De los orígenes a la Alianza Obrera
El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue fundado en Barcelona, en plena clandestinidad, el 29 de septiembre de 1935, sobre la base de la fusión del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista. Su creación se produjo en un período crucial de la historia del movimiento obrero español: el comprendido entre la revolución de octubre de 1934 y la sublevación militar-fascista de julio de 1936.
El Bloque Obrero y Campesino(1) había nacido en Tarrasa el 1º de marzo de 1931 —en vísperas de la caída de la monarquía y de la proclamación de la República— como resultante de la fusión del Partit Comunista Catalá, organización de jóvenes militantes (Jordi Arquer, Víctor Colomer, Joan Farré Gassó, Josep Rodes, Josep Coll) procedentes del sindicalismo revolucionario y del catalanismo radical y surgida durante la dictadura del general Primo de Rivera, y la Federación Catalano-Balear del Partido Comunista de España (Joaquín Maurín, Pedro Bonet, David Rey [seudónimo de Daniel Rebull Cabré]. Éstas organizaciones coincidieron en tres puntos capitales: el análisis del carácter de la revolución española, la interpretación del problema de las nacionalidades y la oposición a los métodos que la Internacional Comunista en plena degeneración, bajo la dirección de Stalin, quería imponer en el movimiento obrero de nuestro país.
La Federación Catalano-Balear había ocupado siempre una posición especial en el seno del Partido Comunista. Sus animadores y su dirigente más destacado procedían del movimiento anarcosindicalista, en el que habían asumido responsabilidades importantes. En 1921-1922 formaron los Comités Sindicalistas Revolucionarios, lanzaron La Batalla y levantaron la bandera de la Revolución Rusa. Fueron, pues, con los jóvenes socialistas que fundaron en Madrid el Partido Comunista en 1920 (Luis Portela y Juan Andrade, entre otros), los pioneros del movimiento comunista en España y los más enérgicos defensores de la revolución de Octubre.
La formación del Bloque Obrero y Campesino (BOC) consagró la ruptura de la Federación Catalano-Balear con el Partido Comunista, que se encontraba entonces en plena crisis. En efecto, en Madrid se había creado una Agrupación Comunista autónoma y las organizaciones de Valencia, Castellón y ciertos núcleos de Asturias mantenían relaciones políticas muy estrechas con "el grupo de La Batalla", como se decía entonces. Por otra parte, desde hacía algún tiempo, en el exilio (Francia y Bélgica) y en España (Madrid y Asturias) había militantes significados que no ocultaban sus simpatías por la Oposición de Izquierda Internacional animada por León Trotsky. En el espacio de dos años apenas, el Bloque Obrero y Campesino se convirtió en el primer partido obrero de Cataluña. Introdujo el marxismo en un movimiento obrero en el que hasta entonces predominaba el anarcosindicalismo, se implantó sólidamente en el movimiento sindical (las federaciones sindicales de Gerona, Tarragona y Lérida fueron excluidas de la CNT por estar animadas por militantes del BOC), creó potentes organizaciones campesinas como la Unión Agraria de Lérida y un movimiento revolucionario de la juventud (la Juventud Comunista Ibérica). El semanario La Batalla, los libros de Maurín y los folletos lanzados por su servicio de publicaciones llevaron las ideas del BOC a todo el país y facilitaron la extensión del partido a otras regiones de la Península, en particular Valencia, Aragón y Asturias. En el congreso que el BOC celebró en abril de 1934 se comprobó que la organización tenía 4.500 militantes, 74 secciones y 145 núcleos en período de formación. Estas cifras resultaban relativamente importantes en una época en que los partidos obreros eran partidos de cuadros y las centrales sindicales organizaciones de masas. Por esta razón la importancia real de los partidos no se medía por el número de sus militantes, sino por la influencia que éstas y aquéllos tenían en el rico tejido social de entonces, formado por los sindicatos, las asociaciones, los ateneos y todos los demás centros culturales y recreativos.
La Izquierda Comunista (ICE) procedía de la Oposición que en 1930 se constituyó en el seno del Partido Comunista de España a partir de la plataforma de la Oposición rusa e internacional creada por Trotsky(2). Formada por militantes muy valiosos, como Nin, Andrade, García Palacios, Loredo Aparicio, Fersen [seudónimo de Enrique Fernández Sendón] y tantos otros, la ICE realizó una labor considerable de formación y educación política gracias a su revista teórica Comunismo (3), a sus folletos y libros y a sus conferenciantes y propagandistas; pero quizás por el hecho de aparecer durante mucho tiempo como un grupo de oposición al Partido Comunista y no como una organización plenamente independiente, no consiguió progresar al mismo ritmo que el BOC (4). Sin embargo, sus ideas y sus militantes influyeron notablemente en la evolución del movimiento obrero español, en particular en Madrid, Asturias y Extremadura.
El Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista actuaron por separado durante los primeros años de la República, pese a que las diferencias que les separaban no eran fundamentales y pese a que sus principales dirigentes —Nin, Andrade y García Palacios, por una parte, Maurín, Bonet y Portela, por otra— habían marchado juntos para defender la Revolución Rusa e introducir el marxismo revolucionario en España. Pero éstos volvieron a encontrarse en el seno de la Alianza Obrera (5) a finales de 1933 y comienzos de 1934.
La Alianza Obrera, creada en Cataluña por iniciativa del Bloque Obrero y Campesino, tuvo la virtud de reunir en un período de reflujo, después de la victoria electoral de la coalición Lerroux-Gil Robles, a todas las organizaciones políticas y sindicales catalanas con la excepción de la CNT, que se mantuvo en su apoliticismo tradicional. El éxito de esta iniciativa de frente único favoreció la recuperación del movimiento obrero en toda la Península.
El triunfo de Hitler en Alemania y sus graves consecuencias para el movimiento obrero europeo dieron un fuerte impulso a los sentimientos unitarios y a la lucha contra el fascismo en todas partes. La Alianza Obrera de Cataluña se convirtió en el gran heraldo de la unidad en el momento en que el Partido Socialista iniciaba una importante rectificación política tras los resultados de su colaboración ministerial con los republicanos en el llamado "primer bienio" (6). El Socialista de Madrid proclamó en un célebre editorial que "Cataluña estaba a la cabeza". Y ello era tan cierto que el ejemplo de Barcelona se imitaba en otros lugares. La Alianza Obrera se extendió rápidamente a Valencia, Madrid y Asturias, y en esta última región obtuvo el concurso entusiasta y precioso de la CNT.
Sin embargo, el movimiento revolucionario de octubre de 1934 fracasó porque la Alianza Obrera no había logrado dotarse de las estructuras apropiadas en todo el país y establecer una coordinación efectiva de las luchas obreras y campesinas. La Comuna de Asturias —los trabajadores conquistaron el poder y se mantuvieron durante quince días—apareció como una vanguardia aislada. La Alianza Obrera organizó una huelga general impresionante en Cataluña sin el concurso de la CNT, mas no pudo llevar la lucha a un nivel superior a causa de la capitulación de la Generalitat y de la inhibición de los anarcosindicalistas. Sin embargo, el fracaso mayor se produjo en Madrid y en otras ciudades importantes, donde el Partido Socialista, fuerza predominante, no fue capaz de organizar y dirigir la lucha.
Después del fracaso del movimiento de Octubre, todas las organizaciones obreras hicieron, mejor o peor, el análisis crítico de la experiencia vivida. El Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista, cada día más próximos desde la creación de la Alianza Obrera, coincidieron en la interpretación de las causas del fracaso de Octubre y en la definición de las nuevas perspectivas políticas. Para Nin, el movimiento no había podido triunfar a causa de las insuficiencias del Partido Socialista y de la ausencia de un gran partido revolucionario. Para el Bloque Obrero y Campesino, las lecciones de la insurrección de Octubre conducían a replantearse toda la perspectiva política y a fijarse los siguientes objetivos: "Unidad de acción: Alianza Obrera. Unidad sindical: una sola central sindical. Unidad política: un solo partido socialista revolucionario" (7). Tales eran las conclusiones de un largo análisis de la situación política del movimiento obrero escrito en enero de 1935 y suscrito por el Bloque Obrero y Campesino y la Juventud Comunista Ibérica.
Los problemas planteados por la ICE y el BOC estaban en discusión en todos los sectores del movimiento obrero. Y la realidad es que en 1935 se abrió en todo el país un importante proceso de reagrupación y de unificación. Las dos principales tendencias de la CNT, organización que había sufrido graves crisis y escisiones en los años anteriores, se reunificaron en el congreso de Zaragoza en mayo de 1936. Las Juventudes Comunistas y las Socialistas se unieron en una sola organización, las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), que no tardó en caer bajo la dependencia del estalinismo. Para ser más precisos, conviene decir que el equipo de Carrillo-Melchor-Laín, que había mantenido excelentes relaciones con la Izquierda Comunista, el Bloque Obrero y Campesino y la Juventud Comunista Ibérica en su período de bolchevización, sobre todo meses antes y meses después de octubre de 1934, y que había llegado a solicitar que dichas organizaciones ingresaran en el Partido y las Juventudes Socialistas para facilitar la radicalización del socialismo, dio un viraje sorprendente en otoño de 1935.
