EL PRIMERO Y EL SEGUNDO FRENTEEs muy temprano por la mañana, el 6 de junio de 1944. En la neblina que se despeja con lentitud la primera línea de la invasión aliada va agarrándose en los peñascos de la costa de Normandía. La operación "Overlord" empieza. La mayor invasión de la segunda guerra mundial. La concentración de tropas y material es imponente. Dos millones 800 mil hombres intervendrán en la operación; un millón y medio de este total ya desde la primera fase de la invasión. El heroísmo de los hombres que entregaron sus vidas en este lugar o en cualquier otro del camino hacia la guarida de Hitler desde el Oeste merece en Checoslovaquia y en los países de nuestros aliados tanto respeto como en los países donde dejaron a sus mujeres e hijos, sus padres y sus hermanos.
Pero no podemos estar de acuerdo con la indigna especulación practicada con su preclara memoria. Máximo cuando no sólo la verdad histórica está en juego. Esto quedó patentizado también en el discurso pronunciado por el presidente estadounidense en Normandía el 6 de junio de 1984.
El monumento ahí levantado en frases floridas a Estados Unidos como principal y - por poco - único "libertador de los pueblos de Europa" - no fue expresión de orgullo patriótico, sino un cínico empleo abusivo del mismo en favor de dos grandes mistificaciones.
En primer lugar trataba de acreditar la falaz ilusión de que los perhing y los planes de agresiones nucleares "de las galaxias" "prolongadas" o "limitadas" son una continuación de esta tradición. Con el objetivo de acallar la preocupación y la protesta tanto en Europa Occidental como en los propios EE.UU.
Y al mismo tiempo - sustentar la ficción de que el ocaso de Hitler no comenzó hasta en junio de 1944. A fin de sugerir la idea que sin la invasión en Normandía la lucha sostenida contra Hitler por el pueblo soviético y por el movimiento antifascista de las masas populares en toda Europa tendría un desenlace completamente distinto. Esta ficción intenta conferir a las amenazadoras armas de hoy día una falsa apariencia de "realismo".
Los documentos de la época dejan al descubierto esta insensatez. Aquellos que describen el marco inmediato del desembarco en Normandía son elocuentes al máximo:
Las fuerzas aliadas tenían una superioridad - el triple - en fuerza viva y tanques. Su número de aviones de combate era sesenta veces superior al del enemigo. Su hegemonía en el mar era prácticamente total.
El periódico estadounidense Journal escribió sobre ello el 26 de junio de 1944: "El Ejército Soviético ayudó del mismo modo que si estuviera también atacando la costa francesa. Rusia, iniciando una amplia ofensiva obligó a los alemanes a dejar en permanencia en el frente oriental las tropas que de otro modo hubiera lanzado a Francia a fin de resistir a los norteamericanos".
En junio de 1944 se concentraban en Francia, Bélgica y Holanda
58 divisiones nazis.
No llegaban a un millón de hombres. Más de la mitad de este total eran "unidades estacionarias".
Es decir que prácticamente no disponían de parque automóvil. Eran
"divisiones de infantería del final de la primera guerra mundial" - según la expresión del dirigente hitleriano Speldel.
Más de la tercera parte de las tropas destinadas a hacer frente a un ataque desde el Occidente se estaba formando o renovando. En septiembre de 1944, cuando Hitler desocupó Francia y trasladó una parte de sus fuerzas del frente occidental a otros sectores,
los aliados se enfrentaban con 700 mil soldados alemanes con 100 tanques y piezas de artillería pesadas.
En ese mismo tiempo
239 divisiones enemigas combatían con el Ejército Soviético. De este total,
181 divisiones de la Alemania fascista. Un total de
4.3 millones de hombres.
Hitler tuvo que trasladar al frente oriental 40 nuevas divisiones a fin de hacer frente a la ofensiva desplegada por el Ejército Soviético en el invierno y la primavera del año 1944.
Veamos que nos dice la mencionada
"Enciclopedia Americana". "Los rusos", afirma esta fuente oficiosa, "ayudaron indirectamente a Hitler al no manifestar de modo alguno su disposición de facilitar el desembarco de los aliados". En aquel entonces, sin embargo, personalidades prominentes de los aliados occidentales tenían opiniones completamente distintas. Citemos, para ilustrarlo, tres manifestaciones de Winston Churchill poco tiempo después de la invasión aliada. El mensaje al Jefe del Estado soviético del 1ro de julio de 1944:
"Es éste el momento oportuno para comunicarle qué impresión colosal nos causa a todos en Inglaterra la grandiosa ofensiva de los ejércitos rusos que van derrotando con intensidad cada vez más fuerte los ejércitos alemanes en el espacio entre ustedes y Varsovia y Berlín". El 7 de agosto en la Cámara de los Comunes: "
No hay en el mundo otra fuerza capaz de destruir el ejército alemán y de causarle pérdidas tan colosales como el Ejército Soviético ruso". En el mismo lugar, a finales de septiembre: "
Rusia ocupa y destruye fuerzas incomparablemente superiores a las que impiden el avance aliado en Occidente".
