Karl Marx
El violinista afina las cuerdas
sacude y menea su ligero cabello café,
a su lado carga un SABLE,
viste un desdoblado y ancho hábito.
Violinista ¿por qué ese frenético sonido?
¿Por qué tan salvaje observas a tu alrededor?
¿Por qué brinca tu SANGRE como el creciente MAR?
¿Por qué manejas tu arco tan desesperadamente?
¿Por qué yo violín? ¿Por qué las olas salvajes rugen?
¿Qué podría abatir a la rocosa orilla,
qué al OJO ENCEGUECERÍA
Y AL PECHO INFLAMA,
qué llanto del alma al INFIERNO bajaría?
Violinista, DESGARRAS tu corazón con desprecio
cuando un Dios RADIANTE te dio el don
para DESLUMBRAR en oleadas de melodía,
para rugir en ESTELARES DANZAS en el cielo.
Y así, hundo, HUNDO SIN FLAQUEAR
MI SABLE ENNEGRECIDO DE SANGRE
en tu alma.
Dios en su ansia a ninguno concede el arte,
éste sólo salta del INFIERNO nebuloso y negro.
Aún el hechizado corazón siente el vértigo:
con Satán he ENCENDIDO mi pacto,
él señala los SIGNOS y el tiempo los golpea por mí
mientras toco la marcha de la MUERTE veloz y libre.
"Oscuro debo tocar, debo tocar ligero
hasta que las cuerdas ROMPAN mi corazón".
El violinista afina las cuerdas
sacude y menea su ligero cabello café,
a su lado carga un SABLE
viste un desdoblado y ancho hábito.