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Como se ha dado ciertos argumentos para demostrar que el EI no es un Estado, en el siguiente análisis occidental, donde se recurre a Weber, se argumenta el porqué DAESH sería un Estado (Aquí no se analiza si es fascista o no).
Estado Islámico ¿realmente un estado
Desde Alepo, en el norte de Siria, hasta Diyala, en el este de Irak, los gobiernos de Damasco y Bagdad se han desvanecido. Este territorio donde habitan alrededor de siete millones de personas de mayoría ampliamente sunita se encuentra ahora bajo el mando de la organización yihadista Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS en su acrónimo en inglés, o Daesh, en árabe). La conquista de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, durante el verano de 2014, hizo saltar las alarmas en Oriente Medio. La victoria militar envalentonó a Abu Bakr al-Baghdadi, líder de la organización, que proclamó la restauración del Califato Islámico establecido tras la muerte del profeta Mahoma y que no desapareció hasta la desintegración del imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. En consecuencia, la organización terrorista cambió su nombre por el de Estado Islámico y exhortó a todos los musulmanes a unirse al recién fundado estado salafista pretendidamente regido por los principios fundacionales del Islam.
¿Qué es un Estado? Max Weber concibió la definición más conocida: “Una comunidad humana que (con efectividad) reivindica el monopolio del legítimo uso de la fuerza física en un territorio determinado”. Efectivamente el Estado Islámico aspira a ser el único grupo armado en sus territorios. En el libro ISIS: Inside the Army of Terror recientemente publicado por los analistas de Oriente Medio Hassan Hassan y Michael Weiss se destaca que “Cuando el Estado Islámico captura un territorio, establece una suerte de orden y ejerce tolerancia cero contra todo tipo de oposición o de ostentación de armas en público. Inmediatamente desarma a los grupos locales”. Esta estrategia es especialmente eficiente en las ciudades. Pero los territorios rurales están habitados por las tribus, agentes políticos y militares de vital importancia en los desiertos de Irak y Siria. Por el momento las tribus permanecen aliadas al Estado Islámico, el caballo ganador a principios de 2015, aunque no rehúsan permanecer enteramente subyugadas a él. Otro asunto que rebaja el poder coercitivo del Califato es la guerra misma. El Estado Islámico está luchando contra grupos rebeldes y kurdos en las provincias Sirias de Alepo y Hasaka, contra al-Asad en Homs y Deir ez-Zor, contra el ejército de Irak y milicias chiitas respaldadas por Irán en Anbar, Saladino y Diyala y contra los Peshmergas en Nínive y Kirkuk. Los combates terrestres combinados con el asedio aéreo de la coalición liderada por los EUA hace imposible que el Estado Islámico ejerza con plenitud el monopolio de la violencia en los territorios disputados. A pesar de estas consideraciones y como veremos más adelante, el Califato desempeña una tarea notable en este ámbito en las regiones bajo su control.
Volviendo a la definición de estado de Weber, es crucial analizar qué significa ejercer la violencia de forma legítima. Su explicación incluía tres tipos de legitimación: tradicional, los gobernantes representan la continuación de una autoridad pasada; carismática, basada en las virtudes del liderazgo; y legal, establecida por la validez dada a un conjunto de normas. El Estado Islámico reivindica ser el legítimo soberano de su territorio y de las personas que habitan en él debido a una mezcla de las tres. Tal y como se explicó previamente, los yihadistas declaran ser los verdaderos herederos del Califato que sucedió a Mahoma, y su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, se ha coronado como el Califa de todos los musulmanes. Además, una biografía de al-Baghdadi ampliamente difundida entre círculos yihadistas asegura que es descendiente de la misma tribu que el profeta. En segundo lugar, aunque al-Baghdadi no puede aparecer a menudo en público y de este modo ejercer un liderazgo más visible por razones de seguridad, los simpatizantes 2.0 de los salafistas que tanto han sorprendido a los medios occidentales se encargan de ensalzar su figura. Entre sus logros más destacados se encuentra ser el Leo Messi de su mezquita. La legitimidad legal viene dada por una imposición severa de la Sharia, la ley islámica, fundamentada en una interpretación radical del Corán, el libro sagrado, y el Hadiz, las enseñanzas de Mahoma.
