21/12/15
Por Gustavo Montenegro
Las elecciones españolas dejaron como saldo un campo político minado como resultado del hundimiento de los dos partidos históricos del régimen, el PP y el PSOE -que, de concentrar el 80% de los votos, caen al 50%- y del desempeño de los emergentes Podemos -centroizquierdista- y Ciudadanos -centroderechista. Los diferencia este corte centroizquierdista por un lado y derechista por el otro, pero estos hermanos espejados se emparentan en el fuerte contenido democratizante de su formación. De ahí la crítica a "la casta" de políticos y no al interés social que gestionan desde el Estado.
El PP salió primero, pero ha perdido decenas de bancas y quedó lejos de la mayoría necesaria para formar gobierno, algo que ni siquiera podría lograr con el aporte de Ciudadanos, que se presumía podía ser la sorpresa de la elección pero sólo cosechó 40 asientos. Del otro lado, si el PSOE quisiera encabezar una coalición de gobierno debería sumar no sólo a Podemos, que quedó tercero, sino también a Izquierda Unida y ciertos partidos regionales (por ejemplo el Partido Nacionalista Vasco y la ERC catalana). A esta variante "a la portuguesa" (donde socialistas, comunistas y el Bloco de Esquerda conformaron gobierno a pesar de que la derecha fue también la primera fuerza electoral) se le añaden otras dos posibilidades: un gobierno "a la alemana" (de unidad entre los dos partidos principales, el PP y el PSOE) o un pantano que conduzca a nuevas elecciones. El PP logró conservar, además, mayoría absoluta en el Senado, que entre otras atribuciones tiene la llave para intervenir gobiernos (una amenaza que pende sobre Cataluña). Los comicios, en lugar de encauzar el mapa político, lo han desordenado todavía más.
Crisis capitalista
Lo que los medios han calificado como el "fin del bipartidismo" es sólo una manifestación de la crisis capitalista. Durante su campaña, Mariano Rajoy se jactó de una recuperación que no es tal: el crecimiento económico no llega a los niveles pre-crisis y [...] España sigue siendo uno de los países más endeudados de la eurozona (Clarín, 25/10).
La persistencia de la crisis ha generado una insatisfacción popular enorme, haciendo re-emerger planteos independentistas o de renegociación de las autonomías regionales. El caso emblemático, pero no el único, es Cataluña. Pero la cuestión clave es quién se hace cargo de la bancarrota capitalista. La creación de un nuevo estado nacional que no altere la organización social existente sólo conduciría a desembarazarse de la monarquía española para terminar bajo las garras de Merkel y la Unión Europea.
La gran burguesía, incluida una franja de la catalana, es contraria al separatismo. El soberanismo tiene, de todos modos, su base de apoyo en otro sector de la clase capitalista local, que reclama una mayor tajada de la recaudación del fisco. Pero en los dos bandos, hay plena conciencia de que Cataluña, por sí sola, no tiene espaldas para rescatar al capital en crisis y que necesita del concurso del Estado español y del Banco Central Europeo para ese propósito. Ello explica las tendencias al compromiso y, por lo tanto, los límites insalvables del nacionalismo catalán. Asistimos a una crisis de conjunto del Estado español.
Podemos
Como resume un diario madrileño, "Podemos entra lanzado al Congreso gracias a su rotundo resultado en las llamadas comunidades históricas" [...]Esto significa que las alianzas territoriales han tenido una influencia arrolladora en el resultado general" (El Mundo, 20/12). La contracara de este proceso ha sido un derrumbe de la izquierda abertzale y una caída de Izquierda Unida, que pasa de once a dos bancas. Sin embargo, los acuerdos sellados por Podemos encuentran un límite: no habrá un bloque único en el congreso, sino cuatro.
En el caso de Cataluña, el triunfo del frente que integró Podemos se asienta en Barcelona y su área metropolitana, gobernada por la militante antidesahucios Ada Colau. También hizo una gran elección ERC (soberanistas de centroizquierda), que triplicó su cantidad de bancas. En cambio, la fuerza de Arthur Mas se derrumba al perder la mitad de sus diputados, y también respecto de las recientes elecciones autonómicas. El porrazo electoral de Mas -cuestionado por la corrupción y la aplicación de los planes de ajuste- fortalece a la CUP -que no se presentó a estos comicios- y a la izquierda soberanista en las negociaciones en curso para elegir jefe de gobierno.
Un hombre de Estado
La campaña de Pablo Iglesias se sustentó en el ambiguo planteo del "derecho a decidir", por un lado, y la declamación contra la austeridad de la troika, por otro. En su primer discurso posterior a las elecciones, postuló a Podemos como "la única fuerza de ámbito estatal capaz de liderar un nuevo acuerdo territorial que respete la España plurinacional" y propuso en la campaña un "proceso constituyente en el que se pueda discutir (...) el modelo de Estado". El centroderechista Ciudadanos, que compartía con Podemos el perfil de "renovación" y crítica de la "casta política", quedó relegado al cuarto lugar.
Iglesias intentó mostrar que es un hombre de Estado. Elogió a la monarquía al decir que fue "capaz de entender que una crisis del régimen implicaba que tenían que llegar caras nuevas". Frente a las tendencias a la desintegración estatal que surgen de la bancarrota capitalista, plantea modificaciones que no alteren su principio último de autoridad estatal, con la monarquía a la cabeza. Explícitamente, sus dirigentes desechan todo debate sobre la república y la monarquía, lo que equivale a la convalidación de esta última.
Pero, Iglesias se reconoció como un militante de la "viabilidad del proyecto europeísta" y dio señales a Berlín: "hay que preguntarle a Angela Merkel si prefiere sentarse con Marine Le Pen o conmigo", dijo. Podemos no plantea el desconocimiento de la deuda externa y ha defendido la capitulación de Syriza en Grecia. La traición de Tsipras, inscripta genéticamente en sus limitaciones insalvables desde incluso antes de asumir, demuestra que sin con la Troika (y el esquema y condiciones del marco capitalista) la crisis sí o sí la pagaremos los que vivimos de nuestro trabajo.
Las elecciones han dejado abierto el desenlace de la crisis política. Con seguridad, las negociaciones para formar gobierno reforzarán la tendencia de la izquierda democratizante al compromiso con la troika y los partidos "de Estado". Esa orientación, sin embargo, está en abierta contradicción con el fermento de la crisis capitalista. Ésta coloca a la orden del día la necesidad de una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales, o sea, la unidad de los explotados españoles para que la crisis la paguen los capitalistas. Es necesario defender el derecho a la autodeterminación nacional, pero con el programa de ruptura con la Troika y el gobierno de los trabajadores. Con la consigna de una federación de repúblicas socialistas ibéricas.
Fuente: Prensa Obrera. Negritas y texto en rojo son agregados de parte del usuario de este foro.