Samir Amin habla de la revolución popular en Egipto y los Hermanos Musulmanes
“Desde su fundación, en 1920, por los británicos y por la monarquía, ese movimiento [los Hermanos Musulmanes] ha desempeñado un papel activo de agente anticomunista, antiprogresista, antidemocrático. Es su razón de ser, y la reivindican. Declaran abiertamente: si ganan unas elecciones, serán las últimas, porque el régimen electoral sería un régimen occidental importado, contrario a la naturaleza islámica. En ese aspecto, no han cambiado nada. En realidad, el Islam político ha sido siempre sostenido por los EEUU. Durante la guerra contra la Unión Soviética, los EEUU presentaban a los talibanes afganos como a héroes de la libertad. Cuando los talibanes cerraron las escuelas para chicas que habían creado los comunistas afganos, ¡no faltaron en los EEUU movimientos feministas que explicaban que había que respetar las ‘tradiciones’ de ese país! Eso revela un doble juego: por un lado, el apoyo; por el otro, la instrumentalización de los excesos característicos de los fundamentalistas para alimentar el rechazo de los inmigrados y justificar las agresiones militares. Conformado a esa estrategia, el régimen de Mubarak jamás luchó contra el Islam político. Al contrario: lo que hizo fue integrarlo a su sistema político.”
Economista franco-egipcio de renombre internacional, miembro del Consejo Internacional del Fórum Mundial y presidente del Fórum Mundial de las Alternativas, Samir Amin analiza en esta entrevista –realizada por Rosa Mussaui (enviada especia de L’Humanité al Foro Social Mundial realizado en Dákar la semana pasada)— la encrucijada política y económica en que se halla ahora mismo Egipto.
En los acontecimientos que se desarrollan estos días en Túnez y en Egipto, ¿se trata de simples “revueltas populares”, o significan la entrada de esos países en procesos revolucionarios?
Samir Amin: Se trata de revueltas sociales potencialmente portadoras de la cristalización de alternativas que podrían llegar a inscribirse a largo plazo en una perspectiva socialista. Por eso el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de esos movimientos. Movilizará todos los medios de desestabilización posibles, presiones económicas y financieras, hasta la amenaza militar. Apoyará, según las circunstancias, ya falsas alternativas o fascistizantes, ya la implantación de dictaduras militares. No hay que creer una sola palabra de lo que dice Obama. Obama es Bush, con otro lenguaje. Hay en él una duplicidad permanente. De hecho, en el caso egipcio, los EEUU sostienen al régimen. Pueden terminar juzgando más útil el sacrificio de Mubarak; pero no renunciarán a salvar lo esencial: el sistema militar y policíaco. Pueden vislumbrar su salvación en una alianza con los Hermanos Musulmanes. De hecho, los dirigentes de los EEUU tienen en mente el modelo paquistaní, que no es un modelo democrático, sino una combinación entre un poder diz-que-islámico y una dictadura militar. Con todo, en el caso de Egipto, una buena parte de las fuerzas populares movilizadas son perfectamente conscientes de todo eso. El pueblo egipcio está muy politizado. La historia de Egipto es la de un país que trata de emerger desde comienzo del siglo XIX, que ha sido derrotado por sus propias insuficiencias, pero, sobre todo, por las agresiones exteriores repetidamente sufridas.
Estos alzamientos, ¿son sobre todo cosa de jóvenes precarizados, de licenciados en paro? ¿Cómo lo explica usted?
