En las discusiones que hubo en el blog sobre la situación venezolana, defensores del gobierno de Maduro afirmaron repetidas veces que, a diferencia de lo que ocurre con las democracias capitalistas, en Venezuela el pueblo tiene la posibilidad de decidir por sí mismo su destino, ya que en ese país rige una verdadera democracia.
Pues bien, como se sabe, el sábado 23 de febrero el régimen de Maduro bloqueó la entrada alimentos y medicinas, y reprimió a quienes procuraban abrir paso a los envíos, con un nuevo saldo de muertos y decenas de heridos. De manera que la prohibición de Maduro a la entrada de la ayuda humanitaria, con la represión y los muertos incluidos, sería expresión de la decisión de los trabajadores, razonada y deliberada libre y democráticamente. ¿O no? Es que los datos son difíciles de encajar en este relato apologético. Veamos algunos elementos.
Primero, ¿en qué lugar las masas trabajadoras deliberaron democráticamente -esto es, con plena disponibilidad de datos y libre circulación de ideas- para tomar la decisión de bloquear la entrada de ayuda? La respuesta: en ningún lado. Esa deliberación no existió. Es que en Venezuela no existe organismo alguno de los trabajadores que pueda haber tomado esa decisión. Los sindicatos están en su mayoría silenciados; y el gremio de las enfermeras, y asociaciones de médicos, se pronunciaron a favor de la entrada de medicinas y víveres. Pero en ningún lado las masas trabajadoras pudieron debatir esas propuestas y decidir. Ni bajo el régimen de Maduro, ni bajo la conducción de la oposición burguesa. Todo esto sin contar el entorno de grupos de tareas entrando en los barrios populares y amedrentando opositores; la censura de prensa y de internet; los partidos proscriptos y los presos políticos.
Segundo, si la decisión de rechazar los alimentos y medicinas fue tomada mayoritariamente, ¿cómo se explica la cantidad de gente que se movilizó (asumiendo el riesgo de la represión) para permitir la entrada de los suministros?
Tercero, una encuesta dice que el 85% de los venezolanos está a favor de que se reciba la ayuda. Si la encuesta se extendiera a los que han emigrado, ese porcentaje seguramente crecería. De manera que es imposible afirmar con alguna seriedad que haya existido una clara mayoría de la población a favor del bloqueo instrumentado por el gobierno, las fuerzas armadas y los grupos parapoliciales.
Por supuesto, en este punto el defensor del madurismo esgrime su argumento fundamental: los alimentos y las medicinas enviadas por EEUU y los demás países capitalistas son el caballo de Troya del plan colonial. En otra nota ya expliqué por qué considero que es imposible que EEUU transforme a Venezuela en una colonia. Pero además, es claro que aceptar ayuda humanitaria no tiene por qué ser sinónimo de sometimiento colonial. Sobre esta cuestión, y ad notam de los “nac & pop”, ¿acaso los bolcheviques no lanzaron (vía Máximo Gorki) un pedido de ayuda mundial, a comienzos de 1920, para impedir la muerte por hambre de millones de personas en Crimea, Ucrania, Armenia y el valle del Volga? Pues sí lo hicieron, y el Congreso de EEUU aprobó un presupuesto de 20 millones de dólares para ayuda alimentaria a la Rusia soviética. A resultas de esto, la American Relief Administration, el organismo encargado de organizar la asistencia, llegó a emplear unos 300 estadounidenses y más de 120.000 rusos, que alimentaban diariamente a más de 10 millones de personas, que de otra manera hubieran muerto de hambre. Y nadie negó que se trataba de una ayuda humanitaria.
Sin embargo, mi argumento no gira en torno a si es posible, o no, organizar una ayuda humanitaria sin que Venezuela se convierta en colonia. La cuestión central se ubica a otro nivel, y la planteo en forma de pregunta: ¿con qué derecho una vanguardia iluminada se arroga el derecho a decidir por la mayoría del pueblo trabajador? Más precisamente, ¿con qué derecho una casta de burócratas, militares y boliburgueses, que nada en la abundancia, decide en lugar de las masas? ¿Con qué autoridad política (y moral) un militar, por caso, que tiene a su familia gozando de un espléndido pasar en el exterior, impide que un trabajador venezolano acceda a medicinas o alimentos indispensables para él y su familia? “Pero los intereses de la lucha antiimperialista están por encima de todo”, rezongará el intelectual progreizquierdista -por supuesto, bien alimentado y a prudente distancia de donde se desarrolla la tragedia. Y ese “por encima de todo” es la fórmula mágica con la cual desecha, con plena tranquilidad de conciencia, cualquier idea auto organización de los trabajadores, y entroniza a una burocracia de sátrapas y explotadores.
Este es el punto nodal de mis diferencias con la izquierda que está apoyando a Maduro y su régimen, o que guarda silencio ante sus crímenes. Asumiéndose como la “vanguardia esclarecida”, se arroga la facultad de decidir en lugar de las masas trabajadoras, y si es necesario, en contra de ellas.
Para explicarlo incluso con un argumento más sencillo, ¿a qué dirigente sindical honesto se le puede ocurrir mantener una huelga contra la voluntad de los trabajadores a los que representa? Cualquier activista con un mínimo de criterio sabe que eso es imposible. Es la masa la que debe decidir hasta qué punto quiere llevar un determinado combate. Pero si esto es así con respecto a una lucha sindical, ¿cómo no va a tener importancia multiplicada si se trata de la construcción del socialismo, o del destino de una sociedad? Por eso, y en el mismo sentido, en una nota anterior (aquí), escribí:
“… no hay socialismo posible (cualquiera sea la forma de este “socialismo”) si se lo quiere imponer desde arriba y contra la voluntad de las masas. El socialismo debe ser construcción voluntaria y consciente de la mayoría. Tal vez nadie haya expresado mejor este programa que Rosa Luxemburgo en el siguiente pasaje:
“La revolución socialista es la primera que no podrá triunfar si no es salvaguardando el interés de la gran mayoría de los trabajadores.
La masa del proletariado está llamada a fijar conscientemente tanto el objetivo como la orientación de la revolución, y además, paso a paso y por su propia actividad, debe hacer entrar el socialismo en la vida cotidiana.
La esencia de la sociedad socialista reside en que la masa laboriosa deja de ser una masa a la que haya que gobernar para que empiece ella misma a protagonizar la vida política y económica en su totalidad, orientándola en virtud de una determinación consciente y libre” (¿Qué quiere la Liga Espartaquista?).
Remarco: que la masa laboriosa deje de ser una masa a la que haya que gobernar para que empiece ella misma a protagonizar la vida política y económica en su totalidad. ¿Qué tiene que ver esto con la “democracia a lo Maduro”?
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