por Muntz Miér Jun 30, 2010 1:37 pm
Con vuestro permiso:
La obra de Georges Politzer es muy interesante, sobre todo para poder empezar a manejar este tema. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente filosófico, no plantea bien el problema y, por lo tanto, no lo resuelve hasta sus últimas conclusiones. Yo leí a Politzer siendo muy joven y, desde luego, la parte del materialismo filosófico era la que menos me gustó. Ahora, como obra introductoria, es genial y no hay que olvidar a quén iba dirigida: obreros franceses de los años 30, y no licenciados en filosofía, historia u otra disciplina.
Porque si hay alguien interesado en saber cómo es el mundo de verdad, cómo funciona, ese alguien es evidentemente la clase trabajadora, el proletariado. Para transformar el mundo hay que saber cómo es, cómo funcionan las relaciones sociales de producción y cómo pueden superarse las actuales para transformarlas en otras diferentes.
Aqui se está apuntando a dos fenómenos que no están en el mismo plano, como ya he dicho.
El agnosticismo es una corriente filosófica. El ateísmo no lo es; no es una corriente filosófica. Es una simple "opinión", una "ideología". Las "ideologías" nada pueden contra ninguna filosofía. Ninguna ideología, ninguna opinión, puede echar abajo una concepción filosófica; del simple sentido común, ni hablemos.
Si la filosofía de Berkeley, el solipsismo ("el mundo es mi representación; no hay nada fuera de mí"), interesó tanto a Lenin, no es porque sea una filosofía, digamos, extraña o extravagante. No. Le interesa porque llega hasta el final, hasta las últimas consecuencias que autoriza el punto de partida agnóstico: fuera de mí y mis sensaciones no hay nada. Eso es lo que interesa a Lenin. Pulitzer arguye que un solipsiste tiene cuidado a la hora de cruzar una calle para no ser atropellado por un coche; es decir, en realidad, viene a decirnos que no es un solipsista, puesto que en la práctica se comporta como si hubiese algo fuera de sí mismo. Sin embargo, este argumento no es suficiente para refutar la filosofía de Berkeley.
Berkeley afirma que el mundo es una ilusión, pero no dice en ninguna parte, que "yo" sea capaz de controlar esa ilusión. Todos nosotros nos hemos debatido en medio de una pesadilla mientras estamos soñando, hemos huido de peligros que no existían. ¿Y si el mundo real fuese como un sueño? Esa es la filosofía de Berkeley, una filosofía muy culta, muy difícil de rebatir. El sentido común, la "ideología", no puede rebatirla. ¿Por qué?, por la sencilla razón de que no le llega a la altura, no puede alcanzarla.
El gran filósofo pre-marxista Diderot tuvo sus enfrentamientos con la filosofía de Berkeley, pero como él mismo reconocía, se le hacía "antipática". El materialismo mecanicista de Diderot fue, por supuesto, incapaz de refutarla. Sólo el marxismo ha sido capaz de hacerlo, gracias a la llamada "teoría del reflejo", la teoría marxista del conocimiento, que es la parte del marxismo menos conocida y constitutiva del materialismo filosófico. En este sentido, la aportación de Lenin es insustituible.
El otro tema en candelero: ¿ser comunista y creyente es posible? Por supuesto que se puede ser ambas cosas. Ser comunista es aspirar a transformar el mundo capitalista en un mundo socialista, es querer ponerle fin a la sociedad basada en explotación del hombre por el hombre, sustituyéndola por una sociedad en la que desaparezca esa explotación. No hace falta ser marxista para querer aspirar a este ideal. Si el mundo es malo, transformémoslo definitivamente. Le hace mucha falta, por cierto.
Ahora bien, y parafraseando a Lenin:
"Hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño; de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía."
La filosofía marxista es imprescindible para hacer esa confrontación. Pero, al mismo tiempo, alcanzar ese sueño no es asunto de ningún Dios, ni para bien ni para mal. La transformación del mundo es un asunto estríctamente humano.
Saludos.