El Partido Comunista de España nació en 1921 de la fusión de dos grupos que se escindieron del PSOE, precisamente, por discrepar de la valoración que hacían los socialistas de la Revolución Rusa de octubre de 1917. Si en sus primeros años, la Revolución soviética fue el banderín de enganche del PCE, durante la Guerra Civil fue el ejemplo a imitar y la fuente de esperanza que los comunistas ofrecieron al pueblo español. En la posguerra, la Unión Soviética de Iosif Stalin fue el refugio de los cuadros comunistas y el protector de los militantes del PCE dentro y fuera de España. Pero a partir de 1968 el partido comunista se fue distanciando progresivamente del régimen soviético, sufriendo las escisiones del PCE (VIII y IX congresos) dirigido por Eduardo García y Agustín Gómez y del PCOE, encabezado por Enrique Lister. Aquí ofrecemos el Manifiesto que el PCE hizo público en octubre de 1967, pocos meses antes de que la invasión de Checoslovaquia enfriase su entusiasmo por la Rusia soviética.
En el cincuenta aniversario de la Gran Revolución de Octubre
Declaración del Comité Central del P.C. de España
El próximo 7 de noviembre se cumplirá medio siglo desde que las salvas del crucero "Aurora" anunciaron el fin del poder de los capitalistas en la vieja Rusia. Gracias al Partido de los Bolcheviques, dirigido por Lenin, triunfó la Revolución Socialista. Una nueva civilización nacía en la sexta parte de la Tierra.
El triunfo de la Revolución Socialista en la Rusia atrasada, semifeudal y arruinada de 1917, no era “una revolución más” como las conocidas anteriormente en la historia humana. Durante milenios (con los regímenes esclavista, feudal, capitalista) ha predominado en la tierra la explotación del hombre por el hombre; la miseria, la opresión, la ignorancia, han sido la ley de la vida para los trabajadores, para la inmensa mayoría de los seres humanos.
La Revolución Socialista representa un salto cualitativo que conduce a una civilización enteramente nueva, de auténtica libertad, sin clases antagónicas, sin explotación del hombre por el hombre, sin las secuelas materiales y morales que ella acarrea. Tal es el camino inexplorado -y por ello repleto de dificultades- que la Unión Soviética comenzó a recorrer hace cincuenta años.
Encarnación de los más altos ideales de liberación humana, la Unión Soviética ha sido, desde su nacimiento, estimulo constante y poderoso para todas las clases explotadas y todos los pueblos subyugados.
Educados por Lenin en el espíritu del internacionalismo proletario, los pueblos de la URSS (que durante 30 años fue el único país socialista en la tierra) han ayudado siempre, con generosidad y entusiasmo, y han estimulado con su ejemplo, a las luchas emancipadoras de las fuerzas democráticas y revolucionarias.
Cuando el hitlerismo amenazó con sumergir a la humanidad en la barbarie, la Unión Soviética, a costa de inmensos sacrificios -más de 20 millones de soviéticos perecieron en la guerra-, fue el factor decisivo de la victoria de la democracia en la segunda guerra mundial.
Este hecho potenció extraordinariamente la influencia de las ideas del socialismo.
La derrota del hitlerismo y de sus lacayos hizo posible el triunfo de la Revolución Socialista en numerosos países de Europa y Asia. El socialismo se ha convertido en un sistema mundial y su peso se hace sentir cada vez con más fuerza en la arena internacional. En 1959, el pueblo cubano hizo la revolución y creó el primer Estado socialista de América.
Los avances del socialismo han dado extraordinario impulso al movimiento de liberación de las colonias. El sistema colonial del imperialismo se ha desfondado. En condiciones complejas, con avances y retrocesos, se han construido numerosos Estados nuevos, algunos de los cuales progresan por una vía no capitalista. La ayuda de la URSS y de otros países socialistas les permite hacer frente a las maniobras y presiones del neocolonialismo.
Los éxitos de la URSS y de los otros países socialistas son uno de los factores determinantes de la impresionante revolución científico-técnica que estamos viviendo y que incrementa, a un ritmo vertiginoso, el dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza.
