El que no encuentre diferencias entre el tipo de analisis de unos y otros que se lo haga mirar seriamente, porque yo creo que es bastante claro donde esta el analisis cientifico y donde esta la carencía de este que s eintenta sustituir pro sectarismo aderezado de ciertas psicologías acratas que les gustaria muy poco lo que les depara el Socialismo por su condición.
Traiganme aqui, porfavor un analisis MARXISTA de este nivel con capacidad MAS CRITICA COENTIFICA que este texto.
Aqui habeis tenido el desproposito de psotear comentarios de mierda del Twiter de Pablo Hasel y hacerlos pasar por analisis cientifico.
La reconstruccion del movimiento comunista, tiene que ir a la par de los acontecimientos, y esto implica el deshacerse de todo el lastre para crear a unos aspirantes a vanguardias funcionales ante la materia y no simples grupies de canciones folk y palabrería vintage.
Podemos y la clase obrera
Miguel Ángel Villalón
Fecha:
Miércoles, 12 Noviembre, 2014
Podemos es una formación política muy reciente, fundada por activistas y pensadores enfrentados a los efectos sociales de la crisis económica iniciada en 2008. Recogiendo inteligentemente en su mensaje la indignación de quienes descubren la falta de escrúpulos de una oligarquía que se enriquece a costa de empobrecer a la mayoría, Podemos ha obtenido cinco eurodiputados y, según los últimos sondeos, alcanza ya los primeros puestos en intención de voto.
El Partido Popular gobernante y la derecha en general han reaccionado movilizando ideológicamente su base social contra Pablo Iglesias y los suyos, a los que presentan como unos peligrosos demagogos comunistas. El exgobernante Partido Socialista Obrero Español apoya la acusación de populismo y contraataca renovando, no su política, sino sus líderes. Estos hombres de Estado tachan de populismo a cualquiera que cuestione los dogmas del neoliberalismo. UPyD es aún más beligerante porque Podemos le ha arrebatado la iniciativa de la crítica fácil a la corrupción política al hacerla extensiva a la “casta” económica y financiera. Izquierda Unida (PCE) presencia con disimulado enfado cómo le desborda esta opción electoral que propone un programa similar al suyo.
Los obreros con mayor conciencia política y los comunistas no tenemos una opinión clara y compartida sobre Podemos. Algunos se han embarcado plenamente en este proyecto porque consideran que ofrece el camino más viable para desencadenar una revolución popular. Otros tienen una actitud hostil hacia el partido de Pablo Iglesias porque desvía a las masas de la lucha realmente resolutiva del proletariado contra la burguesía y las lleva finalmente a la impotencia e incluso a la desesperación que podría ser aprovechada por la reacción y el fascismo.
Lo más fácil, pero también lo más inútil es abordar el estudio de los fenómenos de una manera unilateral, subjetiva e incluso oportunista: es decir, tomar en consideración únicamente ciertos aspectos y exagerarlos para justificar los propios prejuicios, ya sean favorables o adversos. Necesitamos un análisis objetivo y una síntesis clara y decidida.
Qué pretende ser Podemos y qué es realmente
Los ideólogos de Podemos consideran de que se han producido importantes cambios sociales en los últimos años que hacen posible un cambio político. Puesto que la oligarquía económica y política se ve obligada a empeorar las condiciones de vida de la gran mayoría para superar la crisis y mantener su competitividad internacional, ya no queda más remedio que desplazarla del poder para que aquellas condiciones vuelvan a mejorar. Se podría entonces conseguir este objetivo por la vía electoral. Por eso, Podemos se presenta con un programa que confronta con aquella “casta” en términos inmediatamente aceptables para esa mayoría. Pretende ganar así las elecciones parlamentarias para formar un gobierno que promueva el cambio de las reglas del juego consensuadas en la Constitución de 1978, mediante un proceso constituyente dirigido a conquistar la soberanía popular.