En el
verano y el otoño de 1944 el Ejército Soviético avanzó unos 600 - 900 kilómetros hacia Oeste. Llegó hasta las fronteras de Prusia Oriental y Alemania. Expulsó al agresor de Bielorrusia, y de casi todo el Báltico soviético, así como de las zonas orientales de Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia. Liberó Rumania y Bulgaria.
Aniquiló 96 divisiones y 24 brigadas independientes del enemigo. En ese mismo período,
las fuerzas de los aliados occidentales destruyeron 35 divisiones fascistas.
En el
invierno 1944 - 1945, los aliados se vieron en una situación grave en los Ardennes. A finales del mes de diciembre
los alemanes abrieron una brecha de 80 km de anchura en la línea norteamericana y lograron avanzar unos 100 kilómetros.
El 1ro de enero de 1945 más de mil de aviones de la Luftwaffe llevaron a cabo un ataque sorpresa a 27 aeropuertos, almacenes y puntos de concentración de tropas y técnica militar. Las pérdidas fueron importantes.
El comandante en jefe del 3er ejército norteamericano general George Patton apuntó el día 4 de enero en su diario: "Aún podemos perder esta guerra".
La
Unión Soviética atendió sin demora la solicitud de los aliados y aceleró los preparativos de su ofensiva.
"Si no fuera por esta ayuda soviética", escribió entonces el general americano y posterior presidente de EE.UU.
Dwight Einsenhower, "
las tropas aliadas se hubieran encontrado en la situación más difícil de lo que pudiésemos imaginar". Tan sólo en el curso de las operaciones
en el invierno y la primavera de 1945 el Ejército Soviético aplastó 170 divisiones fascistas.
Casi tantas, cuantas destruirían las fuerzas de los aliados occidentales en el transcurso de toda la segunda guerra mundial - 176 divisiones.
Pero la lucha contra el fascismo en el principal teatro de guerra - el europeo - no comenzó tan sólo en junio de 1944.
Tres años antes de abrirse el segundo frente en el Oeste - desde el mes de junio de 1941 hasta el mes de junio de 1944-
el peso principal de la guerra recaía en el ejército y el pueblo de la URSS.
Fue en la Unión Soviética - en las puertas de Moscú - donde el agresor fue, por primera vez, detenido.
Fue ahí - en las orillas del Volga - donde se produjo el viraje decisivo para el desarrollo de la segunda guerra mundial. En su mensaje a los defensores de Stalingrado
Franklin Delano Róosevelt escribía:
"En nombre del pueblo de los Estados Unidos de América dirijo este saludo a la ciudad de Stalingrado, en testimonio de nuestro entusiasmo por los gallardos defensores, cuya valentía, fuerza de espíritu y sacrificios en el transcurso de la batalla desde el 23 de septiembre de 1942 hasta el 31 de enero de 1943 serán una inspiración eterna para los corazones de todos los hombres libres. Su victoria gloriosa detuvo la oleada invasora y operó un viraje en la guerra de las naciones aliadas contra las fuerzas de la agresión".El agresor quedó definitivamente privado de la iniciativa precisamente en el primer frente - en el Este. El historiador americano
G. Jukes constató hace años que después de la batalla de Kursk
"la iniciativa estratégica quedó plena e irrevocablemente en manos de los soviets y desde aquel momento ninguno de los generales alemanes competentes podía pensar en volver a reconquistarla". En el verano de 1943 Roosevelt escribió, poco tiempo después de la victoria del Ejército Soviético en Kursk:
"Si las cosas siguen en Rusia como hasta ahora, es posible que en la primavera del año próximo ya no haga falta un segundo frente".
En el primer frente - el de Este - estuvieron concentrados durante tres años enteros - de junio de 1941 a junio de 1944 - del 92 al 95 por ciento de las fuerzas armadas de la Alemania fascista.
Precisamente en este frente el agresor sufrió los golpes más duros. Estos fueron decisivos para su derrota final. El antiguo embajador de los EE.UU. en la URSS J. Davies declaró al respecto en un discurso, pronunciado en la radio norteamericana en ocasión del tercer aniversario del comienzo de la Gran Guerra Patria del pueblo soviético:
"En este aniversario de la entrada de la Unión Soviética en la guerra, todos los hombres y todas las naciones amantes de la libertad deben rendir homenaje a nuestro gran aliado soviético... El pueblo soviético y sus dirigentes defendieron durante tres largos años sus posiciones con tenacidad, con inmensa paciencia y persistencia. Dieron al mundo entero la posibilidad de movilizar todas las reservas y elaborar los planes que hoy día van aportando sus frutos... A partir del día que hoy conmemoramos, la derrota final de los bandidos fascistas pasó a ser sólo una cuestión de tiempo".En su discurso pronunciado el 19 de julio de 1945 en el Congreso, el general Dwight Eisenhower declaró: "La campaña del Ejército Soviético desempeñó el papel más significativo en la derrota de Alemania. Las capacidades del mando soviético, la valentía y la tenacidad de sus combatientes - hombres y mujeres - causan profunda impresión a todos... El pueblo soviético ofrendó enormes sacrificios en su propio territorio, asolado por la bestialidad alemana. Su resolución inquebrantable de no admitir otro desenlace de la guerra que la victoria al verse obligado a retroceder hasta Stalingrado, será respetado siempre en la historia".
