El famoso XX Congreso del PCUS y la traición revisionista
En febrero de 1956, hace medio siglo, se celebró el tristemente célebre 20ª Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). En él, el sector de la dirección encabezado por Jruschiov, que pasó a la ofensiva luego de la muerte de Stalin, impuso y consagró tesis que revisaban y rompían con el marxismo-leninismo en cuestiones tan decisivas como la teoría del Estado, la revolución y la dictadura del proletariado, la teoría del imperialismo y la distinción entre las guerras justas y las injustas.
“La gran virtud de las decisiones del 20º Congreso del PCUS -escribió el ideólogo Sobolev en mayo de 1956- reside en la contribución que hacen a la teoría de las formas parlamentarias de lucha”1. Por ello el informe de Jruschiov planteó el objetivo de que los partidos comunistas, en unión con los partidos socialdemócratas, debían alcanzar la mayoría de las bancas. (En términos actuales se dice “ganar espacios de poder” desarrollando una “alternativa de centroizquierda”).
A lo largo de su informe ya no mentó más “al diablo”, ya no habló más de dictadura del proletariado al tratar sobre “las formas de transición al socialismo”.
La dirección del PC argentino abrazó fervorosamente las tesis revisionistas no sólo por su proverbial seguidismo a la URSS sino también porque nunca comprendió a fondo la teoría marxista-leninista del Estado.
La “vía pacífica” causó estragos en el movimiento revolucionario y antiimperialista.
En los años siguientes al 20º Congreso los revisionistas llevaron a fondo su ruptura con la teoría marxista-leninista sobre el Estado. En el 22º Congreso (1961) Jruschiov anunció en su informe que el Estado soviético dejaba de ser la dictadura del proletariado y se transformaba en “Estado de todo el pueblo” y el PCUS ya no seguía siendo el partido del proletariado, sino que se convertía en el “partido de todo el pueblo”. El informe a dicho Congreso sentenció: “Por vez primera se ha constituido en nuestro país un Estado que no es la dictadura de una clase, sino un instrumento de toda la sociedad, de todo el pueblo”2. Y atacó el supuesto “enfoque talmudista”3 de quienes seguían defendiendo la tesis de que la dictadura del proletariado es necesaria en todo el período histórico de transformación revolucionaria del capitalismo al comunismo. Lo que Jruschiov y compañía descalificaban es, precisamente, una tesis básica de Marx, Engels y Lenin, sustentada y comprobada en una larga experiencia de la lucha de clases.
Así la nueva burguesía, que restauró en forma original el capitalismo, de hecho reiteró de manera también original la doctrina que tuvo siempre toda burguesía, según la cual, el Estado es una institución situada por encima de “los intereses sectoriales” y expresa a toda la sociedad.
El 20º Congreso planteó la coexistencia pacífica entre países con distinto régimen social como “línea general de la política exterior”. La nueva teoría revisionista consistía en convertir un elemento, subordinado, de la línea de clase de los Estados socialistas en política exterior –las relaciones con las potencias capitalistas– en el eje, en la línea general de los países socialistas y de todo el Movimiento Comunista Internacional. Esta “línea general” llevó a “olvidar” la imposibilidad de la convivencia pacífica entre las clases explotadoras y las clases explotadas y entre los países imperialistas y los pueblos y países oprimidos.
Otro postulado revisionista del 20º Congreso fue la “emulación pacífica” entre ambos sistemas sociales. En realidad se refería a la competencia económica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Jruschiov teorizó tiempo después que “dicha emulación es el eje, la base de la evolución del mundo (sic) en la presente etapa histórica”4.
Esas tesis se asentaban también en la negación de la vigencia de la teoría leninista del imperialismo. El informe al 20º Congreso pontificó que era “dogmático” seguir sosteniendo la inevitabilidad de las guerras. Según Jruschiov, aunque continuaba “existiendo la base económica del surgimiento de las guerras”5, éstas podían evitarse. A la manera del revisionista Kautsky separó la política del imperialismo de su economía. Los hechos desmentían las afirmaciones del 20º Congreso y siguen haciéndolo. Desde 1945 hasta 1956 no había transcurrido ni un solo día sin acciones militares agresivas de los imperialismos en distintas partes del mundo. Y sigue ocurriendo lo mismo hasta el presente. En cuanto a la guerra mundial, si bien no estalló, la disputa entre las dos superpotencias llevó varias veces al mundo al borde mismo de una tercera guerra.
