¿Creen que el PRT – ERP fue una organización terrorista?
¿Creen que sus secuestros extorsivos a empresarios se justificaban? (Recuerden que por muy burgueses que estos sean eran civiles)
Por favor, justifica, no des solo una opinión.
Aclaro que nunca, nunca, de ninguna manera, en ninguna condición, por más tensionada que esta sea, se justifica la masacre de civiles, ni avisado (como justifican algunos defensores de la ETA.) ni sin avisar. No estoy poniendo en duda la moralidad del terrorismo –contra civiles, entiéndase-, si no, estoy poniendo en duda que esa organización haya sido terrorista. Bien sabidos son sus atentados contra los militares. En uno de estos atentados murió una niña. Eso habla ya de la peligrosidad de este tipo de atentados, ahora, sacando ese inconmensurable error, la ERP, para lograr sus objetivos, ¿colocaba bombas en lugares donde podrían morir, indiscriminadamente, civiles?
Tanto a los que den una respuesta afirmativa como negativa les pido justificaciones reales, no solo opiniones.
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Agrego información útil para aquellos que tomen un primer contacto con la discusión que se da en este hilo sobre el Ejército Revolucionario del Pueblo, se trata del prólogo realizado por Pablo Pozzi para el "A Vencer o Morir" de Daniel De Santis, libro que se encuentra en el foro y recopila los documentos del PRT, incluso de una de las organizaciones fundadoras que lo antecede el FRIP. Está repetido en un mensaje en el hilo, pero lo destaco aquí para facilitar el acceso a un análisis serio.
Saludos
Razion
La década de 1966 a 1976 fue un período de crisis en la historia argentina contemporánea. Comenzó con la dictadura del general Juan Carlos Onganía y terminó con el golpe de estado del general Jorge Rafael Videla. En medio, el retorno a la democracia en 1973 y el tercer gobierno de Juan Domingo Perón. Los cambios iniciados en la década de 1950 y el cerramiento de los canales de protesta y de participación, se unieron hacia 1969 para generar una crisis de legitimidad y un cuestionamiento generalizado de las características globales del sistema capitalista.
Este cuestionamiento popular fue muy variado y rico, tanto política como ideológicamente. Estudiantes, trabajadores y empleados protagonizaron una amplia gama de luchas que se sintetizaron en la insurrección popular conocida como el Cordobazo (1969). A partir de ese momento las luchas populares fueron acompañadas por una creciente actividad de organizaciones guerrilleras las cuales, hasta ese momento, habían sido marginales a la política nacional. Entre 1969 y 1977, cuando la represión militar logró aplastarlas, hubo numerosos grupos guerrilleros en la Argentina que se nutrieron de la lucha popular, y al mismo tiempo contribuyeron a ella1.
El desarrollo de las organizaciones guerrilleras en la Argentina, a principios de la década de 1970, fue sumamente complejo y escapa tipificaciones simplistas. Durante el período hubo por lo menos diecisiete grupos armados, de los cuales cinco tuvieron alcance nacional2. Estos cinco fueron: las Fuerzas Armadas Peronistas, las Fuerzas Armadas de Liberación; las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los Montoneros, y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo. El origen de cada organización es distinto. Las FAP remontan sus orígenes a activistas de la Resistencia Peronista (1955-1962). El trotskysta y guevarista PRT surgió en 1965, fundando el ERP en 1970. Las FAR se organizaron en 1967 como apoyo a la guerrilla boliviana del Che Guevara. Varias de las columnas de las FAL fueron una escisión del Partido Comunista Argentino. Y los Montoneros peronistas fueron organizados en 1970 por jóvenes mayoritariamente católicos cuyas familias tenían tendencias anti-peronistas3. Excepto el PRT-ERP, los otros cuatro grupos eran organizaciones político-militares. Sólo el PRT diferenció entre las guerrillas armadas y la organización política que las dirigía. Ninguna de estas organizaciones puede ser caracterizada como un foco4. Todas tenían organismos y trabajo de masas, frentes legales y sindicales, agrupaciones estudiantiles y publicaciones. De todos estos grupos el PRT-ERP es un estudio de caso interesante puesto que se presentaba como una alternativa marxista para una clase obrera mayoritariamente peronista. Esta organización fue conformada por la fusión de dos grupos. Uno fue el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular), dirigido por los hermanos Francisco René, Asdrúbal y Mario Roberto Santucho. Este grupo organizaba a los hacheros y los obreros azucareros del noroeste argentino, publicaba un periódico en castellano con expresiones en quechua, y admiraba al APRA peruano y a la Revolución Cubana. El segundo grupo fue Palabra Obrera, una organización trotskysta en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Rosario dirigida por Nahuel Moreno, con trabajo entre estudiantes universitarios y obreros industriales, y vínculos con la Resistencia Peronista. Establecido en 1963, y a pesar de no ser una organización muy numerosa, el Frente Unico del cual surgiría el PRT dos años más tarde, era influyente en once sindicatos azucareros pertenecientes a la FOTIA, y eligió dos diputados provinciales en Tucumán en 1965.