La existencia de la Unión Soviética, sus realizaciones socialistas, tienen repercusiones considerables en los países que siguen sometidos a la explotación capitalista, dando pujanza y perspectiva a las luchas de los trabajadores, ayudando a éstos a arrancar concesiones a sus opresores.
Recordemos lo que era el mundo hace cincuenta años. ¡Con qué fuerza sobresale la trascendencia histórica de la Revolución de Octubre de 1917! Con ello se inicia el cambio más radical en la historia de la humanidad: su ascenso a una formación social superior, su tránsito al socialismo.
Los trabajadores españoles al lado del proletariado ruso
Cuando a España llegó la noticia de que en Rusia consejos de obreros, soldados y campesinos habían tomado el Poder y proclamado el socialismo, se levantó una oleada de entusiasmo y solidaridad. Entre las masas obreras que, a pesar de su combatividad y heroísmo, acababan de sufrir una grave derrota en la huelga general de agosto de 1917, rebrotó el ánimo y la esperanza: el proletariado español sentía que la revolución rusa era algo suyo, entrañable, que le indicaba un camino nuevo para la lucha contra sus opresores; que daba a las ideas marxistas, falseadas por los líderes socialdemócratas, nueva savia creadora y revolucionaria.
La simpatía por la revolución rusa alcanzó extraordinaria amplitud.
Y cuando Alfonso XIII intentó incluir a España en la intervención militar de 14 potencias imperialistas para aplastar al Poder soviético, las masas populares se lanzaron a la calle en poderosas manifestaciones, expresando su solidaridad con Rusia. El Gobierno monárquico tuvo que dar marcha atrás y renunciar a sus propósitos.
Pero el acoso al que se vio sometida la Unión Soviética, no fue sólo militar. Lo mismo que en otros países, las clases dominantes españolas se volcaron en una campaña de calumnias y falsificaciones monstruosas contra el Poder soviético, lamentablemente coreada por algunos dirigentes del movimiento obrero.
Las masas proletarias españolas vieron en el camino de los bolcheviques, en la política leninista, el auténtico marxismo del siglo XX, las soluciones que ellas necesitaban para su propia lucha. La influencia de la Revolución de Octubre fue decisiva para la fundación del Partido Comunista de España en abril de 1920: partido surgido del árbol añoso del socialismo español, y a la vez partido de nuevo tipo decidido a superar los errores de la socialdemocracia y del anarquismo y a aplicar la política revolucionaria propia de la época contemporánea; en suma, a ser un partido marxista-leninista.
¿Quién tenía razón?
Al rememorar lo que ha sido la Revolución Socialista de 1917 surge inevitable la pregunta: ¿Quién ha tenido razón? ¿Aquella atronadora propaganda burguesa (coreada por algunos, incluso en el campo obrero) que presentaba a los soviets rusos como una excrecencia efímera de la historia, o la firme e inalterable confianza de los comunistas y de amplias masas obreras que vieron en la revolución rusa el inicio de una revolución universal, de la liberación de todos los explotados y oprimidos?
El veredicto de la Historia es inapelable. Bastan pocas palabras para recordarlo: Rusia era un país agrario y atrasado cuando los comunistas tomaron el Poder; la Unión Soviética es hoy la segunda potencia industrial del mundo y la primera en una serie de aspectos claves de la producción y de la técnica moderna. El socialismo ha mostrado que asegura un ritmo de crecimiento económico superior al de los países capitalistas más avanzados.
Ayer sumidos en el analfabetismo, los pueblos de la URSS disponen hoy del sistema de enseñanza más avanzado del mundo, tienen una cultura científica y técnica de vanguardia cuya superioridad se manifiesta en la empresa más audaz de todos los tiempos, la conquista del Cosmos por el hombre.
La Unión Soviética ha eliminado el paro y la explotación; en ella los trabajadores de la ciudad y del campo son dueños del país y de todas sus riquezas. Las barreras de clase han desaparecido y cada ciudadano es lo que es por su capacidad y por su trabajo, y no por la ley del dinero y del privilegio. La mujer, liberada de discriminaciones oprobiosas, ha conquistado su igualdad real con el hombre.