Esto, sin embargo, son sólo reivindicaciones hechas por los salafistas. ¿Sienten los sirios e iraquíes bajo su control que realmente son los legítimos portadores del poder coercitivo? Esta pregunta añade a la discusión sobre la condición de estado del Califato una característica esencial: la soberanía. Extraído del pensamiento de Isaiah Berlin, Robert H. Jackson aplicó al marco de las relaciones internacionales los conceptos de soberanía negativa y positiva. La primera es una característica establecida por el sistema de estados internacional y se basa en el principio de no intervención en los asuntos internos de otros países. En este caso el Estado Islámico no es un actor soberano porque no es reconocido por ninguna otra nación y por ente no es tratado como tal. No existe implicación legal alguna en bombardear o cruzar sus territorios sin su permiso. Cuando los EUA y la coalición de países árabes iniciaron los ataques aéreos tuvieron que lidiar con los gobiernos reconocidos internacionalmente como soberanos de Siria e Irak. El Estado Islámico carece de soberanía negativa porque no es un estado de jure.
El profesor Raymond Hinnebusch señaló que Oriente Medio funciona mediante un modelo donde los estados se dividen entre los defensores del status quo –los que abogan por mantener el actual orden regional- y los revisionistas –los que pretenden revertirlo-. La República Islámica de Irán, un país de mayoría chiita, es desde la revolución de 1979 el padrino de los estados revisionistas y es por eso que activamente fomenta el conflicto. Su estrategia más común es la de utilizar milicias que actúan de quinta columna en países del status quo para así invertir el equilibrio de poder (e.g. Hezbolá en el Líbano, Hamás en Gaza, los Hutíes en Yemen, o la mayoría chiita en Bahréin). Esta dicotomía es la causa de multitud de conflictos que sacuden actualmente Oriente Medio debido a la disputa por el liderazgo de la región entre Arabia Saudita y sus aliados del Golfo e Irán lo que ha originado una suerte de Guerra Fría. La supremacía económica de los EUA ha ayudado a mantener los países de la zona alineados con el status quo mientras que Irán se ha quedado sólo con dos aliados en la región: La Siria de Bachar al-Asad y el Irak post-Saddam dominado por su mayoría chiita.
Además de amenazar a sus aliados, el Estado Islámico ha desarrollado un tipo de yihad que tacha a los musulmanes no sunitas de apóstatas. Esta interpretación de la yihad conocida como takfirismo ha sido excusa para masacrar a los chiitas. En 2013 apareció uno de los primeros videos que lamentablemente harían famoso al grupo. Tres camioneros sirios vuelven de Irak cuando se encuentran con un control de carretera de los yihadistas. Tras un breve cuestionario, suspendido, sobre los rituales de rezo sunitas para averiguar la confesión religiosa de los conductores, son tiroteados en la cuneta.
Estas prácticas fueron ampliamente desarrolladas por el padre del que ahora es el Estado Islámico, el jordano Abu Musab al-Zarqawi, que comandó la franquicia de al-Qaeda en Irak tras la invasión americana hasta su muerte en 2006. Su violencia contra otros musulmanes le valió la desaprobación de Aymán al-Zawahiri, ahora líder de al-Qaeda. Disputas por el liderazgo de la yihad en Siria y el takfirismo del ISIS fueron los motivos que llevaron a al-Zawahiri a romper relaciones con al-Baghdadi. Además, la violencia sectaria de los yihadistas no hace más que acrecentar las tensiones religiosas previamente ya existentes entre sunitas y chiitas, las dos mayores comunidades de musulmanes.
Aunque los países del Golfo y Turquía, aliados de los EUA, ayudaron al Estado Islámico en Siria desde sus inicios, esto tenía la intención de desmantelar la influencia de Irán en el Levante e Irak y no la de engendrar una nueva entidad política en la región. El Estado Islámico nunca disfrutará de soberanía negativa porque no tiene amigos que le reconozcan públicamente como estado. Asimismo, es importante hacer notar que el Califato no funciona completamente mediante la lógica de los estados y por eso no busca alianzas que pueda mantener a largo plazo –aunque no por ello no ha dudado en hacer negocios con los enemigos que dice odiar. Parte de esta estrategia de corto alcance es culpa de un imaginario escatológico que ve en Siria el campo de batalla que enfrentará las fuerzas de los infieles contra las de los verdaderos musulmanes en un combate que traerá el apocalipsis. La misión del Califato no es la de revertir el orden regional; es la de erradicarlo.
