7-VI-2016
Andrea D'Atri escribió:Géneros y Sexualidades
DEBATE POR DECLARACIONES DE ALTAMIRA EN TWITTER
También se trata de machismo
A horas de la movilización por #NiUnaMenos, Jorge Altamira, el dirigente del Partido Obrero, escribió en su cuenta de twitter: "La trata de mujeres no es machismo, es la explotación capitalista organizada de mujeres y niña/os". Enseguida desató una andanada de críticas en las redes sociales. Pero antes de admitir que había sido poco feliz su escueta sentencia sobre un asunto tan complejo, prefirió, con múltiples argumentos, seguir profundizando su postura.
Quizás se habría solucionado más rápido el equívoco si hubiera admitido que su frase, sin la negación y con una conjunción copulativa, podría haber resultado más certera. ES machismo y ES explotación capitalista. Porque, como sostiene el materialismo histórico, el sistema de relaciones sociales para la reproducción donde se impone el dominio patriarcal sobre las mujeres, las niñas y los niños, se conjuga con los distintos modos de producción que atraviesan la historia de la lucha de clases.
No está demás citar a Engels que, seguramente, Altamira conoce muy bien como a tantos otros y otras marxistas que se refirieron a esto. Como señala el gran compañero de Karl Marx en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, "el derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida".
¡Claro que la trata de personas es explotación capitalista organizada! Pero hacer esa definición tan inespecífica, no define nada del fenómeno que pretende describir. Del mismo modo que si nos preguntan qué es una ballena, no aclarará demasiado que respondamos "un mamífero". Porque la trata es un tipo de explotación capitalista bastante diferente de la explotación de la fuerza de trabajo que nos convierte en asalariadas y asalariados. Del mismo modo que hay que explicar por qué, si ambas especies son mamíferos, los cetáceos viven en los océanos y el ganado perece en las inundaciones.
La insistente defensa de su afirmación controversial, más bien nos obliga a considerar que, más que de una malograda expresión -imprecisa o ambigua por escueta-, se trata de una concepción que aunque reconoce, como lo hacemos los marxistas, la existencia de la opresión patriarcal, minimiza su importancia en la vinculación que tiene con la explotación de clases. Suponemos esto, claro está, porque descartamos que tan acérrima defensa de un error se deba a que goce del privilegio de la infalibilidad que -como se sabe- es una prerrogativa reaccionaria que sólo se autoadjudican los jefes del Estado Vaticano.
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Por empezar, la trata para la prostitución es una forma de explotación capitalista organizada donde -como le respondieron incluso algunas militantes y simpatizantes de su corriente- la mayoría absoluta de “los explotados” son mujeres. Y no solo eso: en gran medida, esas mujeres son secuestradas, raptadas o engañadas, drogadas sin consentimiento, para después soportar un período de “ablande” -como dicen en la jerga mafiosa-, mediante golpes y violaciones, encierro, retención de su documento y de su dinero, y ser prostituidas por un proxeneta que obtiene suculentas ganancias.
Casi exclusivamente mujeres. Mayoritariamente sometidas a algo más parecido a la esclavitud strictu sensu, que al trabajo asalariado (aunque cuando nos referimos a la explotación capitalista de la clase trabajadora hablemos metafóricamente de "esclavitud asalariada"). ¡Algunas especificidades parece tener la trata, que merecen una explicación! Y para eso, debemos empezar por señalar que la trata se sostiene en el machismo de una cultura patriarcal milenaria, en la que las mujeres son consideradas meras mercancías de las que los hombres pueden disponer a su antojo [1].
El capitalismo, esa época de la burguesía que se distingue de todas las anteriores "por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes", donde "todo lo sólido se desvanece en el aire"[2] , no puede desvanecer total y absolutamente el patriarcado, porque en la reproducción de sus opresiones, las clases explotadoras encuentran fundamento para su dominio de las clases explotadas, divididas entre sí por los venenosos prejuicios inficionados por los dominadores, además de la gratuidad del trabajo doméstico para la reproducción de la vida y de la fuerza de trabajo.