A partir de 1966 la dictadura de Onganía cerró muchos ingenios azucareros y desató una gran cantidad de despidos entre los trabajadores del transporte. Particularmente en Tucumán, el PRT estuvo muy involucrado en las luchas contra los cierres de los ingenios. La dura represión de las movilizaciones obreras, junto con los ejemplos del Che Guevara en Bolivia, Camilo Torres en Colombia y la Guerra de Vietnam, dieron lugar a una fuerte discusión en torno a la necesidad de iniciar la lucha armada en la Argentina6. En 1968 el PRT se dividió en dos7. El sector dirigido por los Santucho comenzó a organizar y desarrollar la lucha armada, fundando finalmente el ERP en 1970,8 y distanciándose definitivamente del trotskysmo en 1973. 9 Entre 1970 y 1973 fue el grupo guerrillero más activo de la Argentina.
A partir de 1969 el PRT El Combatiente fue una organización marxista cuya fuerza, hasta 1974, se encontraba principalmente en las zonas más tradicionales del centro y el noroeste del país. Si consideramos que la mayoría de los trabajadores argentinos suscriben una cultura e ideología peronista, y tomamos en cuenta los escasos recursos y militantes de los que disponía el PRT, su éxito en organizar grupos en distintas fábricas, sindicatos y universidades es un tributo a la capacidad de sus activistas de liderar luchas y de representar a gente de la más variada extracción. Así, durante los primeros diez años de su existencia (1959-1969), el grupo FRIP-PO PRT tuvo éxito en organizar a los trabajadores azucareros tradicionalmente peronistas de Tucumán y Jujuy, así como a los hacheros de la empobrecida y conservadora provincia de Santiago del Estero, a los estudiantes y obreros de la católica y anti-peronista provincia de Córdoba, y a los estudiantes izquierdistas de la Universidad Nacional de Rosario. Aunque nunca fueron más que algunos centenares de militantes durante la década, el PRT fue influyente en la cultura política del eje Tucumán-Córdoba-Rosario10. Una vez que se lanzó a la lucha armada, el PRT sufrió los efectos de la represión. A mediados de 1972 varios cientos de sus activistas se encontraban en prisión, junto con gran parte de sus miembros de dirección, unos cuantos habían sido muertos, y sus organismos de masas habían sufrido serios golpes especialmente en Rosario y Córdoba. Esta desviación militarista, como ellos mismos la llamaron, implicó que la mayoría de sus militantes y cuadros se dedicaran a la actividad armada y no a la de organización. Esto también trajo como consecuencia que, cuando llegó la apertura democrática de 1973, gran parte del PRT se rehusara a participar de las elecciones, a pesar del consejo de Mario Roberto Santucho11.
Según diversas fuentes el PRT tuvo un fuerte desarrollo entre la clase obrera. De estas fuentes surge que, hacia 1975, la organización tenía células en más de cuatrocientas de las principales fábricas del Gran Buenos Aires; se mantenía fuerte en Tucumán, Jujuy y Santiago del Estero; tuvo éxito en organizar entre los obreros industriales cordobeses, los metalúrgicos, obreros de la carne y petroquímicos de Rosario, y entre los petroleros patagónicos. Además, tenía grupos muy activos en el movimiento estudiantil, entre los arrendatarios algodoneros del Chaco, y entre los judiciales y docentes formoseños. Por último, había logrado establecerse en muchas ciudades del interior tales como Río Cuarto, Rafaela, Ceres, San Francisco, General Roca, Neuquén, Junín, Mendoza, Metán, Clodomira, Plaza Huincul, Cutral Có, Carlos Casares, Mar del Plata, Bahía Blanca, Santa Fe y Paraná. En su punto más alto, su periódico clandestino El Combatiente tiraba 20. 000 ejemplares; tenía además publicaciones dirigidas a sectores obreros específicos12; y tres publicaciones legales, el diario El Mundo, el semanario Nuevo Hombre y la revista Posición. Mientras tanto el ERP incrementaba su actividad militar. En 1975 estaba organizado en numerosas escuadras locales y fabriles, además de un batallón urbano, dos compañías urbanas, y una compañía rural reforzada13. El ERP estableció también una estructura de coordinación con los Tupamaros uruguayos, el MIR chileno y el PRT-ELN boliviano14. Las cuatro organizaciones instalaron una fábrica de armas en la Argentina que producía explosivos, granadas y, especialmente, las subametralladoras JCR1. Además, intercambiaban militantes y se apoyaban mútuamente, tanto financiera como políticamente15. Entre 1969 y 1977 el ERP realizó docenas de acciones armadas en la Argentina, incluyendo siete ataques a cuarteles