Otra tesis revisionista consagrada en ese Congreso fue la de que las burguesías nacionales en los países coloniales, semicoloniales y dependientes, gracias al poderío de la URSS y el campo socialista, podían abrir un proceso revolucionario. Por lo tanto había que apoyarlas. Este fue el fundamento teórico del apoyo a Frondizi en Argentina y a Kubitchek en Brasil. El 1º de mayo de 1958, día en que Frondizi asumió la presidencia, el diario del PC, La Hora, tituló en tapa con letras de casi media página: “El pueblo entró a la Casa Rosada”. El seguidismo a la burguesía tuvo múltiples variantes. Trajo duras derrotas a la clase obrera y a la lucha antiimperialista y antioligárquica. Pero, como se fue evidenciando en los años 60 y posteriormente, fue usado por Moscú y sus servidores locales para infiltrar y tratar de subordinar a esos sectores burgueses.
Tesis de carácter imperialista
Asimismo el informe central al 20º Congreso contenía formulaciones de carácter imperialista: la división internacional del trabajo “socialista” y la afirmación de que para resolver los principales problemas era de “enorme importancia el establecimiento de firmes relaciones de amistad entre las dos mayores potencias: la Unión Soviética y los Estados Unidos de América”.
Los revisionistas apuntaron en una primera etapa al condominio del mundo y posteriormente, ya con Brezhnev, el “unirse en nombre de la paz” con EEUU pasó al expansionismo agresivo y la disputa encarnizada del mundo también “en nombre de la paz”.
Luego del golpe de estado de 1957, los jerarcas soviéticos lanzaron una ofensiva para someter a sus dictados a todos los países socialistas.
En Europa Oriental fueron basando su dominio en la fuerza militar desde su invasión a Hungría en octubre de 1956. La arrogancia y la prepotencia imperialistas del Kremlin sometía a sus “hermanos” del Pacto de Varsovia a todo tipo de atropellos y humillaciones. Redoblaron sus presiones contra Rumania por resistir a la obediencia total. En 1961 promovieron la construcción del vergonzoso Muro de Berlín. En 1968 invadieron Checoslovaquia.
Al mismo tiempo ejercieron una brutal presión sobre China para que aceptara crear un “comando militar unificado” en el Extremo Oriente bajo el mando soviético. Ante el firme rechazo chino, antes de viajar a EEUU para reunirse con Eisenhower (junio de 1959) Jruschiov rompió el compromiso contraído en 1957 de entregar a China un ejemplar de la bomba atómica y datos para su fabricación. Desde 1959 en adelante Moscú instigó y ayudó con armamento al gobierno hindú a emprender acciones hostiles y provocaciones militares contra la República Popular China. En 1960 retiró abruptamente los técnicos soviéticos e interrumpió la asistencia técnica a ese país6.
En enero de dicho año Jruschiov había exaltado el poderío bélico de la URSS. Se jactó de poseer “el arma absoluta” y alardeó de que los misiles rusos eran tan precisos que “podían hacer blanco en una mosca en el espacio”.
En octubre de 1962, en la crisis de los misiles, Moscú mostró a las claras su pretensión de usar a Cuba como peón en su disputa con Wáshington por la hegemonía. Hace mucho que se conocía que la instalación de cohetes soviéticos no tuvo la finalidad de defender a Cuba sino de negociar el retiro de los cohetes norteamericanos de Turquía (país fronterizo de la URSS). Esto fue confirmado oficialmente por Rusia al publicar documentos secretos soviéticos sobre el tema: los misiles nucleares soviéticos fueron colocados en Cuba como respuesta al despliegue de 50 cohetes norteamericanos Júpiter en Turquía7. No es casual, por tanto, que los soviéticos no hayan hecho nada por ocultar la presencia de sus cohetes ante los aviones espías yanquis U-2 que volaban libremente sobre Cuba, ni tampoco los derribasen. El mundo estuvo al borde de la guerra atómica. Cuba quedó totalmente expuesta a ser destruida en caso de que estallara. El presidente yanqui Kennedy y el jefe ruso Jruschiov negociaron a espaldas de Fidel Castro y acordaron el retiro mutuo de los misiles.