Ese viraje consistió en una aproximación hacia Moscú y la Internacional Comunista, el abandono de las tesis bolchevizadoras y la aceptación de las concepciones del Frente Popular y del Frente de la Nueva Generación. Todo concluyó en un viaje de Carrillo a Moscú, donde se establecieron las bases definitivas de la unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas. Este resultado iba a tener consecuencias enormes en la correlación de fuerzas en el movimiento obrero y en las luchas políticas antes y después de julio de 1936. Como se sabe, las Juventudes Socialistas Unificadas salieron de la órbita del Partido Socialista y se situaron, en la práctica, en el terreno del Partido Comunista.
El POUM, la revolución y la guerra
El proceso de unificación se desarrolló de un modo diferente en Cataluña. Se inició con todas las organizaciones políticas que figuraban en la Alianza Obrera, puesto que todas habían comprobado juntas sus insuficiencias en octubre de 1934. Esas organizaciones eran el Bloque Obrero y Campesino, la Izquierda Comunista, el Partit Catalá Proletari, el Partit Comunista de Catalunya, la Federación Catalana del PSOE y la Unió Socialista de Catalunya. Las principales reuniones de discusión se realizaron los días 6 y 13 de abril de 1935. En la primera reunión se fijaron unos puntos básicos de la discusión para la fusión sobre la base del marxismo revolucionario (. Pero no tardó en comprobarse que en el fondo había dos bloques: los que se reclamaban del marxismo revolucionario de un modo efectivo y los grupos reformistas que se acercaban ideológicamente al estalinismo atraídos por la nueva política frentepopulista de éste. Los primeros, que poseían secciones, militantes y simpatizantes en diversas nacionalidades y regiones de la península, es decir, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista, se negaron a integrarse en una organización reducida a Cataluña, y decidieron formar el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Los segundos crearon más tarde, precipitadamente, en julio de 1936, el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), formación que no tardó en adherirse a la Internacional Comunista y en colocarse, como las JSU, bajo la dependencia del estalinismo.
El POUM surgió, el 29 de septiembre de 1935, tras largas discusiones en el seno de las dos organizaciones que lo formaron, con una triple finalidad: llevar hasta el fin la estrategia de la Alianza Obrera, impulsar la unificación de la CNT, la UGT y los sindicatos autónomos en una sola central sindical y reunir a todos los marxistas revolucionarios en un solo partido. Estos objetivos, largamente pensados y madurados, obedecían a un proyecto sin equívocos: colocar al proletariado español en condiciones de coronar el proceso político iniciado en 1930-1931 con la caída de la monarquía con la victoria de la revolución socialista, único medio, tras el fracaso de la II República, de transformar radicalmente la sociedad española, superando la impotencia de la burguesía para realizar las tareas que la historia imponía desde hacía luengos años.
El POUM no fue, por tanto, una improvisación de circunstancias, un reflejo de un fenómeno exterior al país y a sus inquietudes profundas, sino el producto de una larga elaboración en el seno mismo del movimiento obrero, que arrancaba de la doble ruptura de los años 20 con el oportunismo socialdemócrata y con el aventurerismo anarquista, bajo la influencia determinante de la revolución de Octubre de 1917. Por eso mismo, una buena parte de los militantes que se solidarizaron con Lenin y Trotsky y fundaron el Partido Comunista volvieron a encontrarse en el POUM tras las experiencias del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista, organizaciones surgidas frente a la degeneración burocrática de la Revolución Rusa y de la Internacional Comunista. Se realizaba así una especie de síntesis de un largo proceso dialéctico. Era natural, pues, que el nuevo partido se encontrara mejor armado que otros para comprender e interpretar el proceso revolucionario hispano.
El POUM aparecía en la escena política española e internacional con su tríptico unitario (frente único obrero, unidad sindical, unidad de los marxistas revolucionarios) porque estaba firmemente convencido, como se puede colegir de su literatura política, de que en la Europa avasallada por el fascismo, donde la clase obrera había sufrido derrota tras derrota, se acercaba la hora del enfrentamiento brutal entre las fuerzas reaccionarias y revolucionarias españolas, enfrentamiento del que iba a depender el destino de Europa durante largo tiempo.