militares. La investigación sobre la guerrilla argentina ha sido escasa, aunque existen varios ensayos periodísticos y memorias personales. Uno de los primeros estudios académicos fue el de Peter Waldmann cuya hipótesis central es que, en la Argentina, la violencia guerrillera se debió a una anomia social que conformó una subcultura terrorista16. Entre los trabajos académicos más serios encontramos el del sociólogo Juan Carlos Marín, que estudió tanto las acciones armadas como su represión17. Otra socióloga, María Matilde Ollier estudió el lenguaje de la guerrilla peronista encontrando un fuerte contenido autoritario en el mismo18. El estudio de Donald Hodges sobre la “guerra sucia” intenta analizar el tema y responde algunos interrogantes, pero en general se destaca por su falta de investigación y superficialidad19. El estudio más seriamente investigado hasta la época es el de Richard Gillespie sobre los Montoneros20. Finalmente, en 1995 se publicó el estudio de María José Moyano. Su hipótesis, escasamente original, es que la lucha armada en la Argentina se militarizó por lo que las organizaciones se divorciaron de las masas. El mismo cuenta con un recuento estadístico del accionar guerrillero, con 15 entrevistas a antiguos guerrilleros y con un intento de profundizar en la cultura e ideología de la guerrilla21. A diferencia de estos estudios, la mayoría de los escritos sobre el período lidian principalmente con impresiones, mitos y discusiones en términos de esta o aquella línea política, rara vez investigando los hechos históricos para construir sus interpretaciones.
En términos del PRT-ERP existen básicamente cinco estudios por antiguos miembros22. Los menos valiosos de estos cinco son los de Enrique Gorriarán Merlo, Julio Santucho y el Partido Revolucionario de los Trabajadores23. El libro de Gorriarán Merlo, un dirigente histórico del PRT-ERP, toma la forma de una larga entrevista por el periodista Samuel Blixen y es notable tanto por lo que dice como por lo que calla. Su principal argumento es que el PRT-ERP nació alejado de las tradiciones nacionales y fue, por lo tanto, incapaz de entender la realidad argentina, para ser eventualmente derrotado. El libro de Julio Santucho, un hermano del Secretario General del PRT-ERP Mario Roberto Santucho, contiene una serie de anécdotas interesantes, postulando que el principal problema de la organización fue el haber sido trotskysta. Finalmente, los restos del PRT-ERP publicaron su versión, que concuerda en términos generales con la de Julio Santucho, pero llegando a la conclusión de que el PRT puede ser reconstruido sobre la base distinta de una confluencia entre el nacionalismo y el marxismo. Los tres trabajos son de naturaleza más bien política y no académica, basados principalmente en memorias y en documentos partidarios publicados con anterioridad.
Más interesantes son los estudios del ex Secretario General del PRT, después de Santucho, Luis Mattini, y el de la periodista María Seoane24. La obra de Mattini se basa en su experiencia personal y en una gran cantidad de documentos no publicados que se encuentran en su posesión. Aunque su análisis es muy rígido -por ejemplo se lanza en una larga discusión sobre si el PRT era una organización marxista o no, para llegar a la conclusión de que representaba la “democracia revolucionaria” tal como la define la Academia de Ciencias de la URSS-, el libro es útil para comprender los cambios en la línea política, para seguir los debates internos, para reconstruir la estructura del PRT y para registrar muchas de sus actividades a través de veinte años.
Sin embargo, y a pesar del título, esta riqueza informativa no alcanza a los hombres y mujeres que se organizaron en el PRT-ERP. Mattini es también una de las fuentes usadas por Seoane para su bien investigada biografía periodística del líder del PRT. Esta biografía logra hacer de Santucho un ser humano comprensible. Tiene mucho menos éxito cuando trata de explicar al mismo PRT, en sus debilidades y fortalezas25. La principal virtud de la obra de Seoane es que contiene una gran riqueza informativa sobre la vida cotidiana en el PRT. Esta información fue obtenida, en gran parte, a través de extensas entrevistas con los sobrevivientes de la familia Santucho, con el mismo Mattini, con algunos otros cuadros del PRT y con políticos tradicionales y oficiales del Ejército. Si bien todos estos trabajos contribuyen a avanzar en la comprensión del fenómeno del PRT argentino, todavía quedan una serie de preguntas sin respuestas.