Por otro lado, la soberanía positiva de Jackson se basa en la capacidad del gobernante de implementar y hacer cumplir sus deseos políticos. No es una característica dada por otros países, “es una cuestión de ser un estado organizado en la realidad doméstica”. La soberanía positiva está relacionada con el de facto ejercicio de los deberes del estado. Muchos estados reconocidos por la comunidad internacional –y que por ello disfrutan de soberanía negativa- son en realidad naciones fallidas porque son incapaces de dominar sus territorios (e.g. Libia, Yemen o Somalia). Como veremos, el Estado Islámico tiene más soberanía positiva que muchos otros países con escaño en las Naciones Unidas.
El Califato como Estado: apariencia y capacidades
Para poder determinar la aptitud como gobernante del Estado Islámico la descripción de los elementos funcionales e institucionales de los Estados del sociólogo Michael Mann es de gran utilidad. Para este autor, los estados son:
“Un conjunto diferenciado de instituciones y personal, que ejerce la centralidad, en el sentido que las relaciones políticas emergen de un centro para cubrir un territorio delimitado, sobre el que se impone un monopolio en la elaboración de leyes, sustentado por un monopolio de los medios de violencia física”
Distintos informes elaborados por investigadores de grupos yihadistas indican que el Estado Islámico es una organización jerárquicamente organizada que además gobierna con instituciones parecidas a las de los estados. El Califa, Abu Bakr al-Baghdadi, es la máxima autoridad. En la segunda línea de mando el Consejo de la Shura es responsable de comunicar las directrices de al-Baghdadi a través de la cadena de mando. El otro gran órgano de decisión es el Consejo de la Sharia. Este órgano, además de elegir al Califa, hace cumplir la disciplina de partido, controla la administración del día a día e implementa las juzgados de la Sharia, piedra angular del proyecto de gobierno. El Califato también tiene asignado un portavoz. Igualmente existen varios ministerios: de Organización Provincial, Militar, de Seguridad e Inteligencia, de Asuntos Religiosos, de Finanzas y de Comunicación. Otra institución importante es la Administración para los Servicios Públicos, la cual se encarga de abastecer y suministrar las infraestructuras básicas y los bienes esenciales a los ciudadanos.
Sin embargo, instituciones diferenciadas y centralidad son características que puede tener cualquier organización poderosa. Lo que realmente distingue a un estado es su dominación territorial ligada a la práctica del monopolio de la violencia. La administración provincial del Califato está diseñada por un sistema provincial. Distintas fuentes indican que el Estado Islámico está organizado en entre 16 y 18 provincias que a la vez se subdividen en municipios. Cada municipio está dirigido por un comandante militar, uno o más comandantes de seguridad, y un emir, la máxima figura en la localidad. Todos ellos responden al gobernador de la provincia. Los salafistas se enorgullece de haber derribado las fronteras artificiales creadas por Francia y Gran Bretaña tras la Primera Guerra Mundial en los acuerdos Sykes-Picot y que configuraron los contornos de la Siria e Irak modernos. A pesar de ello, al-Baghdadi sigue distinguiendo administrativamente los territorios y asignó a sus dos hombres de confianza su supervisión. Abu Muslim al-Turkmani es la máxima autoridad en Irak mientras que Abu Ali al-Anbari, la de Siria a pesar que ambos son iraquíes. Raqqa, en Siria, es la de facto capital del Califato mientras que Mosul, en Irak, es la joya de la corona.