Había que armarse ideológica, política y orgánicamente para vencer en España y cerrar así el paso a la expansión del fascismo en Europa, impidiendo la segunda guerra mundial y abriendo una perspectiva de liberación al movimiento obrero de nuestro continente. Y el POUM desvelaba sus armas.
En el momento de su fundación, el POUM tenía unos 8.000 militantes y cerca de 40.000 simpatizantes. En Cataluña, animaba la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS), formada por los sindicatos de Lérida, Tarragona y Gerona excluidos de la CNT por "estar dirigidos por marxistas", y multitud de sindicatos autónomos. Y animaba también potentes organizaciones campesinas, como la Unión Agraria de Lérida, aparte de tener una influencia nada desdeñable en la Unió de Rabassaires (9). Por otra parte, el POUM contaba con una organización juvenil, la Juventud Comunista Ibérica, que era ya bastante fuerte en Cataluña y Levante, organización que iba a conocer un ascenso considerable algunos meses después.
EL POUM brotó como una gran esperanza y fue muy pronto algo más que la suma de dos organizaciones. Fue en seguida el primer partido obrero de Cataluña. Luego, con relativa rapidez, sobre la base de las posiciones que ya tenía en Valencia, Madrid, Asturias, Andalucía y Extremadura, se fue extendiendo por toda la Península. La organización de Galicia, en pleno desarrollo, estaba celebrando un pleno en Santiago de Compostela el día que estalló la insurrección militar-fascista, el 18 de julio. Según un documento del comité ejecutivo del POUM del 10 de diciembre de 1935, la Izquierda Comunista había aportado en el momento de la fusión secciones o núcleos en Pamplona, Astillero (Santander), Gijón, Santiago de Compostela, Salamanca, Madrid, Villada (Palencia), Llerena (Badajoz), Sevilla, Bilbao, Lugo "y otros repartidos en las diversas provincias de España".
En el curso de los primeros meses de 1936, año que definió como "año crucial"(10), el POUM, fiel a su política de unidad obrera, puso en guardia a los trabajadores ante la euforia artificial del Frente Popular y recordó sin descanso que la alternativa histórica se presentaba así: socialismo o fascismo. Sin hipotecar su independencia de clase, formó parte de la coalición obrero-republicana del 16 de febrero y contribuyó así a asegurar la victoria electoral, que supuso la liberación de los presos de octubre de 1934 y la apertura de una nueva etapa política en el país.
Los días 19, 20 y 21 de julio de 1936, los militantes del POUM se movilizaron en todo el país para hacer frente a la agresión militar-fascista. La intervención del POUM en las batallas de Barcelona, de Valencia, de Lérida y en las luchas de Madrid y de otras ciudades está en la historia. Germinal Vidal, secretario general de la JCI, murió en la plaza de la Universidad de Barcelona junto con otros militantes, combatiendo contra los sublevados. En Barbastro, la acción decidida de un grupo de soldados de la JCI y de José Rodes, comisario político de Lérida, evitó que la brigada del coronel Villalba se incorporara a la rebelión. En Galicia, Luis Rastrollo, secretario de la Federación del POUM, se puso al frente de la resistencia armada. En Llerena (Extremadura), los mejores militantes del POUM cayeron defendiendo la ciudad contra las tropas de Queipo de Llano. En Asturias, Luis Grossi, Emilio García y otros militantes valiosos murieron en los frentes de Oviedo.
Apenas terminados los combates de julio, el POUM organizó unidades de milicias en Cataluña, Levante, Aragón y Madrid. La primera "brigada internacional" que se formó en España fue la Columna Internacional Lenin, creada por el POUM en el frente de Aragón en julio de 1936 (11). En ella combatieron, junto con militantes revolucionarios de Italia, Alemania, Francia, Bélgica y otros países, los grandes escritores George Orwell (12) y Benjamín Péret (13). La milicias de Cataluña, agrupadas en la División Lenin, más tarde 29ª División, combatieron en los frentes de Aragón. Centenares de militantes sucumbieron en la desgraciada operación de Mallorca. Las milicias de Castellón y Valencia intervinieron en la conquista de Ibiza, en el cerco de Teruel y en la defensa de Madrid. La Columna motorizada del POUM de Madrid, inmortalizada en el libro de la escritora argentina Mika Etchebéhère (Mi guerra de España (14)), participa en la toma de Sigüenza y sus componentes se cubrieron de gloria después, bajo el mando de Mika, en las trincheras de la Moncloa, en la División de Cipriano Mera.