La Unión Soviética dedica sumas ingentes a garantizar la salud y el descanso de los trabajadores, mediante la medicina gratuita y un sistema amplísimo de servicios de sanidad, hospitales, sanatorios y casas de reposo.
La Unión Soviética, que por primera vez en la historia ha resuelto el problema nacional sobre la base de la aplicación efectiva del derecho de autodeterminación de cada nación, es hoy una verdadera unión fraternal de pueblos libres e iguales.
El pueblo soviético ha logrado estas conquistas grandiosas en condiciones extraordinariamente duras: avanzando solo por una ruta inexplorada; cercado, agredido y acosado por los imperialistas; y partiendo, además, de una base económica muy atrasada. Ello ha facilitado que en un periodo se hayan manifestado fenómenos negativos en la dirección del Estado y del Partido. Pero la prueba más evidente de que esos errores eran pasajeros y ajenos a la naturaleza del régimen socialista, es que ha sido el propio Partido Comunista de la URSS quien, en su XX Congreso, con gran valentía autocrítica, los ha denunciado, abriendo con ello una etapa de superación y progreso de la democracia socialista.
Las realizaciones de 50 años de socialismo en la URSS han colmado y superado las esperanzas e ilusiones que su nacimiento despertó entre las masas trabajadoras españolas y son hoy poderoso acicate al florecimiento de las ideas del socialismo en nuestro país.
Fidelidad al internacionalismo proletario
Desde que existe la Unión Soviética, las clases explotadas y los pueblos oprimidos han contado, en la lucha por su liberación, con algo que antes era inimaginable: un país, un Estado que estaba a su lado, que les ayudaba de las más diversas formas, moral y políticamente y, en una serie de ocasiones, con apoyo material y militar.
El Partido Comunista de la Unión Soviética ha sido siempre fiel al marxismo-leninismo, al internacionalismo proletario. Su política internacionalista recorre como un hilo rojo los 50 años de vida de la URSS.
De esa realidad somos testigos de excepción los revolucionarios españoles: cuando en 1936 la República española, agredida por el fascismo interior y extranjero, era abandonada por las potencias llamadas democráticas y por los líderes de la II Internacional el único Estado que nos ayudó con sus armas, con sus aviadores, sus tanquistas, sus oficiales, fue la Unión Soviética.
En unas condiciones diferentes, en un mundo donde el peso del socialismo es mucho mayor, la Unión Soviética sigue aplicando una política internacionalista consecuente de apoyo a los pueblos que luchan por su libertad.
Ayer la URSS ayudó a la liberación de Argelia. Su sostén es decisivo para la defensa de Cuba. En su lucha heroica contra la agresión criminal del imperialismo yanqui, el pueblo del Vietnam cuenta con la ayuda generosa de la Unión Soviética y en todos los terrenos.
Como reiteradamente lo han proclamado los dirigentes vietnamitas, toda la ayuda pedida por ellos les es facilitada por la URSS.
En el Oriente Medio, frente a la agresión de Israel manejado por los imperialistas, la justa causa de los pueblos árabes recibe el pleno apoyo de la URSS y de otros países socialistas.
En la actual coyuntura internacional, la Unión Soviética, con su potencia económica, política y militar, es un factor de primera magnitud para poner coto a los planes y acciones agresivas del imperialismo. La política de la URSS en pro de la paz y de la coexistencia pacífica de países con distinto régimen social, es condición decisiva para impedir una hecatombe nuclear que, lejos de favorecer el progreso revolucionario, causaría la muerte de la mayoría de la humanidad.
Mantener su potencial defensivo al nivel técnico imprescindible representa para los pueblos de la URSS sacrificios considerables. Sacrificios que los ciudadanos soviéticos realizan con plena conciencia, sabiendo que con ello no sólo fortalecen su propia defensa, sino que ayudan a todos los pueblos, contribuyen de un modo esencial al mantenimiento de la paz.