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Y Altamira nos viene a explicar en su cuenta de Facebook -con el objetivo de seguir justificando su tuit poco feliz- que las mujeres de las clases explotadas verdaderamente la pasan peor que las mujeres de las otras clases. ¡Vaya novedad! Eso tampoco explica lo insoslayable: también existen empresarios que golpean, acuchillan o les pegan un tiro a sus burguesas esposas; como también mujeres de las clases medias o empresarias que, en este país, deben practicarse abortos clandestinos, aunque no lo hagan de manera insegura ni corran riesgo de vida como sí sucede en los otros abortos clandestinos a los que deben recurrir las jóvenes de los sectores populares.
Pero el reduccionismo economicista de Altamira para explicar las opresiones sociales, hace un flaco favor a la izquierda marxista y revolucionaria. Saben los camaradas del Partido Obrero tanto como nosotros, lo que tenemos que lidiar los socialistas revolucionarios con la caricatura divulgada por la burguesía contra la izquierda, como aparatos dogmáticos y reduccionistas. Una caricatura para nada inocente que no se sostiene sólo en la difamación venenosa de los enemigos de clase, sino también en la nefasta práctica de corrientes populistas pequeñoburguesas que, en nombre de la revolución socialista, se dedicaron no sólo a perseguir a los trotskistas, sino también a criminalizar la homosexualidad, prohibir el derecho al aborto en el primer estado obrero de la historia o ponderar las glorias maternales de la patria rusa, muy lejos de las banderas que enarboló el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky en la revolución rusa de 1917. Saben también, como nosotros, que lejos de esa estrechez de miras, en La Sagrada Familia de Marx y Engels, en discursos y notas de Lenin y en artículos, libros y manifiestos redactados por Trotsky, los marxistas revolucionarios han sostenido el precepto heredado de los socialistas utópicos de que "el grado de emancipación de la mujer en una sociedad, es el barómetro general por el que se mide la emancipación general".
En su artículo, en el que pretende justificar con mayores fundamentos su malogrado tuit, Altamira intenta explicar la especificidad que adquiere la opresión milenaria de las mujeres en el capitalismo. Muchas de sus afirmaciones, podemos suscribirlas. Son el abc del marxismo que, mejor tarde que nunca, muchos militantes de su organización sabrán comprender. Sin embargo, como el objetivo no es esclarecer sobre la opresión de las mujeres, sino defender un error indefendible, remata su artículo con un ataque de los ya acostumbrados contra quienes, siguiendo a los clásicos del marxismo revolucionario, hemos intentado comprender, elaborar teórica y programáticamente, militar e incidir en las luchas de los oprimidos contra la opresión.
Que el socialismo revolucionario, en la lucha por la emancipación de la mujer y de todos los oprimidos, sostenga una perspectiva y un programa anticapitalista y socialista, es decir, de clase, no significa que renunciemos a convencer de nuestras ideas a las mujeres hastiadas de la opresión, ni que borremos de nuestra historia que el 8 de marzo, creado por las mujeres socialistas, fue esencialmente para reclamar por derechos democráticos elementales, como el sufragio universal.
¿Quién le hace el juego, entonces, al posmodernismo que propugna una autoemancipación individual, subjetiva y centrada en el deseo, cuando hay izquierdas e izquierdistas que se niegan no sólo a dar la batalla en el movimiento obrero contra la opresión que unos explotados ejercen sobre otros de su clase, sino que tampoco tienen interés en pelear porque los movimientos sociales progresivos adopten un curso anticapitalista en su lucha contra la opresión, combatiendo la idea de que la emancipación de las mujeres podrá alcanzarse con cuotas de equidad en un sistema basado en la explotación de las grandes mayorías por una minoría parasitaria?
No nos cabe duda que la trata de mujeres, en la actualidad, constituye una de las expresiones más brutales que el capitalismo le confiere a la violencia de género. Pero si no existiera una configuración tal de las relaciones sociales en la que las mujeres somos un género oprimido, subordinado, cosificado, el "negocio capitalista" de la trata tendría otras características.