El libro de S. Patrick "El frente ruso. La guerra alemana en el Este 1941-1945" se publicó en 1978 en Londres y Melbourne. El autor escribe en el libro: [size=150]
"Son muy pocos los que en Occidente se dan cuenta de la envergadura colosal de la guerra en el Este. Alemania perdió la segunda guerra mundial en los campos de Rusia y no en los arrecifes de Normandía".[/size]
El historiador germanooccidental K. Riecker constató ya en los años cincuenta: "Cuando los aliados occidentales lanzaron en el verano de 1944 el ataque a la «fortaleza Europa», el resultado de la segunda guerra mundial prácticamente ya había sido decidido por la derrota de Alemania en Rusia. Alemania perdió la segunda guerra mundial antes de la invasión occidental".
Con respecto a lo que hoy se difunde,
sobre todo por iniciativa de Reagan, creemos necesario abordar un capítulo más de los testimonios de aquella época. Ponen de manifiesto que la historia del segundo frente de la guerra no estuvo exenta de las especulaciones egoístas que tan elevado precio costaron al comenzar la guerra. Estas maniobras se encontraban en flagrante contradicción con todo lo que pedía el amplio público de los países de la coalición antihitleriana.
La carta entregada en junio de 1941 a la embajada soviética en Londres es un ejemplo entre cientos. Un grupo de obreros de la construcción británicos escribía en ella: "Nos comprometemos a plantear a nuestro gobierno la exigencia de que les ayude por medio de un ataque inmediato en el frente occidental".
Incluso Lord Beaverbrook - en los años treinta fue uno de los "promuniqueses" - declaró a finales de 1941, siendo ministro del abastecimiento, en una sesión del gobierno británico: "La resistencia de los rusos nos ofrece nuevas posibilidades. Ha creado una situación casi revolucionaria en todos los países ocupados y abrió casi dos mil millas de costa a la invasión de las fuerzas inglesas. Pero los alemanes pueden lanzar impunemente sus divisiones hacia el este solamente porque nuestros generales consideran el continente una zona vedada a las tropas inglesas. Los comandantes en jefe de nuestros estados mayores querrían hacernos esperar hasta que se haya cosido el último botón en el último uniforma y sólo entonces estarán dispuestos a lanzarse al ataque. Hacen caso omiso de la oportunidad favorable actual".
El plan de abrir el segundo frente fue contemplado por primera vez el 1ro de abril de 1942 en una reunión en la Casa Blanca. El 3 de abril Roosevelt delegó a sus colaboradores Harry Hopkins y George Marshall para negociarlo con Churchill. En el mensaje personal que llevaron a Londres, Roosevelt escribía: "Comparto con todo mi corazón y con toda mi razón los que le darán a conocer Harry (es decir H. Hopkins - J.S) y G. Marshall. Los pueblos de su país y del mío reclaman un frente que reduzca la presión contra los rusos y son naciones lo suficiente sabias para saber que hoy día los rusos destruyen más alemanes y liquidan más técnica militar que Ud. y yo juntos". Poco después se informó sobre esta intención también al gobierno soviético. El comunicado oficial sobre las deliberaciones del ministro de Relaciones Exteriores de la URSS con Churchill y Roosevelt, celebradas a finales de mayo y comienzos de junio, decía: "Se logró pleno acuerdo respecto de los preparativos urgentes del segundo frente en Europa en 1942".
El desembarco en Normandía no se realizó hasta junio de 1944. La demora no tenía casi ninguna causa objetiva; tanto más robustas eran sus causas subjetivas. Después de la victoria de Stalingrado, el frente germano-soviético empezó a desplazarse irresistiblemente hacia el Oeste.
Hasta ese momento los círculos gobernantes de EE.UU. y Gran Bretaña temían al extremo una victoria rápida de Hitler.
Pero ahora contemplaban con creciente preocupación el avance del Ejército Soviético. Empezaban a darse cuenta de que la Unión Soviética sería capaz de defenderse e incluso de conseguir la derrota total de Hitler. La postergación intencionada del segundo frente formaba parte de la política ambigua adoptada por Washington y Londres de cara a este desarrollo.