Aunque no llegó al análisis de Mao Tsetung sobre la restauración capitalista en la URSS, el Che Guevara denunció a principios de 1965 que, en su relación económica con los países dependientes, los países socialistas eran cómplices de las prácticas de los imperialistas. Y fue más lejos aún. Advirtió en ese mismo discurso pronunciado en Argelia: “No hay otra definición de socialismo, válida para nosotros, que la abolición de la explotación del hombre por el hombre. Mientras esto no se produzca se está en el período de construcción de la sociedad socialista y, si en vez de producirse este fenómeno, la tarea de la supresión de la explotación se estanca o, aun, se retrocede en ella, no es válido hablar siquiera de construcción del socialismo”8.
En 1968, el Kremlin (dirigido entonces por Brezhnev) redujo el suministro de petróleo a Cuba colocándola ante el peligro de parálisis económica. Fue una grosera extorsión para obligar a la dirección cubana a apoyar la invasión a Checoslovaquia y a someterse sin vueltas. El Che Guevara había advertido el peligro de la dependencia económica y luchó contra el monocultivo, por la diversificación agrícola y la industrialización de Cuba. El sostuvo que los “conceptos de soberanía política, de soberanía nacional son ficticios, si al lado de ellos no está la independencia económica”9.
En suma. Los revisionistas soviéticos retomaron de hecho las posiciones de sus predecesores en la II Internacional a favor de una política colonial “socialista”. Según postularon estos últimos en su 12º Congreso celebrado en 1907 en Stuttgart, la política colonial “en un régimen socialista puede ejercer una acción civilizadora”. Este proyecto de resolución fue rechazado entonces pero resultó un precedente de lo que hicieron luego, desde 1914, los revisionistas convertidos en socialimperialistas.
Una porción del poder en manos de la burguesía
Stalin había fallecido a principios de marzo de 1953, unos meses después del 19ª Congreso. Si se analiza con detenimiento la grave situación que describe el informe del Comité Central –a cargo de Malenkov– resulta evidente que una porción del poder estaba en manos de nuevos elementos burgueses.
Como surge de la situación que describe el informe al 19º Congreso10, había muchos lugares y sectores donde los dirigentes cometían atropellos y arbitrariedades contra las masas, se servían de ellas y usaban los bienes públicos para sus intereses privados. Disponían de hecho de una porción del plusproducto en la medida en que lograban controlar medios de producción de todo el pueblo o de las cooperativas (koljoses) y los empleaban en una dirección contraria a los objetivos del plan, para generar privilegios y apropiarse ilegalmente de cuantiosos bienes de producción y de consumo. Desde el punto de vista de clase se puede afirmar que estos dirigentes se habían convertido en nuevos elementos burgueses. A partir de sus posiciones políticas en el Partido y en el Estado, a nivel de base económica, ellos decidían y disponían sobre una parte del producto excedente creado por los trabajadores. Utilizaban sus privilegios políticos para generar privilegios económicos y sociales. Tenían múltiples lazos con elementos de las viejas clases derrocadas. Gozaban de seguridad financiera y de privilegios, controlaban resortes importantes del Partido y del Estado. Pero en tiempos de Stalin temblaban por sus puestos y sus vidas, tampoco se habían podido deshacer totalmente del control desde abajo. Dentro de los límites que le imponía la dirección revolucionaria se desarrollaba un germen de nueva burguesía, burocrática, que disponía de por sí, ante sí y para sí, de cierta parte del plusproducto.
Tras el “monolitismo” se había agudizado al máximo la lucha de líneas en las instancias dirigentes del Partido, lo cual expresaba la exacerbación de la lucha de clases.