En los primeros meses del proceso revolucionario y de la guerra, el impulso general aseguró la unidad de las organizaciones obreras y antifascistas. El POUM participó en el Comité de Milicias (15) y en el Consejo de Economía de Cataluña, en el Comité Ejecutivo Popular de Valencia, en el Comité Revolucionario de Lérida y en infinidad de organismos y comités de frente único que se constituyeron en toda la zona controlada por las fuerzas obreras y republicanas. En cambio, no participó en la Junta de Defensa de Madrid porque la embajada rusa opuso su veto directamente y el PCE y las JSU lo impusieron a las demás organizaciones.
El POUM realizó un esfuerzo de información, de propaganda y de educación sin precedentes. En la reunión del comité central ampliado celebrada en Barcelona en diciembre de 1936 —en el preciso momento en que, bajo la presión de los representantes de Stalin en España, se preparaba la eliminación del POUM del Consell de la Generalitat de Cataluña—, el partido hizo un balance de semejante esfuerzo (16). El POUM contaba con unos 45.000 militantes y una cifra de simpatizantes mucho más importante. Publicaba seis periódicos diarios: La Batalla (30.000 ejemplares) en Barcelona; Adelante en Lérida, L'Espurna en Gerona, Front en Tarrasa, El Pla de Bages en Manresa y El Combatiente Rojo en Madrid. Tenía una serie de semanarios importantes: POUM en Madrid, El Comunista de Valencia, L'Hora de Barcelona, entre otros; más los publicados por la Juventud Comunista Ibérica: Juventud Comunista, órgano central, en Barcelona (15.000 ejemplares), La Antorcha en Madrid, Juventud Roja en Castellón, Combat en Lérida, Acció en Tarragona. Por otra parte, la Secretaría internacional del POUM publicaba regularmente La Revolución Española en francés, inglés, alemán e italiano, y una revista teórica en francés, Juillet. A este conjunto conviene añadir La Nueva Era, órgano teórico y, asimismo, Generación Roja, revista de educación política de la JCI. Toda esta labor en el dominio de la prensa fue completada con la actividad de la Editorial Marxista que, bajo la dirección de Juan Andrade, lanzó al mercado numerosos libros de teoría marxista y una serie impresionante de folletos de divulgación política, y en particular muchas obras que los estalinistas no publicaban ya o tenían proscritas a causa de los cambios que se habían operado en Moscú en el período 1926-1936. Los nombres de Gregori Zinoviev (17), de Víctor Serge, de Nikolai Bujarin (18) y de tantos otros volvieron a aparecer en los kioscos y librerías con gran escándalo de los representantes de Stalin en España.
Durante todo el curso de la revolución —incluso en el breve período de participación en el Consell de la Generalitat de Cataluña (19), cuando Andreu Nin organizó la justicia revolucionaria, impuso la mayoría de edad a los dieciocho años y sentó las bases de una legislación liberadora de la mujer— el POUM se afirmó claramente como una fuerza marxista revolucionaria, defendiendo intransigentemente su concepción de la revolución democrático-socialista, sosteniendo contra viento y marea que la guerra y la revolución eran inseparables, buscando la alianza con las fuerzas susceptibles de conducir el proceso revolucionario hasta la victoria. Su consigna central fue: "sobre el fascismo haremos triunfar la revolución socialista" (20).
La lucha contra el estalinismo en plena guerra
A mediados de 1936 y en los años 1937 y 1938, el POUM tuvo que enfrentarse con una de las realidades más trágicas del proceso revolucionario: la intervención declarada de la burocracia rusa (hecho que han terminado por reconocer la mayor parte de los dirigentes del Partido Comunista) y la acción contrarrevolucionaria del estalinismo. Mientras los oposicionistas rusos, los compañeros de armas de Lenin y Trotsky sucumbían en condiciones ignominiosas (procesos de Moscú (21)) o iban a parar a los campos del Gulag, en la otra punta de Europa los militantes del POUM luchaban y morían para abrir una perspectiva de renovación al movimiento surgido de la Revolución Rusa.
Tomando como pretexto las Jornadas de Mayo de 1937 —sublevación del proletariado de Barcelona contra una provocación preparada para despojarle de sus conquistas revolucionarias—, los consejeros extranjeros del PCE (Togliatti, Stepanov, Gerö, Codovila, etc.) comenzaron por derribar el gobierno de Largo Caballero, que, como se sabe, se había opuesto reiteradamente a sus exigencias, y abrieron paso a la "fórmula Negrín", que les ofrecía casi todas las garantías que Stalin reclamaba para proseguir su "ayuda a la República Española", una ayuda pagada con creces económica y políticamente. Eliminado Largo Caballero, los objetivos fueron la limitación drástica de la autonomía de Cataluña (22), la neutralización de la CNT y la destrucción del POUM.