Es innegable que, en estos últimos cinco años, estamos asistiendo a cambios importantes en el alineamiento de fuerzas sociales en los países desarrollados de Occidente. Tras la II Guerra Mundial, la burguesía dominante en ellos, temerosa de que la potente lucha de clase que desplegaban sus trabajadores siguiera el ejemplo de los países socialistas, les concedió gran parte de sus reivindicaciones para desmovilizarlos, aprovechando el prolongado crecimiento económico y los réditos de sobreexplotar al tercer mundo. Durante ese período, la distribución de la renta nacional entre las dos principales clases sociales se mantuvo con pocas variaciones. Cuando el capitalismo entró en crisis estructural en los años 70, sustituyó sus políticas keynesianas por políticas agresivas neoliberales que provocarían una continua reducción del porcentaje de los salarios en la renta nacional. Fue el principio del fin del "Estado del bienestar" para amplias masas obreras. Sin embargo, la liberalización financiera permitió mantener "artificialmente" el nivel de vida de la pequeña burguesía, de la aristocracia obrera y demás capas intermedias, hasta la gran crisis financiera de 2008. Desde este momento, sectores que habían apoyado hasta entonces la dominación de la gran burguesía sufren una brusca proletarización en sus condiciones de vida presentes y en sus expectativas, pasándose por ello a la oposición política.
Hasta hace poco, un programa como el de Podemos era inocuo para la dominación burguesa, porque las capas intermedias de la sociedad que se identificaban con él veían preservados sus intereses a través de la conciliación con la oligarquía y, por ello, la servían dócilmente en sus vínculos con las masas proletarias. Desde la crisis de 2008, una parte de aquellas “clases medias” ha comprendido que el gran capital ya no puede mantenerlas a cambio de sus servicios. Pasan entonces a utilizar contra él la influencia de masas de la que gozan. Anteriormente, los programas reformistas socialdemócratas se subordinaban al consenso alrededor de la Constitución de 1978. Ahora, Podemos utiliza un programa así para reunir a una mayoría electoral contra la oligarquía, su Constitución y sus partidos políticos. Además, al ser una formación nueva y carente de viejos cargos públicos, no está amordazada por las prácticas corruptas incubadas al calor de aquel consenso. Las contradicciones económicas y sociales sólo pueden resolverse al desarrollarse y Podemos es un producto de este desarrollo que apunta en una dirección progresiva.
No parece creíble que Podemos sea un engendro maquiavélico de la burguesía para desactivar peligros revolucionarios engendrados por la crisis. Tales peligros no son tan inmediatos como para que la clase capitalista arriesgue su dominación fomentando un partido que estimula la intuición antioligárquica de las masas. La burguesía es conocedora de la experiencia histórica y sabe que los obreros no pueden orientarse espontáneamente hacia la revolución y el comunismo, menos aún en un corto espacio de tiempo. Para ello, hace falta la intervención de un partido comunista capaz de infundirles conciencia revolucionaria. En España, ese partido todavía no se ha podido reconstruir porque llevamos demasiados años bajo el predominio del colaboracionismo entre clases y la reacción dogmática de los sectarios. Por eso, las masas obreras tardarán todavía bastante en actuar como un partido político verdaderamente independiente de la pequeña burguesía opositora. Es en ésta, y no en la gran burguesía, donde hay que buscar el origen y la pujanza de Podemos.
A la gran burguesía le habría bastado con “fabricar” un proceso de renovación de la socialdemocracia, como hizo en la Transición con el tándem González-Guerra, en vez de dar rienda suelta a líderes que han surgido de movimientos de protesta elementales. El eco mediático de Podemos, al igual que el del 15M, se explica por la simpatía de muchos profesionales de los medios de comunicación que también padecen la opresión oligárquica, pero sobre todo por el hecho de que, cuando los negocios escasean, ciertas fracciones de la burguesía recurren al pueblo para desplazar del poder a otras fracciones de su misma clase enquistadas en él a través de los partidos políticos dominantes. Intentan, en definitiva, regenerar el Estado para acabar recuperando el pleno control de la situación, pero también ocurre a veces que les salga el tiro por la culata. Los verdaderos revolucionarios nunca han sido indiferentes a las contradicciones en el campo enemigo y siempre han intentado aprovecharlas.