El senador
Harry Truman expresó la opinión de la reacción norteamericana con ese cinismo, en el cual batiría más tarde, estando en la Casa Blanca, todos los récords. Ya a comienzos del Julio de 1941 declaró:
"Si vemos que Alemania va ganando, ayudaremos a Rusia, y si va ganando Rusia, tenemos que ayudar a Alemania, para que se masacren mutuamente al máximo". Pero la reacción se vio privada de aprovechar esta oportunidad.
El Ejército Soviético expulsó las tropas de Hitler del país. Emprendió su misión libertadora - compromiso asumido para con los pueblos avasallados desde el comienzo mismo de la Gran Guerra Patria. La resistencia antifascistas de las masas en los países ocupados se fortalecía. Las fuerzas de izquierda y democráticas tenían en ella una influencia primordial y creciente. Los comunistas ocuparon entre ellas un puesto de primer orden.La otra postergación de la apertura del segundo frente hubiera tenido resultados opuestos a las intenciones que la inspiraban.
Roosevelt habló sobre el tema al reunirse con los comandantes en jefe de los estados mayores de las fuerzas armadas norteamericanas el
19 de noviembre de 1943, a bordo del acorazado Iowa.
"Las fuerzas soviéticas", subrayó,
"se encuentran a 60 millas de la frontera polaca y a 40 millas de Besarabia. Si cruzan el río Bug, cosa que pueden conseguir dentro de dos semanas, estarán a las puertas de Rumanía... Por eso es indispensable que ocupemos sin demora la parte más grande posible de Europa". Según opinaba
Roosevelt,
Gran Bretaña debería ocupar de urgencia Francia, Bélgica, Luxemburgo y el sur de Alemania.
"Estados Unidos deben ocupar el Noroeste de Alemania. Podemos penetrar en puertos como Brema y Hamburgo, al igual que en los puertos de Noruega y Dinamarca, y debemos llegar hasta Berlín. En ese caso los soviets pueden ocupar el territorio al Este de Berlín. Pero Berlín debe ser tomado por los Estados Unidos". El general estadounidense
Bradley escribió más tarde:
"El derrumbamiento total de Alemania bajo los golpes soviéticos mezclaría todas las cartas y nos obligaría a abandonar la operación «Overlord». A fin de prevenir el caos, teníamos que lanzar a Europa todas las fuerzas a nuestra disposición, cruzar de urgencia el Canal de la Mancha, invadir Alemania, desarmar su ejército y tomar en nuestras manos el control del país".Las conclusiones de un grupo de historiadores nipones se encuentra más cerca aún de la verdad. En la "Historia de la guerra en el Pacífico", publicada en japonés ya en los años cincuenta, constataron:
"Los movimientos antifascistas de resistencia de las masas populares, que se formaron en Francia para extenderse después por toda Europa occidental, el rápido crecimiento de la autoridad y de la popularidad de los partidos comunistas encabezando esta lucha, en cuyo transcurso los comunistas tuvieron más bajas que ningún otro partido, y en particular el ataque aterrador del Ejército Soviético que liberó su territorio de los ocupantes alemanes y obligó a las tropas alemanas a retroceder al Oeste - todo esto hizo que Churchill y Roosevelt abrieran el segundo frente, a fin de mantener su control en Europa".Después de la guerra
Albert Einstein escribió:
"El triunfo del Ejército Soviético no sólo consiguió defender y preservar los excepcionales logros de la Unión Soviética; también pudo conjurar el peligro mortal al que se veía expuesto el porvenir de toda la humanidad".
Charles de Gaulle declaró en aquellos tiempos:
"Los franceses saben qué ha hecho Rusia y también saben que precisamente Rusia desempeñó un papel principal en su liberación".
El almirante
Leahy, asesor de Roosevelt, señaló en sus memorias:
"Sin el admirable heroísmo batallador de los rusos, los aliados hubiéramos tenido poca esperanza de éxito".
El escritor
Alexander Werth recordó:
"Los rusos sintieron en su cuerpo los golpes principales de la guerra contra la Alemania nazi y precisamente esto fue lo que salvó millones de vidas británicas y norteamericanas".
El periódico yugoslavo Borba escribió después de la guerra:
"Sin la grande y poderosa Unión Soviética, el mundo hubiera quedado transformado en un gran campo de concentración. Sin la Unión Soviética - esto deberían tenerlo claro todos - desaparecerían de la superficie del globo terrestre, según la criminal intención de Hitler, todos los pueblos eslavos... El triunfo hoy celebrado por todos los hombres honrados fue conseguido en primer lugar gracias al pueblo soviético".El periodista francés Jean Catala declaró:
"No encontrarán un solo francés honrado que ignore que debemos nuestra liberación al Ejército Rojo".
