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Moshe Lewin acompaña su reconstrucción con algunos apuntes sobre las bases objetivas y subjetivas del proceso de burocratización que tanto preocupa a Lenin. Se interroga sobre hasta qué punto se trata de una conjunción de factores (atraso secular, guerra civil, etc), hasta donde derivaciones de “la doctrina sobre el Partido” forjada por Lenin. Lewin rechaza la opinión de ciertas escuelas (anarquistas, consejistas, etc) que quieren ver en dicha doctrina el "pecado original" de Lenin (otros han “descubierto” su actuación “jacobina durante la guerra civil, su falta de sensibilidad ante la ejecución de la familia del Zar, etc).
Sostiene que “el lugar central acordado al partido en la estrategia leninista no debe conducir sin embargo a imputarle, como algunos lo hacen, todas las responsabilidades” de una evolución que desembocará finalmente en la autocracia. Cree saber que “la dictadura del partido sobre el proletariado no entraba en los designios de Lenin”, pero que constituía “el corolario totalmente imprevisto de una serie de circunstancias imprevistas". No obstante admite que, si Lenin pudo acomodarse a esta nueva situación, fue porque estuvo ayudado por las ideas antaño sostenidas en obras como ¿Qué hacer?. O sea en “la importancia del papel atribuido a la toma de conciencia, que no es espontánea, y por una cierta concepción del Partido al que atribuye la tarea de despertar esa conciencia”.
Más adelante, Lewin reconoce que el régimen bolchevique por entonces, no estaba “muy alejado de la realización de la situación que Trotsky había previsto en 1903-1904”; a saber: “La organización del Partido tomará el lugar del Partido mismo, el Comité tomará el lugar de la organización, finalmente el dictador tomará el lugar del Comité Central". Pero en su opinión: “A pesar de la fina intuición de Trotsky sería falso creer que la concentración del poder que llegó a su paroxismo con el régimen estalinista, era el resultado de las escisiones de 1903-1904". Como se verá en su útil trabajo, El siglo soviético (3), Lewin no duda en poner en primera estancia los factores objetivos, los arriba mencionados más el aislamiento, más la propia tradición gran rusa y estatal, más la victoria del “partido del Estado” que se vio favorecido por todo este cúmulo de circunstancias. Circunstancias que muchas veces suelen ser eliminadas con una “alegría” extraordinaria, como si la se hubiese tratado de escoger tal o cual modelo al margen de una realidad que Lewin califica de “abismal”.
Sin tomar partido, Lewin va describiendo como ya en vida de Lenin, “el Partido sustituye a la clase”, estamos en presencia de una “dictadura del proletariado casi sin proletariado, acaparada por un partido en cuyo seno aquél era minoritario". Lewin no se muestra tampoco muy seguro de sí cuando aborda la cuestión de la prohibición de las fracciones decidida, en marzo de 1921, por el X Congreso del Partido comunista soviético. Se interroga si esta desgraciada decisión fue simplemente temporal y, como sostuvo Trotsky en La Revolución traicionada, una "medida excepcional llamada a caer en desuso con la primera mejoría de la situación”, o si por el contrario fue "el fruto de un error de cálculo y de la falta de clarividencia". Citando el informe del X Congreso se constata, efectivamente. que Lenin en sus relaciones, presenta la prohibición de las fracciones como una necesidad del momento. No fue hasta años más tarde que Trotsky asevera (autocríticamente) que "esta prohibición fue uno de los puntos de partida de la degeneración del Partido”, para concluir: “Es así como se formó el régimen totalitario que mató al bolchevismo".