Antes del 19º Congreso se publicó Problemas económicos del socialismo en la URSS que resultó ser el último trabajo de Stalin. Si se lo estudia confrontándolo con las tesis adoptadas en el 20º Congreso, realizado tan sólo tres años y medio después, se desprende que éstas son las ideas contra las que él luchaba y no meramente teorizaciones de algunos economistas y académicos. En refutación a los revisionistas, Stalin señaló en esta obra que en la URSS “hay y habrá” contradicciones entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, “por cuanto el desarrollo de las relaciones de producción va e irá a la zaga del desarrollo de las fuerzas productivas”. De esta manera polemizó con la teoría del (solo) desarrollo de las fuerzas productivas, teoría en que se basaban (y se basan) los seguidores del camino capitalista. Stalin rectificó, en parte, sus anteriores afirmaciones respecto de que la economía soviética ofrecía “el ejemplo de una armonía completa entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas”11 y señaló en su trabajo póstumo que esa armonía no debía entenderse “en sentido absoluto”12. Pero Stalin mantuvo sus tesis de la segunda mitad de los años ‘30 sobre que se había completado la eliminación de las clases explotadoras y que el socialismo en la URSS había triunfado de modo irreversible, esto es, que ya no había fuerzas sociales internas capaces de revertir la victoria del socialismo. La tragedia de la restauración capitalista evidenció que esto era erróneo.
Los revisionistas dominantes en el 20º Congreso expresaban a quienes el Pravda (órgano central del PCUS) había atacado en artículos publicados en enero y febrero de 1953, por “oportunistas de derecha... que adoptan la postura antimarxista, según la cual la lucha de clases estaría en vías de desaparición”. Esos artículos se referían a “los restos de las clases explotadoras” y a “los saqueadores de la propiedad socialista”.
Estas formulaciones se diferenciaban de la doctrina oficial vigente. El análisis del 19º Congreso no había abordado la cuestión de fondo, pues no consideraba los graves fenómenos descriptos en el informe central como manifestaciones de la aguda lucha de clases que se estaba librando.
Esta carencia fundamental melló la línea trazada para combatir contra la burocracia y la corrupción. Porque en realidad la clase obrera y su Partido seguían sin un diagnóstico acertado acerca de lo que ocurría.
Por consiguiente, las críticas y las advertencias asumieron un carácter exhortativo y formal. Máxime que no se tomaron medidas efectivas para restablecer la democracia proletaria y posibilitar que las masas trabajadoras tomaran en sus manos las decisiones.
Había graves problemas, en especial en la agricultura y la industria liviana. Se cometían grandes errores en la elaboración y ejecución de los planes. Proliferaban los abusos y las arbitrariedades en la esfera de dirección de las ramas, las empresas, los koljoses y los sovjoses. Pero, si se quería persistir en el camino socialista, esos males sólo podían superarse sobre la base de una profunda movilización revolucionaria de las masas obreras y campesinas.
Para ello era imprescindible revolucionarizar al Partido y producir un cambio esencial en su papel, trasladando el centro de gravedad de su acción del plano administrativo al campo de la lucha política e ideológica real entre las masas y a su cabeza. Y, sobre la base de que el Partido jugara efectivamente el papel de vanguardia, era indispensable asegurar el ejercicio efectivo del poder por parte de los trabajadores.
Ofensiva de los revisionistas Estaba entablada una lucha de clases a muerte por el poder.
Inmediatamente después del fallecimiento de Stalin, Jruschiov y su camarilla se lanzaron a capturar la dirección partidaria y estatal. Su accionar fue típicamente burgués, tanto por sus intrigas como por su técnica golpista.
Sus maniobras se vieron facilitadas por el hecho de que las masas estaban trabadas para enfrentar a los elementos burgueses. Sobre todo, porque en el Partido no se perfiló una línea y una cabeza claramente contrapuestas al revisionismo y que apelara a los trabajadores.
