ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Históricamente, he de señalar que Marx y Engels fueron los primeros en considerar al marxismo como una ciencia, sin bien, A. Plenajov –fundador emblemático del marxismo- años atrás, ya había desvelado los primeros retazos de lo que iba a forjar posteriormente el marxismo (entendido como una entidad científica dinámica y en continua evolución, y no anquilosada en el siglo pasado, como muchos todavía creen). La ciencia en si es evolución, adaptación a los nuevos tiempos y debe ser flexible y mostrar atención a los diferentes contextos: económicos, coyunturales, sociales, políticos y, por supuesto, científicos. La historia es algo más que la acumulación de datos, trabajos o fuentes que pueda incidir en los diferentes ámbitos de la ciencia. Así pues, la ciencia marxista, en mi opinión, ha de ir más allá como ente trans-disciplinar de lo que independientemente busque en el ámbito de la historia. El marxismo, en este último aspecto que he citado, no sólo ha de responder a observaciones, fuentes directas, interpretaciones de obras o teorías; ha de traspasar el fenómeno de “proceso histórico” para adentrarse en el de la "progresión y cambio" de la misma ciencia marxista que, en mi opinión, ha de erigirse como un proceso de evolución constante mediante el que toda esa serie de instrumentos de trabajo, tesis, hipótesis y evidencias, hagan del marxismo una ciencia entendida como disciplina atenta y adaptada a la actualidad y era que le rodea, que recoja toda esa serie de conocimientos, como también replantee, desde un punto de vista de revisión, los fundamentos que debe modificar y cuestionar. Por poner un ejemplo, la revolución “a la rusa” no volverá, por su propia tipicidad, por su tiempo, por las circunstancias propias en la coyuntura internacional y socioeconómica, la “revolución a la china” tampoco, por los mismos motivos. Sólo el análisis de la historia desde el ámbito científico es el que nos podrá ayudar a integrar y afrontar la nueva revolución que dictará el devenir de la historia misma: el que no sabemos todavía, pero frente al que nos podremos posicionar si tenemos en cuenta que, desde el marxismo revolucionario, no perdemos de vista la investigación basada en evidencias científicas reconocidas y constatadas en el ámbito profesional de la comunidad de la ciencia para poner en “acción” las diferentes estrategias de actuación frente a los nuevos desafíos que nos esperan a fin de trazar un proyecto de emancipación marxista revolucionario.
El movimiento anarquista ha sido analizado por autores de diversos ámbitos, del marxismo actual destacamos a E. Hobsbaw o Domenico Losurdo, para el que el anarquismo y su aestatalismo es una expresión “apoliticismo” y, por lo tanto, de renuncia, de aceptación o de interiorización de una situación de subalternidad. En realidad, la escasa comprensión del Estado significa escasa conciencia de clase. Una clase subalterna demuestra ser madura para la conquista del poder sólo cuando se revela de acuerdo con construir concretamente un “nuevo orden” y ante ello, los anarquistas siempre se han distinguido su continuo carácter reaccionario y contrarrevolucionario ante la clase obrera.
“Sus concepciones reflejan no el porvenir del régimen burgués empujado por una fuerza inexorable hacia la colectivización del trabajo, sino su presente y aún su pasado, la dominación de la casualidad ciega sobre el pequeño productor aislado».” [1]
Frente a Bakunin “«se agita sin cesar... entre la esperanza de elevarse hasta la clase más rica y el miedo a ser reducida al estado de proletarios, incluso de pordioseros». [2]
Y respecto al carácter de clase, el anarquismo se había centrado históricamente en los pequeños agricultores y la pequeña burguesía con el único propósito de utilizar la violencia para alcanzar la autogestión en algunos de sus ámbitos de aplicación durante la guerra civil.