Lejos de todo dogmatismo economicista, en nuestra lucha por una sociedad liberada de las cadenas de la explotación y la opresión que hoy constriñen a las masas, adherimos a las palabras de León Trotsky quien, en un folleto "destinado en primer lugar a los miembros del partido, a los dirigentes de los sindicatos, de las cooperativas y de los organismos culturales" -publicado en 1923, con el comienzo de la burocratización del Partido Bolchevique, bajo la égida de Stalin-, "si en realidad queremos transformar la vida, tenemos que aprender a mirarla a través de los ojos de las mujeres"[3].
Notas:
[1] Incluso en la Antigüedad, cuando no existía el capitalismo, las mujeres de los pueblos vencidos por el imperio, también eran "raptadas" y secuestradas -como lo atestiguan numerosas leyendas y relatos- para servir como cortesanas en los palacios de Roma. Incluso, mujeres de las clases dominantes de aquellos pueblos vencidos. Antes aún, durante los miles de años que el mundo asistió a la revolución neolítica que modificó drásticamente a la humanidad y al planeta, las mujeres eran raptadas por la fuerza o intercambiadas como donaciones, como reaseguro para reproducirse y perpetuarse generacionalmente.
[2] Marx y Engels, Manifiesto Comunista.
[3] León Trotsky, Problemas de la Vida Cotidiana.
http://www.laizquierdadiario.com/Tambien-se-trata-de-machismo
Luego, la respuesta de Andrea el 12-VI-2016.
Andrea D'Atri escribió:Géneros y Sexualidades
AFIRMACIONES POLÉMICAS DEL DIRIGENTE DEL PARTIDO OBRERO
Las tres palabras que no dice Altamira
El histórico referente del Partido Obrero sigue empecinado en demostrarnos sus conocimientos del abc del marxismo, pero falseando las posiciones de su innombrable oponente, para no desdecirse del erróneo y malogrado tuit en el que afirmaba que la trata no es machismo.
En su empecinamiento, Jorge Altamira inventa un debate en el que no escatima falsificaciones ni descalificaciones gratuitas. La más llamativa, referirse a mí como "la sacerdotisa de género [del PTS]".
Aunque el calificativo nos causa gracia, no podemos dejar de observar que la Iglesia estigmatizó a parteras, curanderas y sacerdotisas de antiguos rituales paganos medievales y, a centenares de miles, las quemó en la hoguera. Y aunque nos parezca caprichoso que discuta contra nuestras afirmaciones sin mencionarnos, tampoco queremos obviar ese detalle ¿Será que las mujeres, para Altamira, no estamos lo suficientemente calificadas para contrariar sus ideas?
Su extenso artículo, comienza diciendo que no se puede poner un signo igual entre machismo y trata. Lo cual es cierto. Efectivamente, no es lo mismo decirle a una mujer una grosería por la calle, que secuestrarla y torturarla para obligarla a prostituirse. A semejante obviedad, ¿quién puede contrariarla? También nos explica que el capital subordina a sus propias leyes, el más antiguo sistema de relaciones sociales para la reproducción, como es el patriarcado. No hace falta que nos venga a dar lecciones elementales de materialismo histórico a quienes nos hemos cansado de repetir esos conceptos en decenas de artículos y en centenares de conferencias, seminarios, talleres y charlas.
Es tan sencillo lo que discutimos, que no nos parece inocente su particular interpretación de nuestra línea argumentativa.
Volvamos al principio. El 1º de junio, nada menos que en las vísperas de la movilización por #NiUnaMenos, desde Armação dos Búzios -según se ve en Twitter-, Jorge Altamira escribió "La trata de mujeres no es machismo, es la explotación capitalista organizada de mujeres y niña/os". Nos parece que el NO de la primera parte de la oración está demás. Sencillo. Si lo quitáramos, tanto como si lo incluyéramos, es necesaria una explicación más profunda de lo que se quiere decir, que no entraría en 140 caracteres. Pero si no incluyera el NO, aunque igualmente sería una frase corta y bastante abstracta, sería menos incorrecta que la que escribió Altamira. Por la misma razón que si uno viera una postal de Londres en la época de la revolución industrial, también se podría decir "es la explotación capitalista organizada de mujeres y niños". Pero no era trata.