Sea cual sea la intención de los dirigentes de Podemos, lo que realmente cuenta es la masa de población que predisponen contra la oligarquía, el desplazamiento político de clases que esto representa y su aprovechamiento por parte del proletariado consciente.
Al limitarse al mínimo cambio al que pueda aspirar todo el pueblo, no cabe duda que el programa de Podemos es estrictamente el de la pequeña burguesía que se considera mejor merecedora de dominar la sociedad que la oligarquía “parasitaria y corrupta”. De ahí, la ambigüedad en materia de nacionalizaciones, la ingenua defensa de la Europa del antifascismo, etc. Podemos también es pequeñoburguesa por su origen en el 15M posmoderno, el cual rechazaba los sindicatos y partidos obreros e imponía antidemocráticamente la voluntad de la minoría a la mayoría a través de la trampa del consenso. Lo es asimismo por su composición social, puesta de manifiesto en su lista a las europeas, donde había un 51% de profesores e investigadores, un 30% de profesionales liberales y ningún trabajador industrial; y en su electorado que, según el CIS, está entre las nuevas clases superiores o entre las clases medias, siendo más escaso entre las capas sociales menos cultas, entre las masas obreras profundas.
Qué hacer con Podemos y al margen de Podemos
En definitiva, Podemos es, como poco, un rehén de la pequeña burguesía (por ahora, de la parte de la misma que confronta con la oligarquía financiera). Pero, 1º) como muestra la experiencia histórica, la pequeña burguesía ostenta la dirección política natural de las masas obreras cuando la conciencia y la organización de éstas se hallan escasamente desarrolladas. Es el caso actual, después de que las degradara el “Estado del bienestar” y la represión fascista, raíces materiales del revisionismo en los partidos comunistas occidentales. Los comunistas debemos ayudar a que aquéllas se emancipen de la tutela pequeñoburguesa por medio de la crítica, pero no sólo ni principalmente por ese medio. Es sobre todo necesario que participemos con ellas en esta etapa primaria de su nuevo despertar político, para que comprueben por su propia experiencia la justeza de los principios revolucionarios frente a los prejuicios reformistas de los dirigentes pequeñoburgueses. 2º) La lucha de la pequeña burguesía contra la oligarquía abre una brecha en la dominación de ésta, la descompone, y eso nos beneficia. Por eso, tenemos que apoyar dicha lucha puntualmente, en aquello que proporcione más libertad y mejores condiciones económico-sociales para la lucha de la clase obrera contra toda la burguesía. 3º) El sostenimiento a largo plazo de esta doble actitud por nuestra parte nos permitirá acelerar la transformación de la conciencia de las capas sociales recién proletarizadas, reforzando así a la clase obrera.
Uno de los defectos más criticados de Podemos consiste en su funcionamiento escasamente democrático, por el que el grupo de Pablo Iglesias tiene una ventaja importante sobre el resto de miembros. A pesar de los riesgos que esto entraña a la larga, en lo inmediato, esta construcción “desde arriba” puede ayudar a resistir a la presión de derecha que va a venir de las bases a medida que éstas se ensanchen, no sólo con elementos arribistas, sino sencillamente con esa masa intermedia atiborrada de prejuicios reaccionarios que la crisis ha sacado de la comodidad y de la indiferencia social. El centralismo democrático es el método de organización que necesita la clase obrera, pero, aplicado a una mayoría pequeñoburguesa como la que organiza Podemos, se vuelve contra los intereses del proletariado.