En las condiciones presentes, frente a la agresividad de los imperialistas, la política del grupo de Mao, la división provocada por él en el movimiento comunista internacional y en el frente de las fuerzas antiimperialistas, sus posiciones antisoviéticas sólo benefician al enemigo de clase, al imperialismo; causan graves daños -como lo demuestra una serie de hechos- a los movimientos revolucionarios y progresistas.
El Partido Comunista de la URSS, fiel a su trayectoria leninista, ha luchado y lucha en pro de la unidad del movimiento comunista y obrero internacional.
El Partido Comunista de España reafirma en este cincuenta aniversario su apoyo a la política de la Unión Soviética de lucha por la paz y la coexistencia pacífica, contra la agresión imperialista, y de ayuda a las luchas liberadoras de los pueblos. Proclama asimismo su firme voluntad de luchar sin desmayo por la unidad del movimiento comunista internacional.
Enseñanzas del leninismo
Gracias a las duras batallas y a los incontables sacrificios de los pueblos de la URSS, el marco mundial de nuestra lucha es hoy más favorable; ante nuestro propio combate se abren vías más fáciles y más variadas. Pero ello en nada disminuye nuestra responsabilidad de comunistas españoles. Porque la revolución en España es cosa nuestra, del pueblo español. La revolución ni se exporta ni se copia. Nos corresponde a nosotros, como Partido profundamente nacional y partiendo de las condiciones concretas de nuestro país, elaborar una política independiente, española, capaz de movilizar a las más amplias masas en la lucha por la democracia hoy, por el socialismo, mañana.
Al elaborar nuestra política independiente y precisamente para aprovechar las posibilidades nuevas que para avanzar hacia el socialismo se dan en un mundo tan diferente al de 1917, es condición clave guiarse por las ideas del leninismo. Es en la escuela de Lenin donde aprendemos a huir de los esquematismos dogmáticos y a aplicar los principios del marxismo de forma dinámica y creadora.
Las experiencias del Partido bolchevique, la obra genial de Lenin, encierran enseñanzas de valor universal y que, cuando las recordamos en este cincuentenario, conservan extraordinaria lozanía.
De esas enseñanzas leninistas destaca la idea fundamental de que la revolución no la hacen pequeñas minorías, sino las grandes masas trabajadoras y explotadas. De que, por ello, es misión decisiva del Partido Comunista orientar, unir y organizar a las masas, ayudarles a tomar conciencia de su propia fuerza y de sus objetivos, encabezar sus acciones y sus luchas hasta la conquista del Poder por la clase obrera y sus aliados, hasta el triunfo de la Revolución.
De ahí la importancia -tantas veces subrayada por Lenin en los meses que precedieron a la Revolución de Octubre- de llevar a cabo, de acuerdo con las condiciones existentes, una política de alianzas amplia y audaz que permita ensanchar al máximo el frente de las fuerzas revolucionarias.
De ahí también la necesidad, ineludible para un partido verdaderamente revolucionario, de tener en cuenta cualquier contradicción que se produzca en el campo de las clases dominantes y de aprovechar las convergencias que puedan surgir., aunque sea para una fase corta, pasajera, entre algunos sectores de las clases dominantes y las fuerzas obreras y populares de la sociedad.
El leninismo, con la experiencia viva de la Revolución de Octubre nos enseña que el Partido Comunista debe saber marchar con flexibilidad e inteligencia, tanto por las vías de la revolución armada como por los caminos, cuando son posibles, de un cambio revolucionario no violento. Lenin, hasta días antes de la insurrección de! 7 de noviembre, se esforzaba por aprovechar todas las posibilidades de efectuar una revolución no violenta, aunque entonces esas posibilidades eran mínimas. En las condiciones españolas de la época actual, nosotros consideramos que existen posibilidades mucho mayores de que el proceso revolucionario en nuestro país discurra por un cauce no violento y que evite la guerra civil.
En los aspectos indicados más arriba, como en tantos otros, el Partido Comunista de España se esfuerza por plasmar en su propia política la médula teórica de las experiencias leninistas. Estudiar a Lenin, aprender de Lenin, tal es una de las conclusiones fundamentales que los comunistas españoles hemos de sacar de esta celebración del 50 aniversario de Octubre de 1917.
