Sin derecho a rendirse: voluntarios rusos en Donbass13/10/2016
En 2014 Donbass se llenó de voluntarios rusos, lo que produjo un gran entusiasmo entre la población. Oficialmente, en agosto de 2014 había entre 3.000-4.000 voluntarios. En realidad, ha pasado por Novorrusia un número diez veces mayor.
Voluntarios militares, médicos, voluntarios humanitarios. Y no solo rusos. Antifascistas de todo el mundo han venido a Donbass. Con ellos se formó una milicia heterogénea que incluía desde chicos marginales y llenos de tatuajes que no tenían nada que perder hasta intelectuales de San Petersburgo. Muchos eran tan jóvenes que falsificaron su fecha de nacimiento en sus pasaportes para que no fueran expulsados, pero también había jubilados. Había comunistas y también monárquicos. Todo tipo de personas.
Posiblemente todos tuvieron una cosa en común: una chispa y una ansiedad que no les permitía vivir con la violencia y la injusticia. Esa ansiedad les llevó a la guerra, al centro de la lucha.
Entonces las cosas se complicaron y la guerra dio paso a un mundo desagradable. El claro, externo y absoluto enemigo optó por un plan B. Y mientras tanto aparecieron otros enemigos menos claros. Muchos habían dejado atrás a sus familias en Rusia y esas familias les pedían que volvieran a casa. Algunos comprendieron que su trabajo ya estaba hecho, mientras que otros se aburrieron con la nueva burocracia militar que sustituyó al caos al que se habían acostumbrado. Hay muchas razones para volver. Muchos volvieron a casa. Pero no todos.
Muchos se quedaron. Se escuchan respuestas de lo más variadas si se les pregunta por qué. Algunos afirman que las cosas no han terminado. Otros piensan que Kiev los capturará o los matará si se marchan. Y algunos dicen no poder volver a la vida civil, donde no hay suficiente adrenalina.
Pero hay algunos que han visto a su tierra caminar el mismo camino que Donbass. Para ellos, abandonar Donbass significa volver al pasado y traicionar a su propia tierra. Conocí a alguien así tras el funeral en el que enterraban a un chico de 19 años, huérfano de Vladivostok. Nadie le esperaba en casa, así que el batallón le enterró.
El soldado parecía joven, casi tanto como el joven al que habían enterrado, así que me sorprendió que dijera que había luchado en Transnistria. Su nombre de guerra es “verdugo”. “¿Por qué?” “Porque soy muy bueno”, afirmó con una sonrisa no muy agradable.
Es explorador-zapador. Aprendió esa segunda especialidad durante la guerra, en la operación de Debaltsevo. Aprendió a la carrera. Y viene de la ciudad de Bender. “Bender, no Bandera”, dice por si acaso con la misma sonrisa.
Hablamos de las dos guerras, de las similitudes entre ellas y también de las diferencias. Verdugo cree que en general son similares. “La principal diferencia es la frontera. Aquí tenemos una frontera con Rusia y eso, obviamente, se refleja en la economía y en la política. Pero esa es la única diferencia. Todo lo demás es igual”.
Es imposible no recordar cómo el cantante y novelista ruso Evgeny Lukin vino a Donetsk tras la guerra de Transnistria. Emocionó a Donbass con sus canciones. Ninguna de esas letras ha perdido relevancia.
Verdugo recuerda: “Aquí también atacan a la población civil. Y aquí también sacaron de la cárcel a criminales para que fueran al ejército, igual que hicieron en Moldavia. Aquí también matan civiles. Recuerdo cuando asesinaron a una mujer delante de mí en la calle. Le dispararon”.
Pregunto por qué. En la guerra es fácil imaginar que se puede golpear accidentalmente una vivienda o que un Grad impacte en un jardín, pero disparar a alguien… ¿A un civil? ¿A propósito? ¿Por qué?”
Se encoge de hombros y dice: “Probablemente como una demostración de fuerza. La fuerza lo decide todo. Pasa lo mismo aquí. Demuestran su fuerza disparando contra los civiles”. Lo dice con seguridad, sin actuar, sin forzar la expresión. Su voz es tranquila, callada. Tiene unos bonitos ojos oscuros.
Y continúa: “Aquí ha sido lo mismo, especialmente a finales de 2014 y principios de 2015. Hace dos meses, en Granitnoye, colgaron a gente. Los colgaron de los árboles. No sé si hicieron un espectáculo o no. En Debaltsevo envenenaron los pozos. Un hombre vestido de civil fue al pozo y puso veneno. Entonces ya se estaban retirando. Luego fue capturado y, por supuesto, resultó no ser un civil”.
Le pregunto si eso es verdad. Afirma que sí, que el hombre también se envenenó.