Desde Weber, la bibliografía sobre el estado siempre ha enfatizado la importancia del monopolio de la violencia. Por consiguiente es necesario analizar en profundidad los mecanismos e instituciones que el Estado Islámico ha desplegado para así poder ejercerla con efectividad y así hacer cumplir la Sharia en sus dominios. La organización terrorista ha desarrollado un conjunto de fuerzas de seguridad que van más allá de los simples soldados yihadistas. La principal es la policía religiosa, la hisba, responsable de patrullar las calles y de detener a cualquiera que no siga las doctrinas religiosas establecidas: no fumar, no vender ni beber alcohol, no comer o beber de día durante el ramadán, vigilar que las mujeres vayan completamente cubiertas y acompañadas de un familiar o que las peluquerías no tengan fotos de Gerard Piqué. Junto a la hisba existe otro cuerpo policial que se encarga de los asuntos civiles. Asimismo, además de las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley, el Estado Islámico también dispone de un servicio secreto conocido como amniyat y que ha sido desarrollado por ex agentes del Mukhabarat iraquí, la red de espionaje de Saddam, que desertaron al grupo salafista. El Estado Islámico ha sido muy cauteloso a la hora de desplegar su maquinaria para hacer cumplir la ley. En el libro de Hassan y Weiss ejemplifican esta prudente medida con la toma de Mosul. En su relato explican que tras la huida de las tropas iraquíes, el Estado Islámico dejó que fueran yihadistas locales los que merodearan por las calles mientras los extranjeros permanecieron menos visibles para evitar alienar a la población. Tal y como demuestran algunos documentos publicados recientemente, a día de hoy el Califato ya ha desplegado en Mosul un aparato de seguridad plenamente en funcionamiento. Este proceso gradual también se vivió en Raqqa unos meses antes.
La legitimidad del Estado Islámico: seguridad, estado del bienestar e infraestructuras
No obstante, todas las características del estado que Mann nombra se pueden adquirir sin la aprobación o el consentimiento de la población. Volviendo a la legitimización sobre el uso de la fuerza en la definición de Weber, es crucial analizar como los habitantes bajo el yugo del Califato ven a sus de facto gobernantes. Un estado es más fuerte y su régimen es visto como más legítimo cuanto más grupos sociales son incorporados al seno de un estado. ¿Está el Estado Islámico formado también por agrupaciones locales o permanece solamente como una élite represiva vista como completamente ajena e ilegítima por la población civil?
Para empezar vale la pena apuntar que los iraquíes dominan abrumadoramente las posiciones de mando dentro de la organización terrorista: el Consejo de Shura y el de Sharia, pero también otros departamentos claves que permanecen altamente herméticos a incorporaciones extranjeras. Muchos de ellos eran miembros del partido Ba’ath iraquí cuando gobernaba Saddam Hussein; otros emergieron como yihadistas con la guerra. Lo que unió estos grupos tan ideológicamente dispares fue la prisión americana de Camp Bucca donde gran parte de ellos se conocieron y radicalizaron. El propio al-Baghdadi pasó una temporada entre esas rejas. En las fotografías disponibles de la abrumadora mayoría de altos cargos del Califato aparecen todos con el tradicional mono amarillo de Camp Bucca. Es una tesis ampliamente extendida entre los conocedores del Estado Islámico la de considerar las prisiones como universidades de yihadistas. Muchos entran como delincuentes vulgares e incluso con problemas de drogas y alcohol y salen convertidos en islamistas radicales.
En Siria e Irak los vínculos identitarios y de fidelidad están muy centrados en ámbitos locales, tribus, familias, y congregaciones religiosas, más que en conceptos patrióticos de nación. Es por eso que los yihadistas venidos de occidente pero también los de otros países musulmanes o incluso de distintas provincias de Sira e Irak son vistos como foráneos por una parte importante de la población. Sin embargo, las situaciones en ambos países difieren entre si porque los habitantes de uno y otro territorio han sufrido distintas transformaciones políticas y sociales desde su creación. No obstante, tienen en común que se han sentido alienados por sus respectivos gobernantes en el pasado inmediato.
En Irak, numerosos analistas aseguran que la mayoría de la población sunita bajo el yugo del Estado Islámico prefieren al Califato antes que al gobierno chiita de Bagdad que recientemente dirigió el país mediante fuertes políticas sectarias bajo la dirección del ya defenestrado Nuri al-Maliki. A pesar que en su mayoría los habitantes del Califato no están de acuerdo con la estricta interpretación de la Ley Islámica que se les impone (no se les permite ni fumar tabaco, una vicio extensamente popular en los países árabes), temen menos al Estado Islámico que al ejército iraquí y a las milicias chiitas respaldadas abiertamente por Irán. Otro de los grupos sociales con mayor presencia en Irak son las tribus sunitas, que por el momento toleran el mando del Califato pero que rehúsan ser incorporadas al estado porque entienden que es un poder temporal y un aliado hecho por pura conveniencia.