Entonces, si en las definiciones tan elementales que PO estaría descubriendo en los clásicos del marxismo, prácticamente no diferimos; como casi tampoco pareciera que lo hacemos en la estrategia socialista, anticapitalista, obrera y revolucionaria que levantamos en la lucha por la emancipación de las mujeres, ¿en dónde radica el debate? Es que, aunque parezca una diferencia apenas de matiz, el reduccionismo economicista que expresó Altamira -y que intenta justificar con una profusa y repentina "elaboración teórica" sobre la opresión de las mujeres y la lucha de clases- es una diferencia política que tiene consecuencias en la práctica militante.
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"Un feminismo socialista que no desarrolla la lucha de clases, es un verso.", dice Altamira. Quizás esté rindiéndonos homenaje por nuestra reconocida participación en proponer, impulsar y organizar comisiones de mujeres en todas las fábricas y establecimientos, en las luchas obreras, en los sindicatos arrancados de las manos de la burocracia.
¿O lo dirá por aquel memorable piquete de mujeres de Pan y Rosas y el PTS que se plantaron frente a la Gendarmería, por los trabajadores de Lear, en la Panamericana -donde dicho sea de paso, el PO brilló por su ausencia- diciéndole a las fuerzas represivas "Nadie nos puso; nadie nos saca"? O se refiere quizás al histórico paro -decimos "histórico" por haber sido una acción que muy pocas veces ocurrió en la historia del movimiento obrero argentino- que fue propuesto por las delegadas de Pan y Rosas y del PTS y protagonizado por las trabajadoras y trabajadores de Kraft Terrabusi, cuando la patronal sancionó a una obrera que denunció el acoso sexual de un jefe.
A lo mejor, nos está hablando de las compañeras de la Comisión de Mujeres de MadyGraf, ex Donnelley, que estuvieron presentes en la lucha de los obreros, tomando la fábrica y poniéndola a producir, además de construir un jardín maternal para las hijas y los hijos de las trabajadoras y trabajadores. O a las de Cresta Roja, que acompañan la lucha de sus familiares, sin descanso.
Esta "maestra Ciruela que se pretende marxista" se siente orgullosa de compartir la militancia revolucionaria con dirigentes obreras y obreros que no sólo son protagonistas de luchas por reivindicaciones salariales, sino de todas las luchas contra la opresión y la explotación. Incluso de aquellas batallas que debemos sostener contra el machismo en el seno de la clase obrera.
Pan y Rosas, impulsada por el PTS, es una corriente de mujeres revolucionarias socialistas, de miles de trabajadoras y estudiantes, donde se han forjado centenares de compañeras que hoy son cuadros y dirigentes del PTS de Argentina, como también en Brasil, Chile, Bolivia, México. Nuestra teoría y práctica se expresan, categóricamente, en fuerza política partidaria, tanto en Argentina como en América Latina. Estamos orgullosos de que sean tantas las mujeres de nuestra organización que se destacan no sólo como dirigentes de su clase, sino también como dirigentes políticas, diputadas, legisladoras, dirigentes estudiantiles o intelectuales marxistas con nombres propios. Y esta sí que es una notoria diferencia con el PO donde, como cualquiera puede advertirlo, son muy pocas las dirigentes mujeres.
Contra sus ridículas aseveraciones, como que "El planteo del PTS no tiene una palabra para vincular la lucha de la mujer con la lucha de clases del proletariado, ni podría tenerla porque lo considera ajeno a la opresión de clase", nos vamos a limitar a responder que no tenemos una palabra... ¡tenemos libros! Que no tiene obligación de leer, de todos modos, aunque sean reconocidos porque debaten no sólo contra las posiciones del feminismo radical "pluriclasista", como dice Altamira, sino también contra la ideología liberal del postmodernismo. Tenemos numerosas elaboraciones críticas teóricas y políticas, desde el marxismo, a esas corrientes que impregnan el espíritu de la época. Lamentablemente, no podemos decir lo mismo del PO que, en esta lucha teórica contra las ideologías dominantes, también brilla por su ausencia.