El 16 de junio de 1937, una brigada de la policía estalinista, controlada y dirigida por agentes de la GPU rusa, dio un golpe contra el POUM, sus dirigentes, sus locales y sus medios de expresión, sirviéndose de los resortes del aparato del Estado que estaban en sus manos o que no se atrevían a resistirles. Andreu Nin y la mayor parte de los dirigentes del POUM fueron detenidos y secuestrados sin que las autoridades de la Generalitat de Cataluña fueran advertidas ni consultadas. Nin fue trasladado rápidamente a Valencia y luego a Madrid y Alcalá de Henares, donde, al parecer, fue torturado y asesinado. Todo esto sin que los ministros de Gobernación (el socialista Zugazagoitia) y de Justicia (el nacionalista vasco Irujo) tuvieran la menor noticia de lo sucedido. Juan Andrade, Pedro Bonet, Julián Gorkin [seudónimo de Julián Gómez García], David Rey y José Escuder fueron trasladados de Barcelona a Valencia, de Valencia a una checa (23) de Madrid y, finalmente, de nuevo a Valencia, saliendo así de su incomunicación.
Evidentemente, para justificar semejantes desmanes y el crimen cometido con Nin, la prensa estalinista, tras unos días de vacilaciones, lanzó una campaña infamante presentando a los dirigentes del POUM como "espías" y "agentes de Franco", insinuando que Nin podía estar "en Salamanca o en Berlín". La reacción fue inmediata. Los militantes del POUM, organizados en la clandestinidad, iniciaron una vasta campaña para exigir aclaraciones públicas sobre la desaparición de Nin, la libertad de los militantes detenidos y el retorno a la legalidad de su partido. Algunos periódicos cenetistas y socialistas denunciaron los hechos represivos y salieron en defensa del POUM. Pero nadie pudo contener el furor destructor de la GPU y de los dirigentes estalinistas, que, desgraciadamente, ocupaban posiciones cada vez más importantes en el aparato del Estado.
Contrariamente a lo que han sostenido algunos historiadores, el POUM no desapareció tras el golpe del 16 de junio de 1937. Al contrario, las organizaciones del POUM y de la Juventud Comunista Ibérica se mantuvieron en la clandestinidad hasta el fin de la guerra. La mejor prueba de ello son sus publicaciones, en particular La Batalla y Juventud Obrera, que se publicaron con una regularidad asombrosa hasta mayo de 1938, semana tras semana, provocando la irritación pública de los dirigentes del PCE, del PSUC y de las JSU. Esas publicaciones constituyen una mina de informaciones para los historiadores de hoy.
En medio de grandes dificultades, el POUM hizo frente a la campaña de calumnias organizada por los estalinistas, protegió a sus militantes en los frentes, mantuvo relaciones regulares con todas las organizaciones antifascistas y, en particular, con la CNT y la izquierda socialista de Largo Caballero —a los que incitó constantemente a la resistencia al terrorismo y a las manipulaciones estalinistas— y alimentó una campaña internacional destinada a denunciar los asesinatos de Andreu Nin, Kurt Landau (24), Camillo Berneri (25), José María Martínez y muchos otros, y a evitar que se reprodujeran en España los procesos de Moscú.
Porque la intención era esa: descubrir y condenar a "traidores trotskistas" en España para justificar a posteriori los procesos de Moscú contra las primeras figuras del bolchevismo, procesos que habían suscitado un movimiento de repulsa y de horror en los círculos más avanzados del movimiento socialista y de la intelectualidad europea de izquierda.
Después de un golpe policiaco destinado a desbaratar el aparato clandestino del POUM, del que fuimos víctimas los dirigentes del POUM y de la JCI que habíamos logrado escapar a la represión de junio de 1937 (José Rodes, Joan Farré, Jordi Arquer y yo), golpe que tuvo consecuencias bastante desastrosas para la resistencia organizada de los poumistas, se aceleraron los preparativos del gran proceso que tenía que justificar toda la operación estalinista, confundir a los dirigentes del POUM y reducir a la impotencia a la tendencia Largo Caballero-Araquistain e incluso a la propia CNT. Mas todo esto fracasó estrepitosamente gracias al sacrificio de Andreu Nin y a la resistencia de sus compañeros más representativos.