Incluso el presidente de los Estados Unidos Harry Truman escribía en un mensaje a Stalin: "Apreciamos altamente la aportación de la poderosa Unión Soviética en beneficio de la civilización y la libertad. Ustedes, como nación libre y valiente al extremo, lograron derrotar las bárbaras fuerzas del mal por muy fuertes que fueran".
La Unión Soviética desempeñó un papel decisivo en la derrota del fascismo hitleriano y la liberación de los pueblos de Europa.
Al Ejército Soviético le corresponde el 80 por ciento de las pérdidas totales de fuerza viva sufridas por las tropas hitlerianas, el 75 por ciento de sus pérdidas de tanques, cañones y otra técnica de las fuerzas terrestres. La aviación y la artillería antiaérea soviéticas destruyeron más de 57 mil aviones de la Luftwaffe de Goering. Casi 2.5 veces más que sus pérdidas totales en todos los frentes restantes de la segunda guerra mundial.
La Unión Soviética volvió a intervenir en la guerra contra el Japón militarista, cuyas dos agresiones ya había repelido a finales de los años treinta, sólo después de terminar los combates en Europa. Pero también en este terreno el papel de la URSS fue incomparablemente más relevante de lo que suele admitirse. La revista norteamericana Foreign Affairs escribía en enero de 1957: "
En el verano de 1945 los especialistas de los servicios de inteligencia americanos llegaron a la conclusión de que ni el bloqueo ni el bombardeo podrían garantizar la capitulación incondicional del Japón, por cuanto sería deseable la participación de la URSS en la guerra".
Harry Truman escribió en sus memorias:
"Mi viaje a la conferencia de Potsdam obedecía a varias causas, pero la más importante, en mi
opinión, consistía en obtener de Stalin la confirmación personal de la participación rusa en la guerra contra el Japón, considerada de excepcional significación por nuestros jefes militares".La
Unión Soviética cumplió su compromiso en el plazo fijado.
El 9 de agosto de 1945 declaró la guerra al Japón. Sus fuerzas armadas junto con las fuerzas de la
República Popular de Mongolia, del
Ejército Popular de Liberación Chino y con unidades guerrilleras coreanas y chinas, derrotaron en
24 días numerosas formaciones enemigas. Su núcleo -
el ejército de Kuangtung - totalizaba en sus unidades
800 mil hombres. Contaban con un armamento imponente:
1,215 tanques, 6,640 cañones y lanzaminas, 1,907 aviones de combate y 26 embarcaciones de guerra. Fue la victoria más rápida conseguida sobre una fuerza tan numerosa y tan sólidamente armada en toda la historia de la segunda guerra mundial.Winston Churchill escribió en sus memorias:
"Sería equivocado concluir que las bombas atómicas decidieron el destino del Japón".
Sin la operación del Ejército Soviético en Manchuria, admitía Churchill, la guerra contra el Japón habría durado como mínimo hasta el año 1946, costando la vida de un millón o millón y medio de soldados norteamericanos.
El mando norteamericano compartía este criterio. En el libro
"Servicio activo en la paz y en la guerra", publicado en 1948 en Nueva York, tocaron el tema
H. Simon y M. Bundy, dos hombres conocidos por ocupar puestos importantes en el aparato militar y de política exterior de Estados Unidos.
Dicen en este libro que sin la ayuda de la Unión Soviética "Estados Unidos probablemente no habrían logrado terminar la guerra ni hasta el final del año 1946".¿QUIEN LLEVO EL FARDO ECONOMlCO PRINCIPAL?En Gran Bretaña, EE.UU. y otros países aliados se fueron constituyendo diversos fondos y asociaciones de "ayuda a Rusia" desde el instante en que recayó sobre la Unión Soviética el peso principal de la lucha contra el fascismo. Con bastante frecuencia los encabezaban personalidades de la calidad del escritor norteamericano Theodore Dreiser, Eleanor Roosevelt y otros más. Summer Welles, citado más arriba, escribiría más tarde: "Las exigencias de proporcionar a la Unión Soviética toda forma de ayuda llegaron a tener carácter nacional".
Tengo grabado en la memoria un noticiario-documental de aquella época. Un tren cargado con camiones recién salidos de la fábrica se dirigía desde una fábrica en el interior del país al puerto, donde lo esperaban convoyes dispuestos a salir hacia la Unión Soviética. A fin de acelerar el suministro, el último barnizado se hacía en camino. Recuerdo los rostros de aquellos jóvenes obreros pintando a pistola los camiones en los vagones del tren en marcha. En esos rostros se notaba la conciencia de estar ayudando a una causa justa. El pueblo soviético expresó en reiteradas ocasiones su altísimo aprecio a la ayuda de los aliados. Supo estimarla y sigue estimándola debidamente todo hombre honrado.