En otras palabras: la clase obrera soviética se encontró, de hecho, sin una dirección, precisamente cuando arreció al máximo el ataque de la burguesía contra la dictadura del proletariado. El grupo que persistía en la línea de Stalin, encabezado por Molotov, se opuso a la línea derechista en la discusión en las alturas, a puertas cerradas,. Pero en el propio 20º Congreso, es decir, en la discusión a puertas abiertas, permaneció en silencio.
Luego del Congreso, aún contaba con siete miembros sobre once en el Buró Político. Pero, como Molotov mismo admitió en conversaciones publicadas en Moscú en 1991, “nosotros no teníamos ningún programa, sólo la destitución de Jruschiov”. “En este período - se lamentó - ya no quedaba ningún rigor bolchevique más”. Lo que no ve Molotov es que el mecanicismo y la rigidez dogmática habían creado una atmósfera que ahogaba el espíritu crítico y revolucionario del marxismo-leninismo. Él admite que no apelaron al conjunto del Partido y a las masas obreras y campesinas: “no estábamos preparados - dice Molotov - para tal enfrentamiento”.
Finalmente, el desenlace en la lucha por el poder a favor de los seguidores del camino capitalista se produjo mediante el golpe de Estado de junio de 1957.
Ataque en bloque contra Stalin apuntando contra Lenin y Marx
En el 20º Congreso Jruschiov presentó un “informe secreto” contra Stalin. No se discutió ni se aprobó. Pocos días más tarde el diario norteamericano The New York Times reveló lo fundamental de ese informe, en el que, de hecho, Jruschiov repitió con otras palabras los furiosos ataques del imperialismo y la reacción mundial contra la experiencia histórica de la dictadura revolucionaria del proletariado. Como dijo Mao Tsetung a principios de 1957: “El marxismo-leninismo conlleva, entre otras cosas, la moral revolucionaria del proletariado. Ya que ustedes fueron antes tan ardientes partidarios de Stalin, ¿no tendrían que haber explicado de alguna manera su actual viraje?...El problema de Stalin atañe al movimiento comunista internacional en su conjunto”.
Los revisionistas, del modo idealista más vulgar, a partir del 20º Congreso, presentan a Stalin como un demonio horrendo, situado afuera y por encima de la lucha de clases y del conjunto de las contradicciones de la sociedad soviética.
Su desacreditación era imprescindible para crear opinión pública a favor del camino restaurador. Para grandes masas en la Unión Soviética y en el mundo Stalin representaba la intransigencia frente al enemigo de clase, la defensa de la dictadura del proletariado, la titánica lucha por la construcción del socialismo y la histórica victoria sobre el nazismo.
En la historia del movimiento obrero y comunista, la traición en política había comenzado generalmente por la revisión de la teoría. En los años ’50 los revisionistas no podían, a la manera de Bernstein13, revisar directa y abiertamente ni a Lenin ni a Marx. Se disfrazaron de “leninistas creadores”. Y se lanzaron a demoler la figura y los trabajos teóricos de Stalin para hacer pasar en grande el contrabando revisionista. Plantearon la “necesidad de un viraje”: abandonar el “utopismo” y el “voluntarismo”, apelar a los “resortes económicos”, dejar de lado “los aspectos irritativos” de la política exterior para lograr “el alivio de la tirantez internacional”.
Recién a fines de los años ‘80, con la crisis, el sinceramiento total de la restauración capitalista y el colapso de la URSS, los hijos legítimos del 20º Congreso - Gorbachov, Yeltsin y sus compinches - pasaron a atacar abiertamente a la Revolución de Octubre y al marxismo-leninismo.
La vil campaña desatada contra Stalin favoreció al enemigo, alimentó las usinas del anticomunismo, de la reacción mundial y del revisionismo. Pero también obligó a los marxistas leninistas a investigar, a reflexionar y a debatir la experiencia histórica de la dictadura del proletariado. Obligó a analizar y discutir viejos y nuevos problemas negados o tapados en tiempos de Stalin.
