No hacía falta que el ex economista jefe de la consultora McKinsey, James Henry, elaborase el más exhaustivo informe hasta la fecha sobre los paraísos fiscales para que nos oliésemos adónde han ido a parar las astronómicas cantidades que se han ido sustrayendo de las arcas públicas durante los últimos años, hasta que Montoro ha podido decir aquello de “no hay dinero”… para los pobres, claro. Pero esa investigación, encargada por Tax Justice Network (Red de Justicia Fiscal) nos ha dejado de piedra al descubrir que el monto total de la defraudación fiscal de las grandes fortunas, y las aún mayores compañías y entidades financieras, ascendió en cinco años (2005-2010) a una escalofriante cifra que supera ampliamente la suma de los PIB de EEUU y de Japón juntos.
Tampoco nos sorprende que Suiza y las Islas Caimán sean las guaridas preferidas por esos piratas para enterrar su botín, pero una vez más indigna la absoluta impunidad otorgada por nuestros gobiernos a la gran banca internacional cuyos abusos nos han precipitado al abismo: los diez mayores bancos privados del mundo (y no sólo los suizos, como UBS, sino también los de cabecera del Gobierno Rajoy, como Goldman Sachs, al que ha confiado el diagnóstico de Bankia) participan tan activamente en la administración de ese fraude global que sólo en 2010 gestionaron el equivalente a cuatro veces el PIB de España, es decir casi el triple que cinco años antes cuando aún no había estallado la crisis económica planetaria.
Vamos, que mientras el mundo entero se sumía en una recesión acelerada, las sociedades se empobrecían, los trabajadores perdían prestaciones sociales y derechos laborales, los gobiernos clamaban que sus ciudadanos habían vivido por encima de sus posibilidades, y en sólo ocho países occidentales (incluida España) se esquilmaba a los contribuyentes para entregar 1,2 billones de dinero público a la banca, esta última estaba multiplicando su negocio por tres. Claro que después declaraba pérdidas insostenibles, pero vistos los tejemanejes que van saliendo a la luz a medida que nos arruinan es más que difícil creerse sus cuentos… quiero decir, cuentas.
Una vez más, el caso español es diferente… para peor. Es de dominio público que España bate récords de manejo de dinero negro, puesto que casi las dos terceras partes de todo el efectivo en manos de los españoles está en billetes de 500 euros; precisamente los que jamás vemos circular en la economía real cotidiana de esos mismos ciudadanos. Ni más ni menos que 111 millones de billetes de 500… que nadie ve nunca. Bueno, seguro que alguien los ve, pero no creo que sea usted, querido lector.
Así que el Parlamento Europeo no hace más que lamentarse de que nuestro Gobierno no facilite datos fiables sobre la economía sumergida y el fraude fiscal en España. En su informe de julio de 2008, la Eurocámara estimó que las pérdidas globales (directas e indirectas) de ingresos fiscales originadas por el fraude fiscal se sitúan en Europa entre los 200.000 y los 250.000 millones de euros anuales. Pero no pudo dar datos precisos sobre nuestro país.
Eso sí, los eurodiputados concluyeron que en esa liga España también es campeona: el dinero en metálico supone el 10% del PIB (el doble del nivel medio en la UE) y las transacciones que evaden el control del fisco ascienden a entre el 20% y el 25% del PIB, nuevamente duplicando la media europea. Una sencilla ecuación, empleando los datos conocidos de Producto Interior Bruto y presión fiscal media, permite calcular que las cantidades no ingresadas por Hacienda cada año suman alrededor de 70.000 millones de euros.
¡Qué casualidad que esa cifra sea casi igual que la cantidad de dinero que ahora el Gobierno del PP quiere quitar a los contribuyentes para “sanear” a la banca!