« ... El pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países europeos está muy difundido), que sufre bajo el capitalismo una presión continua y muy a menudo un empeoramiento brusco y rápido de sus condiciones de existencia que le lleva a la ruina, adquiere fácilmente una mentalidad ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, espíritu de organización, disciplina, firmeza. El pequeño burgués «enfurecido» por los horrores del capitalismo, es un fenómeno social propio, como el anarquismo, de todos los países capitalistas» [3]
No podía dejar de citar un autor muy difamado a nivel histórico, el más difamado quizás por los lobbies que financiaron y financian gran parte del nazi-fascismo racista –entre otros lobbies pro-imperialistas- en EE.UU y el clero, puesto que es un personaje histórico que, bajo los cargos que ostentó, siendo democráticamente elegido en los distintos congresos del partido, la URSS logró, por primera vez en la historia, pasar de ser un pueblo con una gran desigualdad de su riqueza, oprimido por el zarismo de origen feudal, con altos índices de analfabetización e incultura, pobreza económica y desigualdad social, a ser una República industrializada (que sería un elemento clave para ganar la Segunda Gran Guerra Patria posteriormente), en la que la mujer gozó de multitud de derechos hasta entonces impensables en aras de la igualdad, y donde los niños fueron a escuelas, fomentándose la cultura en todos los ámbitos. Toda esta transformación social convirtió a la URSS de Iósif Stalin a través de una teoría filosófico - política, en un estado realmente Socialista. Es por esta razón que tanto lo critican: desde el neo-revisionismo de Jruschëv, hasta el poderoso aparato de los medios de comunicación de masas, cultural, literario, historiográfico y financiero estadounidense que, incluso a día de hoy, tanto influye en la opinión pública en España. Por un lado, he de reseñar que la era de los dos bloques, en mi opinión, se inicia a partir de ciertas mentiras históricas que se producen durante el XX Congreso del PCUS de la mano de Nikita Jruschëv, que le interesa deshacerse del gran apoyo social y la adhesión de la que Stalin gozaba ante el pueblo soviético, sabiendo que encontraría una fuerte resistencia para desmantelar sus bases sociales y políticas. Además, la incidencia en la demonización de Stalin fue retomada durante la Perestroika y continuó después de la desaparición de la Unión Soviética: de aquí vienen la cantidad de calumnias que se vertieron de modo gratuito, como Holodomor, en la que numerosos documentos y fotografías falsificadas se pueden ver en exposiciones de arte histórico contemporáneo en la actualidad en el mundo capitalista. Tenemos también la exageración de hechos históricos y la falsificación de documentos y cifras sobre las deportaciones y los campos de trabajo. Esto no quiere decir que Stalin no cometiese errores de calado por el excesivo dominio del control político que concentraba en su persona –cuestión que debemos dirimir adecuadamente del lema propagandístico imperialista de “culto a la personalidad”-. No me voy a perder entre condenas o absoluciones de la figura histórica, pero sí incidiré en mi interpretación de hechos históricos, no caeré bajo el falso paradigma del que son víctimas muchas personas por su influjo endocultural propio, tildando de "éxito o fracaso” a los movimientos, los períodos históricos y políticos, en lugar de la aproximarse a un análisis detallado y con perspectiva histórica de los diferentes procesos. Centrándonos en el artículo que nos ocupa y en la concepción que Stalin tenía sobre el anarquismo, “escuchémosle”:
«El marxismo y el anarquismo están construidos sobre principios completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo-la bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es la personalidad, cuya liberación, en opinión de los anarquistas, es la condición principal para la liberación de la masa; es decir: en opinión de los anarquistas, la liberación de la masa es imposible hasta que no se libera el individuo, en vista de lo cual su consigna es: «Todo para el individuo», mientras que la piedra angular del marxismo es la masa, cuya liberación es la condición principal para la liberación del individuo, es decir que para el marxismo es imposible la liberación del individuo en tanto no se libere a las masas, y de ahí su consigna: ; «Todo para las masas». [4]
El intento de colaboración con Falange Española por parte de ciertos sectores anarquistas están recogidos en multitud de documentos históricos. Incluso al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ciertos sectores anarquistas ofrecen, a través de Jouhaux, el gobierno de Daladier, sus servicios para luchar contra los comunistas, en lugar de luchar contra el nazi-fascismo de Hitler. También, al servicio de “Inteligence Service”, estas secciones, son partidarias de la tesis de que la reconquista de la República en España sólo es posible con la victoria del imperialismo Inglés en plena guerra civil española. ¡Y qué decir de la FAI al servicio de de los servicios de inteligencia de Estados Unidos! Una reseñable parte del anarquismo, durante la guerra civil española, que tenía un carácter nacional-revolucionario desde el punto de vista marxista, dio un ejemplo de cómo no debía enfocar la estrategia del bando republicano. Con la excusa de la "socialización" y "colectivización" demolieron, en muchas ocasiones, los intereses del campesinado y la clase pequeño burguesa que tenía pequeñas tiendas, a los que utilizaban contra la clase obrera, en lugar de provocar la unión del bando republicano contra el fascismo. Durruti en la retaguardia incidió en estos aspectos más de una vez, quizás por eso le mataron. Durruti fue el ejemplo de un gran anarquista con convicción que debemos recordar siempre: su problema fue que cierta parte de sus seguidores no supieron articular una forma de lucha eficaz contra el fascismo. Durruti murió y el anarquismo se diluyó…
Por otro lado, hemos de destacar casos aislados en los que, algunos trabajadores y campesinos que estaban en contra de los intereses de la autogestión en diferentes regiones españolas, fueron fusilados por elementos incontrolados de la CNT por oponerse sus intereses de autogestión.