Como marxistas revolucionarias, luchamos por la emancipación de las mujeres y de todos los oprimidos, desde la única perspectiva que consideramos realista, que es la de la clase obrera. Consideramos que la revolución obrera y socialista no resuelve en sí misma, integralmente, la emancipación de las mujeres de la esclavitud doméstica y su subordinación patriarcal; pero con la liquidación de la propiedad privada de los medios de producción, sienta las bases fundamentales para ello. Nuestra reconocida difusión de los grandes avances de la Revolución Rusa de 1917, que adelantaba en cien años los derechos y conquistas de las mujeres que ni siquiera puede soñar el posmodernismo, se basa en esta certeza. Pelear porque aunque sea un ala del movimiento de mujeres adopte esta perspectiva anticapitalista y revolucionaria en su lucha por la emancipación, es también nuestra tarea. Pero adoptar esa perspectiva no es equivalente a hacer reduccionismos que liquiden la compleja particularidad que adquiere la opresión patriarcal -como otras- bajo el dominio capitalista.
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Son muchas las ventanas de debate que abre Altamira, quien además, considera "un ataque al Partido Obrero" que un dirigente del PTS, como mi compañero Guillo Pistonesi, discuta con él en Twitter. Peor aún, inventa que lo insultaron (salvo que considere un "insulto", que se le cuestione algo), y descalifica a Pistonesi como "lumpen".
Muchas de esas ventanas abiertas se responden con sólo tomarse el trabajo de conocer lo que planteamos públicamente, lo que publicamos o lo que hacemos. Tanta verborragia parece estar al servicio de evitar las únicas tres palabras que no puede decir Altamira. Como dice el bolero... son tres palabras, solamente, mis angustias, y esas palabras son... Cometí un error.
http://www.laizquierdadiario.com/Las-tres-palabras-que-no-dice-Altamira
Hubo una intervención paupérrima [cuando no] de Pablo Solano, a la que D'Atri responderá el 18-VI-2016:
Andrea D'atri escribió:Géneros y Sexualidades
DEBATE CON PO
Anticapitalistas machistas, también existen
Repentinamente interesado por la cuestión de la mujer en el marxismo, Gabriel Solano se incorpora al debate y ¡me menciona por mi nombre! Lástima que para defender lo indefendible, discute contra una tergiversación de nuestras posiciones ideada por él. Por eso, ni se preocupa por sostener sus aseveraciones con alguna cita nuestra que las corrobore.
La primera aseveración indemostrable de Solano es que yo defendería la idea de que "el machismo, como expresión de la discriminación y la opresión de la mujer, no remite en la sociedad actual al capitalismo, sino que es una expresión ancestral que requiere una lucha y un programa específico." Un dislate que no sostendría nadie que hubiera leído o escuchado nuestros centenares de artículos, discursos, charlas o, como mínimo, hubiera hojeado el libro Pan y Rosas, publicado en Argentina, Venezuela, Brasil, México e Italia, que dicho sea de paso, lleva como subtítulo en su portada Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo. En el primer párrafo del prólogo decimos "Con estas brutales lecciones, el capitalismo nos enseña que, aunque podamos avanzar y conquistar algunos derechos -restringidos en su alcance, limitados en cuanto a la población que puede ejercerlos o acotados a determinado plazo de tiempo antes de volver a ser recortados-, la emancipación femenina, como la de otros sectores oprimidos, es una quimera mientras subsista este régimen social, político y económico." Lo mismo que afirmamos en el artículo La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial, escrito en colaboración con Laura Lif y publicado en la revista Ideas de Izquierda.