Samir Amin: El Egipto de Nasser disponía de un sistema económico y social ciertamente criticable, pero coherente. Nasser apostó por la industrialización para salir de la especialización internacional colonial, que confinaba al país en la tarea de exportar algodón. Ese sistema logró asegurar una buena distribución de los ingresos a favor de las clases medias, pero sin pauperizar a las calases populares. Esta página de la historia egipcia pasó como consecuencia de las agresiones militares de 1956 y 1967, que movilizaron a Israel. Sadat y más aún Mubarak han trabajado para el desmantelamiento del sistema productivo egipcio, substituyéndolo por un sistema de todo punto incoherente, fundado exclusivamente en la búsqueda de rentabilidad. Las tasas de crecimiento egipcias, supuestamente altas e invariablemente celebradas desde hace 30 años por el Banco Mundial, carecen totalmente de significado. Es polvo en los ojos. El crecimiento egipcio es muy vulnerable, dependiente del mercado exterior y del flujo de capitales petroleros procedentes de los países rentistas del Golfo. Con la crisis del sistema mundial, esa vulnerabilidad se ha manifestado con un brutal estancamiento. Aquel crecimiento vino acompañado de un increíble incremento de las desigualdades y de un desempleo espantoso que castiga a la mayoría de los jóvenes. Una situación verdaderamente explosiva, que ha terminado por estallar. Lo que a partir de ahora, y más allá de las iniciales reivindicaciones de finalización del régimen e instauración de las libertades públicas, va a significar una batalla política.
¿Por qué los Hermanos Musulmanes buscan ahora presentarse como “moderados”?
Samir Amin: Porque ese es el juego que se les pide ahora. Los Hermanos Musulmanes nunca han sido moderados. No se trata de un movimiento religioso, sino de un movimiento político que se sirve de la religión. Desde su fundación, en 1920, por los británicos y por la monarquía, ese movimiento ha desempeñado un papel activo de agente anticomunista, antiprogresista, antidemocrático. Es la razón de ser de los Hermanos Musulmanes, y la reivindican. Declaran abiertamente: si ganan unas elecciones, serán las últimas, porque el régimen electoral sería un régimen occidental importado, contrario a la naturaleza islámica. En ese aspecto, no han cambiado nada. En realidad, el Islam político ha sido siempre sostenido por los EEUU. Durante la guerra contra la Unión Soviética, los EEUU presentaban a los talibanes afganos como a héroes de la libertad. Cuando los talibanes cerraron las escuelas para chicas que habían creado los comunistas afganos, ¡no faltaron en los EEUU movimientos feministas que explicaban que había que respetar las “tradiciones” de ese país! Eso revela un doble juego: por un lado, el apoyo; por el otro, la instrumentalización de los excesos característicos de los fundamentalistas para alimentar el rechazo de los inmigrados y justificar las agresiones militares. Conformado a esa estrategia, el régimen de Mubarak jamás luchó contra el Islam político. Al contrario: lo que hizo fue integrarlo a su sistema político.
¿Podría decirse que Mubarak ha subcontratado la sociedad egipcia a los Hermanos Musulmanes?
Samir Amin: ¡Absolutamente! Les ha confiado tres instituciones fundamentales: la justicia, la educación y la televisión. Pero el régimen militar quiere conservar para sí mismo la dirección, reivindicada asimismo por los Hermanos Musulmanes. Los EEUU utilizan ese conflicto menor en el seno de la alianza entre militares e islamistas para asegurarse la docilidad de unos y otros. Lo esencial es que todos aceptan el capitalismo tal cual es. Los Hermanos Musulmanes jamás han pensado seriamente en cambiar las cosas. Por lo demás, durante las grandes huelgas obreras de 2007-2008, sus parlamentarios votaron con el gobierno contra los huelguistas. Frente a las luchas de los campesinos expulsados de sus tierras por los grandes propietarios rentistas, los Hermanos Musulmanes toman partido contra el movimiento campesino. Para ellos, la propiedad privada, la libre empresa y el beneficio son cosas sagradas.
¿Y qué perspectivas tienen para el conjunto del Oriente Medio?
Samir Amin: Unas perspectivas harto dóciles. Los Hermanos Musulmanes, como los militares, aceptan la hegemonía de los EEUU en la región y la paz con Israel en los términos actuales. Unos y otros hacen gala de esta complacencia que permite a Israel proseguir la colonización de lo que resta de Palestina.