España, pese a todo, no era la Rusia de Stalin. El Tribunal Central Especial de Espionaje y Alta Traición estaba formado por hombres que simpatizaban con el socialismo y que no se rindieron ante las presiones que se ejercieron sobre ellos (26). Por lo demás, aparte de que personalidades como Francisco Largo Caballero, Luis Araquistain, Federica Montseny y Josep Tarradellas garantizaron públicamente que los procesados eran militantes revolucionarios con un brillante historial político, Andrade, Bonet, Gorkin, Gironella [seudónimo de Enrique Adroher Pascual] y Escuder defendieron su honor de revolucionarios, refutaron todas las acusaciones estalinistas y denunciaron vigorosamente el asesinato de Nin.
El tribunal descartó en seguida todas las acusaciones de "espionaje y alta traición" y condenó a unos años de cárcel a los encausados por su actuación durante... las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona. En la sentencia se hacía casi un elogio de los procesados al recordar y destacar su prestigiosa historia militante. La decepción y el furor de la GPU y de los dirigentes estalinistas fueron tan grandes que la censura del gobierno Negrín, controlada por ellos, prohibió la publicación de la sentencia del tribunal, razón por la cual ésta se convirtió en un documento político de propaganda en favor del POUM.
Este hecho, como muchos otros que se produjeron en los meses siguientes, demostró que España no podía ser sometida a un régimen de democracia popular como los que iban a organizarse diez años después en varios países del Este europeo. No obstante, la intención era ésa, como ha confesado el propio Santiago Carrillo en declaraciones recientes (27). Es decir, instaurar un régimen en el que el Partido Comunista, a través de sus organizaciones y de sus compañeros de viaje (28) instalados en el aparato del Estado, el Ejército y la Policía, pudiera ejercer francamente su dictadura, eliminando a todos los que se oponían a sus designios y, en primer término, al POUM, a la CNT y a la izquierda socialista de Largo Caballero.
En todo caso, el POUM no cedió, no transigió, no capituló ni en los frentes ni en la retaguardia, ni en las prisiones ni ante los tribunales de represión. Sus militantes prosiguieron la guerra contra Franco en todos los frentes y militaron por la causa del socialismo hasta el último día. Andreu Nin, torturado y asesinado en condiciones odiosas, simboliza en la historia la resistencia heroica del movimiento obrero español, en plena revolución, a la reacción estalinista. Y, con él, todos los militantes que, como el economista vasco José Mª Arenillas, el comisario político Marciano Mena, los maestros Juan Hervás, Joan Baptista Xuriguera y Jaime Trepat, animadores de la Escuela Nueva Unificada de Cataluña, fueron también víctimas de los crímenes del estalinismo.
El caso del POUM no tiene precedentes ni puede compararse con ningún otro. Mientras Joaquín Maurín y muchos otros militantes destacados se encontraban en las prisiones de Franco acusados de comunistas o marxistas —por lo que no pocos comparecieron ante los pelotones de ejecución, como José Luis Arenillas, secretario del partido en Euskadi, Luis Rastrollo, secretario del partido en Galicia, Julio Alutiz o Eusebio Cortezón, miembros del comité central—, Nin era asesinado en la zona republicana y se organizaba un proceso y una violenta represión contra el POUM y la JCI, represión que se cebaba también con los oficiales y los soldados del POUM que combatían en el Jarama y el Ebro, en las riberas del Segre y en el corazón de Cataluña, a los que no se vacilaba en acusar de ser "agentes de Franco". Los principales organizadores de la derrota, los que a la sombra de Negrín preparaban el desastre o la capitulación, contrajeron así una inmensa responsabilidad ante la historia.
La clandestinidad franquista y el exilio político
Terminada la Guerra Civil, los militantes del POUM que por las causas más diversas permanecieron en España, pasaron sin solución de continuidad de la resistencia al estalinismo a la nueva resistencia al terror franquista. Uno de los primeros periódicos clandestinos que aparecieron en 1939 en el país fue El Combatiente Rojo, órgano de nuestros camaradas de Madrid. En Cataluña el Frente de la Libertad, primera organización de resistencia, fue creada y animada por militantes del POUM. Entre 1944 y 1950, es decir, en los años más duros del franquismo, La Batalla, Adelante, Catalunya Socialista y otras muchas publicaciones aseguraron la presencia del POUM en las luchas contra la dictadura. Estas actividades, así como las realizadas durante la revolución y la guerra, supusieron para los militantes que cayeron en manos de la policía muchos y largos años de prisión o de presidio.