De su primera falsa aseveración deriva Solano, que "en la medida en que el combate no es contra el capitalismo, la lucha de clases es sustituida por una lucha de géneros -o sea, por la conciliación de clases. Nada original, claro, pues es el planteo que caracteriza al feminismo pequeñoburgués". Para no hastiar con extensas citas propias, me limito a mencionar los nombres de los acápites del primer capítulo de nuestro libro, publicado por primera vez hace trece años: Opresión y explotación es el primero; el que sigue se titula El género nos une, la clase nos divide; el siguiente es Capitalismo y patriarcado: un matrimonio bien avenido; después, Lucha de las mujeres y lucha de clases.¡Bienvenido el interés de Solano por reflexionar críticamente sobre el feminismo! Aunque sería bueno que se tome el trabajo de leer a quien pretende criticar. No está mal llegar a pensar el problema de la opresión de género, trece años más tarde que su “contrincante” en el debate. ¡Siempre es mejor tarde que nunca! Lo que está mal, es ser un recién llegado y creer que está descubriendo grandes verdades que, para las y los marxistas, son harto elementales.
Luego sostiene Solano, muy dolido, que acusamos al PO de practicar un reduccionismo economicista. Y agrega "que éste ha sido un sambenito utilizado reiteradas veces por los adversarios del socialismo para combatir al marxismo." Podemos citar a un "adversario del socialismo" como Lenin que en Qué Hacer –un texto que Solano, probablemente, ha leído con mucho más detenimiento que a otros clásicos marxistas sobre la cuestión de la mujer- señala contra los economicistas, cómo debe comportarse un verdadero socialista: "En una palabra, todo secretario de tradeunion sostiene y ayuda a sostener ’la lucha económica contra los patrones y el gobierno’. Y jamás se insistirá bastante en que esto no es aún socialdemocracia, que el ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario de tradeunion, sino el tribuno popular, que sabe reaccionar ante toda manifestación de arbitrariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado".
Para levantar un programa anticapitalista, revolucionario, socialista por la emancipación de las mujeres, como hacen Pan y Rosas y el PTS, no es necesario sostener la premisa que el machismo es prácticamente inexistente y de que todo es capitalismo, como hacen Altamira y Solano. Como dice Lenin, más bien todo lo contrario: un socialista revolucionario debería levantar un programa anticapitalista, revolucionario, obrero y socialista para las opresiones ¡"cualquiera que sea el sector o la clase social a la que afecte"! ¡Ay de este ruso democratizante tan afecto al kirchnerismo!
Pero de lo que sí debo retractarme es de mi primera respuesta al líder del PO, cuando sostuve que él había cometido un error. Porque es evidente que no se trataba de un error, sino de una concepción que minimiza, de manera reduccionista, la existencia de las opresiones sociales. La misma lógica que Marcelo Ramal, Néstor Pitrola y el propio Gabriel Solano usaron para definir, en sus cuentas de Twitter, la espeluznante masacre de Orlando, apenas ocurrida. "La masacre fascista de un probable ISIS en EEUU salvó a Macri de una tapa de derrota electoral en un bastión radical y sojero, pero ocurrió" (Pitrola); "Nuestro total repudio a la masacre de Orlando, otro producto de la descomposición capitalista y el Estado policial" (Ramal); "El atentado en Orlando es un ataque reaccionario contra el pueblo de los EEUU. Muestra que ISIS es una banda criminal para-estatal" (Solano). La palabra "homofobia" no se les escapó ni de casualidad, aun cuando es la segunda causa –después del racismo-, de todas las masacres perpetradas por ciudadanos norteamericanos armados, en territorio estadounidense.
Pero para Solano, reconocer la existencia del machismo, del heterosexismo o de cualquier opresión es una posición idealista. Lo felicito por citar a Hegel en este debate, pero le recomendaría, sin animosidad, que no diga esto mismo delante de las mujeres golpeadas, quemadas, acuchilladas o baleadas por sus parejas, ni tampoco delante de las familias y amistades de las víctimas de la masacre de Orlando.