En Siria, muchos territorios controlados por rebeldes moderados durante los primeros años de la guerra civil cayeron ante el Estado Islámico donde impusieron su programa de construcción de un estado. Algunos de los grupos que antes gobernaban esas zonas, nacionalistas y seculares, se comportaban como criminales y la justicia establecida era totalmente arbitraria según varios informes y relatos periodísticos. Cuando los ciudadanos se sentían agraviados por los rebeldes no tenían a quien recurrir. En muchos casos, la disciplina que más adelante impuso el Estado Islámico y sus tribunales de la Sharia fueron bienvenidos porque ofrecieron seguridad. Las poblaciones locales también agradecieron un cierto sentido de justicia al comprobar que el Califato no dudaba en castigar con igual severidad a sus propios miembros cuando cometían un delito. En este sentido, el Estado Islámico ofreció a muchos ciudadanos hartos de la guerra y la anarquía un contrato social en el sentido hobbesiano: renunciaron a parte de sus derechos para poder disfrutar de la protección de un estado.
La educación es otro campo de vital importancia donde el Califato intenta introducir su programa estatal. La propaganda del grupo terrorista a menudo se centra en jóvenes muchachos siendo educados en el Corán o en el arte de la guerra. Los denominados “cachorros de león” son el futuro del estado y es por eso que su iniciación en el macabro mundo del yihadismo empieza desde pequeños. Son tristemente célebres las imágenes publicitadas por los propios terroristas de un niño australiano de siete años sujetando la cabeza cortada de un soldado sirio, la ejecución de un supuesto espía israelí por parte de un chaval de unos diez años o el de un padre preguntando a un niño con dientes de leche si de mayor quiere ser un yihadista o convertirse en mártir en un atentado suicida. Algunos informes sugieren que tras conquistar Mosul el Estado Islámico siguió los mismos pasos que en Raqqa unos meses antes a la hora de implementar su estrategia en educación. Entre las directrices impuestas destacan la prohibición de cualquier curso contrario a la Sharia –incluida el arte y la música-, la introducción de estrictas normas para el profesorado de los centros y la supresión de cualquier referencia a Siria e Irak o sus símbolos. Además, recientemente algunas escuelas de Raqqa también ofrecen clases de inglés para los niños de los yihadistas occidentales. Efectivamente el Estado Islámico parece que ha sido capaz de aplicar íntegramente su modelo en los centros educacionales de Raqqa y Mosul aunque es más difícil saber cual es la situación en otros pueblos y ciudades bajo su control debido a la falta de activistas y periodistas que informen sobre ello.
Otra característica primordial que distingue a los estados de meras organizaciones terroristas es el suministro de un cierto estado del bienestar a sus ciudadanos. El Estado Islámico se encuentra en especiales dificultades para administrar la sanidad. Los continuos cortes de luz, la escasez de medicamentos y la falta de personal especializado (en su mayoría las clases profesionales huyeron ante la llegada de los yihadistas) dificultan el día a día de los hospitales que controlan. Documentos hechos públicos indican que a pesar de ello el Estado Islámico se esfuerza en mantener una suerte de sanidad pública. Entre otros, ha introducido leyes de salubridad para evitar el contagio de enfermedades o el establecimiento de límites en los precios de los medicamentos farmacéuticos.
Para proporcionar estos servicios es necesario un flujo regular de ingresos y una red de infraestructuras. Aunque el Estado Islámico creció gracias a una economía terrorista clásica (donaciones, rescates de secuestros y saqueos) que lo empoderaron como la organización terrorista más rica del mundo, la verdad es que con el tiempo ha conseguido diversificar sus fuentes de ingresos y ha desarrollado una economía parecida a la de los estados que le garantiza independencia. Tras la liberación de Marc Marginedas, Javier Espinosa, Ricardo García Vilanova y otros rehenes occidentales y con los asesinatos de Jim Foley, Steven Sotloff, David Haines, Kayla Mueller, Alan Henning, Peter Kassig, Haruna Yukawa y Kenji Goto, ahora al Estado Islámico sólo le queda el reportero británico John Cantlie para extorsionar.