¡Celebremos el 50 aniversario de la Revolución de Octubre!
Dura ha sido la lucha de las fuerzas obreras y progresistas españolas en los 50 años que nos separan del triunfo de la I Revolución socialista. Salvo cinco o seis años de la II República, las organizaciones revolucionarias han vivido ese medio siglo condenadas a la ilegalidad y a la persecución policíaca; y en los últimos decenios al feroz terror fascista. El antisovietismo ha sido bandera común de todos los regímenes reaccionarios: del último Borbón, Alfonso XIII; de Primo de Rivera; del Bienio Negro 1934-35. Con esa misma bandera implantó Franco a sangre y fuego, ayudado por Hitler y Mussolini, la dictadura que aún nos oprime.
Pero frente a la reacción, los sentimientos de cariño y simpatía hacia la Unión Soviética, surgidos en lo más hondo del alma popular desde que llegaron a España las noticias de la Revolución de Octubre, jamás han podido ser extirpados. Esos sentimientos cobraron extraordinaria fuerza durante la guerra 1936-39.
Recordemos lo que escribía en ese periodo el gran poeta Antonio Machado, en un texto dedicado al vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre:
“Mas la Rusia actual, la Gran República de los Soviets, va ganando, de hora en hora, la simpatía y el amor de los pueblos: Porque ella está consagrada a mejorar las condiciones de la vida humana, al logro efectivo, no a la mera enunciación, de un propósito de justicia... Mi tesis es ésta: la Rusia actual, que a todos nos asombra, es marxista, pero es mucho más que el marxismo. Por eso el marxismo, que ha traspasado todas las fronteras y está al alcance de todos los pueblos, es en Rusia donde parece hablar a nuestro corazón”.
El mejor homenaje que podemos rendir al recuerdo de la Revolución de Octubre es el balance de nuestras propias luchas, de las luchas de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo.
En los años trágicos del terror fascista, miles de comunistas han proclamado frente a sus verdugos y torturadores, su fidelidad al internacionalismo proletario, su amor por la Unión Soviética.
Hoy la situación es otra:
España vive un auge poderoso del movimiento democrático que se plasma en las Comisiones Obreras, el sindicato estudiantil, las acciones de los campesinos, de intelectuales y profesionales, de las capas medias, etc.
Asistimos a la descomposición política e ideológica del régimen fascista y reaccionario. Todo observador imparcial puede percibir el retroceso, el fracaso del antisovietismo.
En el mundo de hoy, la comprensión del papel de la Unión Soviética como factor de paz y de progreso a escala internacional, el reconocimiento de sus éxitos y de sus conquistas, deviene un componente lógico y necesario de una política democrática, de una actitud objetiva y progresista ante los problemas del hoy y del mañana. Y en España se manifiesta, entre las más amplias capas de la población, y muy particularmente entre los jóvenes, una gran admiración por la URSS y un enorme deseo de conocer la realidad soviética. Esta amplitud que alcanzan hoy los sentimientos de simpatía y respeto por la Unión Soviética es un factor político importante del actual momento español.
En estas condiciones, el Partido Comunista piensa que la celebración en España del 50 aniversario de la Revolución de Octubre, no será sólo cosa nuestra, de los comunistas. Podrá ser una celebración abierta y amplia, que tome formas públicas, diversas y flexibles, en fábricas, universidades, barriadas, aldeas, centros culturales, etc., etc., con la participación, a nuestro lado, de extensos sectores sociales resueltos a afirmar su simpatía y respeto por el primer país que ha realizado la Revolución Socialista.
Al saludar al pueblo soviético, al Comité Central y a los miembros del PCUS -el Partido de Lenin, el Partido que con su victoria de hace 50 años ha abierto para toda la Humanidad la ruta del futuro- les expresamos la admiración y el cariño de los comunistas y de millones de trabajadores españoles; les deseamos nuevos éxitos en su obra grandiosa de construcción del comunismo; les enviamos un abrazo fraternal y entrañable.
El Comité Central del P.C. de España
Octubre de 1967.