Pero Lewin no se olvida de constatar la existencia de una monstruosa máquina estatal: “El Estado dictatorial tiende a fijarse en un organismo que tiene leyes e intereses propios, se arriesga a sufrir asombrosas distorsiones en relación con los objetivos iniciales, se arriesga a escaparse de las manos de sus fundadores. El instrumento se torna entonces un fin en sí, una máquina de opresión". Esta apreciación viene acompaña por las propias reflexiones de Lenin, en particular en su último artículo en Más vale menos, pero mejor; donde se pueden leer comentarios como "Las cosas van mal con nuestro aparato estatal, por no decir que son detestables". "La burocracia existe entre nosotros”, y que ilustran su diagnóstico de que la URSS no era un “Estado obrero” sin más, como decía Trotsky entonces”, sino un “Estado obrero burocráticamente deformado”..
Según Lewin:. "El tumor burocrático inquietaba ciertamente a Lenin hasta el más alto grado pero a su parecer, no provenía de allí la amenaza más grave (...). Lenin no discernió toda la magnitud del peligro representado por el abuso de poder que la cumbre de la jerarquía podía ejercer (...) los fenómenos de los que hablaba en su testamento todavía no estaban perfectamente claros para él (...). Lenin combatía ferozmente el burocratismo, pero no lo analizaba con profundidad suficiente”. Desde este punto de vista, analiza las reformas de las estructuras gubernamentales a los que se fue oponiendo el Lenin enfermo. En su opinión, estos proyectos, tenían el inconveniente de ser concebidos desde arriba. Era solamente ”la cabeza del Partido” la que llIich hubiera querido reorganizar, se preocupaba más de mejorar "la calidad de las capas superiores" que de recrear "la fuerza y la conciencia de la clase obrera". Sus designios se limitaban a querer dotar al Partido de una comisión de control central eficaz que hubiera reemplazado la poco provechosa inspección obrera y campesina. ¿Por qué habría de triunfar una, donde la otra había fracasado? Lewin enumera a justo título los riesgos que hubiese acarreado tal experiencia: todo dependía de la elección de los inspectores y esta selección no podía ser fructífera sino durante el tiempo que Lenin viviese para operarla por sí mismo; en los proyectos de Lenin, por otro lado, la comisión de control central debía estar ligada al congreso del Partido; de hecho, con la prohibición de las fracciones, el “Partido del Estado” acabó imponiendo el “Partido único”.
Lewin asegura que el proyecto de Lenin era realizar un verdadero "golpe de Estado" contra Stalin, algo que hubiera ser el punto de partida de una “nueva orientación". Considera que transitoriamente –en espera de una extensión del campo socialista-, se podría pensar en “una máquina dictatorial capaz de controlarse", capaz de crear las bases de la “regeneración” de un socialismo basado en la ecuación entre los soviets más la electrificación...Piensa que: “Nada permite deducir que este tipo de dictadura esté destinado a degenerar obligatoriamente en una dictadura personal, despótica e irracional”. Situado en esta hipótesis alternativa, valora que no está descartado que: “Se hubiera visto constantemente obligado a movilizar aliados dentro y fuera del Partido; hubiese tenido que apelar a las fuerzas vivas del país; la juventud obrera y estudiantil, los intelectuales, los mejores elementos del campesinado (...) algunos elementos de los otros partidos socialistas".
Esta hipótesis habría surgido de las concepciones autocríticas que tanto Lenin como Trotsky habían ido desarrollando, y que les llevaba inexorablemente a oponerse a Stalin. Evidentemente, se trataba de un proceso en el que ambos se habrían visto obligado a rectificar no pocas concepciones, algo que ya habían hecho en otras circunstancias no menos dramáticas como pudo ser la conquista del poder, la creación del Ejército Rojo o la instauración de la NEP. Aunque todo quedó truncado, la obra de Lewin deja constancia de una “toma de conciencia” profundamente antiburocrática, de un fenómeno nuevo y extremadamente complejo sobre el que carecían de experiencias, aunque Christian Rakovsky (en su Carta a Valentinov, también conocida como Los peligros profesionales del poder), encontró numerosas semejanzas en el Termidor francés, pero también éste era un proceso muy poco conocido.