Como pretendido estado, el Califato recolecta impuestos de sus ciudadanos. Algunos de los tributos incluyen tasas a las compañías de telecomunicaciones, por los retiros de dinero en los cajeros automáticos, en los salarios, a los camiones que cruzan sus fronteras, o un impuesto que asegura la “protección” de los no musulmanes. Además, sus territorios en Siria e Irak son ricos en recursos naturales. Según un informe de Reuters Accelus, se calcula que el petróleo, el gas natural, el fosfato y el cemento representan el 75% de las fuentes de ingresos del grupo con el oro negro como principal proveedor de ingresos. Irak posee una de las mayores reservas de petróleo del mundo, y el Estado Islámico controla el 10% de los campos petrolíferos del país. En Siria, un país con menos riqueza energética, el Califato domina el 60% de la capacidad productiva de petróleo. Asimismo, sus dominios poseen las tierras más fértiles de Irak lo que supone un abundante suministro de trigo y cebada que es utilizado para mantener en funcionamiento fábricas de pan que permiten dar de comer de forma barata a gran parte de la población.
Sin embargo el Estado Islámico no es capaz de administrar correctamente sus infraestructuras. Las refinerías de petróleo y gas trabajan muy por debajo de sus posibilidades debido a los rudimentarios procedimientos que utilizan los trabajadores lo que ofrece un producto final de pésima calidad que tiene que vender por un precio cuatro veces inferior al del mercado. Además, los bombardeos de los EUA y sus aliados se centran en destruir las infraestructuras energéticas del Califato para así cortar su principal fuente de ingresos. El Estado Islámico también lidia con dificultad con la extracción de los recursos hidráulicos que le proporcionan los ríos Tigris y Éufrates. Su falta de personal técnico ha provocado que las presas bajo sus poder consuman cantidades ingentes de agua en comparación con la poca electricidad que generan. Una agua que escasea y que es muy necesaria para el consumo de la población civil. Los territorios bajo el yugo del Califato disponen de menos de cuatro horas de electricidad diarias y el régimen yihadista apenas es capaz de suministrar agua potable o mantener en funcionamiento los hospitales. Ofrecer estos servicios básicos a la población civil requiere una gran cantidad de recursos y personal que puede que el Estado Islámico no esté dispuesto a sacrificar si eso conlleva perder la guerra.
Conclusiones
El Estado Islámico es la organización terrorista más rica del mundo, pero un presunto estado débil y frágil. El rico terreno donde se erige le ha proporcionado independencia económica de los países del Golfo que lo financiaron como un efectivo agente anti-al-Asad (y por consiguiente anti-Irán). Sin embargo, el gobierno Sirio también le ayudó a crecer durante los primeros años de la guerra liberando a yihadistas para así poder radicalizar a su oposición y legitimar su poder ante los ojos de occidente algo que parcialmente ha conseguido ya que ahora al-Asad es visto como el mal menor. El Estado Islámico se ha visto beneficiado por el juego geopolítico de estas alianzas contradictorias durante mucho tiempo cosa que le ha permitido construir un proto-estado. No obstante, la coalición encabezada por los EUA está centrada en destruir los cimientos del Califato, sus infraestructuras, e Irán está abiertamente involucrado en la reconquista de Irak donde ya está ganando terreno y saqueándolo, demostrando que los temores de los sunitas iraquíes no son infundados. A pesar de ello, la mayoría de sirios e iraquíes no comparten su visión del Islam y por ello los salafistas permanecen como gobernantes más por temor o conveniencia que por verdadero deseo. El Estado Islámico ha conseguido un nivel de construcción estatal notable –especialmente en el campo del monopolio de la violencia- que sobrepasa al de muchos países internacionalmente reconocidos aunque no cumple por completo los criterios para considerarlo un estado a todo efecto. En verano de 2014, en su momento de máximo apogeo mediático, el Estado Islámico anunció que adoptaría su propia moneda y que imprimiría sus propios pasaportes. Más de medio año después sigue sin haber noticias sobre estos proyectos lo que indica que los yihadistas son mejores en difundir propaganda que en construir un estado de verdad.
El futuro del Califato como proyecto de estado estará determinado por un dilema entre hacer la guerra y construir un país. Con una creciente presión en el campo de batalla, los recursos de los que dispone es probable que sean dedicados a los asuntos militares que podría conllevar una negligencia de los deberes estatales que por el momento ha intentado ejercer. Si así fuera, el Estado Islámico involucionaría a su estatus previo: una simple organización terrorista que ataca escondida entre las sombras.
Última edición por javicho II el Miér Mayo 04, 2016 10:41 am, editado 1 vez