por Dos cuervos Dom Nov 14, 2010 10:08 pm
Cada uno entiende lo que quiere por patria o nación.
Es el problema al que nos enfrentamos cuando tratamos de hacer universal lo que es dinámico y mutable. Una de dos: o defines tu nación en base a algo perenne, necesario y eterno (cada vez más difícil), o tu nación habrá quien se la crea, y quien no.
Los más imbéciles de todos, aquellos que fundamentan su nacionalismo justamente en los elementos con la naturaleza más cambiante de todos: la lengua, la afinación distintiva de la gaita de su pueblo o el berrido para llamar a las cabras; decora todo esto con una bandera, un reyezuelo, un Dios, alguna historia épica y folklore vario y tienes todos los ingredientes para que una masa de gilipollas encuentre la identidad que de por sí no tiene, sin dejar de doblar el lomo para llenar las arcas.
¡Tenemos hasta nacionalistas andaluces! La madre que me parió. Sacar naciones del puro CAOS; lo dicho, cada cual entiende lo que quiere o directamente no entiende nada. Me encanta el lloriqueo con el cuento de la opresión, es la monda. Entre "Andalucía nación" y la "unidad de destino en lo universal" no sabría a quien dar el premio de: "déjate de naciones, que tú no has nacido para decidir por nadie, y ponte a currar".
Ya está, una bandera es suficiente para que un Torrente de la vida se crea en el mismo bando que un Espronceda o un Blas de Lezo.
Se pintan banderas muy fácil. Inducir lo homogéneo partiendo de una masa terriblemente heterogénea es difícil y mola poco, porque es excluyente. Un pueblo es nación si y sólo si tiene homogeneidad étnica. El único sentido natural y biológico por el que se dota a un colectivo de una tendencia innata a la organización estable y durarera es el de la etnicidad con fines evolutivos. Todo lo que quede fuera de ese plano: pajas mentales. Si hacemos una lectura del nacionalismo en los últimos siglos vemos que la tónica que ha imperado es de orientación exclusivamente económica/economicista.