Fue Mao Tsetung quien encabezó el combate contra el revisionismo soviético. Sobre esta base analizó críticamente el período dirigido por Stalin. Crítica de izquierda, proletaria revolucionaria, opuesta a la de la derecha, revisionista burguesa o trotskista. Mao había polemizado en vida de Stalin con opiniones de éste sobre el desarrollo de la revolución china y otros temas teórico-políticos. Ante la campaña lanzada en el 20º Congreso afirmó: “Como primer paso, defendemos a Stalin y, como segundo, criticamos sus errores... A diferencia de aquellas gentes que denigran y liquidan a Stalin, nosotros lo tratamos conforme a la realidad”.
A fines de 1956, Mao advirtió que la dirigencia soviética no sólo había abandonado “la espada de Stalin” sino también la de Lenin: “En su informe ante el 20º Congreso del PCUS Jruschiov afirmó que era posible conquistar el poder por vía parlamentaria, lo que quiere decir que para los demás países ya no es necesario aprender de la Revolución de Octubre. Abierta esta compuerta, el leninismo ha sido prácticamente abandonado”.
Poco después, Mao formuló un interrogante fundamental: ¿de dónde, por qué, surgen elementos seguidores del camino capitalista tipo Jruschiov, anidan en la dirección máxima y pueden llegar a usurparla? Para abordar este problema Mao se atuvo firmemente al materialismo histórico, en oposición al idealismo. Sostuvo que, desde el punto de vista marxista, el revisionismo de Jruschiov no puede ser el fruto de una mera individualidad negativa. Por consiguiente, hay que desentrañar sus causas.
Mao Tsetung, a partir de un profundo análisis de la experiencia soviética y de la propia experiencia china, investigó y analizó las contradicciones en la base económica y en la superestructura de la sociedad socialista para descubrir las raíces objetivas y subjetivas del revisionismo burgués. De este modo avanzó en la elaboración de la teoría de la continuación de la revolución bajo las condiciones de la dictadura del proletariado.
En los años ‘80 quedó totalmente al desnudo que el ataque en bloque contra Stalin a partir del 20º Congreso apuntaba contra Lenin y Marx.
Notas:
1 Artículo del dirigente soviético Sobolev publicado en Nueva Era, revista teórica del CC del PC argentino, Nº 7, 1956, pág. 23.
2 Nikita Jruschiov: Informe al XXII Congreso del PCUS (19 de octubre de 1961), Suplemento de la revista Novedades de la Unión Soviética, Nº 24, 1961, pág. 20.
3 Idem, pág. 28.
4 Ibidem, pág. 3.
5 N. Jruschiov: Informe al XX Congreso del PCUS, Buenos Aires, Anteo, 1956, pág. 6.
6 Ante la decisión de Mao Tsetung y del PC de China de perseverar en el marxismo-leninismo y, por ello mismo, en la independencia nacional, Jruschiov se burló diciendo “yo creo que ellos no podrán conseguir la bomba atómica, ni tendrán, a fin de cuentas, pantalones para ponerse”. Pero en 1964 China ya poseía el arma nuclear mientras que Jruschiov era defenestrado por sus compinches revisionistas.
7 Los documentos secretos fueron publicados por el diario ruso Trud (El trabajo) según cable de la agencia italiana ANSA desde Moscú reproducido por Clarín el 26-5-97.
8 Ernesto Che Guevara: Obras Completas, Ediciones del Plata, B. Aires, 1967, tomo 2, pág,.206.
Idem, tomo 4, pág. 51.
10 Ver G. Malenkov: Informe ante el XIX Congreso del Partido acerca de la actividad del CC del PC (b) de la URSS, Buenos Aires, Fundamentos, 1952.
11 José Stalin: Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico (1938), hay varias ediciones.
José Stalin: Problemas económicos del socialismo en la URSS, Buenos Aires, Editorial Fundamentos, 1952, pág. 37.
13 La primera corriente abiertamente burguesa en las filas marxistas surgió en la última década del siglo XIX. La encabezó Bernstein dirigente del Partido Socialdemócrata alemán y de la Segunda Internacional. Y adoptó ella misma el nombre de revisionista. Según Bernstein había que revisar a Marx porque la época había cambiado. Según él se podía evolucionar al socialismo mediante reformas basadas en una mayoría parlamentaría. Por eso sostenía que el movimiento es todo, el fin no es nada.