Después de hacer un sesudo análisis de una supuesta teoría de la multicausalidad que nos adjudica gratuitamente, Solano nos regala este memorable y cómico párrafo: "No puede pasarse por alto que las posiciones del PTS en lo esencial se asemejan a las del kirchnerismo. Mientras Altamira decía desde su cuenta de Twitter que el capitalismo era el responsable de la trata, Cristina Kirchner distribuía, con diferencias de horas, desde su Facebook personal, un texto de su hija Florencia afirmando, como el PTS, que ’era el machismo y el patriarcado’". Hilarante. De todos modos, disculpen que interrumpa las risas para recordarles que Altamira no dijo que "el capitalismo era el responsable de la trata". Lo que dijo textualmente fue "La trata de mujeres no es machismo, es la explotación capitalista organizada de mujeres y niña/os." ¿Por qué, si está escrito en una red social, de acceso público, nadie del PO puede citarlo como corresponde?
Pero veamos… ¿a quién le conviene reducir, mecánicamente, el combate contra el machismo sólo a una lucha anticapitalista? Quizás a aquellos socialistas que consideran que nada tienen que preocuparse por su propio machismo, el machismo de otras organizaciones de la izquierda o el de la propia clase trabajadora, mientras todos demuestren que están combatiendo al capitalismo y ninguno sea un proxeneta que somete a las mujeres en la "explotación capitalista organizada" de la trata. ¡Cierto que esas "batallas culturales" propias de un feminismo pequeñoburgués liberal, sucio, feo y malo como el del PTS, son completamente ajenas a la única y exclusiva tarea que debemos plantearnos las organizaciones revolucionarias, de combatir al capitalismo!
Mientras las organizaciones revolucionarias justifiquen con un ramplón reduccionismo economicista su adaptación a la ideología dominante (que ya sabemos, Solano, ¡es la ideología de la clase dominante!) y al correspondiente atraso cultural de las masas que impone la explotación capitalista, la lucha contra esas opresiones que precedieron al capitalismo y que no desaparecerán mecánicamente con su derrocamiento, seguirá en manos de las corrientes pequeñoburguesas, posmodernas y liberales que la conducirán a un callejón reformista sin salida.
Lamentablemente, no conocemos ni una sola elaboración teórica del PO de crítica marxista al feminismo. Pero es un momento propicio para recomendarles que, si quieren seguir debatiendo nuestras posiciones, al menos se tomen el trabajo de leer lo que hemos producido en discusión con el feminismo, mientras participamos también en la lucha política y en la lucha de clases, con una perspectiva revolucionaria, obrera y socialista. Pueden leer nuestra crítica al feminismo de la igualdad y de la diferencia aquí, o sobre el reformismo del movimiento feminista latinoamericano de los ’70 y los ‘80 y su institucionalización aquí, o sobre la relación entre marxismo y feminismo aquí, o la crítica al postfeminismo (“democratizante”, diría PO) de Judith Butler aquí, aquí y aquí. También sobre el fenómeno brutal de la violencia contra las mujeres, aquí. O sobre la mercantilización de la sexualidad en la pornografía y la prostitución, aquí. O sobre abolicionismo y regulacionismo, aquí. O sobre la relación entre neoliberalismo y feminismo, aquí y aquí.
Es alentador que a Altamira, a Solano y a todos los dirigentes del PO se les haya despertado este repentino interés por el estudio marxista sobre la opresión de las mujeres. Es un primer resultado beneficioso del debate. Y si se nos permite un fraternal consejo, les decimos que deberían tener en cuenta que cuando una corriente marxista no combate contra los prejuicios machistas, heterosexistas y cualquier otro, es más fácil que los termine reproduciendo. Como también, si no se hace una visión propia e independiente de “las modas teóricas” del pensamiento antimarxista, es más fácil que sucumba, en la práctica, a esas posiciones. Es la ley del centrismo, Gabriel.
http://www.laizquierdadiario.com/Anticapitalistas-machistas-tambien-existen
Si les interesan los numerosos enlaces a los que remiten los artículos de Andrea, les cuento que generalmente van a otros artículos de sitios del PTS en los que se viene discutiendo desde hace muchos años el tema del feminismo, discutiendo con diferentes perspectivas, muchas veces de manera exhaustiva.
Les recomiendo que vayan a las páginas mismas de LID, que aparte hay videos y fotografías muy elocuentes; además hay debates más de barricada entre los lectores del sitio.
Salute!