Después de la muerte de Stalin, el Comité Central del Partido comenzó a emplear la política de explicar, concisamente y concretamente, que es ilícito y extraño al espíritu de marxismo y del leninismo elevar a una persona, transformarla en un superhombre dotado de características sobrenaturales, comparables a las de un dios (...)
Entre nosotros se cultivó durante muchos años esa creencia en torno a un hombre, y especialmente en torno a Stalin.
El objeto del presente informe no es una valoración exhaustiva de la vida y la actividad de Stalin. (...) Ahora nos encontramos frente a una cuestión de inmensa importancia para el Partido en el presente y en el futuro (...) se trata de cómo el culto de la persona de Stalin fue creciendo gradualmente; ese culto que en determinado momento se convirtió en la fuente de toda una serie de perversiones unánimemente graves y serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido, de la legalidad revolucionaria (...)
Cuando analizamos las prácticas de Stalin en cuanto a la conducción del Partido y la nación, cuando nos detenemos a considerar cualquier acto de Stalin, debemos convencernos de que los temores de Lenin estaban justificados. Las características negativas de Stalin, que en época de Lenin eran sólo incipientes, se transformaron durante los últimos años en un grave abuso de poder que causó indecible daño a nuestro Partido (...)
Stalin no actuó mediante la persuasión, la explicación y la cooperación paciente con las personas, sino imponiendo sus conceptos y exigiendo obediencia absoluta a su opinión. Quien se oponía a ello , o procuraba probar su punto de vista y la exacti tud de su posición, quedaba sentenciado a la exclusión del mando colectivo y a la correspondiente aniquilación moral y física.(...)
Debemos afirmar que el Partido libró una severa lucha contra los trostskistas, los derechistas, los burgueses nacionalistas, y que desarmó ideológicamente a todos los enemigos de Lenin. Esta lucha ideológica se llevó a cabo con éxito, y así el Partido se vigorizó y templó. En esto Stalin representó un papel positivo (...)
Stalin inventó el concepto “enemigo del pueblo”. Este término hizo automáticamente innecesario que se probaran los errores ideológicos de un hombre u hombres dispuestos a la discusión; este término hizo posible el uso de la más cruel represión, la violación. todas las normas de la legalidad revolucionaria contra cualquiera que,. en una u otra forma, estuviera en desacuerdo con Stalin; contra todo sospechoso de intención hostil; contra cualquier hombre de mala reputación. Este concepto “enemigo del pueblo” eliminó radicalmente la posibilidad de cualquier clase de lucha ideo lógica, y la posibilidad de dar a conocer opiniones personales sobre tal o cual punto, aún sobre cuestiones de carácter práctico. En verdad, la única prueba de culpabilidad empleada (contra todas las normas de ciencia legal) fue la «confesión» del propio acusado; y como lo demostró la investigación ulterior, se obtuvieron «confesiones» por medio de torturas físicas contra el acusado(...)
Ese enfermizo recelo creaba en él una desconfianza general, aun con respeto a eminentes trabajadores del Partido a quienes habíamos conocido durante años enteros. Por doquier veía «enemigos», «espías» y «traidores».
Dueño de un poder ilimitado, su despotismo no conoció límites y fue capaz de aniquilar a los hombres moral y físicamente (...)
Así Stalin sancionaba en nombre del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (Bolchevique) la más brutal violación de la legalidad socialista, la tortura y la opresión (...)
La obstinación de Stalin se mostró asimismo no solo en decisiones concernientes a la política interior del país, sino también en las relaciones internacionales de la Unión Soviética (...)
En este sentido, Stalin se popularizó enérgicamente a sí mismo como gran líder; de varios modos trató de imponer al pueblo la versión de que todas las victorias ganadas por la nación soviética durante la Gran Guerra Patriótica se debían al coraje, la osadía y el genio de Stalin y de ningún otro (...)
No Stalin, pero si el Partido como conjunto, el Gobierno soviético, nuestro heroico ejército, sus talentosos líderes y valientes soldados, la nación soviética sola, éstos son los únicos que aseguraron la victoria en la Gran Guerra patriótica(...)
Las magníficas y heróicas acciones de millares de millones de hombres de Occidente y Oriente durante la lucha contra la amenaza del yugo fascista que pendía sobre nosotros perdurará durante centurias y milenios en el recuerdo de la agradecida humanidad (...)
¡Camaradas! Debemos abolir el culto del individuo decisivamente, de una vez por todas; debemos sacar las conclusiones acertadas sobre la labor ideológica-teórica y práctica. Para ello es necesario:
Primero, seguir la norma bolchevique, condenar y desarraigar el culto al individuo como ajeno al marximo-leninismo y opuesto a los principios del mando del Partido y sus normas de vida, y luchar inexorablemente contra todo intento de volver a implantar esta práctica en una forma u otra (...)
En segundo término, debemos continuar sistemáticamente y con persistencia la obra del Comité Central durante los últimos años (...) de los principios leninistas del mando del Partido, y caracterizada, sobre todo, por el principio dominante el mando colectivo, por el respeto de las normas de vida del Partido descritas en los estatutos de nuestro Partido y, en suma, por la amplia práctica de la crítica y la autocrítica.
En tercer término, restaurar completamente los principios leninistas de democracia soviético-socialista, expresadas en la Constitución de la Unión Soviética, para combatir la arbitrariedad de individuos que abusen del poder. (...)
¡Camaradas! El Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética ha manifestado con nueva energía la inconmovible unidad de nuestro Partido, su cohesión en torno al Comité Central, su firme voluntad de cumplir la gran tarea de construir el comunismo."