Aunque sea justo apoyar electoralmente a Podemos o a otras fuerzas interclasistas análogas mientras no tengamos posibilidades de conseguir la elección de un representante obrero comunista (que, por su firmeza, vale más que diez candidatos pequeñoburgueses), también cierto que esa táctica entraña el riesgo de desorientar a las masas que nos escuchan. Ese riesgo necesario debe ser contrarrestado combatiendo políticamente los errores y prejuicios de este partido.
El mayor error de los teóricos de Podemos es haber exagerado la crítica del dogmatismo comunista y la apreciación de lo nuevo, de las oportunidades, hasta el punto de caer en el empirismo. Negar la experiencia progresista anterior sin conservar sus fortalezas no es superarla, sino tirar al niño con el agua sucia. En el mundo de los fenómenos, las cosas han cambiado drásticamente en relación con el período que media entre la Revolución rusa de 1917 y el fin de la guerra fría. A aquéllos les gusta mencionar este último acontecimiento como el punto de ruptura decisivo, pero no lo es realmente: ha habido otros puntos de ruptura mucho más causales antes y después, como la reconstrucción del sistema imperialista alrededor de los Estados Unidos de América tras la II Guerra Mundial, el viraje revisionista de la URSS, la crisis estructural del capitalismo iniciada en los 70 y su réplica financiera de 2008.
No querer reconocer los cambios evidentes en la superficie de la sociedad es incurrir en el dogmatismo y aislarse de las masas. Sin embargo, exagerar los mismos hasta el punto de olvidar la esencia capitalista invariada de la que son expresión es llevar a la gente a una aventura que acabará mal si, entretanto, no emerge una dirección política capaz de enderezar el rumbo a tiempo.
Si Podemos conquistara electoralmente la posición de gobierno con su programa actual, tendría dos opciones: 1º) ceder a las tremendas presiones de la oligarquía que ya están intentando convertir a esta formación en la nueva gestora de los intereses del capital financiero. Entonces, habrá desencadenado un movimiento opositor de masas que no existía anteriormente, que deberá desactivar y que se debatirá entre la reacción y la revolución, según la correlación de fuerzas de clase alcanzada. 2º) O bien aplicar dicho programa, en un proceso progresivo por el que las capas superiores de sus bases sociales se pasarán al bando oligárquico a medida que vean las cosas ir demasiado lejos para ellas. Y, en este caso, ¿en qué fuerza podrá apoyarse ese gobierno progresista, si se ha descuidado la organización independiente de la clase obrera? Se encontrará impotente frente a fuerzas reales muy superiores a las suyas (recuérdese el Frente Popular de España y la Unidad Popular de Chile). Tener el gobierno no es lo mismo que tener el poder: la alta burocracia del aparato del Estado y del ejército están ligados de mil maneras a los intereses de los grandes empresarios y banqueros. La batalla electoral y la conquista de un gobierno leal al pueblo son importantes, pero no servirán de nada si no se desarrolla una movilización de masas creciente, cada vez más cohesionada alrededor de la clase obrera.