“Otra diferencia es que allí [en Transnistria] no había Grads. Solo al final, cuando llegó el General Lebed, dispararon con Grads. Y ya está. Luego llegó la paz. Pero aquí es cuerpo a cuerpo: Grads, morteros. En Transnistria, inmediatamente tomamos el control de varias fábricas, incluyendo fábricas de armamento. No las usamos realmente porque no podíamos luchar. Pero los rusos ayudaron”, explica.
Contesto: “Pero aquí también había gente que no podía luchar al principio”. Y él contesta: “Sí. La misma situación. Los voluntarios rusos nos ayudaron, nos enseñaron”.
Verdugo es ese tipo de voluntario, pero no viene de Rusia. Viene de otra república no reconocida. Llegó a finales de 2014, primero a Lugansk.
Prosigue con su relato: “Me preguntaron dónde quería ir. Y contesté: donde esté el meollo. Primero me mandaron a Donetsk y después al punto de distribución. Hice maniobras, me hicieron algunas preguntas y después me mandaron a inteligencia”.
Después le enviaron a Debaltsevo. Fue divertido, dice, no había aburrimiento. Las comunicaciones eran difíciles y a menudo las unidades no tenían ningún contacto con otras fuerzas. Pero aun así aguantaron esas batallas y vencieron.
Recuerda: “¡Cómo nos recibía la población civil! No me podía mover entre la gente sin que alguien me abrazara por la calle. En serio, fue una gran alegría”.
Dice que Donbass también tiene un futuro, igual que lo tiene Transnistria. Eso parece. “Sí, lo habrá. Igual que nosotros tenemos uno. En Moldavia hay tropas con armamento de la OTAN. Por ejemplo, tienen misiles potentes de un alcance de varios miles de kilómetros. Pero está tranquilo, allí no hay guerra”.
Aquí hay todo tipo de personas luchando. Y luchan por motivos muy diversos. Por ejemplo, con su suave voz, preciosos ojos e inquietante nombre de guerra, Verdugo vino a luchar porque no podía evitarlo, porque ya había visto lo que les hacen a los rusos cando se dan las circunstancias, para hacer una demostración de fuerza. Pero ahora otra fuerza se enfrenta a esa, una fuerza viva construida a partir de voluntarios como él.
La milicia ha cambiado mucho en comparación con 2014. Los días de los Cosacos han pasado y ahora hay un ejército. Algunos aprueban esto; otros, no. Al principio luchaban básicamente solo por entusiasmo. Se gastaron sus ahorros para conseguir armas, como Lesha Chekist, comandante del batallón Patriota, empresario de éxito que gastó tres millones en sus hombres en 2014. Y no es el único.
Muchos se dedicaron a la ayuda humanitaria: personas de Rusia que muchas veces también hicieron sacrificios. El ejército no disponía de vías de financiación, ya que en realidad no había siquiera un ejército. Había personas con entusiasmo, una marea humana que cambio el curso de esta historia.
Ahora la situación es diferente. La construcción de las estructuras de Estado está en marcha. Apenas quedan ya unidades que van por libre. Todas ellas responden ante el comando de la Milicia Popular y están financiadas por ese comando.
Los soldados regulares reciben un salario de alrededor de 15.000 rublos al mes, mientras que los altos mando reciben 30.000-40.000. Esta cantidad es elevada, especialmente en la RPL. En 2015 hubo un gran flujo de voluntarios locales que se unieron al ejército a causa de la falta de dinero. Después abandonaron. En primer lugar, porque el ejército no es un trabajo pasivo. Y en segundo lugar, la situación en los sectores civiles comenzó a mejorar. Se puede decir con franqueza que el número de voluntarios rusos no es alto. Los artículos de la prensa ucraniana, que intentan hacer parecer que los rusos acudieron a Donbass en busca de fortuna, causan risas aquí.
Como hasta ahora, la principal fuerza es el entusiasmo. Pero mucho ha cambiado. Como es natural, la marea inicial ya pasó. Esa es la naturaleza de las cosas. Simplemente no duró demasiado. Y algunos siguen decepcionados de que Donbass no se uniera a Rusia y que las autoridades traten de cumplir los acuerdos de Minsk, que casi nadie acepta. Hay muchos procesos polémicos, de ahí la decepción. Los que no pueden soportar eso, como es normal, se marchan a casa.
Pero muchos comprenden que si ellos no están, ¿quién estará? Ya han perdido la esperanza de un milagro y de que soldados rusos entren en Donbass. El principal valor de esta guerra es la población: gente con entusiasmo, con pasión, revolucionarios. Son ellos los que no se rinden, los que no van a marcharse, los que aguantan aquí aunque es muy difícil, sobre todo psicológicamente, en las actuales circunstancias en las que no hay paz, pero tampoco guerra. Aun así, siguen aguantando.
Eso quiere decir que no tenemos derecho a rendirnos.