Por ejemplo: ¿quiénes fueron los miles de jóvenes argentinos que militaron en él? ¿por qué se acercaron a la guerrilla?; ¿cuál fue su relación con la sociedad en general?; ¿por qué un obrero peronista ingresaba a un grupo guerrillero marxista? ¿cómo era la vida en la organización?; ¿cómo era la cultura partidaria que desarrollaron?; ¿fue una organización homogénea?; ¿cómo eran las relaciones de poder y de género en el PRT?; ¿fueron distintos a otros grupos guerrilleros?; y si lo fueron, ¿por qué?. Hay que responder a estas y muchas otras preguntas antes de aproximarnos a la comprensión de un fenómeno histórico que sigue aún presente en la experiencia de la sociedad argentina. La colección de documentos del PRT-ERP, que aquí presenta Daniel De Santis, tiene la virtud de enriquecer nuestra visión sobre el desarrollo de la organización guerrillera. De los mismos emerge una imagen que refuta las tipificaciones simplistas. Claramente, el PRT-ERP no fue una organización foquista.
Asimismo, tuvo la virtud de afirmarse dentro del marxismo, abrevando en distintas fuentes y corrientes. Esto le dio una vitalidad y complejidad teórica difícilmente equiparable, si bien el marxismo del PRT-ERP y su evolución merecen un estudio aparte. Como se puede ver en los documentos de su IV Congreso (aquí reproducidos), el PRT-ERP se nutrió de múltiples vertientes para tratar de lograr una revolucionaria síntesis no sectaria. Este proceso quedó trunco con la muerte de sus principales cuadros entre 1976 y 1977. Sin embargo, y a pesar de la revisión histórica aportada por los autores antes mencionados, es indudable que la organización caminaba por la senda del marxismo. En uno de sus últimos análisis, Mario Roberto Santucho señaló que el principal problema del PRT-ERP era “la insuficiencia de marxismo”. Más de dos décadas han pasado desde esa apreciación, y es difícil interpretar qué era exactamente lo que quiso decir Santucho. Sin embargo, una hipótesis probable es que el esfuerzo por innovar teóricamente dentro de una realidad compleja no había aún hecho síntesis, en una organización que tenía una década escasa de vida. A pesar de todo, el legado del PRT-ERP es algo que aún hoy merece ser estudiado y profundizado. Fue la única organización, en su época, que puso sobre la mesa de la política nacional la cuestión del poder revolucionario, como algo complejo y con múltiples herramientas (entre las cuales la cuestión armada era una); esto a diferencia de las organizaciones armadas peronistas que tenían una visión bastante más confusa vinculando (de distintas maneras) la toma del poder con el retorno del General Perón. En esto, el PRT-ERP se diferenció del conjunto de la izquierda hasta ese momento alejándose de las opciones reformistas o insurreccionalistas. La fuerza de su percepción fue la decisión de llevarla a la práctica. Así, realizó un intento de combinar teoría y praxis, para elaborar una concepción dialéctica sobre el carácter de la revolución argentina y latinoamericana, sobre la relación entre el partido revolucionario y el ejército popular, sobre la articulación entre lucha de masas y lucha armada. El resultado fue insertar con fuerza el problema del poder clasista en el ambiente político argentino, obligando tanto a los partidos tradicionales como a la izquierda a tomar posición al respecto. Subyacente a lo anterior existió una percepción, que parece haberse perdido el día de hoy, por la cual “democracia” equivalía a participación y poder popular. En este sentido, habiendo desvinculado la democracia del proceso electoral, el PRT-ERP planteaba su camino como la vía para la creación de una verdadera democracia clasista por primera vez en la historia argentina.
El esfuerzo por teorizar y aplicar una visión compleja fue la virtud y la fuerza del PRT-ERP, a través de la cual sus militantes, simples seres humanos, vieron potenciadas sus capacidades hasta el punto de impactar la realidad política, la conciencia y el imaginario de los trabajadores y el pueblo argentino. Todo lo anterior emerge de los documentos recopilados por De Santis. Es indudable que esto no fue realizado sin errores, pero la única forma de no cometerlos es no haciendo nada; y la inacción no fue uno de los pecados del PRT-ERP.
Pablo Pozzi
Última edición por silvio el Mar Jul 27, 2010 11:00 pm, editado 1 vez