El proyecto de Podemos no hará más que abrir la caja de Pandora de los truenos, si no avanza al mismo tiempo la reconstitución del partido revolucionario de la clase obrera. Para la puesta en pie este partido obrero independiente (aunque no sectario, sino dispuesto a apoyar a Podemos y a la democracia pequeñoburguesa en todo lo común), debemos criticar a la formación de Pablo Iglesias cada vez que perjudique la evolución comunista del movimiento popular con ataques a la cultura proletaria que, además, resultan innecesarios para agrupar hoy a la mayoría social deseada. Por ejemplo:
Para conquistar el gobierno lo antes posible, entendemos que trate de atraer a electores que se consideran de derechas, pero que se oponen a las políticas oligárquicas. Esta confusión se explica por la corrupción derechista de importantes organizaciones de izquierda y la incapacidad de otras para continuar la causa del progreso social. En este sentido, es legítimo no partir del conflicto entre derecha e izquierda. Sin embargo, pese a esta situación coyuntural, no es correcto ni conveniente rechazar absolutamente la validez de estos conceptos. El nacimiento de los mismos coincide con el de la sociedad burguesa en la que todavía nos hallamos y que luchamos por superar. Se sitúan políticamente a la izquierda quienes abogan por el progreso social y a la derecha quienes quieren mantener el statu quo o dar marcha atrás al curso histórico. Cuando el capitalismo ha completado en lo fundamental su papel histórico progresivo, podríamos afirmar que sólo es de izquierda la lucha del proletariado por el socialismo. Sin embargo, también hay que incluir en ella los movimientos menos radicales de otras clases populares, puesto que la lucha socialista sólo puede florecer sobre el terreno de la lucha sindical y democrática. Los trabajadores asalariados no debemos despreciar este conflicto general entre izquierda y derecha: no debemos plantear nuestras reivindicaciones inmediatas desde un punto de vista conservador o reaccionario, si queremos cumplir con la misión histórica progresiva que compete a nuestra clase y que permitirá a la humanidad liberarse de las sangrantes lacras que la atenazan.
Está bien querer sustituir a dirigentes corruptos e ineptos, pero no basta. Si no se pone fin a la subordinación del trabajo social a los intereses de unos pocos, por muy honestos y capaces que sean, la corrupción seguirá avanzando y pudriéndolo todo. La experiencia histórica enseña que denunciar a los corruptos sin denunciar al capitalismo corruptor sólo ayuda al fascismo a desarrollarse.
El mundo está cambiando, pero es falso que este hecho reduzca las posibilidades del comunismo: al contrario, el desarrollo de las fuerzas productivas sociales y de las contradicciones de clases lo vuelve cada vez más vigente y pertinente.
No es cierto que la cultura comunista y progresista sea impotente para el cambio político: al contrario, resulta indispensable para realizarlo, aunque sus formas deban adecuarse a las condiciones concretas. No se trata de “soltar lastres”, sino de recurrir en cada momento únicamente a los elementos oportunos de esta cultura en un proceso creciente que, si bien deja de lado aquellos otros que no están al orden del día, los respeta para reivindicarlos cuando sea preciso.
Sin poner en primer plano las hipotecas del pasado que todavía no se comprenden mayoritariamente, es necesario recuperar con tacto y pedagogía la memoria histórica de nuestro pueblo porque el enemigo actual de la soberanía popular es heredero y protector del franquismo que la estranguló desde 1936-39. Nuestro patriotismo popular y democrático es incompatible con el nacionalismo español reaccionario e irracional.
Aunque se promueva la unidad del sur de Europa contra las imposiciones de los países ricos del norte, al mismo tiempo, hay que denunciar la identidad de intereses de todas las oligarquías europeas y organizar la unidad de los trabajadores y los pueblos del continente, víctimas todos ellos de las políticas neoliberales. No olvidemos que España es una formación económico-social y un Estado imperialistas, donde el proceso de centralización de capitales propiciado por la crisis ha engendrado gigantescas empresas industriales y financieras que se hallan entre los mayores explotadores del planeta. De ahí su beligerancia y agresividad contra los gobiernos progresistas de Ecuador, Venezuela o Bolivia en los que se inspira Podemos.
etc.
En síntesis, la clase obrera está interesada en respaldar las posiciones democráticas antioligárquicas de Podemos y en criticar todas las exageraciones posmodernas que predisponen la conciencia de las masas contra su necesaria evolución hacia el comunismo. Dicho esto, el éxito de las mejores intenciones de Podemos sólo podrá garantizarse al margen de Podemos: a medida que desarrollemos en las masas obreras la conciencia la necesidad de organizarse como clase y como partido político independiente, capaz de elevar la lucha democrática del pueblo hacia la victoria por medio de la revolución socialista liberadora.