de la crisis histórica del capitalismo, la guerra destruye el planeta a diario. Todos los Estados han concentrado en sus manos el conjunto de la vida social y económica con el fin de librarse de la competencia económica y militar más aterradora del mundo. Esto, en nombre de la "competitividad" de las mercancías. Uno de los medios utilizados es la deuda. Para respaldar sus economías nacionales, todos los Estados inyectan cada vez más cantidades astronómicas de dinero con préstamos, tasas de interés bajas, desregulación y otros montajes financieros.
Por eso, desde 2008, la deuda global ha crecido desmesuradamente. Según el FMI, a fines de 2007, ¡era de $ 184 billones!, ¡el 225% del PIB mundial! Sin tomar en cuenta todas las deudas relacionadas con activos podridos –el shadow banking– y a toda la economía subterránea que, a pesar del discurso de reforzamiento de los controles, no para de desarrollarse.
De hecho, la expansión de estas "finanzas en la sombra" es particularmente reveladora del impasse en el que el capitalismo cae inexorablemente. Todos los sucesivos G7, G8, G20 se han declarado en guerra contra estas prácticas dudosas. La falta de control estatal sobre esta parte de la economía mundial preocupa a toda la burguesía. Pero al mismo tiempo, es el producto inevitable de la política y la competencia entre los Estados: descargan dinero con tasas de crédito ultra bajas para sostener artificialmente a sus economías nacionales. Además, la economía real está saturada de mercancías no vendibles, la sobreproducción está en todas partes. Los inversores utilizan todos los medios para hacer crecer su capital, incluidos los métodos más especulativos: mercados bursátiles oficiales y los paraísos fiscales. Los propios Estados, atrapados en una implacable guerra comercial, están en el centro de estas prácticas. Las empresas nacionales más grandes se expanden con su bendición. Los Estados ignoran en gran medida el lavado de dinero proveniente de los mercados negros (prostitución, drogas, pero también, por ejemplo, en Francia, el trabajo no declarado que es el pilar de la competitividad en el sector textil) cuando no hay inversión directa.
La burguesía no tiene solución a la crisis insoluble de su sistema. Su mercado de deuda artificial no resuelve nada. Por el contrario, este prepara al capitalismo a explosiones cada vez más violentas.
Hoy en día, el crecimiento de la economía mundial real y el comercio mundial se están desacelerando. La situación en China es particularmente preocupante: el consumo y la producción industrial están a media asta, el país está experimentando la mayor burbuja inmobiliaria en su historia, las disputas comerciales con los Estados Unidos se exacerban.
La economía mundial está plagada de este tipo de campos minados, como, por ejemplo, los préstamos otorgados a estudiantes en los Estados Unidos para que estos futuros trabajadores precarios sean incapaces de pagar de vuelta, la deuda privada estadounidense (empresas y hogares) faraónica (150 % del PIB), la amenaza de un retorno de la inflación y, por lo tanto, el riesgo de ajuste monetario de los bancos centrales o las consecuencias del Brexit, o las políticas cada vez más proteccionistas de Trump, etc.
Por lo tanto, el capitalismo continuará hundiéndose inexorablemente en su crisis histórica, con agitaciones cada vez más violentas y devastadoras para la humanidad. La burguesía continuará mintiendo para ocultar que es su sistema en su conjunto el que está en bancarrota y no solo esta o aquella rama más podrida que las otras.
El futuro económico y social prometido por la burguesía es, por lo tanto, sombrío. Sin embargo, no tenemos que ver en la miseria solo miseria. El capitalismo es un sistema obsoleto, dividido en clases y naciones. Pero también ha engendrado dentro de ella una clase explotada mundial y un mercado global. Hoy en día, los proletarios, gracias al trabajo asociado, cooperan a escala mundial para producir las mercancías más pequeñas, incluso un simple lapicero. Forman una clase portadora de solidaridad y unidad internacional contra una clase burguesa que los explota en todos los países del mundo. La clase explotada lleva consigo la capacidad de organizarse mundialmente para derrotar al capitalismo y romper las cadenas de su explotación y los muros y alambres en las fronteras que dividen a toda la humanidad en naciones.
Eventualmente, el empeoramiento de la crisis económica y la miseria solo pueden empujar a millones de proletarios a luchar para defender sus condiciones de existencia. Solo cuando la clase explotada se moviliza masivamente en su propio terreno, contra el ataque del Capital, los proletarios pueden tomar conciencia de su identidad de clase y ser la única fuerza social capaz de poner fin a este sistema de explotación basado en la producción de mercancías y ganancia.
Pawel, 5 de enero de 2019.
El shadow-banking o finanzas en la sombra es “la migración de actividades a sectores no regulados” (Jean Tirole)
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