Sin embargo, ¿podemos o no podemos estar de acuerdo con las conclusiones extraídas al respecto por algunos autores actuales? "Los resultados militares de los rusos dependían de los suministros británicos y norteamericanos", declaran H. Bragdon y S. McCutchen en el libro "Historia de un pueblo libre", publicada hace poco en Nueva York. "Sin esta ayuda, la Unión Soviética no hubiera podido conseguir el viraje en la guerra", afirma H. Patcher en la publicación "Caída y ascenso de Europa", publicado hace cierto tiempo en la misma ciudad.
No resulta demasiado difícil comprender la proliferación de versiones de esta índole en numerosos medios de comunicación de masas. Es un modo más de poner en tela de juicio los hechos que fundamentan la lección y el memento de la segunda guerra mundial.En su discurso del 20 de mayo de 1944, Franklin Delano Roosevelt declaró ante el Congreso: "La Unión Soviética dispone principalmente de armas procedentes de sus propias fábricas". A finales del mes de mayo de
1945 el asesor de Roosevelt, Harry Hopkins dijo:
"Nunca hemos creído que nuestra ayuda por conducto del «Lend-Lease» fuera el factor principal de la victoria soviética sobre Hitler en el frente oriental. La victoria fue conseguida por el heroísmo y la sangre del ejército ruso".Las conclusiones del documento confidencial elaborado en 1945 por el órgano responsable de la ayuda norteamericana a los países de la coalición anti Hitleriana fueron idénticas:
"El material militar suministrado por conducto del «Lend-Lease» desempeñó indudablemente n papel de importancia en los éxitos de las fuerzas armadas de Gran Bretaña y la URSS, sin embargo, constituyó sólo una parte reducida, comparando con su producción propia de armas y material. Nuestros aliados cubrieron sus necesidades básicas principalmente con recursos propios". En el caso de Gran Bretaña, decía el documento, EE.UU. habían suministrado aproximadamente la quinta parte de armas y técnica militar. "En cuanto al ejército ruso, nuestra ayuda cubría sus necesidades en una media notablemente inferior".
En todos los años de la guerra la Unión Soviética recibió de los Estados Unidos 14,700 aviones, 7 mil tanques, 427 mil camiones, cierta cantidad de técnica de comunicaciones, alimentos y otros artículos. Todo ello representaba el 4 por ciento de la producción total de la economía bélica de la Unión Soviética. El valor de los suministros norteamericanos a la URSS equivale a 10 mil millones de dólares, o sea, el 3,5 por ciento de los gastos totales de guerra de los Estados Unidos.El
pueblo soviético tuvo que llevar el fardo económico principal de la lucha contra el fascismo. Este se había preparado durante largos años para la agresión. Merced a la ocupación de los países europeos, anterior a la campaña en el Este, las capacidades del agresor aumentaron notablemente:
se multiplicaron por 2.1 en la generación de energía eléctrica, por 1.9 en la extracción de hulla, por 2 en la producción de acero, por 1.7 en la producción de aluminio y por 4 en la producción de cereales. En los primeros meses de la guerra la Unión Soviética perdió el territorio habitado por el 40 por ciento de su población total. La economía nacional soviética se vio separada del 63 por ciento de sus recursos carboníferos, del 68 por ciento de sus capacidades productoras de hierro, del 68 por ciento de sus capacidades productoras de acero, del 60 por ciento de sus fuentes de producción de aluminio y del 38 por ciento de su producción de cereales. Desde julio hasta noviembre de 1941, la producción industrial de la URSS disminuyó a menos de la mitad. El agresor destruyó o trasladó a Alemania 175 mil máquinas herramientas, los equipos de varios centenares de fundiciones, 18 millones de toneladas de producción agrícola, 17 millones de cabezas de ganado bovino, 7 millones de caballos...Tanto más impresionantes resultan las cifras sobre la
superioridad conseguida por la Unión Soviética en un plazo relativamente muy breve.
Ya a comienzos del año 1943 el Ejército Soviético tenía una superioridad de 1.4 veces mayor en cuanto al número de tanques y cañones automotrices; el doble de aviones de combate; en cañones y lanzaminas sobrepasaba el enemigo en 1.7 veces.
Hasta el mes de mayo de 1945 se produjeron en las fábricas soviéticas 102,800 tanques y cañones autopropulsados, 112,100 aviones de combate y 482,000 cañones. La economía de guerra de la URSS logró producir casi el doble de armas y pertrechos militares que la Alemania hitleriana con todos los recursos acaparados en los países ocupados.En el libro "La guerra. Estudio histórico, político y social", publicado a finales de los años setenta en Estados Unidos, se indica al respecto:
"La economía soviética demostró durante la guerra una capacidad arrolladora de alcanzar un elevado nivel de producción industrial... y de mantener el nivel necesario de la producción agrícola" .