Por último, no nos olvidamos de la columna de anarquista Cipriano Mera, Marín, y Del Valle en marzo del 39, que traicionó a la República y se pasó al bando fascista de Franco para organizar el asesinato de comunistas que lucharon casa por casa y calle por calle de modo heroico y ejemplar, ante un Madrid casi entregado en una actitud encomiable que jamás olvidaremos.
Otra cita:
"Se sublevaban, de acuerdo con los trotskistas, contra el gobierno del Frente Popular, como en mayo de 1937 en Barcelona; luchaban contra la unidad del ejército, de la clase obrera y del Frente Popular. Y finalmente, fueron el brazo armado principal de los traidores de la Junta casadista, participaron en ella, como Mera, Marín y Del Val, y dirigieron los asesinatos de los comunistas durante este período. Los anarquistas apuñalaron por la espalda al heroico pueblo español, lo entregaron a los verdugos de la contrarrevolución española: a Franco y a los invasores." [5]
¡QUE SEA DE JUSTICIA RECORDARLO HOY!
LAS COLECTIVIDADES DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
El golpe de estado militar suponía para los anarquistas una oportunidad única para la revolución social en aras de la autogestión, del individuo, de la ausencia de estado, en contra de lo que proponía el marxismo, que era otorgarle el poder a la clase trabajadora a través de la industrialización cuando las condiciones fuesen favorables a nivel social, político, y la conciencia de clase entre el proletariado, campesinado y ¡porqué no!, cierta parte de la pequeña burguesía y también eses poquitos de la ¡burguesía! lo propiciaran. Esta distinción nos delata que la poca representación que tenía el PCE poco antes del estallido del conflicto militar fue consecuente y coherente con un único objetivo: no era el momento ni se daban las condiciones para una revolución de un país tras el estallido de la guerra, pero había que luchar contra el fascismo, y así lo hicieron: desde el principio hasta el final, desde el 18 de julio hasta la lucha contra la columna anarquista de Cipriano Mera. Por la contra, el movimiento anarquista gozaba de una gran representatividad sindical, pero apenas había elaborado un verdadero fin o análisis económico para establecer el colectivismo agrario e industrial. El análisis era sustituido por el frentismo o la crítica del imperialismo que, si bien era, en cierto modo necesario, (panfletos) no daba enunciado político de contenido a sus propuestas. Es de destacar que para los anarquistas, el vacío de poder tras el golpe de estado militar de franco fue una oportunidad que creyeron única para su revolución, la del nuevo orden, pero no fueron conscientes de crear las bases para su consolidación política. El impacto de la colectivización durante la guerra civil fue desigual, muy disperso, tanto en su contenido como en las actuaciones que organizaron las colectividades a lo largo de todo el territorio nacional y, si bien, en algunas regiones sirvieron de abastecimiento local frente a la lucha contra el fascismo, en otras se impuso mediante la violencia de determinadas facciones anarquistas que recaía sobre el campesinado y el pequeño comercio debido a la descoordinación de la CNT en determinadas fases de la guerra y algunas regiones como Aragón. Datos que se pueden consultar en el archivo histórico nacional al que todos tenemos acceso en la web.