Pero tampoco el exilio fue fácil para los que lograron salir de España. No hubo en ninguna parte cuarteles de invierno. Los principales dirigentes del POUM —los que nos encontrábamos en la Prisión del Estado de Barcelona— fuimos evacuados de Barcelona por orden de González Peña, ministro de Justicia socialista, y conducidos cerca de la frontera; consiguieron liberarnos y fuimos acogidos por un grupo especial del Partido Socialista Obrero y Campesino de Francia (PSOP) organizado por Marceau Pivert y Daniel Guerin, que logró trasladarnos a París. Pero millares de militantes fueron a parar a los campos de concentración de Argelés y de Barcarés, de Bram y de Vernet, de donde no fue tarea fácil arrancarlos.
Dentro o fuera de los campos de concentración, encerrados o asignados a residencia en poblaciones donde se carecía de los derechos más elementales, la vida de los exiliados en Francia fue muy ingrata en los primeros años y durante la Segunda Guerra Mundial. En noviembre de 1941, un tribunal francés, bajo la presión de la Gestapo, condenó a largas penas de prisión o de trabajos forzados a varios militantes del POUM acusados de haber reorganizado su partido en Francia y de mantener contactos con los primeros grupos franceses de resistencia a la ocupación por los nazis. Este proceso injusto y bárbaro supuso largos años de encarcelamiento para hombres como Rodes, Andrade, Solano, Farré Gasso, Coll, Iglesias, Comabella o Zayuelas. Algunos de ellos fueron deportados a Alemania en 1944, donde coincidieron a veces con otros militantes del POUM detenidos en otros lugares de Francia y enviados a Dachau, Mauthausen o Buchenwald...
De un modo general puede decirse que, en contacto con la organización clandestina de España, los militantes exiliados del POUM aportaron su apoyo a las organizaciones socialistas revolucionarias clandestinas y facilitaron la evasión por España de numerosos combatientes y perseguidos de distintas nacionalidades. Por otra parte, ciertos militantes tuvieron la posibilidad de incorporarse a las guerrillas organizadas en Francia o de crear grupos de combate españoles, como en el caso del batallón Libertad que, junto con una brigada vasca, contribuyó a reducir los últimos fortines de la resistencia alemana en la costa sur del Atlántico.
Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el POUM pudo operar en la legalidad en el exilio, manteniendo sus organizaciones y publicando su prensa, en particular La Batalla, que ha asegurado la continuidad del marxismo revolucionario durante más de treinta años, celebrando sus conferencias, realizando múltiples actividades, estableciendo lazos de camaradería y de fraternidad con las tendencias más avanzadas del movimiento obrero internacional. Toda esta labor se desarrolló en el marco de la lucha global contra la dictadura franquista y por la reconstrucción del movimiento obrero en nuestro país, en relación constante con los grupos clandestinos del POUM y con las nuevas organizaciones que fueron surgiendo en la clandestinidad, inspirándose a veces en nuestra tradición histórica y en el marxismo revolucionario.
Para todas las organizaciones obreras, incluso las más fuertes y las que contaban con mayores apoyos internacionales, fue muy difícil resistir en los años más duros de la represión y el terror y, luego, en la época de reflujo de los años 1950 a 1962, conservar y renovar sus cuadros militantes clandestinos. Esta tarea resultó todavía más ingrata para el POUM, víctima, a la vez, de la represión franquista y de las campañas de calumnias del estalinismo.
La reconstrucción del movimiento obrero a través del movimiento huelguístico de 1962 y el proceso iniciado tras la muerte de Stalin y el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS (PCUS) en 1956, comenzaron a modificar fundamentalmente la situación y las perspectivas. La lucha histórica del POUM contra la degeneración estalinista y su interpretación de la revolución española de 1936 —evolución socialista y no mera "guerra de independencia nacional"— comenzaron a insertarse en la nueva realidad española. Y ello provocó la aparición de nuevos grupos y organizaciones, formados generalmente por jóvenes obreros y estudiantes, muchos de los cuales se situaban en el terreno del marxismo revolucionario y de la renovación del socialismo frente al despotismo burocrático. Pero esto es ya otra historia.
No se que les parecera ,pero a mi salvo sus excesivas críticas al esalinismo que muchas veces poco sentido tenían ,me parece un gran partido , les recomiendo que vean tierra y libertad ,habla mucho de esto.