El historiador francés H. Giraud escribe sobre ello: "La retaguardia supo resistir en los años 1941-1942 e incluso aseguró el abastecimiento del frente en armamento tan sólo merced al excepcional esfuerzo físico y moral del pueblo soviético, organizado por el Partido Comunista... Era como en un barco, donde todos los pasajeros, sin distinción por la clase en la que viajaban, se convirtieron durante el temporal en marineros, sin que se les viniera a las mientes que sólo la tripulación estaba llamada a la lucha por llevar el barco al puerto seguro".
El colega
británico A. Clark constata en su libro "Barbarossa. El conflicto ruso-alemán 1941-1945", publicado por primera vez en Londres en 1965: "Los rusos podían ganar la guerra solos... sin la ayuda de Occidente. El alivio proporcionado por nuestra intervención en la guerra a la Unión Soviética... no fue decisivo en absoluto".Las memorias de Truman no disimulaban otro aspecto relevante. "El dinero invertido en el Lend-Lease" escribió en 1955 el antiguo presidente norteamericano, "sin duda salvó las vidas de muchos norteamericanos. Cada soldado ruso, inglés o australiano que recibía armas por conducto del Lend-Lease y participó en las acciones de lucha, reducía proporcionalmente el peligro de la guerra para nuestros jóvenes".
Según datos del Ministerio del Comercio norteamericano,
los EE.UU . recibieron durante la guerra de la URSS unas 300 mil toneladas de mineral de cromo y 32 mil toneladas de mineral de manganeso, grandes cantidades de platino, pieles y otras materias primas y artículos. El entonces ministro del comercio de EE.UU., J. Jones, escribió más tarde sobre este tema: "Por medio de los suministros procedentes de la URSS recuperábamos nuestro dinero e incluso obteníamos beneficio, cosa poco frecuente en las operaciones comerciales regidas por nuestros órganos estatales".
En su libro "Ayuda a Rusia 1941-1946", publicado en Nueva York en 1973, el historiador norteamericano J. Herring señala: "El «Lend-Lease» no fue el acto más desinteresado en la historia de la humanidad. Fue un acto de egoísmo deliberado y los norteamericanos estaban perfectamente conscientes de las ventajas que les ofrecía".
Veinte millones de ciudadanos soviéticos pagaron con sus vidas el triunfo sobre el fascismo. Varios millones de heridos quedaron para siempre o temporalmente excluidos de la vida productiva.
El agresor destruyó 1,710 ciudades y más de 70 mil poblaciones soviéticas; más de 6 millones de edificios, 31,850 fábricas, 65 mil kilómetros de vías férreas 4,100 estaciones de ferrocarril. En el primer período de postguerra, cerca de 25 millones de personas tuvieron que vivir en sótanos o refugios provisionales. Un tercio de la riqueza nacional del país quedó destruido.
El mundo esperaba que Estados Unidos - cuyo territorio no se vio afectado por la guerra principalmente gracias a la Unión Soviética - proporcionaría a su aliado una ayuda eficaz en la reconstrucción del país .
En efecto, llegaron a proponerla. Claro que en condiciones inaceptables. En septiembre de 1945 vino a Moscú una delegación, encabezada por el presidente del Comité especial del Congreso para las cuestiones de la política económica y la planificación de postguerra,
W. Colmer. El historiador americano P. Gaddis dice sobre su misión en el libro "EE. UU. y el origen de la guerra fría, 1941-1947": "Colmer y sus colegas pedían que la Unión Soviética modificara a cambio de los créditos norteamericanos su sistema de dirección de la sociedad y renunciara a sus compromisos contraídos con el Este europeo". El trabajo de otro autor estadounidense L. Rose, "Victoria dudable.
Estados Unidos y el final de la segunda guerra mundial" documenta los mismos hechos. Rose escribe que los círculos dominantes de EE.UU. tomaron la decisión de negar a la Unión Soviética los créditos de postguerra si no modificaba su actitud.
La consabida retórica, harto conocida de varias fuentes actuales, ocultaba y sigue ocultando con escaso éxito el verdadero trasfondo de estas exigencias. La expectación de que la Unión Soviética renunciaría a lo conquistado por la Revolución de Octubre en 1917, lo que tuvo que defender al precio de siete millones de vidas humanas contra la intervención extranjera y la guerra civil subsecuentes, todo aquello, por lo que luchó contra Hitler, pagando un precio tan terrible por la victoria, fueron pretensiones tan vanas en ese entonces como lo siguen siendo hoy. El pueblo soviético se vio obligado a asegurar la reconstrucción del país después de la guerra contando exclusivamente con las fuerzas y los recursos propios.CONCLUSlON
Cuando se ponían a la caja estas líneas, en la República Federal de Alemania seguía resonando el escándalo en torno a los "Diarios de Hitler". Recordemos por qué delito juzgan a Konrad Kujau y a sus cómplices, que le ayudaban a pasarlos en limpio por las noches. ¿Por hacer propaganda a un criminal sin par en la historia?