Aludiendo a la teoría, el anarquismo no tejía un plan con el suficiente enunciado político como para afrontar las complejidades de la economía. Su utópico planteamiento de la abolición de la propiedad privada y la desaparición del estado, que lo dejarían al descubierto ante el imperialismo y su brazo militar ante la posibilidad real de defensa en caso de una posible invasión, no hacían más que dejar un inmenso vacío sin contenido político alguno tras el supuesto triunfo de la revolución. Ni Kropotkin a través del anarco-comunismo (que nos hablaba de la racionalización de la producción y el uso de la tecnología para aprovechamiento de los recursos rurales e industriales con el objeto de generar productividad en aras de la “abundancia” tras la revolución), ni Phroudon (cuyos enunciados nos acercan a la aportación individual que “retralimentaría” al individuo en función de su labor y aportación a la comunidad) consiguieron cuajar sus ideas ante el devenir de la historia que encontró en el caso español, la gran esperanza de la revolución anarquista en la guerra civil española.
Muchos de los folletos de propaganda anarquista escritos en el 37 fueron en contra de los verdaderos intereses del campesinado para darle soluciones de abastecimiento o subsistencia frente a un avance implacable de las hordas fascistas. En algunos de esos folletos, se confronta la idea del ámbito rural y urbanita, generando una cierta división frente a la unidad que debería reinar en el bando republicano frente al fascismo, puesto que creaban una cierta animadversión que tildaba a la realidad de las urbes de burguesa, frente a un gobierno republicano en el 37 a cuyo frente estaba el Doctor y exPte. Don Juan Negrín, que combatía con honor y compromiso republicano a las hordas rebeldes.
Por otro lado, el interés del movimiento anarquista en el ámbito de los pueblos de España no se correspondía con la organización de la CNT en el ámbito rural y agrario. Nos cuenta Frank Mintz que desde la época Primoriverista hasta el final de la guerra civil no existió una Federación Nacional de Campesinos.
Tanto la CNT como la UGT fueron los principales movimientos sindicales (le intentarían dar enunciado político e ideológico de orientación a la economía) que coexistieron en las diferentes colectividades. Se calculan alrededor de entre 1000 a 1500 las existentes en plena guerra civil. La solvencia económica de las colectividades es tremendamente subjetiva porque el ámbito agrario, de por si, dificulta hacer estimaciones o resultados fiables: las inclemencias meteorológicas, la desaparición de documentación abundante en el franquismo y la escasa participación en las colectividades de hombres jóvenes que estaban en el frente son tres elementos a tener en cuenta en este aspecto.
Las colectividades se crearon a través de los Municipios y de los sindicatos; realmente éstos últimos eran quienes se hacían cargo tras tomar las milicias las poblaciones, y aquí nos pudimos encontrar con episodios de tremenda violencia a cargo de facciones de la CNT que obligaron a la fuerza y consideraron enemigos a todos aquellos que, de algún modo, se negasen a que se confiscasen sus tierras o productos. Aunque no fueron episodios generalizados, cabe destacar incidentes en Aragón y Cataluña.
El objeto o fin de la colectividad estaba basado en la producción, pero el problema que se encontró fue múltiple:
1. La guerra en si y el avance fascista.
2. Muchos campesinos no querían ceder sus tierras, lo cual generó un problema de seguridad y violencia entre facciones anarquistas y aquellos que no deseaban ceder su medio de vida.
3. Para evitar conflictos con los campesinos y las otras fuerzas políticas el PCE tomó partido y no le quedó más remedio que crear sus propia Federación Comunista para reforzar la idea de la "nacionalización contra colectivización y abuso" que se cometía contra aquellos labradores que sintieron la violencia anarquista en sus carnes. La nacionalización era un medio mucho más útil ante una guerra en la que la economía era una de las piedras angulares para cohesionar una entidad de más fuerza a nivel nacional frente a un enemigo poderoso. [6]
[1] Lenin, «Socialismo y Anarquismo». Páginas escogidas, t. II.
[2] F. Engels, «Revolución y contrarrevolución en Alemania».
[3] Lenin, «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo», pág. 18, ed. española, 1941.
[4] Stalin, «Anarquismo y socialismo», 1906.
[5] Sobre el anarquismo (Marx y Engels)
[6] Fuente: mi cabeza
Última edición por Yeremenko el Mar Abr 24, 2012 4:50 pm, editado 8 veces