El atentado de Hipercor o de cómo truncar la solidaridad con el País Vasco
.El 19 de junio de 1987, un artefacto explosivo estalla en el parking del centro comercial Hipercor de Barcelona, provocando la muerte a 21 personas y heridas de gravedad a más de 45.
El atentado es atribuido inmediatamente por los medios de comunicación y la policía a la organización independentista ETA, quien en un comunicado posterior asume indirectamente su autoría, explicando que había realizado múltiples llamadas telefónicas alertando sobre la colocación del explosivo, 4 horas antes del fatal acontecimiento. Un hecho que quedaría demostrado en el posterior juicio.
Entre las llamadas hechas por ETA, destacan las realizadas a la Guardia Urbana de Barcelona, a la administración del propio establecimiento y al diario Avui. Sin embargo y a pesar del grave peligro que corrían los más de 100 empleados y 500 clientes que en ese momento se encontraban en el establecimiento comercial, la policía decidió no desalojar las instalaciones.
El atentado de Hipercor, provocó un deterioro sin precedentes de la imagen pública del nacionalismo vasco, en todo el estado español, así como de todas aquellas organizaciones y personas que venían apoyándolo fuera del País Vasco. Algo que curiosamente contrasta con lo que apenas un mes antes había sucedido.
El 10 de junio de 1987, 9 días antes del brutal atentado, tenían lugar las primeras elecciones europeas en España. Un mes antes, la Izquierda Independentista Vasca, representada en ese momento por Herri Batasuna (HB), anuncia su intención de extender la campaña electoral más allá del País Vasco, con el objetivo de aumentar el número de votos y las posibilidades de conseguir un representante en el Parlamento Europeo. Más de 150 comités de apoyo a HB surgen en todo el Estado español y expresan su apoyo a la candidatura vasca, siendo Cataluña el lugar donde mejor acogida recibe la propuesta vasca. El surgimiento de dichos comités, constituye la mayor muestra de solidaridad a la causa del independentismo socialista vasco, que se había producido en la historia de España, hasta ese momento.
Txerna Montero, el candidato de HB al Parlamento Europeo, en el mitin central de la campaña, tres días antes de las elecciones, afirmaba que el trabajo llevado a cabo por los comités de apoyo podría permitir establecer en todo el Estado "una alternativa de izquierda consecuente frente al PSOE". Esto llena de esperanzas a muchos militantes revolucionarios del Estado español, defraudados por la involución reformista del PCE, por la posibilidad de verse representados, algún día, en el Parlamento español, por una opción auténticamente popular y revolucionaria.
El 10 de junio de de 1987, la Izquierda Abertzale obtenía un representante en el Parlamento Europeo, al alcanzar los mejores resultados electorales en la historia, tanto dentro del País Vasco, como en el resto del Estado español, siendo la ciudad de Barcelona, uno de los lugares donde mayor apoyo cosecharía.
Nueve días después, un coche bomba estalla en el parking de Hipercor, en Barcelona, provocando la muerte de 21 personas y heridas de gravedad a más de 45, los comités de apoyo se disuelven y la criminalización de la Izquierda política vasca alcanza cotas nunca antes imaginadas.
Años más tarde, en julio de 2003, durante el juicio en la Audiencia Nacional Española contra los miembros de ETA: Santiago Arrospide y Rafael Caridevarios, varios peritos en explosivos declararon que la bomba usada en el atentado de Hipercor, era un artefacto incendiario, a base de napalm.
Curiosamente el napalm es un compuesto químico, sólo capaz de ser producido por las grandes compañías químicas, entre ellas: Dow Chemical, DuPont o BASF, quienes limitan la venta del mismo a los ejércitos de la Alianza Atlántica (OTAN) y a sus aliados, quienes han sido acusados en múltiples ocasiones por crímenes contra la humanidad por su uso masivo, en diferentes conflictos bélicos.
De nuevo, en Barcelona, como 9 años antes había ocurrido en la sala Scala, un atentado terrorista, parece llevar la firma del ejército y de la OTAN, y de nuevo, el posterior show mediático y judicial que se montó tras el atentado sirvió para criminalizar y desprestigiar a la izquierda política vasca y a las opciones populares y revolucionarias, que veían otra vez, como se truncaba un esperanzador proyecto político anticapitalista.
Otro ejemplo más de la utilización del terrorismo por parte del Estado, con fines contrarrevolucionarios.