De ningún modo. Los juzgarán sólo y exclusivamente por falsificación. Mejor dicho: por los nueve millones de marcos que se metieron en el bolsillo "La libertad ilimitada de expresión" acaba de dotarse de una nueva muestra publicitaria llamativa.Evidentemente, la empresa excedía las fuerzas de los que hoy van dando explicaciones al fiscal. El contenido de estos "diarios" confirma qué mano estuvo detrás del asunto. Consideremos uno de los pasajes que impregna toda esta enciclopedia de la diligencia e industria neonazi: "Según mis cálculos", se lee en el "apunte de puño y letra del Führer" fechado en los días de la derrota en Stalingrado, "la correlación de fuerzas no podía ser tan desventajosa, ¿No me habrán engañado de nuevo esos oficialillos? Necesito un nuevo cuerpo de mando. Estos oficiales viejos se dejan condecorar constantemente, pero no acatan mis órdenes. Si dejo obrar libremente a los viejos prusianos, lo echarán a perder todo".
Una nueva variación sobre la cantinela de siempre. El fracaso de la guerra relámpago" antisoviética como están explicándolo varios decenios determinados círculos - fue causado por los "desatinos personales de Hitler". Cuando se admite que el propio "caudillo" podía equivocarse, toda la estrategia de la "cruzada" queda expuesta a serias dudas. Hay sólo un remedio cosmético para corregir este desperfecto. Fueron los oficiales en el frente los que cometieron "errores personales". Y todo "por falta de disciplina" (¡?!). Un "viejo prusiano" agregaría un artículo adicional al acta de acusación de Kujau y Cía.
Esta variación ya no es una coartada falsa para los que añoran las multitudes con el brazo levantado en el saludo romano. Encaja perfectamente en el guión según el cual decenas de versiones variopintas del militarismo actual sobreviven a costa de los acontecimientos de hace cuarenta años. Quieren acallar a gritos la lección principal y decisiva de los tiempos que aquí recordamos. El memento a la "cruzada", cuyos estados mayores siguen "completando su armamento".
Por eso consideramos inadmisible que se vayan silenciando los hechos que permiten su conocimiento correcto. El testimonio de estos hechos es rotundo. No es necesario descubrir la cara de esta moneda: lo hizo por nosotros un tal W. S. Schlamm, durante largos anos vocero del anticomunismo cavernícola en la RFA. En su libro "Límites del Milagro", publicado a finales de los años cincuenta, escribió: "La esencia terrible del conflicto entre el comunismo y Occidente estriba en el hecho de que el comunismo medra en la paz, desea la paz y triunfa en la paz... Si se llega a considerar que es más importante evitar la guerra generalizada que prevenir el triunfo del comunismo, nada podrá impedir este triunfo... La aceptación efectiva de la coexistencia pacífica equivaldría a renunciar a la victoria de Occidente en la «guerra fría» y a reconocer su derrota".
El socialismo, en efecto, siempre propuso y siempre propondrá la paz. Siempre pidió y sigue pidiendo el desarme. Un desarme general y completo. Si no se quiere aceptar el desarme, que por lo menos se contraigan compromisos formales que atajen al máximo toda amenaza mortífera. Por eso la Unión Soviética se comprometió a no ser la primera en recurrir al empleo de armas nucleares. Por eso garantiza no hacer uso de ellas contra países que no las posean y en cuyo territorio no se encuentren. Por eso pedimos, los países socialistas, la congelación inmediata, cuantitativa y cualitativa, de los arsenales nucleares. Por eso presentamos nuevas y nuevas propuestas relativas a su reducción paulatina. Por eso proponemos la celebración de un convenio que prohiba todo ensayo de armas nucleares. Por eso pedimos la interdicción y la liquidación de todas las armas químicas y bacteriológicas. Por eso proponemos constantemente a los gobiernos de los países de la OTAN; aceptemos el compromiso de no emplear recíprocamente armas nucleares ni armas convencionales...
Esta es nuestra verdadera voluntad, la voluntad que tenemos nosotros, a los que mentirosamente imputan la "amenaza militar". Pero no se trata de una manifestación de debilidad. Esto lo comprendió, demasiado tarde y pagando un precio terrible, también la soldadesca que se vio obligada a rendirse levantando las manos y enarbolando banderas blancas exactamente hace cuarenta años. Frente a ella seguía en pie el único país socialista. País joven que sólo iba cobrando la estatura de un Estado moderno y desarrollado. Poseyendo solamente un fragmento ínfimo de lo que hoy golpearía al agresor.
Sería un paso suicida. Un holocausto que no perdonaría a nadie. Es preciso saberlo. Y reflexionar sobre todas las consecuencias. Sin ello, las reflexiones con tanta insistencia solicitadas por George Kennan se debatirían en un círculo vicioso, extremadamente peligroso.
FIN
Publicado en Praga en 1985
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